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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 36 / 2023

De mi Diario : Semana 36 / 2023


Rodenkirchen, 3.9.

Entramos en el Steep’s y vemos una cartulina encima de cada mesa anunciando mejilones frescos, le pregunto a Tom que si es sólo publicidad o los tienen en el menú. Me asegura que se encuentran en el menú con tres variantes: a) la renana, con legumbres y vino blanco; b) la provenzal, con caldo de pescado; y c) la arrabiatta, con mucho picante. Diny (quien alguna vez me ha dicho que Tom no tiene la menor idea de lo que es picante) pide la variante arrabiatta, yo la provenzal. Y están deliciosos y lo seguirán estando hasta abril, porque es tradicional en Colonia que los mejillones se sirvan en aquellos meses cuyos nombres incluyen una “r”, septiembre es el primero. Me las prometo felices.

Fue un festejo conseguidísimo el organizado por Rebeca y Montse en el Cub Room del Maternus para celebrar juntos nuestros cumpleaños. De la parte neerlandesa vinieron las tres hermanas de Diny (Miny, recluida ya demente, naturalmente no) y su prima hermana Maria, viajaron en el auto de Rob, que es la segunda vez que acarrrea a las Hansens al Maternus. De nuestra parte estábamos todos menos Vincent, quien había viajado a Fráncfort para apoyar al 1. FC Colonia (empató 1:1 con el Eintracht, el primer punto que gana en esta nueva temporada). Acudieron además Ulli (con guantes blancos a causa de los ungüentos que debe usar) y Carlitos, y asimismo Ute (no Kadir, quien sin embargo mandó con Ute una tarta turca riquísima). Había una tarta del Maternus, Rebeca y Montse aportaron las suyas, Chico una de sus inmortales tortillas españolas, por las que le recordarán los siglos venideros, y Frank aportó una cazuela de tzatziki, que aprendió a cocinar durante sus años de estudios de energía eólica en Grecia. 19 personas que se convirtieron en 20 con la llegada de Pepe Oliver. Yo estaba conversando con Paul, pero apenas lo vi llegar grité «¡Pepe!», salté de mi asiento y me precipité hacia él y él hacia mí y nos dimos el abrazo largo y apretado, sin palabras, que sella nuestra maravillosa amistad desde 1991, cuando nos conocimos personalmente en la feria del libro de Fráncfort: aquel año la feria tenía a España como invitado de honor, y en el amplio programa cultural que fraguaron los organizadores de Madrid se contaba un concierto de jazz para pianista solista que ¿quién otro podía ser sino Tete Montoliu? En ese concierto fue cuando nos conocimos y se inició nuestra amistad, a la que ahora se une la que ha anudado con Paul, quien lo conocía y lo admiraba por un reportaje de la TV alemana en Marinaleda, reportaje en el que Pepe intervino. Cuando Paul me habló de ese reportaje y me lo hizo ver, se alegró infinito de saber que Pepe era amigo íntimo mío, y al incendiarse nuestra cocina el fatídico 28.11. del año pasado, luego, haciendo inventario de lo que íbamos a salvar y lo que no, le entregué a Paul mi archivo José Oliver completo: libros, cartas, objetos confeccionados por él (por ejemplo para felicitar al círculo más íntimo en las Navidades)…, en fin, un legado que Paul atesora. Ahora, que Pepe le ha regalado tres libros con sendas dedicatorias autógrafas, todavía más. Naturalmente, Pepe fue a saludar a Diny y también se abrazaron largamente, Diny le dio el pésame por la muerte de su madre (yo lo hice en su día, en nombre de los dos), y lo gracioso del caso es que al rato, Angie, que estaba sentada al lado de Diny, vino y me dijo: «Oye, pero si Diny habla español fluido» ¡Y tanto! Resumen: una fiesta conseguidísima. Pepe vino para unas jornadas literarias al otro lado del río y al terminar su recital logró escabullirse y venir a nuestra fiesta, y al despedirse me dijo que la próxima vez que vuelva a Colonia será en un fin de semana, porque mi Diario le ha abierto las ganas de almorzar un sábado en el Bistro Verde. Que así sea.

Le mandé a mi compadre José María el manuscrito de mi nueva Carta desde Alemania para La Jornada mexicana y me acusa recibo con una filípica sobre las barras bravas y la “guerra  del fútbol”, él cree recordar que entre Guatemala y El Salvador. Le contesto: «La tristemente famosa «guerra del fútbol» fue entre El Salvador y Honduras, y lo que poca, poquísima gente sabe es que la narró nadie menos que Ryszard Kapuściński, y que en ella estuvo a punto de perder la vida uno de los cráneos más poderosos de toda América Latina, el científico hondureño Salvador Moncada, de quien te copio  . A él le dediqué hace poco una columna en EE cuyo texto puedes leerlo pinchando aquí, aunque fue hace tan poco tiempo que posiblemente la recuerdes».

Rodenkirchen, 4.9.

Con Diny al Bistro Verde, donde ella pidió su fricasé de pollo, como casi siempre, y yo descubrí entre los platos vegetarianos unos Rösti con setas del bosque a la crema, y por primera vez en mi vida decido comer un plato vegetariano. No me da miedo hacerlo porque de la IRM [imagen de resonancia magnética] de mi cráneo se deduce que no padezco ni calcificación ni reblandecimiento, de manera que soy 100% consciente de lo que hago. [Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu].

La dermatóloga aplicó un parche en la pierna de Diny, allì donde estaban las incisiones hechas en su piel, y Montse compró unos parches especiales para la ducha. Veremos si vale la pena esta inversión, no creo mucho en las invenciones dizque clínicas y que sólo son sacaliñas disfrazadas de ayudas sanitarias. Por lo pronto, la que le aplicaron a Diny esta mañana ya se había caído a lo largo del día.

En materia de intimidades amorosas y preservar el anonimato de la persona de quien se habla, los cantantes se pasan la obligación por el arco del triunfo. Basta fijarse en la canción que Agustín Lara le dedicó a María Félix cuando se casaron; todo el mundo sabe que se la dedica a ella, incluso su título –“María Bonita”– lo declara, y cómo en su letra dice: «La luna, que nos miraba /ya hacía ratito, /se hizo un poquito desentendida, /y cuando la vi escondida /me arrodillé pa besarte /y así entregarte /toda mi vida». Ahora bien: ¿cuál es la parte del cuerpo femenino que besa el varón que se arrodilla para hacerlo? ¿Será el ombligo? Me inclino a pensar que no. Y por cierto que antier, comiendo mis primeros mejillones del año, de pronto se me ocurrió –pero se me olvidó anotarlo– que degustarlos es un cunnilingus a la enésima potencia, éxtasis (hmmmmmmmmmmm) incluidos.

Rodenkirchen, 5.9.

Con Claudia y Javier, recién regresados de Valencia, vamos a almorzar a Steep’s. Claudia estaba al principio en contra porque argumentaba que la cocina alemana es muy rica en grasa, y esperaba que íbamos a comer en el chino o en el Bistro Verde, pero Diny ya había llegado al comedor y estaba platicando con Tom. Entramos, pues, y Claudia se olvidó de sus reservas cuando vio la carta especial de mejillones. Diny encargó un Flammkuchen pikant (que ella asegura que no es picante), Claudia mejillones alla arrabiatta, y yo a la provenzal, y Javier, que no es ictiófago, el rosbif rosado con papa asada. Hemos comido opíparamente todos y se notó en el calor de la conversación y las anécdotas que intercambiamos. Le pregunté a Javier que cuándo regresaba a Londres y me dijo que el sábado por la noche. «Entonces –les dije a él y a Claudia– podemos almorzar el sábado en el Bistro Verde, ¿qué les parece?» Les pareció bien, nos despedimos a la puerta del Maternus y al llegar acá arriba lo primero que hice fue llamar a Ulli, para saber cómo seguía, y si el plan para el fin de semana que le dictan en la clínica le permitiría venir con Carlitos a comer al BV el sábado a mediodía. No perdió mucho tiempo en responderme: que sí, me dijo. Bueno, y también vendrá Paul, y es posible que se añadan Rebeca y Montse, que acuden acá el sábado a echarle una mano a Diny. Habrá quorum.

Rodenkirchen, 6.9.

Regresamos al Steeps porque los miércoles es el día fijo de los Reibekuchen, una de mis particulares devociones de la cocina coloniense. Diny anda desganada y le pregunta a Tom por la sopa del día. Es la de champiñones, y Diny se limita a una ración normal de la misma. Yo, mis tres Reibekuchen con salmón ahumado. Como despacio y saboreando. Diny no quiere más nada, ni siquiera un expresso. Regresamos al Maternus y la galbana me gana la mano, me hundo en una siesta que desearía eterna. Aunque no, primero tengo que explicarle a Sirio, cuyo español es tan bueno y su apellido Galvani, en qué consiste la galbana: EL diccionario la adjudica un origen incierto. Seré todo lo políticamente incorrecto que me permita la redacción de Fronterad: para mí que es árabe, y en todo caso oriental.

Vino Laura a cambiarle el pañal a Diny y enfundarle el pijama, y las oigo hablar sin entender lo que dicen porque sigo amodorrado en la cama, Sale Laura del cuarto de Diny y me pregunta cuál sido el incidente este mediodía con una residente del Maternus. Pues señor, o soy más bueno de lo que me creía o me estoy volviendo olvidadizo. Es verdad. Este mediodía, los ascensores pasaban llenos, y en uno dellos logré meter a Diny y le dije que me esperase en la Recepción. A los pocos minutos llego a la Recepción y ni sombra de Diny. Le pregunto a la recepcionista, que la conoce, y me dice que por allí no ha pasado. Me imagino qué sucedió. Subo al 1 y en efecto, ahí está Diny sentada en un sillón, esperándome. Vamos a los ascensores, saludo a Jessica, de la que mi vecina inmediata se despide con un «Adiosinho!» y le pregunto «A senhora é brasileira?» Que no, me contesta en alto alemán, pero que vivió unos años en el Brasil. Entonces me vuelvo a Diny y le digo en español: «¡Te dije que me esperases en la Recepción!» Hay una cuarta persona en el ascensor. Es una anciana con todo el aspecto de una bruja y que ya hace un par de meses me dirigió un gesto de reproche o de amenaza que no supe a qué venía. Ahora lo repite mascullando algo ininteligible. Le grito: «¡No se entrometa en mi vida!» Y se lo repito luego en la Recepción porque me vuelve a incomodar. Por la descripción que le hago, Laura cree saber quién es y que es una persona muy desagradable, a lo que añado que desaliñada y poco menos que hedionda, poco aseada en todo caso. Pero si me vuelve a incomodar, la denunciaré a la gerencia del Maternus por intrusión en mi vida privada. ¿Cómo –y sobre todo por qué– explicarle a esta mentecata que si le grito a Diny es porque si no, no se entera de lo que le digo?  Ida ya Laura, suena el teléfono. Es Pepe Oliver. Platicamos acerca de la linda tarde del domingo. Al colgar, este diálogo: «Besos de Pepe Oliver!» «No entendí qué me dijiste». «¡¡BESOS DE PEPE OLIVER!!» «¿Babettte?» «¡¡¡NO, PE–PE O–LI–VER!!!» «Ah, Pepe» [como diciendo “No hace falta que me grites“].

Rodenkirchen, 7.9.

Hoy ha sido un día negro para mí. Se enmendó a partir de las 5 pm. Pero empezó cerca de las 8 am con un deseo intenso de morir, Desayuné y me aseé como pude y acudí a mi cita con la Dra. Pega-Wolter, mi otorrina. Ya había recibido el informe del radiólogo sobre mi IRM. También yo una copia del mismo, cuyo último párrafo me encrespó. Al parecer, tras despedirme con los mejores augurios, en un análisis posterior descubrieron una anomalía en la órbita de mi ojo izquierdo por lo cual recomendaban una TC de la misma. La Dra. me la mostró en su compu y me entregó una comisión para la Radiología. Al regresar acá, llamé a mi pesar a la Radiología pero no pudieron atenderme, por fortuna para mí se les había caído el sistema. Entretanto mi cerebro trabajaba a toda máquina. Y recordé el origen de la tal anomalía. Hace 4 ó 5 años resbalé en el cuarto de baño con tan mala suerte que mi cabeza chocó con una esquina del cuarto, se abrió una brecha en mi ceja izquierda. Llevado a la clínica St. Antonius por Ulli y Carlitos (con quienes íbamos a almorzar en el chino) me suturaron la herida (¡una obra de arte!), y al sacarme los puntos me dijeron que en la órbita del ojo izquierdo quedaba una pequeña cicatriz, la marquita de la herida, pero no era nada que debiera preocuparme. A partir de ese momento remonté el día, miré en Google a qué hora abre el chino por la tarde (a las 5:30) y a las 5:45 ya estaba yo con mi Chardonnay y a la espera de mis langostinos empanados, Diny pidió una sopa pekinesa y, cosa rara en ella, un helado de mango, Yo, un segundo Chardonnay. Como mandan los cánones.

Rodenkirchen, 8.9.

Acudo puntual donde la dentista, la Dra. Samia Decking. Me recibe con una buena noticia. Tiene la honradez de confesarme que la semana pasada se equivocó en lo tocante a mis tres dientes delanteros en la fila de arriba: dos se salvan de todas todas, sólo habrá que sacrificar el tercero. Y comienza su tarea. Yo abro la boca, ella mete la lima de agua a presión, la asistenta me tiene preso por el otro lado con su aspiradora asimismo metida en mi boca. Para relajarme trato de recordar cómo se titulaba la novela de Günter Grass que transcurre dentro de un consultorio dental. Sé que el título alude a la anestesia, pero también sé que GG no empleaba la palabra “Narkose” (Carlos Gerhard sí usó en 1972 esa palabra al traducir la novela en México al español con el título Anestesia local). En una de las  pausas obligatorias en una tarea tan ardua, le digo a la Dra. lo que llevo escrito más arriba. Sonríe y me contesta: «Se titula Örtlich betäubt, la leí hace unos años pero no me acuerdo absolutamente de nada de ella». «Ya somos dos», le contesto, y nos reímos. Y sigue la tarea. Que es enconada, porque para salvar esos dos dientes hay que luchar, y yo sé cómo lucha la Dra., no sólo por lo me hace en la boca, sino también porque está sentada en un taburete que tiene una pata coja y el staccato de su choque contra el suelo es el contrapunto de los silbidos y hasta graznidos que brotan de mis fauces. (Esta frase me salió en exceso literaria, pero esto es un Diario, no un Vademécum del buen escritor). Es casi la 1 pm cuando la Dra. da de mano y me explica que el próximo viernes me atenderá otra Dra. que la sustituye mientras sale de vacaciones y no quiere que se aflojen los empastes que me ha hecho hoy. Luego se despide de mí hasta el 22, subsiguiente viernes, cuando le meterá mano al diente ya condenado. Más luego, me toca esperar 40’ en la parada de la Maternusplatz, algún autobús debe haberse perdido por el camino, pero no quiero caminar hasta el Maternus bajo el sol inclemente de hoy, además con la parte de la boca anestesiada todavía. Finalmente llego al Maternus, me cambio la camiseta (la que traía puesta estaba “pingandito”, como hubiera dicho mi abuela Remedios). Y al irse poco a poco desvaneciendo la anestesia descubro que a la Dra. se le olvidó retirar del interior de mi boca, entre la fila superior de los dientes y el interior de la mejilla, uno de esos cilindros de algodón con que se ayudan para trabajar más cómodos. La buena Dra. estaba ya de vacaciones al despedirnos.

Después de una larga siesta y desintoxicado de la anestesia, invito a Diny a comer en Linos Weine, ya he visto en internet que tiene buena cocinay precios ad hoc. Pero un día es un día y hoy ya me tocó sufrir, ahora me toca gozar. Diny pide espaguetis alla carbonara y gaseosa de manzana, y yo ravioles con relleno de carne de ternera y dos Sauvignons para empujarlos. Cuando el camarero viene a retirar los platos y pregunta si nos gustó la comida, le señalo mi plato rebañado y le digo: «Fare l’escarpetta è giá commento a bastanza». Me contesta en italiano/inglés: «Fare l’escarpetta is a must».

Rodenkirchen, 9.9.

Nos encontramos a las 12:00, puntuales como Big Bens en la puerta del Commerzbank y los guío (a Claudia y Javier, que es la primera vez que vienen al Bistro Verde) hasta nuestro local favorito, que les cae rebién. Ulli y Carlitos ya lo conocen de veces anteriores. En una de las sillas de la mesa que he reservado hay una mochila. Le pregunto a Petra si sabe de quién es. Me dice que de mi nieto (Paul), que se nos adelantó y salió a fumar un faso. Al rato llegan Rebeca y Montse, que vinieron a las 11:00 am al Maternus a buscar a Diny para traerla al mercado en la Maternusplatz y luego al BV, pero no se quieren quedar a almorzar con nosotros: tienen harto trabajo con nuestro arriate (gracias, Mónica) en el balcón del apartamento y todas las plantas que le regalaron a Diny. Presento a Paul a Claudia y Javier y le explico muy brevemente quiénes son. De inmediato se interesa y pega la hebra con ellos. Tienen conversación para largo y tendido. Si recuerdo bien, cada uno de los siete pidió un plato distinto y hasta bebida distinta. ¿Cómo hacen los camareros para retener tanta información que en el mejor de los casos va a parar a la papelera de reciclaje dentro de hora y ½? ¿Y cómo reinician su programa todos los días? Pienso si no será que la inteligencia artificial toma como modelos a los camareros de los restaurantes muy visitados y a los colectiveros de Buenos Aires. Diny se retira después de un largo rato de charla con Ulli, quien se dio cuenta de que estaba muy aislada al cabo de la mesa, aunque yo le ofreccí mi asiento al lado de Claudia y no quiso, y aunque Paul y yo la teníamos todo el tiempo presente, pero era claro que ambos teníamos que atender dos frentes. Paul se marcha con Diny para acompañarla hasta el Maternus. [Que no se me olvide: Paul me contó que su amiga Steffi le mostró los emails que le envié con fragmentos traducidos de mi Diario y que era la primera vez que lo veía. Esta vez tendrá la primicia]. Y nuestra sobremesa sigue, hasta que una nueva tribu se acomoda en la fila paralela a la nuestra y a Carlitos le molesta el ruido. Salimos al homicida sol de la Maternusplatz, Ulli y Carlitos se despiden y nosotros tenemos la suerte de que una mesa queda vacía en la terraza de la heladería de Marco. Comemos helado, Claudia y yo en cono de barquillo (el mío, una bola de stracciatella, otra de jengibre), Javier en una tarrina. Acabo con la mano empegostada de helado que se me derrite y escurre cono abajo hasta la mano, y no me explico que la de Claudia no lo esté. Ella y Javier se ríen y hasta me hacen una foto de la mano: «Es que vos te la pasás hablando mientras Claudia no para de comer», arguye Javier. Nos despedimos con un gran abrazo hasta la próxima.

*******************THE END******************

 

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