La música, como la humedad, se te mete en los huesos. Cuando eso ocurre, mueves los pies. Podría ser que estés bailando. La música, como el optimismo, puede entrometerse en los corazones y gobernarlos. El cuartel de El Bruch, la única caserna militar de Barcelona (avenida del Ejército, s/n), ha sido asaltado por la música. Atropelladamente. Inmisericordemente. Armoniosamente. La banda de música de El Bruch ensaya en uno de los módulos de este castillo. Toca ‘María’, de West Side Story. Será porque quien dirige la orquesta es la capitán [Eva María] Folch Martínez, la primera y única mujer de las Fuerzas Armadas Españolas que lleva una batuta. La partitura de West Side Story, del compositor Leonard Bernstein, suena tan bien, tan alta, tan poéticamente esplendorosa, que se cuela en cada uno de los recovecos, en cada uno de los barracones y en cada uno de los 28 edificios, con sus terrazas ciegas y sus matacanes. Su tonada traspasa los muros que delimitan el perímetro, hasta oírse, casi, en el Camp Nou. La historia de amor entre María y Tony es la banda sonora de quienes hacen la guerra… y hacen el amor.
La capitán Eva María Folch (Alcàsser, 1973) es la María de West Side Story, una valenciana con el uniforme del Ejército de Tierra y con cerezas en lugar de ojos. “Tocamos bien, aunque no tengamos cuerdas”, se excusa sin motivo, puesto que su “sección de música”, es decir, la Unidad de Música de la Jefatura de la Inspección General del Ejército, en El Bruch (boleros de Luis Miguel, música de cámara de Mozart, sardanas…). “Vengo de una familia de agricultores que labran la tierra, pero lo mío es la flauta y el flautín. Yo ya había tocado la flauta travesera en la Societat Musical Santa Cecília d’Alcàsser. Luego estudié dirección de orquesta en el Real Conservatorio de Música, en Madrid, ya que aspiraba a dirigir una de las 22 orquestas que tiene el Ejército. Quería tener proyección. Y quería buscar mi propio sustento y dejar de vivir de mis padres. Así que, cumplidos los 18 años, entré en el Ejército, y oposité a sargento en la Banda de Música Militar”, resume Eva María, cuya calidez genera una franca empatía. Siente una predilección especial por el pianista y director de orquesta húngaro (y judío), Georg Solti, el artista con más Grammys en su carrera. “Estudié en la Escuela de Músicas Militares, en Madrid. Como flautista estuve destinada en las Islas Canarias. Y, ya como directora de orquesta, estuve en Melilla, Sevilla, y, desde hace año y medio, en Barcelona. En la Universitat de Barcelona me estoy doctorando en pedagogía musical”. De ahí sus sorprendentes versiones para motivar a los más de cuarenta suboficiales que forman parte de su actual banda. Sin ir más lejos, ha interpretado a Chaikovski al son de las salvas de artillería: “Y West Side Story tiene una mezcla muy interesante de partes religiosas y sacras. El tiempo es algo muy serio en la música: según cómo, puedes aburrir con una pieza de tempo allegro…”.
La capitán, que monta en Harley y frecuenta el Gran Teatre de Liceu, jamás se ha sentido rechazada o minusvalorada por ser mujer: “En el Ejército están claros los grados, las funciones están muy delimitadas. Me asombra cuando escucho en el Telediario que las mujeres cobran menos que los hombres por según qué puestos. En el Ejército hay plena igualdad.” Eva María Foch, María, está casada con el sargento primero Jacobo Formoso, Tony, quien pertenece al regimiento de montaña, acuartelado también en El Bruch. “Mi pareja dice que es un calzonazos, pero que tiene excusa: yo soy capitán, soy directora y soy mujer.”
En la sala de ensayo del cuartel de El Bruch, la capitán Eva María Folch ejecuta el ‘María’ de West Side Story con una alianza de clarinetes, trompetas, platillos, oboes, saxofones, trombones, bombardinos, tubas y fliscornos.
The most beautiful sound I ever heard:
All the beautiful sounds of the world in a single word,
Maria…
Los clarinetes casi se oyen desde el túnel subterráneo de la línea 9 del metro, que pasa cincuenta metros por debajo del patio de armas y del portón de esta infraestructura militar (“Todo por la Patria”), a cuyos pies se levanta una estatua del Timbaler de El Bruch, con esta leyenda de 1980: “Los mandos y tropas de este acuartelamiento; las comarcas de Anoia y Bages, y la ciudad de Barcelona, a los héroes de El Bruch”. Sobre el portón barrado y con garita de vigilancia, conectada con “la central del control de seguridad”, se iza, a las ocho de la mañana, la bandera española. En el cuartel, de unas cincuenta hectáreas, residen cerca de trescientos cincuenta militares, y trabajan alrededor de mil personas. En su día, los boinas verdes del Grupo de Operaciones Especiales tenían aquí su base.
I just met a girl named Maria…
Las trompetas llegan a oídos del jefe del acuartelamiento, el teniente coronel Candela, guasón, que podría recordarnos a un personaje de los Simpson. Candela compara El Bruch con el castillo de Neuschwanstein, de Luis II de Baviera, El Rey Loco, y con el castillo de Walt Disney, que se inspira, precisamente, en el de Neuschwanstein, el más fotografiado de Alemania. “Además, los turistas vienen aquí creyendo que El Bruch, por su majestuosidad, es el auténtico Palau Reial de Pedralbes”, se divierte. Algo de simpática locura se le ha contagiado a este hombre, accesible, bonachón, cómplice: “¿Hacerme a mí una fotografía? Yo sin caballo no soy nada”. En el despacho del teniente coronel Candela se pueden contemplar las copias de los cuadros del pintor catalán Francesc Sans, que recrean la campaña africana del general Prim (1814-1870). Y se pueden consultar los álbumes de fotos de los ingenieros que en 1932 construyeron, para dos regimientos, “el cuartel de infantería de Pedralbes”: el teniente coronel Vicente Martorell y el capitán Vicente Martorell, padre e hijo, respectivamente. En la torre de El Rey Loco de El Bruch, el reloj da las horas con maquinaria digital. “Buscamos un relojero en los anuncios del periódico, porque necesitábamos a algún experto que supiera arreglar estas piezas antiguas, como en la película La invención de Hugo [Martin Scorsese, 2012]. Cuando vino, cambió el mecanismo y puso uno digital, porque el que había ya no se aguantaba. Algún día lo donaremos a un museo”, explica el teniente Yáñez, uno de los capos del lugar, que se despide del capitán Barroso con esta apergaminada fórmula protocolaria: “¿Ordena algo más, mi capitán?”.
And suddenly that name
Will never be the same
To me.
Maria…
Los platillos se oyen desde la cantina de El Bruch, que cuenta con billar, y que está ornamentada con fotografías paisajísticas de París y de Nueva York. En el dintel de la puerta, tres relojes, con la hora de Afganistán, Líbano y Barcelona —esta última, atrasada. En la televisión, arrinconada, se emite un programa de vídeos impactantes, de Mini Coopers de carreras que se estrellan contra las barandas de protección.
I’ve just kissed a girl named Maria…
Los oboes se oyen en la galería de tiro, prácticamente abandonada. “Tenemos una mínima cartuchería: plomillos, munición neumática… Ahora las prácticas de tiro se hacen en Sant Climent Sescebes, en Girona”, responden los reclutas. “El jefe de la Unidad será responsable de los ejercicios que se estén realizando”, se lee en las normas de uso. En la galería de tiro, amortiguada por paneles fenólicos, se simulan los asaltos a las posiciones enemigas.
And suddenly I found
How wonderful a sound
Can be.
Maria…
Los saxofones se oyen desde la calle del Gran Capitán, en El Bruch, en la que se encuentra el Edificio B, donde se alojan las asociaciones cívico-militares de veteranos, así como los reservistas. En la calle, se instruyen en técnicas de combate los hombres del teniente coronel Gambín, del Batallón de Cazadores de Montaña. Probablemente, se preparan para la misión de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) en Afganistán (Herat, Qala-i-Naw…). Son chicos (y alguna chica) veinteañeros, rapados prácticamente al cero, con botas militares marrones que se camuflan perfectamente en la arena del desierto. “¡Al suelo, ya! ¡Arriba! ¡Al suelo!… ¡No, no, no! ¡No quiero oír que golpee el arma en el suelo!”, arenga el instructor, bregado en las emboscadas de los talibanes, mientras empuña, como si fuera un bastón o el mando de un equipo HiFi con amplificadores y válvulas, los fusiles Pim Pam Pum (G36E) de la firma alemana Heckler & Koch, que han sustituido a los viejos y anticuados CETMEs. La veintena de soldados se ejercita en Pedralbes antes de marcharse a Afganistán. En el Edificio 104, una placa recuerda al cabo Romero Meneses, “primer caído en combate de las tropas de montaña en la operación R/A [Romeo/Alfa], en Badghis (Afganistán), el 1 de febrero del 2010”.
Say it loud and there’s music playing,
Say it soft and it’s almost like praying.
Maria…
Los trombones se oyen desde el rocódromo y desde el almacén de intendencia del cuartel, que recibe al soldado con una frase que podría haber dicho Horacio: “Aquí no puede acampar quien no sepa dar lo mejor de sí mismo”.
I’ll never stop saying
Maria,
Maria, Maria,
Maria…
Los bombardinos se oyen desde el archivo “intermedio”, con “cajas a granel”. Lo gestiona el teniente Fores, de prodigiosa memoria: “Cuando una unidad se disuelve, nos mandan todos los documentos que tienen sobre ella, y esa información la clasificamos y la empaquetamos en cajas que, el día de mañana, irán a dormir al Archivo General Militar de Guadalajara, al Archivo General Militar de Segovia… Aquí tenemos 17.000 cajas con expedientes (por ejemplo, la caja número 86 contiene listados de Zaragoza). A ver, dime un año”, reta, y se desmadra por los pasillos, subido a las escaleras de tijera. Es del Barça, lo cual queda patente por los pósters de la entrada, con el equipo blaugrana de fútbol, campeón de Liga de la temporada 2010/2011: “Gràcies, equip”.
Say it loud and there’s music playing,
Say it soft and it’s almost like praying.
Maria…
Las tubas se oyen desde la residencia de los mandos, “el alojamiento logístico” construido en 1969.
I’ll never stop saying
Maria…
Las fliscornos se oyen desde la Biblioteca de Historia Militar, en El Bruch, cuyo bibliotecario en jefe es el teniente coronel Homedes, con vocación de humanista del Renacimiento. Sus ocho salas de consulta son de acceso público (previa autorización), y su horario es de nueve de la mañana a dos de la tarde. La biblioteca contiene casi treinta mil libros y más de dos mil mapas, sobre los que se interesan científicos e investigadores enfrascados en sus tesis doctorales. Los originales más valiosos pertenecen a los siglos XVII y XVIII, y hablan de armas, fortificación, geología, ferrocarriles, caballería, electrónica, ingeniería (Tratado de ingeniería militar, de W. Hoffmann, 1940); NBQ (Nuclear-Bacteriológico-Químico), botánica, agricultura (Proyecto Ley de Montes, de Olazábal, 1877)… “Es decir, temas eminentemente militares”, afirma Homedes. También hay clasificadores de madera en los que se compartimentan las guerras más mortíferas del siglo XIX y XX —Guerras Carlistas, Guerra Franco-prusiana— mientras que la Técnica del golpe de Estado, un ejemplar de Curzio Malaparte de 1928, anda medio suelta.
Pasados los estantes, en la pared del fondo de la biblioteca, se exhibe el Plano de los alrededores de la ciudad de Barcelona levantado por orden del Gobierno para la formación del proyecto del Ensanche, firmado de su puño y letra en 1855 por el urbanista Ildefons Cerdá. En el mapa, desplegado, de la mitad de tamaño del Guernica de Picasso, se distinguen los baluartes, las baterías, los fuertes y las rondas de Barcelona. “En lo que hoy es el Moll de la Fusta, aquí —el teniente coronel Homedes se acerca al cristal que protege el mapa y señala con el dedo— había una muralla que daba al mar.”
The most beautiful sound I ever heard:
Maria.
El 27 de marzo se proyectó West Side Story en la Filmoteca de Catalunya: “Celebrada adaptación del musical de Broadway que traslada la tragedia de Romeo y Julieta al enfrentamiento entre bandas en la zona del West Side de Nueva York. Del filme, galardonado con diez Oscars, destacan el trabajo coreográfico de Robbins y los títulos de crédito finales de Saul Bass”.
En la sala de ensayo del cuartel de El Bruch, este cartel: “Cierren la puerta si el aparato de aire acondicionado o de calefacción está en funcionamiento”.
Aunque la puerta se cierre, las notas se escapan. Es la fuerza del amor: ‘María’.
Jesús Martínez es periodista. En FronteraD ha publicado, entre otros artículos, Cenizas gitanas en Hungría, Corazón de hierro, La suma de dos da 89. Paquistaníes en Barcelona y Facebook d. C.