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Mientras tantoEl caballo griego (Manuel Altolaguirre) y la relación entre ciencia y fe

El caballo griego (Manuel Altolaguirre) y la relación entre ciencia y fe


Esto es un homenaje a la humilde biblioteca de provincias que frecuento. Pequeña pero completísima biblioteca donde además realizan unos expurgos en los que nos dejan llevarnos los libros; así he adquirido:
– ‘Autobiografía de Federico Sánchez’, de Jorge Semprúm
– ‘Ulises’ de Joyce en inglés
– ‘El advenimiento de la républica’, de Josep Pla
– ‘El caballo griego’, de Manuel Altolaguirre
– ‘Ensayos materialistas’, Gustavo Bueno
– ‘Un vestido de domingo’, de David Sedaris
– ‘El siglo de las luces’, de Alejo Carpentier
– ‘Pedro Páramo y El Llano en llams’, Juan Rulfo
– ‘Anaconda’, Horacio Quirofa, en Alianza Editorial, con su portada de Daniel Gil

Pero, sobre todo, la joya de mi colección de expurgos: el Peor Libro de la Historia, un libro que las pocas personas que han conseguido terminarlo se han sentido fatal por ello y han exigido indemnizaciones, en este caso a la embajada francesa. Me refiero a ‘El antiedipo’, de Gilles Deleuze, en una edición feísima además.
Vamos con el texto, largo esta vez, como mi comentario y pido perdón por ello. No quisiera tanto que sirviera de chispa para  discusiones entre razón y fe como para disfrutar del placer de leer a Altolaguirre citando a Unamuno citando a Tertuliano.
O disfrutar de la foto, en la que como siempre que retratan a la generación del 27, aparecen como unos tíos bastante enrollados y que se lo pasan la mar de bien

Unamuno escuchó también las palabras de Satán que le dijo: ’Escoge entre el amor y la ciencia. No hay otra elección’. Unamuno, sin vacilar un momento, menospreció la ciencia y se entregó al sentimentalismo, se puso a llorar y a compadecer y fue feliz porque sus lágrimas le hicieron conocer a Dios. Y fue católico ferviente porque no podría tolerar lo que él llama la ramplonería religiosa del luteranismo. Además se colocó poéticamente al lado de la Iglesia, frente a la ciencia, diciendo:

   “La Iglesia Católica defiende la vida contra la razón. Y hace bien. Hizo bien en salirle al paso a Galileo, en oponerse a Darwin, hace bien al declararse irreconciliable con la llamada civilización moderna. La teología no tiene nada que aprender de la ciencia. Tertuliano dijo esta soberbia expresión: ‘Creo porque es absurdo’. Si no fuera absurdo no hubiese necesitado creer, le bastaría con la razón. La fe no puede apoyarse sino en la gracia. Los escolásticos quieren apoyar la fe en la razón y son los verdaderos responsables de la pérdida de fe. Frente al racionalismo hay que colocar la mística. La ciencia como sustitutiva de la religión y la razón como la sustitutiva de la fe han fracasado siempre. La fe es cosa que depende de la voluntad, de la necesidad que el hombre sienta de sobrevivirse. A Jesús le dicen en el Evangelio: ’Quiero creer, señor, creo, Señor, ayuda mi incredulidad’. La Teología nace siempre de la fantasía puesta al servicio de la vida. Vivir. Vivir. Vivir

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