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Acordeón¿Qué hacer?El último discurso de Aurelio Martín. El buen periodismo como antídoto

El último discurso de Aurelio Martín. El buen periodismo como antídoto

Aurelio Martín

Es difícil, tremendamente difícil, escribir sobre Aurelio Martín sabiendo que ya no está. Ayer mismo, en una revisión del archivo fotográfico del móvil, le envié una serie de fotos que le había hecho durante la entrega del premio Cirilo Rodríguez de Honor que le otorgó la Asociación de Periodistas de Segovia el pasado 19 de mayo. No me contestó. No sé si las vio. Tampoco sé si me arrepiento o me alegro de haber escogido un día que iba a ser tan señalado para mandárselas. No sabía que, en ese momento, estaba en el hospital por complicaciones de su estado de salud.

En la entrega del Cirilo Rodríguez (“los Óscar del periodismo”, solía decir) se reflejó el cariño de la profesión y del pueblo de Segovia por Aurelio, “alma” del premio que lleva el nombre de otro ilustre periodista segoviano, como destacó el presidente de la citada asociación, Miguel Ángel López, quien lo venía preparando desde bastante antes de que tuviera síntomas del cáncer que ha acabado con su vida. En su intervención, emocionada, ensalzó la figura de Aurelio como defensor de las libertades de expresión y de información, y su afán constante por mejorar la profesión y por su condición de amigo y mejor anfitrión. Acostumbraba, y este año también, a recibir en su casa a los amigos el día después del premio. Siempre dispuesto y entregado a sus compañeros y colegas, se distinguió por la acogida en su tierra hasta llegar a ser no “un periodista de Segovia sino el periodista de Segovia”, en frase de Guillermo Altares.

Así era Aurelio, que recibió una salva de varios minutos de aplausos, antes de pronunciar su último discurso. Unas palabras llenas de modestia (“este es un premio coral en el que participamos muchos y alguno se encarga un poquito más de la coordinación”) y de defensa de una profesión por la que lleva luchando casi medio siglo. Desde el atril y con la voz tomada, reivindicó el buen periodismo, el que consiste en “ir a los sitios, ver lo que pasa y contarlo”, como hacen los corresponsales galardonados en este premio que ha cumplido 38 ediciones. “Parece fácil defender esto, pero no lo es”, añadió para rematar: “El buen periodismo es el antídoto contra la desinformación y la manipulación”. Luego pidió a las empresas periodísticas que respalden con dignidad este trabajo. “Ya saben, seguiremos informando”, remató.

Falta hace, vino a decir, para acabar con otra de sus preocupaciones constantes: la precariedad (sobre todo la de los colaboradores y autónomos) y la pérdida de calidad en el producto que lleva encadenada (“la pérdida de calidad es nefasta para el buen periodismo”). En ese sentido pidió a los más jóvenes que trabajen con honestidad, subrayando que las fuentes son la base del mejor periodismo. “Sinceramente, yo creo que se puede hacer buen periodismo atendiendo al principio constitucional de defender la verdad siempre”, recalcó.

Ahí se enmarca también su obsesión por la lucha contra la desinformación y la alfabetización mediática, por la que lleva años luchando desde la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), de la que era vicepresidente primero. Más de un decenio llevaba trabajando en la FAPE para dignificar la profesión en esas áreas y, en ese empeño, ha logrado que los periodistas puedan dar clase de Lengua y Literatura en educación secundaria. Una lucha personal que ha tenido sus frutos recientemente, lo que le llenó de satisfacción. “Por fortuna, creo que la sociedad se está dando cuenta de que el buen periodismo es totalmente necesario”, recalcó Aurelio en su discurso haciendo referencia a su experiencia en el Foro de Desinformación Nacional, del que era miembro activo.

Ahora queda pendiente que se resuelvan otras de sus reivindicaciones: el desarrollo de la ley del secreto profesional. Después de años negociando con los grupos políticos, y junto a los sindicatos Comisiones Obreras, la Unión General de Trabajadores y la Federación de Sindicatos de Periodistas, el proyecto estaba encarrilado, pero el adelanto electoral lo ha hecho decaer, por lo que habrá que esperar a otra legislatura. Lo tenía en la cabeza para ponerse a pelear cuanto antes, igual que con el proyecto de Ley de Secretos Oficiales, también decaída, para que se respeten en ella las libertades de expresión y de información y no se vulneren los derechos de los periodistas como fundamentales.

Aurelio llevaba apenas unos meses jubilado. Tenía 67 años. En la última etapa de sus más de cuatro décadas de profesión desempeñó el cargo de director editorial del Grupo Promecal en Segovia, que edita el periódico El Día de Segovia y gestiona el centro territorial de CyLTV y La8 Segovia. Trabajó en El Adelantado de Segovia y fue corresponsal de El País y la Agencia EFE, que sirvieron para abrir una ventana de Segovia a España y al mundo. También dirigió el Máster de Periodismo Digital Universidad de Alcalá/IPECC y colaboró en el de comunicación Audiovisual de la UNED. En este segmento, trabajó en la regulación de televisiones locales hasta 1996 como presidente del ámbito estatal del sector y director de la revista Televisión Local.

Tenía predilección por la cultura y el patrimonio, pero eso no quitaba para que hiciera incursiones en otras áreas periodísticas más especializadas. Como redactor-jefe de Economía de El País, cuando le conocí (por teléfono), pocas cosas le tuve que pedir (o me tuvo que vender) en una provincia en la que ocurren pocas noticias de esta materia susceptibles de publicar en un medio de ámbito nacional; pero cuando ocurrió (cumbres empresariales, alguna inversión llamativa, algún conflicto laboral, algún hecho aislado…) siempre respondió con prontitud y maestría.

No pensaba entonces que iba a intimar con él, como ha sucedido desde que asumí la presidencia de la FAPE en mayo del pasado año. Ha sido poco tiempo, pero ha sido intenso. Nuestra relación ha sido estrecha y, en temporadas, hablamos casi a diario y varias veces. La enfermedad que le ha acabado doblegando no le restó ganas de seguir en la brecha, pese a la insistencia en que se quedara al margen el tiempo que hiciera falta.

No sabes la cantidad de mensajes y llamadas que he tenido esta mañana para expresar el profundo sentimiento con el deseo de que lo traslade a tu familia. Se me (nos) abre un hueco difícil de llenar, sobre todo en lo personal. Me he acordado de la última vez que hablé contigo. Me dijiste: “A ver si pasa esto pronto y te vienes a comer un cochinillo”. Iré y brindaré por ti, amigo.

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