Rodenkirchen, 30.7.
Llama Montse, quien regresó de sus vacaciones con Frank y Henri el viernes en la noche. En principio quería venir hoy, eso nos dijo ayer Rebeca cuando estábamos en el chino, pero la llamada de hoy es anunciando que vendrá mañana a las 11:00 am, para que vayamos a almorzar juntos a las 12:00, cuando abre sus puertas el Steep’s. El chino y La Modicana cierran los lunes, y el Bistro Verde cierra lunes y martes durante las vacaciones escolares, recién el lunes de la siguiente semana se reanudan las clases.
Por fin logré darle forma a mi pastiche de Faulkner: «Este portacartera venido de la costa Oeste para medrar a nuestra costa no se cuenta por cierto en la falange de los “con dinero y sin dinero, yo hago todo lo que quiero y mi palabra es la ley, no tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey” si bien es evidente su abierta, descarada. irreprimible atracción hacia las hembras de nuestro Sur, aquellas en especial cuyos dobles ápices rosados parecieran querer asomarse al borde de sus escotes, o hacia las de largas piernas esculturales y ebúrneas, o más en especial por las que aúnan ambas señas de identidad femenina».
Rodenkirchen, 31.7.
Después de leer mi Diario, y a propósito de la Sabrina de Sydney Pollack, Miroslav me cuenta desde mi Güeno Saire querido que ya no volveré a ver: «Querido Bada, preocupado por las campanadas del film, hice un rastreo del edificio de la firma Larrabee. Segùn la gorda Google, no queda en Park Avenue sino al 30 de Broad Street». Le contesto al tiro: «¡Sos de los míos, Miroslav! Gracias por la pesquisa y las capturas de pantalla. Ahora bien, el edificio de la Broad Street es el de la Sabrina de Billy Wilder. Y lo que no sabía es que Miss Hortensia fuese entrada* en carnes. // * El corrector automático me sugiere «fue introducida». Inteligencia artificial le llaman. Vale». El buen Miroslav me aclara: «En la versión de 1995, la oficina se traslada a Midtown, en Park Avenue y la calle 54». En cuyo caso las campanadas que se oyen probablemente sean las de la catedral de San Patricio. Caso resuelto, gracias a Miroslav Holmes.
Llegó Montse puntual a las 11 am y nos contó con todo lujo de detalles su periplo con Framk y Henri por Francia, Portugal y España. Les encantó la experiencia, nueva para ellos, de viajar en un Caravan y eso de alojarse en campings, sólo Henri estaba descontento por el hecho de tener que dormir en la carpa que cada noche le montaban en el techo del auto. Lo que a Henri sí que le gustó fue Huelva y la compañía de Davinchi, Luca y Nico, quienes se lo llevaron a pasear en motoneta y con quienes se entendió en inglés: Davinchi tiene ya 16 años, pero los otros dos son ± de su misma edad. Dice que quiere volver a Huelva, y el día que emprendieron la vuelta, los padres le compraron una camiseta del Recre en la tienda ad hoc del Estadio. Y a Franz lo colmaron de agasajos, muy pronto se sintió en familia, porque la empatía de los Badas es muy grande. En cuanto a Montse lo que más le impactó del viaje fue Salamanca, lo que no me extraña, ya que también nos deslumbró a Diny y a mí cuando la visitamos en mayo del 2007. Por lo demás parece que comieron tal como Dios en Francia, según dicen los alemanes. Y aunque ya no bebe alcohol, en San Sebastián no dejó de probar el txakolí, como le recomendé. Acá, a las 12:05 nos pusimos en camino del Steep’s, donde Tom reconoció a Montse, quien ya nos acompañó antes algunas veces: «Ah, usted es la segunda Frau Bada Hansen». Se marchó Montse a casa enseguida, después del almuerzo, porque Henri estaba solo allí.
Vino Babette a visitarnos, siempre lo hace cuando viaja a Colonia. Hablamos del viaje de Montse, y resulta que ella también conoce San Sebastián y sintió idéntico entusiasmo que nuestra hija por Donosti. Luego bajaron ella y Diny a la cafetería/heladería Cortina, y yo me quedé pensando en la paradoja de que en los treinta años que Babette lleva viviendo en Suiza mientras que su hermana, Katya, siguió en Colonia, sólo hemos visto a Katya unas tres veces y en cambio a Babette no menos de 20. Nos despedimos luego hasta octubre, cuando volverá acá. ¿Habrá habido entretanto un cuarto encuentro con Katya? Misterio.
Entre las visitas de Montse y Babette, y que cuando Babette y Diny bajaron a la cafetería Cortina, al lado del Maternus, me engolfé redactando mi columna de esta semana para El Espectador, se me hizo tan tarde, amén de la lluvia pertinaz cayendo, que cancelé por primera vez en meses mi paseo vespertino por el jardín. Más se perdió en la guerra de Cuba, comentaría mi abuela Remedios.
Rodenkirchen, 1.8.
Magdalena, la exultante asistenta polaca, nos trajo hoy matetial turístico acerca de Reszel, el pueblecito polaco de donde procede, en Masuria. Se asombra mucho cuando le digo que conozo su región desde los lejanos años de mi bachillerato, donde aprendí que en las dos batallas de los Lagos Masurianos, durante la 1.ª guerra mundial, la Wehrmacht comandada por el mariscal Hindenburg se impuso al Ejército Rojo. Y que hay un bello libro alemán de cuentos, de la 2.ª posguerra mundial, escrito por Siegfried Lenz y que se titula Wie zärtlich war Suleyken [Tan tierna era Suleyka], cuentos que transcurren todos en Masuria. ¡La buena Magdalena!, no tenía ni la menor idea de que un español conociese tan bien la región donde nació.
Estuvo la pedicura, esta vez puntual a las 10:00 am. Por nuestra charla de hoy me entero de que ya es abuela, lo que nadie diría viéndola. Pasa lo mismo con Doña Geranio, la ATS cubana a quien no vemos desde hace días. Ella nació en 1970, el mismo año que Montse, así pues tiene 53 años. Tampoco lo diría nadie viéndola. La vida te da sopresas, como dijo aquel filósofo panameño.
Hoy, en La Modicana, nos enteramos de que ya no nos veremos más hasta el 5 de septiembre, porque la signora se va de vacaciones a Sicilia. Pero hay más, nos dice Carlo, y es que cuando la signora regrese de su Sicilia, sólo abrirá La Modicana los martes (en honor a los parroquianos fijos, entre ellos nosotros) y los domingos. A la signora ya le pesan los años y el hecho de que no consigue personal, prácticamente están sólo ella en la cocina y Minou en la sala. Gabi y Carlo se nos han unido para la sobremesa, y al decir yo que de aquí me marcho a una segunda sesión de acupuntura con nuestra otorrino, Ulli –a quien siento bastante aprensiva a eso de dejarse clavar agujas en la cabeza– me pregunta que cuántas agujas me van a clavar y le digo que cinco. Ahí tercia Gabi para decir «¡Ah, entonces estás en buenas manos, esos que te clavan 10 ó 20 son charlatanes, lo justo son sólo cuatro o cinco».
En el consultorio de la otorrino le digo a la Dra. Pega–Wolter que, por favor, examine mi labio superior. Desde el sábado anda molestándome un grano en el interior del labio y Montse lo notó al visitarnos ayer. Tiene una excelente mirada clínica desde que trabajó un par de años como asistenta en el consultorio de un buen médico naturista, en el barrio Marienburg. Y me dijo que los profesionales que se ocupan de estas rémoras son justamente los otorrinos. En efecto, la Dra. se ocupa de mi labio superior usando una especie de lápiz terminado en un punto luminoso que al parecer está en condiciones de hacerle ver en el interior de mi labio. Me receta un ungüento, me dice que cree que no habrá necedidad de tomar otras medidas. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Le mandé el texto de mi columna para EE a mi compadre José María, a orillas del Cauca, y me responde que se trata de un gran tema y que «querer decir la última palabra nos pasa a todos cuando de una u otra manera nos metemos en debates a los que nadie se mete si no cree tener la razón. Aquí me detengo a pensar que hasta esta norma tiene excepciones. A raíz de lo anterior y con el tiempo, he aprendido que tener la razón no me da garantía de nada y, por lo tanto, es mejor dejar que otros se encarguen. Como vuesa merced, también utilizo el dejar sin respuesta o, en su defecto y para ver qué hace con ella, se la doy sin ambages; sobre todo, cuando se adivina que el único interés del interlocutor es ganar a toda costa y con ello lograr sus 15′ de fama. Hay por ahí rondando redes una frase: “Nadie escucha tu verdad; sólo esperan a que te calles, para ellos poder gritar la suya. He ahí la torre de Babel”. Ya quiero leer los comentarios de tus lectores. Y acoto: si los que, supuestamente, han tenido siempre la razón tienen este planeta como lo tienen, no quiero imaginar cómo estaría en manos de nosotros, los sin razón».
Rodenkirchen, 2.8.
Tercera sesión de acupuntura donde la Dra. Pega–Wolter: la primera fue de 20’, la segunda de ½ hora, la de hoy casi una hora. Luego examina mi labio superior, con ayuda de ese estetoscopio dotado de poco menos que rayos X (digo yo) y me explica que el grano se ha reducido mucho, ella misma me aplica una pizca de ungüento. Charlando antes me preguntó que cuándo y por qué llegué a Alemania, le contesto que huyendo de la censura del régimen franquista y en 1963, añadiendo: «Usted no había nacido aún». Sonríe y me dice: «Bueno, no soy tan joven [“como parezco”, se olvidó de precisar], pero tiene razón, nací en 1969, usted ya llevaba seis años viviendo acá». Luego me hace un gran elogio de Montse, de la manera cómo atiende a Diny. Con su jersey, su blusa y sus pantalones de un blanco impoluto, con su contagiosa sonrisa y su gran empatía, la Dra. es uno de los mejores médicos que he conocido en mi vida.
En Steep‘s le digo a Tom que no, que esta vez no comeré mis Reibekuchen con salmón en salmuera, que tengo aplicado en el labio superior un ungüento contra cuyo sabor lo único que ayuda es una buena salchicha al curry, pero, por favor, con una ración humana, no alemana, de pommes frites. Cuando me trae al rato lo encargado y le interrogo con la mirada al ver la porción de pommes, me contesta a esa pregunta muda: «Es lo que entienden por “una ración humana” en la cocina». Sonreímos todos, porque en Steep´s no hay ningún secreto entre los comensales. A mi derecha, en la otra mesa bipersonal de esta sala, dos ancianas de ± mi edad charlan abiertamente de sus cosas y me admiro de la trivialidad, la banalidad, el sinsentido de su charla. El género humano es un error imperdonable del Creador.
Rodenkirchen, 3.8., Fiestas Colombinas en Huelva
Los días más esperados del año durante mi niñez y adolescencia. Con los barcos de guerra anclados en el puerto y el recinto ferial con sus faroles encendidos, y el olor a turrón y a fritanga, mientras ruedan los llamados coche–topes, el tío vivo, el látigo, la noria, el tren diabólico con sus fantasmas, sus caninas y sus brujas… ¿Qué quedará, qué habrá sobrevivido de todo aquello? Una cosa que me encantaba presenciar de niño era el baile de gala en la cubierta de uno de los barcos de guerra, luego esa costumbre se canceló en favor del baile en el Círculo Mercantil y jamás pude cumplir mi sueño de ser invitado alguna vez a ese baile en el guardacostas o la fragata que nos visitaban.
Cuarta sesión de acuptuntura donde nuestra otorrino, esta vez una hora más que completa, y de nuevo me examina el labio superior, me aplica el ungüento. Nos despedimos hasta mañana y me voy derecho viejo al Bistro Verde. El camarero me trae mi Chardonnay sin preguntar y le encargo mi Rösti con salmón en salmuera pero sin ensalada. Me dice: «Entonces con cuatro Rösti y más salmón». «Cuatro Rösti son demasiado», le digo. Al rato llega con tres Rösti y el doble de salmón que lo habitual. Y es que, al buen entendedor…, como diría sentenciosamente mi abuela Remedios.
Después de leer mi diario, Manu lo comenta al pie: «No sé de que nacionalidad son los conductores de autobuses de Colonia, pero brutos son un rato largo. No sigas confiando en tu cabeza dura y no sueltes la barra hasta que esté parado el bus». Le contesto: «Los hay de todas las nacionalidades porque la KVB (la compañía municipal de transporte público), para ahorrarse sueldos, gastos sociales, jubilaciones, etc., casi no tiene autobuses propios, la mayoría son de compañías subsidiarias, privadas, a las que pagan por hacer un servicio público. Y en esas compañías trabajan muchos extranjeros, no todos en situación legal residentes en este país, y que no se han educado en manejar automóviles (ni que decir buses) en Alemania. Con todo, hay que decir que la mayoría de los accidentes que provocan son culpa de los transeúntes, alemanes o no, que se empeñan en cruzar las calles cuando les sale de las pelotas. Y usted perdone lo crudo del lenguaje».
Desde hace días tengo tal estreñimiento que me vuelve laborioso y doloroso dar de cuerpo. Lo atribuyo al cóctel de medicamentos que ingiero al día. Mañana compraré en ReWe ciruelas secas, creo que es un sánalotodo en esta materia. Ojalá, porque tomar un laxante sería añadir medicina a mi dieta diaria.
Rodenkirchen, 4.8.
Llevo tres noches seguidas con insomnio, me voy a dormir a medianoche y a las 2:30 am, a las 3:00, ya estoy despierto y no consigo conciliar el sueño. Esta noche pasada, además, ocurrió que vi cómo Diny se levantó alrededor de las 5:10 am y fue al cuarto de baño, y yo, una hora después, urgido por la vejiga, fui también allí y me encontré abierto el grifo del lavabo y el agua corriendo desde hacía una hora. ¿Cómo conciliar el sueño en estas condiciones?
Quinta sesión de acupuntura y tratamiento del labio superior, ambas tareas parecn estar dando resultado, de lo que nos alegramos, creo que la Dra. Pega–Wolter casi màs que yo. Y no es que yo sea masoquista, sino que reconozco en ella la satisfacción del trabajo bien hecho, como también la siento yo cuando me salen redondos un texto, una columna.
Llegamos al Sommershof, para subir al chino, y el ocupante del ascensor me ve (sombrero de paja, cara sin afeitar, indumentaria poco alemana) y me dice: «El italiano está cerrado». Claro, debo ser italiano. Y es que al lado del chino hay un restaurante italiano que casi siempre está medio vacío mientras que en el chino hay a veces que reservar mesa. La situación me recuerda uno de mis pocos poemas en alemán, un epigrama: «Cuando acá me preguntan de dónde soy, /respondo que español, /para oir los prejucios de los alemanes /contra los italianos. //Otras veces respondo que soy italiano, /para oír los prejuicios de los alemanes /contra los españoles. //Entretanto me he vuelto más realista / y contesto que soy /contribuyente a la Hacienda alemana». Y con ese recuerdo llegamos al chino, y cuando nos traen la carta le digo a Diny que elija un menú del mediodía (son veinte) a partir del número 6, porque con el plato principal viene un cuenco de sopa pekinesa. Llega la camarera y Diny encarga el número 3, y le digo que ese viene sin el cuenco de sopa. Entonces se sorprende y encarga el número 6. La camarera, que ya nos conoce, me mira de manera comprensiva.
Una de las 22 Anas de mi directorio, una de las dos venezolAnas, me escibe pidiéndome el texto de mi columna de hoy en EE porque no siendos suscriptora no puede abrir el enlace correspondiente. Se lo envío y me contesta;: «Mil gracias, querido Pantaleón». Le respondo: «Lo de Pantaleón me viene de niño, porque muchas personas, al oír mi nombre, añadían «Corazón de León», pero yo les replicaba (y ese debe ser el segundo juego de palabras que inventé en mi vida) «No, no de León, sino de Pantaleón, como mi abuelo paterno». En cuanto al primero lo hice en unas vacaciones en Fregenal de la Sierra, el pueblo extremeño de donde eran mis padres, quienes siempre me enviaban allá en mi infancia y mi juventud por ser yo un niño enfermizo. Y resulta que la patrona del pueblo es la Virgen de los Remedios (así se llamaba mi abuela paterna, como por lo menos un tercio de las mujeres frexnenses) y en aquella época «los remedios» era el nombre que se daba en Andalucía a las medicinas, y yo descubrí en mi primer viaje a Fregenal que allí tienen otra devoción mariana, que es la Virgen de la Salud (Salud se llama otro tercio de las mujeres frexnenses), así es que ya te imaginas que mi primer juego de palabras me lo pusieron como dizque le ponían las carambolas a Fernando VII».
Ocuparme de Diny es una tarea extenuante, sobre todo porque no admite nunca sus errores, por sólo citar los tres últimos: dejar abierta la canilla del lavabo en el cuarto de baño, dejar el paté fuera de la heladera, o como este mediodía, que antes de salir del Maternus miré nuestras reservas alimentarias y le pregunté si podía esperar a mañana para la compra de queso en ReWe, me dijo que sí, y luego durante el almuerzo en el chino sacó una lista de las cosas que debíamos comprar hoy en ReWe. He decidido dejar de discutir con ella por tales descuidos, ella termina cabreada (en especial cuando se da cuenta de que es cierto lo que le digo) y yo estoy al cabo de mis fuerzas. Por lo demás, lo bueno es que al día siguiente no se acuerda de nada, de modo que a qué hacerse mala sangre.
Rodenkirchen, 5.8.
Encargué ayer en la librería de Sürth un ejemplar de la obra de teatro In der Sache J. Robert Oppenheimer. [Sobre el caso Oppenheimer], de Heinar Kipphardt, cuyo estreno mundial tuvo lugar en Berlín, octubre 1964, en la Freie Volksbühne, dirigiendo nadie menos que Erwin Piscator la puesta en escena. Yo vivía desde marzo/abril en Berlín, conseguí una entrada para alguna de las funciones posteriores al estreno, y quedé impactado por lo que vi y oí. Pero extrañamente no leí nunca el texto de la obra, y ahora quiero hacerlo, en vísperas de acudir a ver Oppenheimer en el cine. Además, esta noche pienso ver la versión para TV emitida hace años por el canal 3sat y que está disponible en youtube.
Almuerzo en el Bistro Verde con Diny y Paul. Hablamos del caso Oppenheimer, de la peli que vamos a ver el lunes y le cuento muchos recuerdos míos de Berlín, entre ellos el de la asistencia a la puesta en escena de Sobre el caso Oppenheimer por Erwin Piscator. Paul quiere saber dónde yo vivía en Berlín, y a pesar de saber que era en el barrio de Wedding le digo que muy cerca de Moabit, porque nadie que no sea berlinés o haya vivido en Wedding sabe dónde queda, y en cambio Moabit lo conoce todo el mundo. ¡Y resulta que ese es el barrio favorito de Paul en Berlín, una ciudad que le apasiona! Lo curioso es que Paul no conoce una canción emblemática de la misma: “Todavìa tengo una maleta en Berlín”.
Recibí un email de *** que termina con «recuerdos de un Pulgarcito» y una pregunta:: «¿o?» Como no lo entiendo le pedí que me explique qué significa. Y no recibo respuesta. Le pondré una velita a la Santísima Virgen María de la O, para que me ilumine al respecto. Creo que debe de ser la plenipotenciaria celestial para descifrar un «¿o?» Y si no Ella, ¿quién?
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