Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tanto¿Qué hacemos con el planeta?

¿Qué hacemos con el planeta?


Quiero colapsar a tu lado. Idea original, dramaturgia e interpretación: Fernando Gallego, Sandra Arpa y Laura Presa Fox. Producción: Compañía Nueveuno y La Rueda Teatro Social. Dirección: Rakel Camacho. Días 14 y 15 de julio de 2023 en Sala Cuarta Pared.

La Rueda Teatro Social es una compañía liderada por Laura Presa Fox y Fernando Gallego que lleva casi quince años apostando por el poder sanador y transformador del teatro. Ha realizado esta labor trabajando con colectivos en riesgo de exclusión social, desarrollando diversas fórmulas teatrales como el Teatro Foro, el Teatro Encuentro o el Teatro Comunitario, y haciendo al espectador reflexionar sobre la realidad social que le rodea. En esta ocasión, para el estreno de Quiero colapsar a tu lado, que tuvo lugar ayer en la sala Cuarta Pared dentro del IX Festival Essencia, ha vuelto a unir sus fuerzas a Nueveuno, compañía de circo creada hace casi diez años, que fusiona a fuego lento técnicas circenses con movimiento coreográfico, con una cuidada iluminación y espacio sonoro.

Pues bien, si la unión de estas dos compañías con este proyecto común consigue que gran parte de los espectadores salga del teatro no con respuestas a cómo salvar el planeta (quizá nadie tenga la respuesta a esa cuestión), sino considerando replantearse su relación con el medio ambiente y pensando cómo poner su granito de arena para que el planeta no se vaya al garete, ha logrado con creces su objetivo. Aunque, tampoco nos queda claro si ellos creen que, por mucho que se intente, esto tiene solución.

En el espectáculo Quiero colapsar a tu lado, tres entregados intérpretes, Sandra Arpa, Laura Presa Fox y Fernando Gallego, se proponen contarnos un viaje que han emprendido hace dos años. Un viaje hacia la crisis ecosocial que en ocasiones han realizado juntos, y en otras por separado, mediante entrevistas a expertos en cambio climático, a ecologistas y a familiares, lectura de estudios y artículos, y mucho trabajo de mesa, y han reflexionado ampliamente sobre distintos aspectos del cambio climático y sus consecuencias. Y ahora, en apenas hora y media, y con la ayuda de un imponente equipo (Rakel Camacho a la dirección, Carlos Marcos en la iluminación, Vanessa Actif con la escenografía y vestuario, Enrique Vaz Oliver al sonido, o Davitxun Martínez con la videoescena), muestran el resultado de esa investigación e imaginan las consecuencias que nuestra forma de comportarnos tendrá en un futuro nada lejano: treinta años.

En el escenario hay diferentes objetos, quizá demasiados para lo que promueve la obra; porque, aunque algunos estén hechos de material reciclado, el pegamento que les une no es reciclado… Un sofá en el que sentarse a ver pasar la vida y no hacer nada (opción que alguno ha elegido). Tres árboles secos como consecuencia de la desertificación, en cuyas ramas se posan pájaros de atrezzo, que quizá sean los que nos queden dentro de treinta años. Una taza de váter que encarna las montañas de residuos plásticos enviados a Oriente y de la que se sacarán varios puñados de residuos para traerlos de nuevo de vuelta a Occidente dentro de una papelera subida en una aspiradora con ruedas (el objeto de la función que más nos remite a nuestra sociedad capitalista de Occidente). Un montón de arena como representación de la tierra árida en la que ya no crece nada; bueno, quizá crezcan las acelgas, pues, según nos cuentan, crecen sin muchos cuidados, y quizá en treinta años nos tengamos que alimentar solo de acelgas, a las que probablemente llamaremos con nombres distintos (brócoli, lasaña…) para tener la ilusión de variedad en nuestro plato. Tres fardos envueltos en plástico metalizado, que contienen no se sabe qué, y que los tres intérpretes cargan sobre sus hombros; esta es quizá la más llamativa cuestión en cuanto al uso del plástico en la obra. También hay más objetos en primer término que no llegamos a ver desde nuestro asiento, y que nos resultan redundantes aún sin saber qué son, pues creemos haber entendido el sentido y objetivo del montaje sin verlos; esto nos hace pensar que sobre el escenario hay demasiado. El objeto más importante, el que preside la escena, situado atrás, encima de la mesa, es una gran roca colgada, de grandes dimensiones y de aspecto árido. ¿Eso será nuestro planeta dentro de treinta años? ¿Una árida roca? Sobre ella se proyectan las videocreaciones de Davitxun Martínez, que en ocasiones completan las historias que los intérpretes cuentan y otras veces les muestran en graciosas situaciones.

La dirección de Rakel Camacho resuelve muy ágilmente algunas escenas, pero en otras ocasiones pide a los actores cosas que no llegamos a entender bien, y quizá trabaja por exceso, en un barroquismo de acciones que va acorde con la multitud de objetos sobre el escenario. Bajo su dirección, los tres interpretes representan, con humor, enfado, y baile, distintos aspectos y varios fragmentos de conversaciones mantenidas con activistas, con emprendedores de pequeños proyectos como huertos ecológicos, o con familiares tras un accidente en un incendio forestal. Vemos momentos memorables, como la escena de las patatas a la importancia, la de la ministra de Malasia devolviendo los desechos plásticos a Occidente con la directa frase “¿Por qué nos estáis tirando vuestra mierda?”, o el monólogo de las neuronas espejo, responsables de la empatía. Además de contarnos y encarnar, a modo de teatro documento, distintos fragmentos de las entrevistas realizadas, los tres no dejan de mostrar y verbalizar su punto de vista respecto a lo que cuentan, su enfado con la situación, sus reflexiones personales, sus miedos y sus confesiones más ocultas.

Por otro lado, quizá tanta investigación haya derivado en que no sean capaces de concretar y que vayan saltando de un tema a otro y al final haya demasiados sobre el tapete. Son interesantes los temas a nivel global, como la gestión de los residuos plásticos, con algún dato concreto que no conocíamos (como que de ello se encarga una empresa privada y que se recicla muy poco plástico), las reflexiones sobre la sequía y la desertificación, o los incendios forestales. Pero no vemos al mismo nivel de lo anterior un ejemplo concreto de mala gestión de un incendio forestal por la falta de personal, y la propuesta del gobierno de un pueblo de la Sierra de la Culebra (Zamora) de que los vecinos ayuden, y como consecuencia de esa petición, un familiar de una de las actrices, Sandra Arpa, haya sufrido grandes quemaduras. Es un tema interesantísimo para otra obra, pero no a la altura de los demás grandes temas que se tratan, y tal vez sin la conversación de Sandra0 Arpa con su tío en el hospital, la función quedaría más redonda.

La función también imagina lo que hacemos nosotros mientras este cambio climático sucede: bailar, cantar, pasarlo bien… Durante la obra se nos muestra en dos ocasiones, al terminar dos escenas (muy abruptamente) con los tres intérpretes bailando y cantando, como sin importarles lo que sucede a su alrededor. Y también al final, en una escena descolgada del resto, a la que no le vemos más sentido que mostrarnos qué es lo que hacemos como sociedad; en ella se nos cuenta el hecho real de una epidemia de histeria colectiva en Estrasburgo en el s. XVI, mientras se nos proyectan imágenes de cuadros de Brueghel con campesinos bailando. La gente no podía dejar de bailar y acabaron todos muriendo exhaustos. Colapsaron todos juntos. Tras esta escena nos preguntamos si esto tiene solución o si seguiremos bailando hasta colapsar, todos juntos, dentro de treinta años, dando sentido al título de la función.

¿Quiero colapsar a tu lado es teatro documento? ¿Es comedia? ¿Tragedia? ¿Autoficción? ¿Es un nuevo género? ¿Tragicomedia ecosocial, como ellos la definen? No lo sabemos. Ellos han salido transformados de este viaje, y a algunos espectadores esta función les ha dado un toque de atención, no saldrán con soluciones, ni con las ideas claras, pero sí con la inquietud de que algo hay que hacer.

En el estreno, en los aplausos, los vítores de familiares, amigos, y parte del equipo artístico fueron prolongados, y en un improvisado acto de presentación, micrófono en mano, la compañía presentó a todo el equipo artístico y alguien le regaló un manojo de acelgas a Rakel Camacho, directora del espectáculo, creando una imagen impactante del futuro que nos espera. En ese saludo final, Camacho le dedicó el espectáculo a Elvira Sorolla, una de las fundadoras de la Sala Cuarta Pared que seguía al pie del cañón trabajando en la sala, y que dejó de bailar con nosotros hace pocos días.

@nico_guau

 

Más del autor

-publicidad-spot_img