Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoViaje en el tiempo a Sitges

Viaje en el tiempo a Sitges

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

Lustro a lustro.

55 años y King Kong

¿Permanecen los lugares en el tiempo tal como los dejamos? La única manera de saberlo es volver. Y volver sólo sucede en el recuerdo. Vamos a poner: Sitges.

El Auditori en Sitges

Sigue, exactamente donde estaba, el hotel Meliá, sede principal del Festival de Sitges, con su sala de exhibición, el Auditori y la sala pequeña que le salió en su día: la Tramuntana. En ninguna de las dos ha cambiado tampoco la relación del espectador con la pantalla. Sigue la bajada hasta la playa de San Sebastián, ya pasando frente a la puerta del cementerio, ya sobre el mar rodeando sus tapias: ahí, desde hace algunos años, los dispensarios de comida rápida. Siguen, en la playa, los restaurantes, las terrazas y, desde hace años también, arruinando la vista, los tenderetes donde venden posters, muñecos, bibelots, libros, películas… Siguen, arriba, el Palacio de Maricel, el baluarte, la Iglesia con su torre y, detrás, el Ayuntamiento. Sigue el casco viejo. Siguen los cines donde el Festival echó a correr: el Prado y el Retiro. Sigue, claro, King Kong. El Gran Mono es emblema del Festival de Sitges. En 2022, cincuenta y cinco años.

King Kong Sitges

Ahí, con King Kong frente a la Iglesia de Sitges, acosado por los aviones, derribando uno y arrojándolo al mar, es donde, en cada proyección, el público arranca a aplaudir y se deja las manos. King Kong nació el año 1933. Habida cuenta que el personaje de Edgar Rice Burroughs se subió por primera vez a la pantalla en 1918, King Kong bien puede ser el hijo de Tarzán de los Monos, lo que explicaría su afición por las mujeres de raza blanca.

En África, Tarzán, el Tarzán de los Menos.

De ser la madre, Cheetah sería una excepción.

No se le conocen a Tarzán más veleidades.

King Kong. 1933. Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack

En la nube de aviones, la venganza de Boy, el hijo que tuvieron Tarzán y Jane con un avión, es la venganza del masculino ario, incluso los oscuros de piel, de pelo crespo, bajitos y miopes, contra aquello que lo perturba en su tranquilidad: muy señaladamente, a ver quién se va a pasar con su mujer. El individuo ario considera que toda mujer guapa, de ascendencia europea, largas las piernas, el escote atrevido, ojos invitadores o asustados, es la indudable esposa de la raza, de todos. Esa mujer le pertenece. Pertenece a la etnia. No a los indios, de cuando había indios, Touche pas la femme blanche!, Marco Ferreri, 1974, no a los emigrantes. O a los monos. Emigrantes, o monos, los hay hoy. Los había en 1933, cuando el hijo legítimo ametralla a King Kong. La escena se repite, cada vez que la película se filma. Cambia -tal vez reafirmación de los principios- el cabello de la antagonista femenina: castaño o negro, el de la actriz, Fay Wray y, desde entonces, rubio, Jessica Lange en 1976 y, en 2005, Naomi Watts. Quizás, asimismo, para subrayar la diferencia, la presa del primate se llama, en 1933, de preferencia, Ann Darrow y, en 1976 y en 2005, se decide por Dwann, arriesgada contracción de nombre y apellido, que la aleja aún más de su incómodo pasado como mujer morena. De una u otra manera, King Kong desciende de Tarzán.

King Kong. 1976. John Guillermin.

El primer encuentro, en la jungla, la isla. El bruto y la doncella se cogen de la mano: “Yo, Dwann. Tú, King Kong”. ¡Dwann! ¡King Kong! ¡Dwann! ¡King Kong! ¡Dwann! ¡King Kong! No, todavía, amor. No, amor a primera vista. No hay golpes de pecho. “Monito bonito”. Libra, inconstante, Dawnn, apuesta a que él es Aries, obstinado. El destino está escrito en las estrellas. De Hollywood. Julio de 2023: en huelga. ¡Menos mal que estamos todavía en 2005!

King Kong. 2005. Peter Jackson.

De nuevo, Boy. De nuevo, los aviones. La derrota, en la que se conjura la amenaza. Los soldados, orgullosos cazadores vicarios, junto al mono, posando. Y, otra vez, como cuando Dwann, rubia, era, morena, Ann Darrow: “No fueron los aviones. La bella mató al monstruo”. La Bella, rescatada de un peligro inventado. La Bella, otra vez con su gente, en su sitio. Y, desde allí, señuelo de los monstruos, del otro, de los otros, para su perdición.

“Te estás poniendo panfletario”, advierte Espectador. “¡Deja ya de hacer eso!”.

“¿Por qué? ¿No es, La Belleza, La Civilización? ¿No es La Prosperidad? ¿No es La Riqueza? ¿No es, rabia rabiña, aquello que no tienes, en gran parte, porque te lo he quitado?”, responde Quien escribe.

“Traído por los pelos”, opina Espectador.

El tiempo no está para estas cosas.

“Sólo los mitos permanecen iguales a sí mismos”, responde Quien escribe.

“¿Y qué tiene que ver?”

Nunca regreses allí donde te llevan tus recuerdos, no la llames, no lo llames, vuelve a meter esa agenda en el cajón.

El tiempo y la belleza son amantes imposibles.

Porque es un mito, un mito como el cine, en Sitges, cada año, King Kong.

Por King Kong, fantásticos del cine, regresemos a Sitges.

The Rocky Horror Picture Show. 1975. Jim Sharman

The Rocky Horror Picture Show. Una película que es un Sitges en sí misma.

“Michael Rennie estaba malito el día en el que la Tierra se detuvo.

Y allí estaba Flash Gordon, paseándose en paños menores color plata.

Claude Rains era El Hombre Invisible.

Y entonces algo fue mal para Fay Wray y King Kong: los atraparon en una trampa de celuloide”.

King Kong sí, pero Fay Wray no estuvo ya disponible para ninguna otra entrega de King Kong.

The Day the Earth Stood Still, 1951, Robert Wise, con Michael Rennie. Flash Gordon en tres seriales cinematográficos: 1936, 1938 y 1940, los tres con Buster Crabbe. The Invisible Man, James Whale, 1933, con Claude Rains.

Y King Kong.

Sentaditos en Sitges.

Sit Sit Sitges

Cuando el hombre desciende de la butaca, es el Apocalipsis. Una revelación. Algo va mal. Se ha terminado la película y el individuo humano no tiene otro remedio que salir a la calle. El lenguaje es tramposo. Cierto, Cristina Peri Rossi, que “hombre” engloba al hombre y la mujer mientras que “mujer” no engloba a la mujer y al hombre. “Sale el hombre a la calle” puede significar que sale Fernandito o que la entera especie es la que sale. Nunca “sale el hombre a la calle” se entiende si en quien nos fijamos porque sale a la calle es María Aurora. Salvo si a María Aurora se la toma como representante de la especie y es la especie la que sale a la calle. La especie y sus dos sexos, incidentalmente, aquí, encarnados en ella. Si se considerase a María Aurora como representando al sexo femenino “sale la mujer a la calle” alude a todas las mujeres, María Aurora incluida o no incluida. “A la mujer le gusta el cine”. “Arreglarse es algo natural en la mujer”. “La mujer llora mucho”. Generalizaciones insultantes, pero precisas en el objeto referido: no confunden, por lo que se refiere a su intención. En cambio, “sale la mujer a la calle” jamás podría aludir a Fernandito ni a nadie de su sexo ni al hombre y la mujer en su conjunto, que es el hombre. Termina la película y el hombre, el ser humano, el individuo, abandona la butaca. Todas las María Auroras y todos los Fernanditos en el cine. El hombre. Digan lo que digan los que dicen, pese a la apabullante belleza del lenguaje, que hay que preservar en cualquier caso, a este aspecto concreto convendría darle algún repaso.

De uñas

Con King Kong, en Sitges, cada año.

“Es más fácil, lo hemos dicho otras veces, que el hombre descienda del mono que de la butaca, o que de un taxi”, razona Quien escribe.

“Como King Kong desciende de Tarzán”, murmura Espectador. O desciende, Tarzán, de la liana, pero no. La Evolución no puede llevar de la butaca al hombre. Ni del taxi. Pero lo que la Evolución es incapaz de hacer, saltando, por ejemplo, de un árbol a otro árbol, lo logra el Movimiento.

“Te ha quedado confuso, el Movimiento”, musita Espectador: “quítale la mayúscula”.

“Lo que la evolución es incapaz de hacer, lo logra el movimiento”.

Sólo que no es igual “evolución” que “Evolución”.

Ni “Movimiento” es igual que “movimiento”.

“Lo que la Evolución es incapaz de hacer, lo logra el movimiento”.

“¿Lo ves, como el lenguaje sí que sirve?”

El movimiento, un taxi, que, por evolución, te lleva al estatismo: la butaca. También y por evolución, el hombre pasa de la butaca al taxi. A otra butaca. En Sitges. Siempre que estés en Sitges. Para ir en taxi, pongamos, de Madrid hasta Sitges, hay que tener muchísimo dinero. Se aconseja el tren, el avión o el coche propio. En los tres vas sentado. Esa es la paradoja que entraña el movimiento.

Instrucciones Para Viajar a Sitges. Súbase usted al tren, a un coche, o al avión.

Túnel a Sitges

Para volver de Sitges, tuvo que ser a través del Túnel Carpiano.

La mano se agarrota. Se te duermen los dedos. El dolor es agudo. Así, meses y meses. El nervio mediano, presionado. Hay operación. A veces es definitiva, a veces no. Y, cuando no lo es, transcurrido algún tiempo, a la salida, allí que estás, de pasajero el día, en el Túnel Carpiano.

“El impulso de escribir pasa siempre por el Túnel Carpiano”, escribe Quien escribe.

“Eso te lo he leído ya, lo del Túnel Carpiano, apunta Espectador.

“Pero en otro contexto”, protesta Quien escribe.

“El motivo no cambia”, insiste Espectador.

La escritura repite sus motivos.

Un consejo, para viajeros por el Túnel Carpiano: ejercicios de rehabilitación. Tirando del pulgar de una mano con la otra y sosteniendo un antebrazo con el otro, a modo de palanca. Apoyando, invertida la mano, los dedos hacia ti, la palma sobre la superficie de una mesa y echando, lentamente, el cuerpo para atrás. Hágase siempre bajo supervisión profesional. Aun así, sufres. Y hay noches que necesitas, para dormir, la férula. Pero sales. Al otro lado de tu Túnel Carpiano.

Sitges. Quincuagésimoquinta edición en 2022. No hemos entrado aún en el Túnel Carpiano.

En 2022, quincuagésimo quinta edición del Festival de Sitges, 55 años y King Kong, de lo que hacía 40 años es de Tron.

Sitges, Tron

Las promociones del Festival de Sitges son una de las formas de disfrute en la sala: véase, más arriba, de bañista, King Kong frente a la iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla, tapando con su corpachón la escalinata que baja a la siguiente playa tras San Sebastián y antes de La Ribera, La Fragata, a cuyas aguas arroja uno de los mosquitos tripulados que lo atormentan con sus picaduras. Este año, además de King Kong, en Sitges, Tron. No tuvo, hay que reconocerlo, mucho protagonismo la película dentro del Festival. Pese al aniversario. Sus motivos tendrían. Tampoco tuvo Tron, después título “de culto”, mucho éxito en su día. Ed Dillinger (David Warner) llegando en helicóptero. Alan Bradley (Bruce Boxleitner) informándose de cómo están las cosas. Bradley preguntándole a Kevin Flynn (Jeff Bridges) por qué quiere colarse en el sistema. Y Flynn, que se cuela en el sistema, pero literalmente. Captados para el juego, allí tenemos a Kevin Flynn, ahora Clu, a Alan Bradley, ahora Tron, a su novia Lora (Cindy Morgan), que se convierte en Yori y al malo malísimo, Dillinger, Sark y Yo Soy El Programa Que Controla, dándose de topetazos en el universo virtual, con previsible resultado de verdadera muerte en el mundo material. ¡Un movidón, tú, Tron!

Tron. 1982. Steven Lisberger

King Kong y Tron y unas palabras para las iniciativas sostenibles, el signo de los tiempos, Bloody Green. Otra propuesta en Sitges de 2022.

Sitges. Bloody Green

Para venir a Sitges, nunca en taxi. El hombre que desciende del taxi se avergüenza. El hombre entendido como persona humana en su conjunto. Como individuo, se trate del sexo que se trate. La persona que viene a Sitges con vehículo propio, sensatamente, invita a amigos: ellos y el Festival se lo agradecen. El tren seguramente es lo más ecológico. Y es mejor que espere a que aterrice, si quiere el hombre descender del avión. Cuando a la persona que desciende del avión le salen alas se ha dado un paso irreversible, un paso atrás en la Evolución de las especies, un par de pasos, cuatro pasos de hecho: de bicho unicelular a pez, a pájaro, a reptil, a mamífero, a persona y, entonces, al avión. “A nosotros”, señala Espectador, “tampoco nos asusta el fin del mundo”.

Lo verde, otro camino a partir de la célula desnuda, se promociona en Sitges.

The Little Shop of Horrors. 1960. Roger Corman

Nadie piensa, al pelar la patata, al podar sus tiernos brotes blancos, retorcidos en petición de auxilio, que el tubérculo vive todavía. Nadie llora cuando arrebata a la cebolla, capa a capa, su pudor y deja desprotegida, a la intemperie, la capa de debajo, o no llora por eso. Nadie se acuerda del arbusto al que arranca los frutos sin pensar en lo mucho que duele. El hombre, la persona, se compadece de lo que le es cercano, lo que se le parece. Menos de los gusanos que de los reptiles, menos de los peces que del pájaro, menos del pájaro que del inocente cochinillo, el corderito, la ternera. Menos del mono (aunque como con los gusanos, los reptiles, los insectos, no se lo come salvo en situación extrema o por determinismo cultural), que de la lavandera o el vecino. Pese a que sea al vecino a quien odia. Menos, si ha nacido, ario como Dios manda, en París, o en Nueva York, o en Sitges, del oriental, o el africano, que del europeo. Menos, en Barcelona, del gallego que del catalán. Menos, en Sevilla, del catalán que del andaluz. Menos, en Pontevedra, del andaluz que del gallego. Menos, en Madrid, de cualquiera que no sea madrileño, pero esto no es verdad, porque todos somos madrileños. Las plantas no tienen tanto escrúpulo. Comen lo que les echan. Y, con esta ventaja adaptativa, compensan el que la Evolución les haya negado el movimiento.

Pese al anuncio ecológico, no estuvo La tienda de los horrores en Sitges en 2022.

Rápido repaso a las propuestas del Festival de Sitges en su quincuagésimoquinta edición. Entre otras:

Brian and Charles. 2022. Jim Archer

Lo que empieza y pasa un rato largo como una broma tonta, evoluciona hacia una broma tonta divertida. Hombre adulto jugando con muñecos. De las vueltas que da una lavadora. Otra vez, la criatura del doctor Frankenstein, amenazada. La creación del monstruo, con la música de Happy Together.

Happy Together. The Turtles

Happy Together fue el himno de una generación, vuelto a la vida, Happy Together, para la película filipina So Happy Together: el Orgullo y sus encuentros felices, de Joel C. Lamangan, moderno Prometeo, en 2004.

The Turtles, que lanzaron la canción a la fama, tenían como era de esperar más conchas que un galápago. Sus dos puntales, los espléndidos Howard Kaylan y Mark Volman, se fueron, con el tiempo, a The Mothers of Invention y Frank Zappa. No acabó bien la cosa. Ya se sabe qué ocurre cuando son varios a opinar en casa.

Speak no Evil. 2022. Christian Tafdrup

Vacaciones lapidarias para familia de daneses en Holanda. Sacar la lengua queda feo en un niño. Una película de soluciones drásticas.

Cerdita. 2022. Carlota Pereda

El sentimiento de culpa con el que se quiere lastrar el sobrepeso. Lo que no mata, engorda. Lo que no engorda, mata.

Venus. 2022. Jaume Balagueró

La sangre llama y el cuchillo responde. Las vecinas de Rosemary’s Baby, 1968, Roman Polanski, se cambian de edificio. Esperan a que ahí las encuentre La Elegida. Las encuentra. Y elige. Señoras apuntadas en un carnet de baile.

Hasta los huesos. Bones and all. 2022. Luca Guadagnino

Aquí aprovecha todo.

Espectador: “No gusta, eso he leído”.

“A mí me gusta”, rebate Quien escribe.

Hay médula en el hueso.

Al cine no hay que ir siempre por lo que alguien te diga. Ni siquiera por lo que se diga cada cual a sí misma, a sí mismo: esa película que no te gustó nada y la vuelves a ver y te fascina. Ese título, del que guardas un grato sabor y, al tiempo, decepciona. “Te pasa por ver cosas dos veces”. “Y cincuenta”.

Amena, tierna, por momentos bien llevada. ¡Qué menos, que esté tierna!

“Tú no tienes la culpa de haber nacido así”, se le dice a Taylor Russell, Maren.

Y los demás tampoco. El límite de uno está en los otros. Voluntad, contención es el término. E inteligencia: buscar alternativas. Hacerlo con amigos.

El prodigioso mundo del olfato.

Coupez! 2022. Michel Haznavicius. 2022

“También te gustó esta”, aventura Espectador.

“Me pareció estupenda”, reconoce Quien escribe.

“¿Aun sabiendo que, plano por plano, Coupez! es idéntica a la película en la que se inspira: Kamera o Tomeru na!, japonesa, de 2017”, desliza, insidioso, Espectador.

“No me importa”, se marca Quien escribe un Osgood Fielding.

Some Like It Hot. 1959. Billy Wilder

“Hay en Coupez! ‘gags’, hallazgos de lenguaje, ocurrencias en lo que a los nombres y a los personajes se refiere, que no podían estar en la cinta original. Y, si estaban: dos veces”, concluye Quien escribe.

“¡´Pá’ ti, la perra gorda!”

La japonesa.

Kamera o Tomeru na. One cut of the dead. 2017. Shin’ichirō Ueda

No hay que discutir con un poseso. Se les da la razón. Discutir es de tontos.

Condenados a vivir. 1972. Joaquín Luis Romero Marchent

“Nadie saldrá de aquí con vida”. Las malas compañías atan mucho. Robándole a Charlton Heston la voz (la de José Guardiola), el ceño, el rictus de la boca, imitándolo de forma descarada, Robert Hundar, a Heston, el sargento le ha puesto cadenas de oro a la cuerda de presos. No él, pero él lo sabe. Saber, por otra parte, es un peligro.

Huellas de pasos sobre Blancanieves. Emma Cohen. Una película de Joaquín Luis Romero Marchent, en la sección Seven Chances. Si el Festival durara un año, daría, sin aburrirse, para el año.

Solamente la sección Oficial Fantàstic, treinta y dos películas.

Irati. Roldán en Roncesvalles.

“Todo lo que tiene nombre existe”. A Flash Gordon, mencionado, junto con Fay Wray sobre King Kong, cuando The Rocky Horror Picture Show, se lo conoció inicialmente en Hispanoamérica como Roldán el Temerario.

El círculo se cierra sobre Euskadi.

“¡Acabo de ver a Fay Wray!”, exclama Espectador, “en un capítulo de Perry Mason”.

“¿Perry Mason?”

“¡Me he comprado la serie, la de los años 50!”

“¿Y eres tú quien no veía las cosas cuatro veces?”

Fay Wray, en el episodio El caso del padre pródigo, emitido el 7 de junio de 1958.

The Case of the Prodigal Parent

Fay Wray, Barbara Hale y Raymond Burr

Las estrellas de cine ponen casa y se asoman a las de los demás en la televisión.

“¿En qué película se dice que Fay Wray no estaba disponible para un papel porque rodaba por entonces King Kong?”, pregunta Quien escribe.

“Me suena”, se encoge Espectador de hombros y queda la pregunta en el aire. Para el cine y para la memoria, el aire en movimiento es Lo que el viento se llevó.

Irati. 2022. Paul Urquijo

Reivindicación de lo ancestral: lo pagano asociado a lo mágico, en dos mujeres fuertes, nervio de una cinta para la que parece hecho el Olifante. Lluvia de piedras en los escudos de los francos. Como se sabe no fueron, contradiciendo a la Chanson de Roland, sarracenos, sino vascos, los que emboscaron en un desfiladero a la retaguardia de Carlomagno y aplastaron el cuerno de Roldán. Roncesvalles, 15 agosto del año 778 de Cristo. Ahí comienza Irati. El urgente latido de la txalaparta, el cristianismo, amenazado aún por las viejas creencias, acción de principio a final y una música excelsa, tal vez en ocasiones demasiado presente. Paulo Urquijo ya había embrujado Sitges con Errementari.

Errementari. 2018. Paulo Urquijo

“Yo no creo en los cuentos”, antes desafiante que displicente, Eneko Aritza.

“Esta tarde”, se frota Espectador las manos, “me las veo las dos juntas”.

“Te acompaño”.

La piedad / La Pietà. 2022. Eduardo Casanova

“Lo que te da miedo es separarte de tu madre”.  A ver por qué será. Corea y rosa. El anhelo de que te necesiten. Seguramente eso mueva a los dictadores, que no quieren dejar al niño solo. La independencia es el fin de la infancia. Que es en donde se hallaba a gusto todo el mundo, o eso se oye todo el tiempo. Excepto quienes, la familia, el que se metan en tu vida, lo llevan malamente. Pero igual no hay que tirar, con la cariñosa intervención autoritaria, el plato de comida, los libros, la caja de tiritas y la cama. Y, tampoco, tirarlos si te libras de la no cariñosa.

“¿Perdón?”

“Sanidad, vivienda, educación, trabajo”.

“¿Otra vez panfletario, Quien escribe?”

“Lo siento, Espectador. No consigo evitarlo”.

“No lo intentas”.

“Es cierto”.

En otro orden de cosas, un mordisco hasta el hueso, desasosegante, construido cada cual de partes que no casan entre sí, la temeridad de confiarle tus sueños a la mano. Queda en ella la forma del dibujo y te delata. Como debe ser. Imaginar es, quizás, la culpa verdadera de la que el hecho no es sino un reflejo. Contar más, no procede.

Mantícora. 2022. Carlos Vermut

Con La piedad, Mantícora, dos sorpresas en Sitges.

También, que hayamos visto:

Unicorn Wars. 2022. Alberto Vázquez (en otro Cinesporas)

Alegrías riojanas. 2022. Velasco Broca (en otro Cinesporas)

y:

Summer Scars / Nos cérémonies. 2022. Simon Rieth.

Resurrection. 2022. Andrew Semans.

Les cinq diables. 2022. Léa Mysius.

Viejos. 2022. Raúl Cerezo, Fernando González Gómez

La paradoja de Antares. 2022. Luis Tinoco.

¿Será este año Sitges tan magnífico como en 2022?

2023. Sitges.

Le hace escribir a Borges mi memoria que un periódico empieza a ser interesante al año de su publicación, cuando no son noticias, sino Historia.

Van a faltar dos meses. El tiempo ya no corre como antes.

Más del autor

-publicidad-spot_img