Rodenkirchen, 4.6.
Vino Montse para sacar a pasear a Diny, fueron hasta la Plaza Maternus y volvieron acá casi a renglón seguido, el tiempo está tan regalón (diría Gabriela Mistral) que la plaza bullía de gente, así es que fueron a la dizque cafetería (es el restaurante a la hora de las comidas, y para mí es un comedor a secas), donde compraron un helado y se lo comieron en el jardín. Le comuniqué a Montse, quien no lleva mis mismas contabilidades, que hoy es el 15.º aniversario de la llegada de Meggy, recién nacida, a su casa. Montse me cuenta que es la única superviviente de la camada. Los Hoffmanns tenían una gata que dio a luz tres criaturitas, un macho y dos hembras. Montse le había pedido a los Hoffmanns que si había un macho en la camada, se lo dieran a ellos. Pero ese machito nació con un defecto genético, mongoloide, y murió a los pocos días. Así es que se hicieron cargo de una de las dos gatitas, Meggy, y luego su hermana y su madre murieron ambas en sendos atropellos por autos. Antes había una intensa relación con los Hoffmanns, pero luego Paul Louis, uno de sus dos hijos y tocayo por partida doble de nuestro Paul (quien también es un Paul Louis) hizo un casting para una peli sobre Tom Sawyer y hoy cuenta como uno de los mejores actores jóvenes del cine alemán. Y eso ha creado una distancia, además de que el otro Paul Louis cambió de escuela. Lástima grande, pienso. Pero la vida es como es.
Le mando un email a Guglielmo en su Orquidiócesis cerca de Medellín: «El restaurante chino al que voy con frecuencia para comer mariscos y pescado, se llama Orquídea, y casi siempre me siento a una mesa desde donde se ve su nombre grabado en el cristal de uno de sus ventanales, y semitapado por un farol chino de esos cilíndricos y con caracteres chinos pintados, de tal manera que el conjunto es una orquídea tridimensional y aleatoria: la Phalaenopsis involuntaria».
La paz de que se disfruta en los jardines del Maternus es una bendición del cielo. De vez en cuando la interrunpe el vuelo de un avión rumbo NW, o de un helicóptero, o la sirena de un patrullero de la poli o de alguna ambulancia. Y en fondo, si acaso, el suave zumbido monocorde y monótono del lavavajillas de la cocina. Hoy asistí a un acto de voluntad de vivir, la viejita con su silla de ruedas que hacía avanzar con la mano mientras el pie derecho le servía de timón para conducirla en la dirección correcta. La admiré por su tesón, saludándola con un gesto que creo que es la primera vez en mi vida, destocándome a su paso al lado del banco donde estaba sentado. Porque esa es otra. También por primera vez en mi vida salgo al aire libre tocado con un sombrero de paja que me ha regalado Montse. El último Bada que usó un sombrero fue mi padre, y dejó de hacerlo antes de fines de los 50. ¿Adónde habrán ido a parar los sombreros de mi padre, colgados en el perchero del recibidor de nuestra casa, testigos mudos de unos tiempos en que algunas tiendas del ramo hacían su publicidad con un eslogan fascista?: “Los rojos no usaban sombrero”.
Rodenkirchen, 5.6.
Me encuentro por fin con mi asesora fiscal, que ya se encargó de gestionar mi anterior declaración a Hacienda, pero estaba de vacaciones cuando le entregué toda la documentación a su secretaria, y el resto lo arreglamos a base de llamadas telefónicas. Me ha hecho muy buena impresión Frau Vogelbacher, sobre todo porque le he contado nuestra desgracia y enseguida me ha enumerado toda la documentación que debo ir coleccionando: en especial los gastos no reembolsados y que se relacionen de manera directa con la asistencia sanitaria a Diny, me dice que importan mucho en la desgravación fiscal.
Almuerzo con Paul en el Bistro Verde. Paul pide una ensalada monumental con una salcbicha de ternera y yo un potaje de pescado cocido en salsa de tomate, con una baguette troceada pa mojá en la salsa. Le cuento a Paul que el Bistro Verde celebrará el próximo sábado, el 17, los 130 años de la fundación de su matriz, la verdulería y frutería Walterscheid, la mejor del sur de Colonia en varias millas a la redonda. Paul se autoinvita a la mesa para cuatro que le pido que me reserve a Petra, gerente y camarera principal del Bistro. Definitivamente, Paul ha sucumbido al encanto del lugar.
Por dormir la siesta me olvidé por completo de que hoy transmitía el Canal ZDF la emisión del programa “Bares für Rares [dinero contante y sonante a cambio de cosas raras]” donde se subastó mi serigrafía de equipo crónica, “Menina abanderada”, adonde la llevaron Brigitte y Thomas. Al día siguiente de la grabación (fue en marzo, creo, porque trabajan con mucha antelación), Brigitte me hizo entrega de los 700 € que me reportó la subasta. De todos modos he podido verla esta tarde, acudiendo a la videoteca del canal ZDF. Uno de los posibles compradores les explicó a los otros cuatro que Picasso era catalán y ello explicaba a su vez el mensaje político de la serigrafía. La progenitora que lo dio a luz, que más hubiese querido Cataluña sino que Picasso hubiera sido culé.
Después de leer la última entrega de mi Diario, y lo que cuento acerca de los nombres de las flores, mi compadre José María me explica, desde la orilla del Cauca, que en el habla popular colombiana también le llaman “nomeolvides” a los chorizos de fabricación casera, porque después de comerlos te pasas el día eructando.
Rodenkirchen, 6.6.
Anoche, cuando ya casi no había más que un rescoldo de luz solar a Poniente, descubrí a un ratoncito chiquito chiquitito en nuestro balcón. No sé explicar el porqué, pero me inspiró una ternura inmensa. «¡Qué más da! Emocionado… Emocionado…»
En La Modicana con Gabi y Carlo. Por lo que llevo visto en el tiempo que conocemos, Gabi casi que no come nunca, pero no perdona su copa de prosecco. Carlo ha encargado un menú vegetariano, y cuando llego, con 10’ de retraso por culpa de la remilputísima KVB, la peor compañía de transportes públicos que he padecido en mi vida, ya está despachando a bodega el primer plato. Yo encargo los ravioles con trufas, y el vino me lo trae Minou sin necesidad de pedírselo. Hablamos de muchos temas relacionados con nuestro trabajo en las tres respectivas emisoras. Coincidimos en que la política tiene una influencia nefasta en la gerencia de ellas porque aunque está garantizado el derecho a la libre expresión, para los cargos directivos todos los partidos (todos, sin excepción) suelen elegir a gente que no es profesional del medio radio. Cuenta Carlo de un intendente [=director] que tuvo en una de las emisoras donde trabajó, y a quien lograron defenestrar porque descubrieron que había presentado facturas truchas como gastos laborales. Con el resultado de que su partido lo nominó para dirigir otra emisora, logró su nombramiento, y al cabo de unos años el hombre murió. En el canal de TV de la emisora de Carlo pasaron la noticia de la muerte de su antiguo director, «y puedes creerme, Ricardo, el colega a quien le tocó bailar con la más fea, es decir, leer esa noticia, lo hizo sin poder reprimir 100% una sonrisa».
Llamo a Ulli para saber qué tal le fue a Carlitos en su operación, y al parecer todo depende ahora del resultado del análisis del trozo de piel que le han extirpado, para saber de forma definitiva si se trata de un cáncer benigno o no. Dominus vobiscum!
Rodenkirchen, 7.6.
Vino Montse para acompañar a Diny a la peluquería del Maternus, y luego a almorzar al Steep’s. Vino casi al mismo tiempo que Marion y su hija, del departamento de lavado de ropa, que normalmente debían venir el jueves, pero mañana es fiesta, Corpus Christi, así es que vinieron a llevarse la ropa sucia y a cambiar las de la cama. De repente, nuestro apartamento se llenó de gente, Marion dijo que parecía una escena de los “duendecillos laboriosos de Colonia”.
Me pasó a buscar Luciano y fuimos en su auto al Centro Cultural Antonio Machado, que él dirige y yo es la primera vez que lo visito. Lo primero de todo es la belleza del edificio que lo alberga, y que es el de los vestuarios femeninos de las obreras de la gran fábrica de chocolate que había hasta los años 60 del siglo pasado y que ocupaba la mayor parte del barrio; ese barrio donde late el corazón popular de Colonia, el que llamamos en kölsch, el idioma de acá, Vrings Veedel [el barrio de San Severino, que le inspiró a Böll una página magistral de su prosa memorialista, “La tos de mi padre”]. Y luego, al entrar y llegar al salón de actos, me quedo sin palabras, sólo puedo emitir un WAW!, como alguna vez lo hace juiciosamente Julia Ormond en la Sabrina buena, la de Sydney Pollack. Es un salón grande, rectangular, y todas las paredes están tapadas por las estanterías llenas por mis libros. Los únicos huecos del salón son la puertas y las ventanas, grandes. Es la primera vez en mi vida que veo todos mis libros juntos cuando hago una rotación visual de 360º. Me invade una sensación inefable de admiración y agradecimiento a Luciano, sin él no hubiera sido posible esta milagrosa salvación de mi biblioteca. Pasada la sorpresa, me pongo a la búsqueda de Blanca Olmedo, quiero releerla antes de escribir mi nueva Carta desde Alemania para LJS. Y la encontré cuando ya desesperaba de poderlo hacer.
Con Luciano regreso a Rodenkirchen, donde en Steep’s nos encontramos con Diny y Montse, que ya han llegado. Diny eligió el rosbif, Luciano unos espárragos que mismamente parecían recién venidos desde Aranjuez, y Montse y yo los Reibekuchen con salmón ahumado. A Luciano, mi gente lo trata ya como si fuera de la familia. Montse y él se enredan en una charla sobre la presencia cultural de habla española en Colonia, antes monopolizada durante años por testaferros, incluso involuntarios, del franquismo. El gran salto adelante del Machado es haberse abierto a América Latina. Montse quiere visitarlo incluso antes de la inauguración oficial de la Biblioteca Ricardo Bada. Nada menos que a un tiro de piedra de la clínica del Vrings Veedel, donde nacieron ella, Paul y Oskar, amén de nuestro tercer nieto, Vincent, y es un lugar natal del que se sienten orgullosos. Y con esa Biblioteca todavía más.
Cuando me levanto de la siesta, me hago un café y me siento ante la compu para despachar correo, de repente me doy cuenta de que Diny ha entrado en mi cuarto y está a mis espaldas mirando desconcertada uno de mis dos armarios, el que linda directamente con mi mesa escritorio, «¿Qué buscas?» le pregunto. Y ella: «El armario con los platos». «¿Qué platos?» «Los de comer, quiero hacerme un sandwich». La llevo a la cocina y le abro el armario con la vajilla. Luego entro al cuarto de baño, y al poco se abre su puerta y aparece Diny llevando en la mano izquierda su plato con sandwich, y se pega el susto padre al verme sentado en el inodoro. Cierra la puerta al instante. Ha perdido por completo el sentido de la orientación.
Rodenkirchen, 8.6., Corpus Christi
Amoche volví a ver Guess Who’s Coming To Dinner [Adivina quién viene a cenar], que de nuevo me ha conmovido hasta el tuétano, en especial ese monólogo final de Spencer Tracy. La cosa fue porque ayer, en Steep’s, mencioné Autumn in New York, con Winona Ryder y Richard Gere, y Montse se sonrió y dijo «¡Ah, ese a quien consideras tan gran actor!» y yo le repliqué que no era así, pero tampoco el muñeco que creen algunos, es un buen actor; y que los grandes actores, para mí, están en otro cuadrante, le enumeré algunos: Tracy, Monty Clift, Peck, Bogart, Newman entre los gringos, y podría haber seguido con los franceses (Gabin, Belmondo, Delon, Piccoli, Auteuil), amén de dos italianos (De Sica y Mastroianni)… Los de algunos no le decían nada a Montse, entonces le dije que tenía que ver Guess Who’s Coming To Dinner, y cuando empecé a explicarle su argumento me prohibió seguir contándosela: «Con lo poco que has dicho sé que tengo que verla». Laus Deo!
Almuerzo en Steep’s con Ulli & Carlitos. Tanto le gustó a Diny el rosbif ayer, que lo pidió de nuevo hoy; Ulli y Carlitos se decidieron por la pizza alsaciana, como llamo a los Flammenkuchen, Ulli con salmón ahumado y Carlitos el clásico con tocino de jamón picado, mientras que yo encargué un panqueque con tocino de jamón, regado con un buen Grauburgunder. Carlitos, para sorpresa de todos, hasta de Ulli, pidió además un postre: tres bolas de helado de vainilla, con jarabe de frambuesa. Y les estuve contando mi tête–a–tête de ayer con Montse, y de ese monólogo final de Tracy, cuya frase clave está dedicada en realidad no a Christina, su esposa en el film, sino a Katherine Hepburn, su pareja en la vida real. Y las lágrimas de Christina son en realidad unas lágrimas de Katherine.
Manu me ha dejado un comentario al pie de la última entrega de este Diario en Fronterad: «Hace mucho que pienso que de haber querido, habrías sido un excelente crítico de cine». Le contesto apenas lo leo: «Creo que no, mi querida Manu, porque no soy imparcial, amén de que tengo un gusto muy personal, demasiado personal. Eso se evidencia en mi predilección por la Sabrina de Sydney Pollock en vez de la de Billy Wilder, siendo BW uno de los directores que más amo, pero estimo que su Sabrina es inferior en todo y por todo a la de Pollock. Me basta pensar en el tratamiento de la estancia de Sabrina en París, que en la versión de BW son dos camafeos que le hacen honor a la segunda parte de ese sustantivo, mientras que en la de SP es una explosión de fuegos artificiales y explica a cabalidad el amor de Sabrina por esa ciudad. Vale».
Rodenkirchen, 9.6.
Volví a ver anoche Guess Who’s Coming To Dinner, pero esta vez en inglés. Qué maravilla de peli. Si tienen ocasión de lucirse hasta los papeles episódicos (Dorothy, la asistenta que ayuda a veces a Tillie, la criada negra que conoce a Joey desde que era niña en la cuna; o el chico repartidor de la carnicería; o la socia de Christina en su galería, o la camarera de la heladería), y todos, todos se lucen. Ellos sí que han tenido esos minutos de gloria de que hablaba el tal Warhol.
Pasa a buscarme Bärbel, con Donna, su perra labrador, que ya me conoce y me saluda lamiéndola la oreja derecha, y vamos a almorzar a La Modicana, donde Bärbel es la primera vez que acude. Ella pide una ensalada de espárragos y yo mis ravioles con trufa blanca. Bärbel no logra comerse esa montaña de ensalada que a Ulli le duraría escasos 15’ en devorar, y le pide a Minou que le empaquete el resto para llevárselo a Toni, quien ha telefoneado entretanto que está regresando con su velero desde los Países Bajos, y en tres horas estará de vuelta. Y cuando nos despedimos a un tiro de piedra del Maternus, Bärbel me entrega un paquetito conteniendo golosinas para Diny, otra con dos bolas de chocolate aromatizado con ron, ¡¡y un paquete de anchoas del Cantábrico salvaguardadas en hielo!! Es el regalo de cumpleaños suyo y de Toni. Realmente creo que no me merezco amigos como estos.
Antes de salir de nuestro apartamento rumbo al ya cotidiano paseo por el patio ajardinado del Maternus, me miro en el espejo ovalado, pequeño, del recibidor, y luego en el espejo de cuerpo entero del ascensor, y me veo con la guayabera y el sombrero de paja pareciéndome que fuese un pintor impresionista en la Provenza. Luego, cuando llego al final de los jardines y doy media vuelta para regresar a nuestras sillas bajo las sombrillas rojas a la entrada de este gran patio, me acompaña mi sombra trípode y me hace recordar una de las más preñadas anécdotas de Paul cuando niño, tenía cuatro años, la copio de mi Diario en agosto 2001:
«Paseando con Paul, llegamos a la orilla del Rhin con el sol a la espalda, y luego de estar arrojando piedras al río, cerca de las seis de la tarde, nos acercamos al picadero. A medio camino, de pronto, Paul Louis me mira parpadeando a causa del sol:
– Abuelo, ¿por qué no seguimos caminando con nosotros?]
Lo inesperadamente metafísico de la pregunta me deja mudo. Paul despeja el misterio al advertir mi perplejidad: se limita a señalar el suelo donde ya no nos preceden nuestras sombras».
Rodenkirchen, 10.6., santa Margarita, reina, y mi cumplesantos (como dicen en el Perú y es harto menos agresivo que cumpleaños)
Día sin historia, lleno de llamadas telefónicas: de Rebeca desde su trabajo; de Pia y Chico desde un camping en la zona boscosa del Ruhr, adonde han ido para pasar el puente de Corpus Christi; de Angie y Vincent desde Mallorca, adonde llegaron hoy después de tres días en Valencia; y finalmente de Montse, quien quiere visitarnos a eso de las 3 pm, con Henri, para tomar café y pasteles en la cafetería del ReWe. Al mediodía, y para celebrar de alguna manera mi aniversario, invito a Diny a almorzar en el Bistro Verde, donde al llegar felicita al camarero creyendo que hoy es el día del 130 aniversario de la fundación de la frutería y verdulería Walterscheidt, de la que el Bistro Verde es una dependencia. Le explico al camarero la confusión y él nos trae sin preguntar su gaseosa de manzana para Diny y para mi una copa de Chardonnay. Diny encarga el fricasé de gallina con arroz, y yo repito el potaje de pescado con tomate, y dejo el plato como recién salido del lavavajillas.
A las 3 pm nos sentamos en la cafetería del ReWe y poco después llegan Montse y Henri, ¡por todos los dioses de todas las cosmogonías, cómo ha crecido, a Diny ya le saca casi una cabeza y pronto me veré a su lado mirando yo hacia arriba para verle la cara! Montse me ha traído como regalo una maceta con girasoles para nuestro balcón. Y un jabón neerlandés biológico hecho a mano con esencia de limón, toronja y naranja, el diseño de cuya envoltura es de nuestra sobrina Seda. Todo queda en la familia.
*******************THE END*******************