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Mientras tantoLa Democracia Centrífuga

La Democracia Centrífuga


El presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy y Joe Biden. Wikimedia Commons.

El Congreso Estadounidense se enfrenta a una grave crisis. A día de hoy es incapaz de aprobar las doce leyes necesarias para dotar de un presupuesto al ejecutivo. Si la situación sigue así, este entrará en “shutdown” o cierre del gobierno federal. Ello supondría que no tendría la financiación para pagar el sueldo a sus funcionarios o llevar a cabo servicios básicos como el control de pasaportes o alimentos. Varios economistas alertan que, si esta situación se prolonga, podría tener un impacto negativo en el PIB del país.

Y ¿por qué no se consiguen aprobar dichas leyes? El hombre encargado de hacerlo, Kevin McCarthy, presidente republicano de la Cámara de Representantes se encuentra actualmente maniatado por el ala derecha de su partido. Su formación tiene una estrecha mayoría en el hemiciclo, 221 representantes republicanos frente a 212 demócratas. Basta con que cinco congresistas de su bloque se rebelen contra la dirección y voten con la oposición para bloquear su agenda política. Esta capacidad de veto ya se vió a la hora de elegir a McCarthy como presidente de la Cámara. Veinte republicanos de la facción más conservadora decidieron no votar a su líder, negándole la mayoría necesaria para acceder al cargo, y forzando repetir la votación catorce veces hasta que McCarthy cedió a sus demandas. Un grupo similar de congresistas repite hoy la misma estrategia, boicoteando la aprobación de las leyes presupuestarias si no se atienden sus exigencias, que van desde recortes masivos en el gasto público hasta la cancelación de la ayuda económica a Ucrania. 

McCarthy tiene también complicado sacar adelante las leyes con apoyo demócrata. Sobre el líder republicano se cierne la amenaza de una moción de vacancia. Esta es una resolución que, de ser aprobada por la mayoría de la cámara, dejaría vacante la presidencia, cesando a McCarthy. Facilitar el proceso para presentar dicha moción fue una de las exigencias del ala dura de su partido a cambio de darle la mayoría para acceder a su cargo. Algunos miembros de esa facción ya han amenazado con registrarla si McCarthy intenta pactar con el partido demócrata. Además, los congresistas de este último ven al líder republicano como un hombre al borde del abismo y no piensan rescatarle de forma gratuita.

Analizando la situación se puede concluir que una pequeña parte de un partido está teniendo como rehén a la mayoría de su formación y al país. Pero, ¿por qué ocurre esto? La respuesta es sencilla: el actual estado de la política estadounidense favorece el extremismo político.

A medida que ha ido aumentando la polarización en Estado Unidos se ha ido eliminando el “split voter”. Este es el votante que en la misma elección era capaz de votar a un demócrata a presidente y a un republicano a senador. Hoy día la mayoría de los electores votan en bloque a una misma formación. En el senado sólo hay cinco senadores que representan a un estado que votó al otro partido en las últimas presidenciales. Y ese número se puede reducir después de 2024, pues tres senadores demócratas provienen de estados en los que Trump ganó con más de ocho puntos porcentuales de diferencia sobre Biden, y en consecuencia tienen difícil la reelección. En la Cámara de Representantes la situación es similar, actualmente sólo 23 congresistas representan a un distrito que votó al candidato a presidente del otro partido. A comienzos de siglo esa cifra era 86. 

La consecuencia de este efecto es que la mayoría de escaños, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, se consideran “safe seats” (escaños seguros). Estos son distritos o estados en los que se vota siempre al mismo partido. Salvo sorpresa, el resultado se sabe ya antes de que se celebre la elección. Ello reduce la necesidad de rendir cuentas de los representantes públicos. Cuando un electorado vota sí o sí a una formación, el político tiene menos miedo de enfadarlo, pues con toda seguridad, volverán a votar a su marca. Prácticamente puede hacer lo que quiera; la fidelidad de sus votantes le garantiza la reelección.

El votante a contentar pasa entonces de ser el votante medio al militante del partido, ya que para ser candidato el político debe ganar primero las primarias de su organización. Una vez lo consiga, si se presenta en un “safe seat”, tiene asegurada su victoria. La mayor amenaza para un político que quiere ser reelegido en su escaño seguro no es un candidato fuerte del partido rival, sino uno dentro de su formación que decida presentarse contra él en unas primarias.

Los militantes de los partidos suelen estar más ideologizados que el elector medio, y son los sectores más radicales los que se más se movilizan a la hora de votar en elecciones internas. Para amansarlos, el legislador que busca la reelección debe asumir una retórica de pureza ideológica y confrontación con el rival. No debe correr el riesgo de intentar pactar con el otro partido y comprometer parte de sus ambiciones para sacar adelante una ley. Todo lo contrario, debe ejercer su poder de veto para intentar hacer capitular al rival. Si no lo consigue no pasa nada, pues el militante de su partido entiende la intransigencia como la fortaleza de principios, y suele valorar esto más que la capacidad de legislar u ofrecer soluciones. 

En la Cámara de Representantes este efecto se intensifica gracias al “gerrymandering”. Esto es la práctica de los partidos, en diferentes estados, de diseñar los distritos que eligen a los congresistas para que la mayoría de estos sean “safe seats”. El resultado de dicha práctica ha sido una reducción de los escaños competitivos que podía ganar cualquier partido. Los representantes elegidos en estos distritos competitivos suelen ser más moderados y no tienen miedo a pactar con el rival para aprobar leyes. Se juegan la reelección y deben mostrar a su electorado que ofrecen soluciones reales a sus problemas. El número de escaños competitivos se ha reducido un 60% en los últimos veinticinco años, lo que ha supuesto que la cámara se polarice al haber menos congresistas moderados. Otro efecto ha sido la disminución de las mayorías parlamentarias. Al existir menos posibilidades de quitarle escaños al rival, se elimina la posibilidad de que un partido tenga una mayoría amplia. Con una mayoría estrecha, el líder del partido necesita el apoyo de todos sus representantes para aprobar una ley, incluido los sectores más extremistas. Anteriores presidentes de la Cámara de Representantes han sufrido rebeliones similares a la que hoy vive McCarthy. Sin embargo, contaban con mayorías más amplias, por lo que podían permitirse el boicot de una veintena de congresistas radicales sin que estos amenazasen la aprobación de una ley. 

El sistema político de Estados Unidos está diseñado para evitar la concentración del poder en una sola persona. Es un poder descentralizado, lo que supone que hay varios actores con poder de veto, y ponerse de acuerdo entre una amplia mayoría es imprescindible para llevar a cabo reformas necesarias. Esto es especialmente importante en el Senado, donde hacen falta dos tercios de los votos para aprobar la mayoría de leyes. Si los políticos están motivados por la intransigencia ideológica y rechazan cualquier acuerdo con el rival, el sistema colapsa. 

La democracia estadounidense se encuentra actualmente paralizada. La mezcla de la polarización con su estructura institucional ha dado un poder importante de veto a una minoría radical que difícilmente sufrirá las consecuencias electorales de lo que hace. Todo lo contrario. Quien probablemente lo haga será el representante moderado que se juega la reelección en un distrito competitivo. Se enfrentará a un electorado que quizá no quiera volver a dar la mayoría en la Cámara a un partido secuestrado por su ala más extrema. Estados Unidos se vuelve entonces una democracia disfuncional. Un sistema que beneficia al intransigente y castiga la tolerancia; que recompensa al radical y perjudica al moderado. Una democracia que tiende al extremo y no al centro. Una democracia centrífuga.

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