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Un sueño convertido en realidad: el viaje de un venezolano al Equipo Nacional de Béisbol de Argentina

En 2015 Carlos Giménez tenía 18 años. Cuando se enteró de que su familia estaba yéndose de su Venezuela natal rumbo a la Argentina le quedó más que claro qué cosa iba a extrañar: el béisbol.

“En Venezuela es una pasión totalmente cultural; se trata del deporte número uno y todos queremos jugarlo”, dice Carlos, quien lo ha jugado ininterrumpidamente desde los cinco años y que siempre había soñado con hacerlo de manera profesional cuando creciera.

Pero en Argentina, tierra donde reina el fútbol, el deporte favorito de Carlos era poco conocido. El joven lanzador venezolano tiene ahora 26 años y se ha convertido en el primer venezolano que debuta en el Equipo Nacional de Béisbol de Argentina.

Argentina me dio lo que mi país no pudo darme”, cuenta. “Nunca me podría haber imaginado que me iba a convertir en un jugador profesional en otro país, viajando y representando a otra nación. Para mí es muy especial y estaré eternamente agradecido”.

Carlos recuerda cuando aterrizó en la Argentina sin muchas esperanzas de poder generar un ingreso haciendo lo que más ama. Pero gracias a su talento, su determinación y entusiasmo por el deporte logró firmar con el Club Metropolitano Ferro a poco tiempo de su arribo. Y su mayor alegría llegó el año pasado cuando finalmente se convirtió en jugador profesional en la Liga Nacional.

Sin embargo, la vida cotidiana de este lanzador no es tan sencilla: trabaja en un gimnasio y estudia Educación Física en la universidad, además de las tareas que tiene a cargo como integrante del Equipo Nacional de Béisbol de Argentina. “Me levanto cada mañana a las 6:00 a.m. y regreso a casa a las 10:00 p.m. Pero esa ha sido mi elección y estoy muy feliz con ella”, dice Carlos. “Trabajo ocho horas diarias en el gimnasio, estudio por las tardes y entreno por las noches, pero es un esfuerzo que verdaderamente vale la pena”.

Renacimiento del béisbol gracias a la migración venezolana

Argentina, país obsesionado por el fútbol, está recibiendo un gran impulso con la presencia de jugadores de béisbol de Venezuela que se han mudado a la Argentina. Casi 220.000 de los cerca de 7,3 millones de migrantes y refugiados venezolanos que se han ido de su país en años recientes se han establecido en la Argentina. Como Carlos, muchos de los migrantes que residen en este país se reunieron por la pasión que sienten por el béisbol, uno de los más importantes deportes en la zona del Caribe.

“Su capacidad para jugar al béisbol está en sus genes y es transmitida de generación en generación”, sostiene Gino Monis, jugador y entrenador de béisbol que ha apoyado a Carlos en los últimos años. “La llegada de jugadores venezolanos, país en el que el béisbol es verdaderamente popular, aporta calidad y cantidad. Es una contribución muy bienvenida porque enriquece nuestro deporte. Todo es altamente positivo”.

Carlos se ha vuelto muy cercano a los compañeros de juego de otras nacionalidades; dice que unirse al equipo lo ha hecho sentir como en casa, pero en otro país.

El béisbol me lleva de regreso a Venezuela. Cuando juego, es como viajar a las calles en donde yo crecí, en Barquisimeto. Asimismo, jugar a este deporte en otro país es una bendición porque puedo conocer a muchos venezolanos y conversar acerca de los problemas de nuestro país”, señala Carlos.

Cree que al momento de jugar al béisbol las diferencias desaparecen. “Cuando uno forma parte de un equipo no hay nacionalidades. Somos justamente eso: un equipo”.

La integración a través de los deportes

El béisbol representa una conexión poco probable entre los migrantes venezolanos y los argentinos, en un país que ama el fútbol. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha apoyado a la Federación de Béisbol de Argentina y a la Liga Metropolitana por medio de equipamiento y ha organizado el Día del Béisbol sin Fronteras, facilitando de tal modo la inclusión, la cohesión social y la integración de los migrantes por medio del deporte.

“Los deportes ayudan significativamente a los jóvenes migrantes, de muchas maneras”, señala Gabriela Fernández, a cargo de la oficina de la OIM en Argentina. “No solamente ayudan a derrumbar barreras entre los migrantes y la población local, sino que mejoran la capacidad para poder enfrentar el pasado, poder dejarlo atrás y mirar hacia el futuro”.

Desde que se fue Carlos no ha regresado a Venezuela. Si bien por momentos lo invade una gran nostalgia por su país, ahora siente que pertenece a la Argentina, en donde ha quedado claro que el béisbol es mucho más que un deporte para él.

“Somos una familia. Lo más lindo de este deporte es la hermandad latinoamericana. Hablamos y compartimos historias acerca de los aspectos tradicionales de nuestros países. Si no fuera por el béisbol no habríamos hecho eso”, dice Carlos en una noche muy fría durante un entrenamiento en la capital de Argentina.

Esta historia fue escrita por Gema Cortes, de la Unidad de Prensa de la OIM, Oficina del Enviado Especial para la Respuesta Regional a la Situación en Venezuela.

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