Hölderlin. Poemas esenciales
Traducción y comentarios de Helena Cortés Gabaudan
Mi dominio
(1799-1800)
En su plenitud reposa al fin el día otoñal,
ya se aclaró el mosto y el vergel está rojo
de frutos, aunque algunas de sus bellas flores
temprano cayeran como ofrenda en la tierra.
Todo en rededor, en los campos por cuya senda
tranquilo transito, a los hombres dichosos
ya les maduró la cosecha y muchas alegres
faenas depárales ahora su nueva riqueza.
Desde el cielo mira a esos que se afanan
entre sus frutales la suave luz, mientras
comparte su dicha, pues no creció sólo
por mano del hombre el fruto de otoño.
Y también para mí luces tú, oh Dorada,
y para mí también sopláis, brisas, como si
una dicha me consagrarais, como otrora,
y, como a los dichosos, tú el pecho me rondas.
Yo fui antaño uno de ellos, mas ¡ay! que, como las rosas,
perecedera era aquella vida piadosa,
demasiado a menudo así me lo recuerdan
las que todavía me florecen, las hermosas estrellas.
Dichoso quien amando en paz a una buena esposa
vive en su propio hogar y en su patria gloriosa,
pues más hermoso sobre un firme suelo
le luce siempre al hombre su cielo.
Como desarraigada planta, que no crece
en suelo propio, así se consume el alma del mortal
que, ya desde el instante en que nace el día,
mísero sobre la sagrada tierra camina.
Con demasiada fuerza, ¡oh celestiales!, tiráis
de mí hacia lo alto; con tormenta o en días serenos
yo bien siento cómo me vais devorando por dentro
unas y otras ¡oh, vosotras, mudables fuerzas divinas!
Mas dejad que siga hoy en paz el familiar sendero
que conduce al bosque, cuyo follaje que se extingue,
dorado adorna las cimas, y coronadme la frente
también, ¡oh vosotros, recuerdos sublimes!
Mas, para que mi corazón mortal tenga, como el resto,
un lugar seguro donde hallar su refugio,
y mi alma sin patria no sienta el anhelo
de alzar más allá de la vida su vuelo,
sé tú ¡oh canto! mi amistoso asilo,
deja que te cuide, a ti que me das dicha,
sé tú el jardín por donde vagaré con calma
entre esas flores que nunca se marchitan,
en donde moraré en medio de sencillez segura,
mientras fuera, con su oleaje, del poderoso tiempo
mudable el rumor a lo lejos se escucha, y
un sol más pacífico mi quehacer madura.
Vosotras, fuerzas celestiales, que bondadosas
a cada mortal bendecís lo suyo más propio.
Mein Eigentum
In seiner Fülle ruhet der Herbsttag nun,
Geläutert ist die Traub und der Hain ist rot
Vom Obst, wenn schon der holden Blüten
Manche der Erde zum Danke fielen.
Und rings im Felde, wo ich den Pfad hinaus
Den stillen wandle, ist den Zufriedenen
Ihr Gut gereift, und viel der frohen
Mühe gewähret der Reichtum ihnen.
Vom Himmel blicket zu den Geschäftigen
Durch ihre Bäume milde das Licht herab,
Die Freude teilend, denn es wuchs durch
Hände der Menschen allein die Frucht nicht.
Und leuchtest du, o Goldnes, auch mir, und wehst
Auch du mir wieder Lüftchen, als segnetest
Du eine Freude mir, wie einst, und
Irrst, wie um Glückliche, mir am Busen.
Einst war ichs, doch wie Rosen, vergänglich war
Das fromme Leben, ach und es mahnen noch
Die blühend mir geblieben sind, die
Holden Gestirne zu oft mich dessen.
Beglückt, wer, ruhig liebend ein frommes Weib,
Am eignen Herd in rühmlicher Heimat lebt,
Es leuchtet über festem Boden
Schöner dem sicheren Mann sein Himmel.
Denn, wie die Pflanze, wurzelt auf eignem Grund
Sie nicht, verglüht die Seele des Sterblichen
Der mit dem Tageslichte nur, ein
Armer auf heiliger Erde wandelt.
Zu mächtig ach! ihr himmlischen Höhen zieht
Ihr mich empor; bei Stürmen, am heitern Tag
Fühl ich verzehrend euch im Busen
Wechseln, ihr wandelnden Götterkräfte.
Doch heute laß mich stille den trauten Pfad
Zum Haine gehn dem golden die Wipfel schmückt
Sein sterbend Laub, und kränzt auch mir die
Stirne ihr holden Erinnerungen!
Und daß auch mir zu retten mein sterblich Herz
Wie andern eine bleibende Stätte sei
Und heimatlos die Seele mir nicht
Über das Leben hinweg sich sehne
Sei du, Gesang, mein freundlich Asyl! sei du
Beglückender! mit sorgender Liebe mir
Gepflegt, der Garten, wo ich, wandelnd
Unter den Blüten, den immerjungen
In sichrer Einfalt wohne, wenn draußen mir
Mit ihren Wellen alle die mächtge Zeit
Die Wandelbare fern rauscht und die
Stillere Sonne mein Wirken fördert.
Ihr segnet gütig über den Sterblichen
Ihr Himmelskräfte! jedem sein Eigentum,
O segnet meines auch und daß zu
Frühe die Parze den Traum nicht ende.
* Se trata de un esbozo de oda, escrito en versos alcaicos, contenido en un cuadernillo del año 1799.
Su nombre original era «El otoño». Está escrito tras la dolorosa separación de Hölderlin de su amada Susette Gontard.
A Diotima. Hermoso ser
(1797/98)
¡Hermoso ser! Vives como las frágiles flores en invierno,
floreces encerrada y solitaria en un mundo envejecido.
Anhelas sacar fuera tu amor, a la luz primaveral solazarte
y buscar en el calor de sus rayos la juventud del mundo.
Mas tu sol, aquella época más hermosa, ya se ha metido,
y silban ahora en la noche glacial los huracanes.
An Diotima. Schönes Leben
Schönes Leben! du lebst, wie die zarten Blüten im Winter,
In der gealterten Welt blühst du verschlossen, allein.
Liebend strebst du hinaus, dich zu sonnen am Lichte des Frühlings,
Zu erwarmen an ihr, suchst du die Jugend der Welt.
Deine Sonne, die schönere Zeit, ist untergegangen
* Este breve, pero bello fragmento de poema, es un esbozo elegiaco, contenido en el compendio manuscrito llamado Homburger Quartheft, junto con otras creaciones de 1797/98).
Los robles
(1797/98)
Desde los jardines marcho ahora hacia vosotros, hijos de la montaña,
desde esos jardines donde la naturaleza, paciente y domeñada,
la que cuida y a su vez es cuidada, vive en comunión con los hombres.
Mas vosotros, oh magníficos, os erguís como un pueblo de titanes
en medio de este mundo más humilde, y sólo a vosotros os debéis,
y al cielo que os alimenta y que os crió, o a esa tierra que os diera el ser.
Ninguno de vosotros pisó nunca todavía la escuela de los hombres,
y libres y dichosos os alzáis emergiendo de vuestras recias raíces,
formando un círculo entre vosotros; y como el águila su presa,
así aferráis con poderoso brazo el espacio, y hacia las nubes
orientáis grandiosa y alegre vuestra copa inundada de sol.
Un mundo es cada uno de vosotros; como las estrellas del cielo,
cada uno un dios, unidos vivís en libre alianza entre vosotros.
¡Ah! Si yo pudiera soportar la esclavitud, ya nunca envidiaría
a este bosque y con gusto me abrazaría a la vida en sociedad.
Y si ya no me atara a esa vida en sociedad este mi corazón
que al amor aún no renuncia, ¡cuánto me gustaría habitar entre vosotros!
Die Eichbäume
Aus den Gärten komm’ ich zu euch, ihr Söhne des Berges!
Aus den Gärten, da lebt die Natur geduldig und häuslich,
Pflegend und wiedergepflegt mit dem fleißigen Menschen zusammen.
Aber ihr, ihr Herrlichen! steht, wie ein Volk von Titanen
In der zahmeren Welt und gehört nur euch und dem Himmel,
Der euch nährt’ und erzog, und der Erde, die euch geboren.
Keiner von euch ist noch in die Schule der Menschen gegangen,
Und ihr drängt euch fröhlich und frei, aus der kräftigen Wurzel,
Unter einander herauf und ergreift, wie der Adler die Beute,
Mit gewaltigem Arme den Raum, und gegen die Wolken
Ist euch heiter und groß die sonnige Krone gerichtet.
Eine Welt ist jeder von euch, wie die Sterne des Himmels
Lebt ihr, jeder ein Gott, in freiem Bunde zusammen.
Könnt’ ich die Knechtschaft nur erdulden, ich neidete nimmer
Diesen Wald und schmiegte mich gern ans gesellige Leben.
Fesselte nur nicht mehr ans gesellige Leben das Herz mich,
Das von Liebe nicht läßt, wie gern würd ich unter euch wohnen!
* Esta versión del poema se publicó en la revista de Schiler, Die Horen, en 1797. El original está compuesto en hexámetros. La imagen de los altivos robles es una metáfora de la comunidad republicana, un pueblo voluntariamente unido, heroico y hermoso, que debe combinar la libertad individual y el bien comunitario.
A las parcas
(1797/98)
Concededme, oh Poderosas, sólo un verano,
un otoño en que pueda madurar mi canto,
para que con tan dulce juego ya saciado
mi corazón acceda a morir de buen grado.
El alma, que nada divino obtuvo en vida,
tampoco ya en el Orco encontrará reposo,
mas si una sola vez lo sagrado yo aún logro
lo que más quiero en este mundo, la poesía,
entonces, sombras, yo os daré la bienvenida,
y contento estaré, aun si dejo abandonada
bajando al silencio mi lira. Un solo día
habré vivido como un dios, y eso ya basta.
An die Parzen
Nur Einen Sommer gönnt, ihr Gewaltigen!
Und einen Herbst zu reifem Gesange mir,
Daß williger mein Herz, vom süßen
Spiele gesättiget, dann mir sterbe.
Die Seele, der im Leben ihr göttlich Recht
Nicht ward, sie ruht auch drunten im Orkus nicht;
Doch ist mir einst das Heilige, das am
Herzen mir liegt, das Gedicht, gelungen,
Willkommen dann, o Stille der Schattenwelt!
Zufrieden bin ich, wenn auch mein Saitenspiel
Mich nicht hinab geleitet; Einmal
Lebt ich, wie Götter und mehr bedarfs nicht.
* Este conocido poema, tal como aquí aparece, fue publicado –junto con otros cuantos poemas de Hölderlin– en una revista del año 1799. Existe algún parcial esbozo previo de 1798.
El original alemán está escrito en versos alcaicos.
Canción del destino
(1798)
Vagáis allá arriba en la luz,
sobre blando suelo, ¡oh, genios dichosos!
Resplandecientes brisas divinas
os rozan al pasar sutiles
como los dedos de la artista
rozan las cuerdas sagradas.
Libres de destino, como el lactante
en su sueño, así alientan los celestiales;
castamente guardado,
dentro de humilde capullo,
así florece eterno
su espíritu para ellos.
Y sus ojos dichosos,
con serena y eterna claridad
contémplanlo siempre todo.
Mas a nosotros nos ha sido dado
no hallar descanso en ningún lado.
Desvanécense, caen
los hombres sufrientes
ciegamente de una
hora a la siguiente,
como agua de peña
en peña arrojada
rodando año tras año
a la sima de lo incierto.
Hyperions Schicksalslied
Ihr wandelt droben im Licht
Auf weichem Boden, selige Genien!
Glänzende Götterlüfte
Rühren euch leicht,
Wie die Finger der Künstlerin
Heilige Saiten.
Schicksallos, wie der schlafende
Säugling, atmen die Himmlischen;
Keusch bewahrt
In bescheidener Knospe,
Blühet ewig
Ihnen der Geist,
Und die seligen Augen
Blicken in stiller
Ewiger Klarheit.
Doch uns ist gegeben,
Auf keiner Stätte zu ruhn,
Es schwinden, es fallen
Die leidenden Menschen
Blindlings von einer
Stunde zur andern,
Wie Wasser von Klippe
Zu Klippe geworfen,
Jahr lang ins Ungewisse hinab.
* Esta canción está incluida dentro del segundo volumen de la novela poética Hiperión, cuya fecha de aparición fue 1799 en la editorial de Cotta, en Tubinga (la primera parte se publicó también allí en 1797).
Como cuando en día de fiesta…
(1800)
Como cuando, en día de fiesta, a ver los campos
un campesino al alba sale, cuando
tras noche de bochorno refrescantes relámpagos cayeran
sin cesar y aún retumba el trueno a lo lejos,
a su cauce regresa ya el torrente,
y fresco reluce el verde suelo,
y de la bienhechora lluvia del cielo
la viña gotea y resplandecientes
bajo un sol en calma se alzan los árboles de la floresta:
así, también se hallan bajo un clima favorable
aquellos a quienes no un maestro, sino la maravillosamente
omnipresente educa con su ligero abrazo:
la poderosa, la divinamente hermosa naturaleza.
Por eso, cuando parece dormir en algunas estaciones del año,
en el cielo o entre las plantas o en los pueblos
también se apena el rostro de los poetas.
Parece que están solos, pero siempre presienten,
pues ella misma presiente mientras reposa.
¡Mas al fin nace el día! Esperé y lo vi venir.
Y lo que vi, lo sagrado, sea ahora mi palabra.
Pues ella, ella misma, que es más antigua que los tiempos
y reina sobre los dioses del poniente y el oriente,
la naturaleza, ha despertado ahora con fragor de armas,
y desde el alto éter hasta el profundo abismo,
siguiendo leyes inmutables, como antaño, cuando nació del sagrado caos,
siente renovado el entusiasmo,
de nuevo, la que todo lo crea.
Y del mismo modo que brilla un fuego en los ojos del hombre
cuando concibe algo sublime, así,
nuevamente una llama prendida en los signos y hazañas del mundo
enciende hoy un fuego en el alma de los poetas.
Y lo que antes sucediera, pero apenas fue sentido,
sólo ahora es revelado.
Y por fin reconocemos, bajo su figura de siervas,
a las que sonriendo nos labraban los campos:
a las fuerzas siempre vivas de los dioses.
¿Preguntas por ellas? En el canto sopla su espíritu,
que también del sol, como las flores y la oscura tierra,
nace, y los temporales, los del aire, y esos otros
preparados más atrás, en los abismos del tiempo,
y más llenos de sentido y más perceptibles por nosotros,
flotando suspendidos entre el cielo y la tierra y entre los pueblos:
los pensamientos del espíritu común son,
esos que culminan callados en el alma del poeta,
para que pronto conmovida, familiarizada
desde antiguo al infinito, estremecida
por el recuerdo y abrasada por el rayo sagrado,
su fruto, nacido en el amor, obra de los dioses y los hombres,
el canto –a fin de que de ambos dé testimonio- logre.
Y así fue como, según cuentan los poetas, cuando con sus ojos
ver al dios pretendió, su rayo cayó en la casa de Semele,
y la ceniza de la mortalmente golpeada
al fruto de la tormenta concibió, al sagrado Baco.
Y por eso beben ahora fuego celeste
los hijos de la tierra sin peligro.
Pero a nosotros nos toca ¡a vosotros, poetas!,
permanecer bajo la tormenta de dios con la cabeza desnuda,
apresar con nuestra propia mano el rayo del Padre
y alcanzarle al pueblo, envuelto en canto,
el don celestial.
Pues sólo nosotros tenemos el corazón puro
como los niños, y nuestras manos están limpias de culpa.
El rayo del Padre, el puro, no le consume,
y, conmovido en lo más hondo, compartiendo los sufrimientos
del más fuerte, permanece en medio de las tormentas del dios que hasta aquí
de lo alto se abalanzan, cuando él se acerca, firme el corazón.
Mas, ¡ay de mí! cuando…
[…]
Y ya digo enseguida…
Me he acercado, a contemplar a los celestiales;
ellos mismos, ellos hondo a mi me arrojan, entre los vivos,
al falso sacerdote, a las tinieblas, para que yo
la canción de aviso al letrado le cante.
Allí
[…]
Wie wenn am Feiertage …
Wie wenn am Feiertage, das Feld zu sehn
Ein Landmann geht, des Morgens, wenn
Aus heißer Nacht die kühlenden Blitze fielen
Die ganze Zeit und fern noch tönet der Donner,
In sein Gestade wieder tritt der Strom,
Und frisch der Boden grünt
Und von des Himmels erfreuendem Regen
Der Weinstock trauft und glänzend
In stiller Sonne stehn die Bäume des Haines:
So stehn sie unter günstiger Witterung,
Sie die kein Meister allein, die wunderbar
Allgegenwärtig erzieht in leichtem Umfangen
Die mächtige, die göttlichschöne Natur.
Drum wenn zu schlafen sie scheint zu Zeiten des Jahrs
Am Himmel oder unter den Pflanzen oder den Völkern
So trauert der Dichter Angesicht auch,
Sie scheinen allein zu sein, doch ahnen sie immer.
Denn ahnend ruhet sie selbst auch.
Jetzt aber tagts! Ich harrt und sah es kommen,
Und was ich sah, das Heilige sei mein Wort.
Denn sie, sie selbst, die älter denn die Zeiten
Und über die Götter des Abends und Orients ist,
Die Natur ist jetzt mit Waffenklang erwacht,
Und hoch vom Äther bis zum Abgrund nieder
Nach festem Gesetze, wie einst, aus heiligem Chaos gezeugt,
Fühlt neu die Begeisterung sich,
Die Allerschaffende, wieder.
Und wie im Aug’ ein Feuer dem Manne glänzt,
Wenn hohes er entwarf; so ist
Von neuem an den Zeichen, den Taten der Welt jetzt
Ein Feuer angezündet in Seelen der Dichter.
Und was zuvor geschah, doch kaum gefühlt,
Ist offenbar erst jetzt,
Und die uns lächelnd den Acker gebauet,
In Knechtsgestalt, sie sind erkannt,
Die Allebendigen, die Kräfte der Götter.
Erfrägst du sie? im Liede wehet ihr Geist
Das auch der Sonne, wie Blumen und dunkler Erd
Entwächst, und Wettern, die in der Luft, und andern
Die vorbereiteter in Tiefen der Zeit,
Und deutungsvoller, und vernehmlicher uns
Hinwandeln zwischen Himmel und Erd und unter den Völkern
Des gemeinsamen Geistes Gedanken sind,
Still endend in der Seele des Dichters,
Daß schnellbetroffen sie, Unendlichem
Bekannt seit langer Zeit, von Erinnerung
Erbebt, und ihr, von heilgem Strahl entzündet,
Die Frucht in Liebe geboren, der Götter und Menschen Werk
Der Gesang, damit er beiden zeuge, glückt.
So fiel, wie Dichter sagen, da sie sichtbar
Den Gott zu sehen begehrte, sein Blitz auf Semeles Haus
Und die Asche der göttlichgetroffne gebar,
Die Frucht des Gewitters, den heiligen Bacchus.
Und daher trinken himmlisches Feuer jetzt
Die Erdensöhne ohne Gefahr.
Doch uns gebührt es, unter Gottes Gewittern,
Ihr Dichter! mit entblößtem Haupte zu stehen,
Des Vaters Strahl, ihn selbst, mit eigner Hand
Zu fassen und dem Volk’ ins Lied
Gehüllt die himmlische Gabe zu reichen.
Denn sind nur reinen Herzens,
Wie Kinder, wir, sind schuldlos unsere Hände,
Des Vaters Strahl, der reine versengt es nicht
Und tieferschüttert, die Leiden des Stärkeren
Mitleidend, bleibt in den hochherstürzenden Stürmen
Des Gottes, wenn er nahet, das Herz doch fest.
Doch weh mir! wenn von
[…]
Und sag ich gleich
Ich sei genaht, die Himmlischen zu schauen,
Sie selbst, sie werfen mich tief unter die Lebenden
Den falschen Priester, ins Dunkel, daß ich
Das warnende Lied den Gelehrigen singe.
Dort
[…]
* Los distintos esbozos de este famoso poema aparecieron en el compendio manuscrito conocido como “Stuttgarter Foliobuch”. Constituye el único intento de Hölderlin de mantener fielmente la estructura triádica de estrofas junto con un ritmo métrico estricto (probablemente 9 estrofas en tres grupos de tres estrofas de nueve versos cada una, cada uno de ellos con un metro distinto). Como tema general, se tematiza la importancia y misión de los poetas en tiempos de renovación histórica.
Pan y vino
(1801/1802)
A Heinse
(Primera versión)
I.
Todo en rededor reposa la ciudad; se aquieta la alumbrada calleja,
y, con teas adornados, se escucha el rumor de carruajes que se alejan.
Saciadas se van de las dichas del día a descansar a sus casas las gentes,
y ganancia y pérdida sopesa una concentrada cabezaen su casa,
bien satisfecha; vacío está de racimos y flores,
y de las obras de las manos descansa ora el afanoso mercado.
Mas un tañido de cuerdas desde lejanos jardines resuena; puede que
allá un enamorado esté tocando o un hombre solitario
recordando los amigos lejanos y los días de la juventud; y las fuentes,
que eternas brotan y frescas, murmuran en los parterres olorosos.
Quedo resuena en el aire crepuscular el doblar de campanas
y recordando el paso de las horas pregona un sereno su cifra.
Llega ora también un soplo que las copas del bosquecillo agita.
¡Mira! Y la imagen especular de nuestra tierra, la luna,
también ahora llega en secreto; la soñadora, la noche, llega
cuajada de estrellas y, cuidándose muy poco de nosotros,
allí brilla la asombrosa, la forastera entre los hombres,
alzándose sobre las cimas de los montes, triste y magnífica.
2.
Maravilloso es disfrutar del favor de la sublime y ninguno
sabe qué es ni de donde viene lo que gracias a ella le ocurre.
Así mueve ella el mundo y el alma esperanzada de los hombres.
Ni siquiera los sabios comprenden lo que ella dispone, pues así
lo quiere el dios supremo, que mucho a ti te ama, y por eso tú
incluso antes prefieres, más que a ella, al día alumbrado de sol.
Mas, a veces, también un ojo claro ama las sombras
y busca, por placer, antes de que por necesidad sea, el sueño,
o también un hombre leal gusta de mirar a la noche en lo hondo.
Sí, adecuado es consagrarle coronas y canto,
pues sagrada es ella para los que andan errantes y los muertos,
mas perdura ella misma, eterna, en el espíritu más libre.
También debe ella, empero, mientras esta incertidumbre dura
-la de si acaso en las tinieblas para nosotros algo perdurable haya-
concedernos el olvido y la embriaguez sagrada,
concedernos una palabra que fluya y que, como los enamorados,
sin jamás dormirse, rebosante sea su copa y más audaz su vida,
y también con sagrada memoria, para quedarse velando en la noche.
3.
También en vano escondemos el corazón en el pecho, en vano
refrenamos el valor todavía, nosotros, maestros y aprendices,
pues, ¿quién podría impedirlo, y quién querría negarnos la dicha?
Un fuego divino también nos empuja, de día y de noche,
a emprender la marcha. ¡Ven pues! ¡Deja que miremos lo abierto!
¡Deja que busquemos algo propio, por lejano que esté!
Algo sé de fijo: ya sea al mediodía o aún cuando aguardando sea
hasta la medianoche, siempre perdura una medida,
común a todos, mas también a cada uno le está reservado algo propio,
y allí va y viene cada cual, adonde cada uno puede.
Y, ¡por eso!, burlarse de la burla bien puede una alegre locura,
cuando en la noche sagrada repentina a los cantores asalta.
¡Por eso, ven al istmo! Allá, a donde el mar abierto resuena
junto al Parnaso y la nieve las délficas rocas con su resplandor corona,
allá, a la tierra del Olimpo, allá, a lo alto de las cumbres del Citerón,
bajo los pinos, allá, bajo las parras, allá en donde
Tebas abajo y el Ismenos murmura, en la tierra de Cadmos,
allá, de donde viene y adonde su regreso señala el dios venidero.
4.
¡Dichosa Grecia! ¡Tú, casa de los celestiales todos!
Entonces, ¿es cierto, lo que antaño, en nuestra juventud, oímos?
¡Solemne sala festiva! ¡Cuyo suelo es el mar! ¡Y mesas, las montañas,
en verdad para un único uso en remotos tiempos construidas!
Mas, ¿dónde, los tronos? ¿Los templos y las vasijas, dónde?
¿Dónde, de néctar rebosante, para placer de los dioses, el canto?
¿Dónde, dónde lucen ahora las certeras sentencias de largo alcance?
Delfos dormita, y ¿dónde ora resuena el grandioso destino?
¿Dónde para, el urgente? ¿Dónde, lleno de dicha que todo lo llena,
tronando en medio del aire sereno, se mete por los ojos y penetra?
¡Padre Éter! Así exclamaban y así volaba de lengua en lengua
miles de veces, pues nadie con la vida cargaba a solas;
esparcido, ese bien procura dicha y, compartido con extraños,
se convierte en júbilo; crece mientras duerme el poder de la palabra,
¡Padre sereno!, y retumba, tan lejos como puede, el eco del antiquísimo
signo, de los ancestros heredado, acertando y creando, hasta aquí abajo.
Pues así retornan los Celestiales, conmoviendo lo más hondo, así desciende
emergiendo de entre las sombras, y llega en medio de los hombres, su día.
5.
Llegan primero sin ser sentidos, a su encuentro se precipitan
los niños –demasiado clara, demasiado cegadora llega su dicha–
y el hombre intimidado los esquiva, apenas si sabría decir un semidios
quiénes por sus nombres son esos, los que a él con sus dones se aproximan.
Mas el coraje que de ellos emana es grande, el corazón le llenan
con sus dichas y, apenas aprende él a usar ese bien,
ya crea, despilfarra, y casi le acaba pareciendo sagrado lo profano,
cuando con mano que bendice él necia y bondadosamente lo toca.
Hasta el extremo toleran esto los Celestiales; mas, luego, en verdad
vienen ya ellos mismos, y se habitúan los hombres a la dicha
y al día y a contemplar a los Revelados, la faz
de aquellos que hace ya tiempo al Uno y Todo dieran nombre,
que hondo el enmudecido pecho con liberal suficiencia llenan
y son los primeros y únicos que todo deseo colman;
así es el hombre: cuando ahí está el bien, y de él se cuida
con dones hasta un dios, él ni lo ve ni lo conoce.
Antes, soportar debe; mas, ahora, él ya nombra a lo que más ama,
ahora, ahora ya deben brotar para ello palabras como flores.
6.
Y, entonces, piensa en honrar seriamente a los dichosos dioses:
en verdad y sinceramente debe todo proclamar su alabanza.
Nada debe contemplar la luz que no sea del agrado de los más Altos,
pues ante el éter no es correcto que algo ocioso se muestre.
Por eso, para alzarse dignos en presencia de los Celestiales,
en órdenes señoriales se levantan y alinean los pueblos
entre ellos y construyen hermosos templos y ciudades,
que firmes y nobles sobre las riberas se yerguen luego.
Mas ¿dónde están? ¿Dónde florecen las famosas, las coronas de la fiesta?
Tebas se marchita y Atenas; ¿ya no se escucha el fragor de armas
en Olimpia, ni de los dorados carros que competían en los Juegos,
ni ya nunca de coronas se adornan las naves corintias?
¿Por qué callan también ellos, los sagrados y antiguos teatros?
¿Y por qué ya no se alegra la consagrada danza?
¿Por qué ya no señala, como solía, la frente del hombre un dios,
y no imprime su sello, como antaño, sobre el elegido?
O, también, él mismo venía, y tomaba la apariencia de hombre
y consumaba y concluía consolador la celestial fiesta.
7.
Pero, amigo, ¡demasiado tarde llegamos! Viven los dioses sin duda,
mas allá arriba, sobre nuestra cabeza, en otro mundo.
Infinitamente allí actúan y parecen cuidarse muy poco
de si vivimos, tanto así los celestiales nos preservan.
Pues no siempre es capaz un débil recipiente de contenerlos,
sólo a ratos soporta divina plenitud el hombre.
Soñar con ellos es luego toda la vida. Mas el extravío
ayuda, como el dormitar, y fuerte hacen la necesidad y la noche,
hasta que héroes suficientes en la broncínea cuna hayan crecido,
corazones fuertes, como antaño, que a los Celestiales semejantes sean.
Tronando llegan ellos luego. Pero, mientras tanto, a menudo yo pienso:
mejor dormir que estar así, sin compañeros,
seguir así resistiendo, y ¿qué hacer, mientras tanto, y qué decir?
Yo no lo sé, y ¿para qué poetas en tiempos de penuria?
Mas ellos son, tú me dices, como los sagrados sacerdotes del dios del vino,
que iban de país en país peregrinando en la noche sagrada.
8.
En efecto, cuando hace algún tiempo, que a nosotros nos parece muy largo,
a las alturas subieron todos los que volvían dichosa nuestra vida,
cuando el Padre apartó su rostro de los hombres,
y el duelo, con razón, comenzó sobre la tierra,
cuando en último lugar apareció un manso genio, celestialmente
consolador, que el final del día anunció y luego desapareció,
como signo dejó de que una vez aquí estuvo y de que de nuevo
habría de volver, el celestial coro, unos cuantos dones aquí abajo dejó,
de los que humanamente, como antes, pudiéramos alegrarnos,
pues, para una dicha con espíritu, lo más grande se volvió demasiado grande
entre los hombres, y todavía, sí, todavía faltan los fuertes capaces
de las supremas alegrías, mas aún vive alguna gratitud callada.
El pan es el fruto de la tierra, mas está bendecido por la luz,
y del dios del trueno procede la alegría del vino.
Por eso, rememoramos en ellos a los Celestiales, a los que antaño
aquí estuvieron y que a su debido tiempo regresan,
por eso cantan también gravemente los cantores al dios del vino,
y no cual presunción vana le resuena al Antiguo su alabanza.
9.
¡Sí! Con razón dicen que él la noche con el día reconcilia,
que guía al astro celeste eternamente abajo y arriba,
en todo tiempo alegre, como el follaje siempre verde del pino,
al que él ama, y la corona, que él de hiedra ha elegido,
por ser perenne, mientras a la enferma tierra el dios sostiene,
lentamente tronando, y gozo trae en medio de las tinieblas.
Lo que el canto de los antiguos sobre los hijos de dios profetizara,
¡mira!, eso somos nosotros: ¡el fruto de la Hesperia somos!
Prodigioso y exacto en los hombres se ha cumplido,
créalo quien lo haya probado; mas tantas cosas suceden
y nada tiene efecto, pues sin corazón, sombras somos, hasta que
nuestro Padre Éter a todos conozca y a cada cual pertenezca.
Con todos los Celestiales viene como portador de antorcha el Hijo
del Supremo, el Sirio, que en medio de las sombras desciende.
Dichosos sabios lo ven; una sonrisa que de la cautiva
alma brota ahora se alumbra, y a la luz despiertan del letargo sus ojos.
Más dulce ora sueña y duerme en los brazos de la tierra el titán,
y hasta el envidioso, hasta Cerbero mismo, bebe y se adormece.
Brot und Wein
A Heinse
1
Rings um ruhet die Stadt; still wird die erleuctete Gasse,
Und, mit Fackeln geschmückt, rauschen die Wagen hinweg.
Satt gehn heim von Freuden des Tags zu ruhen die Menschen,
Und Gewinn und Verlust wäget ein sinniges Haupt
Wohlzufrieden zu Haus; leer steht von Trauben und Blumen,
Und von Werken der Hand ruht der geschäftige Markt.
Aber das Saitenspiel tönt fern aus Gärten; vielleicht, daß
Dort ein Liebendes spielt oder ein einsamer Mann
Ferner Freunde gedenkt und der Jugendzeit; und die Brunnen,
Immerquillend und frisch rauschen an duftendem Beet.
Still in dämmriger Luft ertönen geläutete Glocken,
Und der Stunden gedenk rufet ein Wächter die Zahl.
Jetzt auch kommet ein Wehn und regt die Gipfel des Hains auf,
Sieh! und das Schattenbild unserer Erde, der Mond
Kommet geheim nun auch; die Schwärmerische, die Nacht kommt,
Voll mit Sternen und wohl wenig bekümmert um uns,
Glänzt die Erstaunende dort, die Fremdlingin unter den Menschen
Über Gebirgeshöhn traurig und prächtig herauf.
2
Wunderbar ist die Gunst der Hocherhabnen und niemand
Weiß von wannen und was einem geschiehet von ihr.
So bewegt sie die Welt und die hoffende Seele der Menschen,
Selbst kein Weiser versteht, was sie bereitet, denn so
Will es der oberste Gott, der sehr dich liebet, und darum
Ist noch lieber, wie sie, dir der besonnene Tag.
Aber zuweilen liebt auch klares Auge den Schatten
Und versuchet zu Lust, eh’ es die Not ist, den Schlaf,
Oder es blickt auch gern ein treuer Mann in die Nacht hin,
Ja, es ziemet sich ihr Kränze zu weihn und Gesang,
Weil den Irrenden sie geheiliget ist und den Toten,
Selber aber besteht, ewig, in freiestem Geist.
Aber sie muß uns auch, daß in der zaudernden Weile,
Daß im Finstern für uns einiges Haltbare sei,
Uns die Vergessenheit und das Heiligtrunkene gönnen,
Gönnen das strömende Wort, das, wie die Liebenden, sei,
Schlummerlos und vollern Pokal und kühneres Leben,
Heilig Gedächtnis auch, wachend zu bleiben bei Nacht.
3
Auch verbergen umsonst das Herz im Busen, umsonst nur
Halten den Mut noch wir, Meister und Knaben, denn wer
Möcht’ es hindern und wer möcht’ uns die Freude verbieten?
Göttliches Feuer auch treibet, bei Tag und bei Nacht,
Aufzubrechen. So komm! daß wir das Offene schauen,
Daß ein Eigenes wir suchen, so weit es auch ist.
Fest bleibt Eins; es sei um Mittag oder es gehe
Bis in die Mitternacht, immer bestehet ein Maß,
Allen gemein, doch jeglichem auch ist eignes beschieden,
Dahin gehet und kommt jeder, wohin er es kann.
Drum! und spotten des Spotts mag gern frohlockender Wahnsinn
Wenn er in heiliger Nacht plötzlich die Sänger ergreift.
Drum an den Isthmos komm! dorthin, wo das offene Meer rauscht
Am Parnaß und der Schnee delphische Felsen umglänzt,
Dort ins Land des Olymps, dort auf die Höhe Cithärons,
Unter die Fichten dort, unter die Trauben, von wo
Thebe drunten und Ismenos rauscht, im Lande des Kadmos,
Dorther kommt und zurück deutet der kommende Gott.
4
Seliges Griechenland! du Haus der Himmlischen alle,
Also ist wahr, was einst wir in der Jugend gehört?
Festlicher Saal! der Boden ist Meer! und Tische die Berge
Wahrlich zu einzigem Brauche vor Alters gebaut!
Aber die Thronen, wo? die Tempel, und wo die Gefäße,
Wo mit Nektar gefüllt, Göttern zu Lust der Gesang?
Wo, wo leuchten sie denn, die fernhintreffenden Sprüche?
Delphi schlummert und wo tönet das große Geschick?
Wo ist das schnelle? wo brichts, allgegenwärtigen Glücks voll
Donnernd aus heiterer Luft über die Augen herein?
Vater Äther! so riefs und flog von Zunge zu Zunge
Tausendfach, es ertrug keiner das Leben allein;
Ausgeteilet erfreut solch Gut und getauschet, mit Fremden,
Wirds ein Jubel, es wächst schlafend des Wortes Gewalt
Vater! heiter! und hallt, so weit es gehet, das uralt
Zeichen, von Eltern geerbt, treffend und schaffend hinab.
Denn so kehren die Himmlischen ein, tiefschütternd gelangt so
Aus den Schatten herab unter die Menschen ihr Tag.
5
Unempfunden kommen sie erst, es streben entgegen
Ihnen die Kinder, zu hell kommet, zu blendend das Glück,
Und es scheut sie der Mensch, kaum weiß zu sagen ein Halbgott
Wer mit Namen sie sind, die mit den Gaben ihm nahn.
Aber der Mut von ihnen ist groß, es füllen das Herz ihm
Ihre Freuden und kaum weiß er zu brauchen das Gut,
Schafft, verschwendet und fast ward ihm Unheiliges heilig,
Das er mit segnender Hand törig und gütig berührt.
Möglichst dulden die Himmlischen dies; dann aber in Wahrheit
Kommen sie selbst und gewohnt werden die Menschen des Glücks
Und des Tags und zu schaun die Offenbaren, das Antlitz
Derer, welche schon längst Eines und Alles genannt
Tief die verschwiegene Brust mit freier Genüge gefüllet,
Und zuerst und allein alles Verlangen beglückt;
So ist der Mensch; wenn da ist das Gut, und es sorget mit Gaben
Selber ein Gott für ihn, kennet und sieht er es nicht
Tragen muß er, zuvor; nun aber nennt er sein Liebstes,
Nun, nun müssen dafür Worte, wie Blumen, entstehn.
6
Und nun denkt er zu ehren in Ernst die seligen Götter,
Wirklich und wahrhaft muß alles verkünden ihr Lob.
Nichts darf schauen das Licht, was nicht den Hohen gefället,
Vor den Äther gebührt müßigversuchendes nicht.
Drum in der Gegenwart der Himmlischen würdig zu stehen,
Richten in herrlichen Ordnungen Völker sich auf
Untereinander und baun die schönen Tempel und Städte
Fest und edel, sie gehn über Gestaden empor –
Aber wo sind sie? wo blühn die Bekannten, die Kronen des Festes?
Thebe welkt und Athen; rauschen die Waffen nicht mehr
In Olympia, nicht die goldnen Wagen des Kampfspiels,
Und bekränzen sich denn nimmer die Schiffe Korinths?
Warum schweigen auch sie, die alten heilgen Theater?
Warum freuet sich denn nicht der geweihete Tanz?
Warum zeichnet, wie sonst, die Stirne des Mannes ein Gott nicht,
Drückt den Stempel, wie sonst, nicht dem Getroffenen auf?
Oder er kam auch selbst und nahm des Menschen Gestalt an
Und vollendet und schloß tröstend das himmlische Fest.
7
Aber Freund! wir kommen zu spät. Zwar leben die Götter
Aber über dem Haupt droben in anderer Welt.
Endlos wirken sie da und scheinens wenig zu achten,
Ob wir leben, so sehr schonen die Himmlischen uns.
Denn nicht immer vermag ein schwaches Gefäß sie zu fassen,
Nur zu Zeiten erträgt göttliche Fülle der Mensch,
Traum von ihnen ist drauf das Leben. Aber das Irrsal
Hilft, wie Schlummer und stark machet die Not und die Nacht,
Bis daß Helden genug in der ehernen Wiege gewachsen,
Herzen an Kraft, wie sonst, ähnlich den Himmlischen sind.
Donnernd kommen sie drauf. Indessen dünket mir öfters
Besser zu schlafen, wie so ohne Genossen zu sein,
So zu harren und was zu tun indes und zu sagen,
Weiß ich nicht und wozu Dichter in dürftiger Zeit?
Aber sie sind, sagst du, wie des Weingotts heilige Priester,
Welche von Lande zu Land zogen in heiliger Nacht.
8
Nämlich, als vor einiger Zeit, uns dünket sie lange,
Aufwärts stiegen sie all, welche das Leben beglückt,
Als der Vater gewandt sein Angesicht von den Menschen,
Und das Trauern mit Recht über der Erde begann,
Als erschienen zuletzt ein stiller Genius, himmlisch
Tröstend, welcher des Tags Ende verkündet’ und schwand,
Ließ zum Zeichen, daß einst er da gewesen und wieder
Käme, der himmlische Chor einige Gaben zurück,
Derer menschlich, wie sonst, wir uns zu freuen vermöchten,
Denn zur Freude mit Geist, wurde das Größre zu groß
Unter den Menschen und noch, noch fehlen die Starken zu höchsten
Freuden, aber es lebt stille noch einiger Dank.
Brot ist der Erde Frucht, doch ists vom Lichte gesegnet,
Und vom donnernden Gott kommet die Freude des Weins.
Darum denken wir auch dabei der Himmlischen, die sonst
Da gewesen und die kehren in richtiger Zeit,
Darum singen sie auch mit Ernst die Sänger den Weingott
Und nicht eitel erdacht tönet dem Alten das Lob.
9
Ja! sie sagen mit Recht, er söhne den Tag mit der Nacht aus
Führe des Himmels Gestirn ewig hinunter, hinauf,
Allzeit froh, wie das Laub der immergrünenden Fichte,
Das er liebt und der Kranz, den er von Efeu gewählt,
Weil er bleibet indes die erkrankte Erde der Gott hält
Langsamdonnernd und Lust unter das Finstere bringt.
Was der Alten Gesang von Kindern Gottes geweissagt,
Siehe! wir sind es, wir; Frucht von Hesperien ists!
Wunderbar und genau ists als an Menschen erfüllet,
Glaube, wer es geprüft! aber so vieles geschieht
Keines wirket, denn wir sind herzlos, Schatten, bis unser
Vater Äther erkannt jeden und allen gehört.
Mit allen Himmlischen kommt als Fackelschwinger des Höchsten
Sohn, der Syrier, unter die Schatten herab.
Selige Weise sehns; ein Lächeln aus der gefangnen
Seele leuchtet, dem Licht tauet ihr Auge noch auf.
Sanfter träumet und schläft in Armen der Erde der Titan,
Selbst der neidische, selbst Cerberus trinket und schläft.
* Esta famosa elegía, que casi se podría considerar como el ‘evangelio’ que anuncia el mensaje de renovación religiosa de Hölderlin (entendiendo lo religioso en el sentido etimológico del término religare –esto es, ‘unir’ a la comunidad–) tiene varias versiones y esbozos. Del poema ya titulado “Pan y Vino” existen dos versiones, ambas borradores en manuscritos del poeta, de las que hemos traducido la primera, ya que contiene algunos de sus versos más emblemáticos.
MNEMÓSINE
(1801/1802)
(fragmentos y versiones diversas)
[Primera estrofa del poema, según la versión de “Mnemósine, esbozo”]
Un signo somos, sin interpretación,
sin dolor somos y casi perdimos
el lenguaje en lo ajeno.
Pues cuando sobre los hombres reina una disputa
en el cielo, y a pasos violentos
caminan los astros, ciega es entonces la lealtad, mas cuando
hacia la tierra se inclina lo excelso, propio se torna
lo vivo y halla al fin una patria
el espíritu.
… y la escritura resuena y
soplan los robles entonces, junto a los
neveros. […]
[Fragmento intercalado del poema, según la versión de “La Ninfa”, título de un primer esbozo del poema]
[…] No todo lo pueden
los celestiales. En efecto, antes alcanzan
los mortales el abismo. Así es lo que ocurre
con estos. Largo es
el tiempo, mas acontece
lo verdadero.
[Poema completo según una tercera y más definitiva versión del poema, titulada “Mnemósine”]
Maduros están, sumergidos en fuego, macerados
los frutos y sobre la tierra a prueba puestos y una ley es
que todo allí entre, igual que las serpientes,
como profeta, soñando sobre
las colinas del cielo. Y, mucho,
como sobre los hombros
un lastre de desequilibrados leños,
hay que sostener. Pero malos
son los senderos. Por eso desbocados,
como caballos, van los cautivos
elementos y las viejas
leyes de la tierra. Y siempre
a lo desenfrenado tiende el anhelo. Mas mucho
hay que sostener. Y es necesidad la lealtad.
Hacia adelante, empero, y hacia atrás, no queremos
mirar. Dejarnos mecer, como
en una canoa a la deriva en el lago.
Bien a mí me parece la figura
de la tierra. El rayo de sol
sobre el suelo lo vemos, y el seco polvo,
y patrias son las sombras de los bosques y florece
en los tejados el humo, junto a la vieja corona
de las torres, en paz; pues buenos son, en efecto,
cuando desde lejos contradiciendo al alma
un Celestial la ha herido, los signos del día.
Pues la nieve, como los lirios de mayo,
llena de nobleza, esté donde esté,
llena de significado, brilla sobre los verdes prados
de los Alpes; allí,
hablando de la cruz que
levantaran una vez en el camino
para los que murieron, va por la alta calzada
un caminante preso de cólera
con los otros; pero ¿qué es esto?
Junto a la higuera se me ha
muerto mi Aquiles,
y Áyax yace
junto a las grutas del mar,
junto a los arroyos vecinos del Escamandro.
De un soplo en las sienes, antaño, siguiendo
la inveterada y constante usanza de Salamina,
en tierras extrañas, grande
ha muerto Áyax.
Patroclo, empero, con el arnés del rey. Y murieron
otros muchos también. Mas junto al Citerón yacía
Eleutera, la ciudad de Mnemósine. A la cual también,
cuando dios el manto se quitó, el crepúsculo luego soltó
sus bucles. A los celestiales en efecto
desagrada cuando alguno, sin preservar su alma,
no es capaz de rehacerse, pero es que ha de hacerlo;
pues pronto será un yerro el duelo.
MNEMÓSINE
[Mnemosyne/Entwurf]
Ein Zeichen sind wir, deutungslos
Schmerzlos sind wir und haben fast
Die Sprache in der Fremde verloren.
Wenn nämlich ein Streit ist über Menschen
Am Himmel, und gewaltigen Schritt
Gestirne gehn, blind ist die Treue dann, wenn aber sich
Zur Erde neiget der Beste, eigen wird dann
Lebendiges, und es findet eine Heimat
Der Geist.
und die Schrift tönt und
Eichbäume wehn dann neben
Den Firnen. […]
[…]
[Mnemosyne/ Die Nymphe]
[…] Nicht vermögen
Die Himmlischen alles. Nämlich es reichen
Die Sterblichen eh’ an den Abgrund. Also wendet es sich
Mit diesen. Lang ist
Die Zeit, es ereignet sich aber
Das Wahre.
[Mnemosyne]
Reif sind, in Feuer getaucht, gekochet
Die Frücht und auf der Erde geprüfet und ein Gesetz ist
Daß alles hineingeht, Schlangen gleich,
Prophetisch, träumend auf
Den Hügeln des Himmels. Und vieles
Wie auf den Schultern eine
Last von Scheitern ist
Zu behalten. Aber bös sind
Die Pfade. Nämlich unrecht,
Wie Rosse, gehn die gefangenen
Element’ und alten
Gesetze der Erd’. Und immer
Ins Ungebundene gehet eine Sehnsucht. Vieles aber ist
Zu behalten. Und Not die Treue.
Vorwärts aber und rückwärts wollen wir
Nicht sehn. Uns wiegen lassen, wie
Auf schwankem Kahne der See.
Wohl ist mir die Gestalt
Der Erd’. Sonnenschein
Am Boden sehen wir und trockenen Staub
Und heimatlich die Schatten der Wälder und es blühet
An Dächern der Rauch, bei alter Krone
Der Türme, friedsam; gut sind nämlich
Hat fernher gegenredend die Seele
Ein Himmlisches verwundet, die Tageszeichen.
Denn Schnee, wie Maienblumen
Das Edelmütige, wo
Es seie bedeutend, glänzet auf der grünen Wiese
Der Alpen, dort
Vom Kreuze redend, das
Gesetzt ist unterwegs einmal
Gestorbenen, geht auf hoher Straß’
Ein Wandersmann zornig mit
Dem andern, aber was ist dies?
Am Feigenbaum ist mein
Achilles mir gestorben,
Und Ajax liegt
An den Grotten der See,
An Bächen benachtbart dem Skamandros.
An Schläfen Sausen einst, nach
Der unbewegten Salamis steter
Gewohnheit, in der Fremd’, ist groß
Ajax gestorben.
Patroklos aber in des Königes Harnisch. Und es starben
Noch andere viel. Am Kithäron aber lag
Elevtherä, der Mnemosyne Stadt. Der auch als
Ablegte den Mantel Gott, das abendliche nachher löste
Die Locken. Himmlische nämlich sind
Unwillig, wenn einer nicht die Seele schonend sich
Zusammengenommen, aber er muß doch; dem
Gleich fehlet die Trauer.
* “Mnemósine” es el último de los grandes himnos de Hölderlin, si bien en estado de simple borrador. Sólo se conservan fragmentos esbozados del poema, con numerosas variantes, no siempre de fácil lectura y con numerosos problemas de reconstrucción; aquí ofrecemos –separadas por líneas de puntos- , además de la tercera y última versión de esbozo del poema, completa, algunas variantes sueltas de estrofas o fragmentos extraídas de esbozos anteriores, que nos parecen especialmente relevantes. Métricamente el poema se presenta en versos libres, aunque con un ritmo perceptible.
Quirón
(1803/1804)
¿Dónde estás, tú que a meditar mueves, tú que siempre has
de echarte a un lado, por tiempos, dónde estás, oh luz?
Cierto, despierto está el corazón, mas, conmigo enojada,
siempre aún me paraliza esa noche asombrosa.
Solía yo antes ir a buscar del bosque las hierbas y acechaba
una tierna presa en la colina; y nunca en vano.
Jamás me engañaron, ni una vez siquiera, tus
pájaros; pues casi demasiado dispuesta tú acudías
-mientras potro o jardín para ti un refresco eran-,
dando para el corazón consejo; ¿dónde estás, luz?
El corazón despierto está de nuevo, mas sin corazón
tira siempre de mi la noche todopoderosa.
Ése era yo, sin duda. Y del crocus y el tomillo
y el trigo dábame la tierra de sus primicias el ramo.
Y bajo el frescor de las estrellas yo aprendía,
mas lo nombrable sólo. Y a mi lado caminaba
-del salvaje campo, el triste, rompiendo el hechizo-
el semidiós, siervo de Zeus, el hombre recto;
ahora solo estoy, en silencio, pasando de una hora
a la siguiente, y formas y visiones
de fresca arcilla y nubes de amor, modela ahora,
pues veneno media entre nosotros, mi pensamiento;
y a lo lejos tiendo el oído, espiando si acaso
un amistoso salvador a mí no acudiría.
Y, luego, a menudo oigo el carro del Tonante,
al mediodía, cuando se acerca, por todos conocido,
cuando la casa a su paso tiembla y el suelo
se purifica y al tormento un eco contesta.
Al salvador oigo en la noche luego, lo oigo
cómo viene matando, al liberador, y allá abajo,
de exuberante hierba llena, como en visiones,
contemplo la tierra: un incendio violento.
Mas mudan los días, y cuando uno entonces
a mirarlos se para, amables o funestos, un dolor es,
cuando uno doble forma tiene, y ni uno
solo existe que lo mejor conozca.
Mas tal es el aguijón del dios; nunca -si no así-
podría uno amar la injusticia divina.
Mas en su casa está entonces el dios entre nosotros,
a la vista está él aquí, y ya otra es la tierra.
¡Oh, día! ¡el día! Por fin respiráis de nuevo, por fin bebéis,
vosotros, sauces de mis arroyos, la luz de los ojos,
y rectas huellas se suceden, y como un soberano,
con espuelas, y en el que es tu lugar
afincado, errante astro del día, tú te apareces,
también tú, oh tierra, pacífica cuna, y tú,
casa de mis padres, esos que sin ley ni orden
entre las nubes de venados se marcharon.
Toma ora una montura, reviste coraza y empuña
a ligera lanza, ¡oh muchacho! La profecía
no quebréis, y no esperéis fútilmente
hasta que al fin aparezca: de Hércules, el regreso.
Chirón
Wo bist du, Nachdenkliches! das immer muß
Zur Seite gehn, zu Zeiten, wo bist du, Licht?
Wohl ist das Herz wach, doch mir zürnt, mich
Hemmt die erstaunende Nacht nun immer.
Sonst nämlich folgt’ ich Kräutern des Walds und lauscht’
Ein weiches Wild am Hügel; und nie umsonst.
Nie täuschten, auch nicht einmal deine
Vögel; denn allzubereit fast kamst du,
So Füllen oder Garten dir labend ward
Ratschlagend, Herzens wegen; wo bist du, Licht?
Das Herz ist wieder wach, doch herzlos
Zieht die gewaltige Nacht mich immer.
Ich war’s wohl. Und von Krokus und Thymian
Und Korn gab mir die Erde den ersten Strauß.
Und bei der Sterne Kühle lernt’ ich,
Aber das Nennbare nur. Und bei mir
Das wilde Feld entzaubernd, das traur’ge, zog
Der Halbgott, Zeus Knecht, ein, der gerade Mann;
Nun sitz’ ich still allein, von einer
Stunde zur anderen, und Gestalten
Aus frischer Erd’ und Wolken der Liebe schafft,
Weil Gift ist zwischen uns, mein Gedanke nun;
Und ferne lausch’ ich hin, ob nicht ein
Freundlicher Retter vielleicht mir komme.
Dann hör’ ich oft den Wagen des Donnerers
Am Mittag, wenn er naht, der bekannteste,
Wenn ihm das Haus bebt und der Boden
Reiniget sich, und die Qual Echo wird.
Den Retter hör’ ich dann in der Nacht, ich hör’
Ihn tötend, den Befreier, und drunten voll
Von üpp’gem Kraut, als in Gesichten,
Schau ich die Erd’, ein gewaltig Feuer;
Die Tage aber wechseln, wenn einer dann
Zusiehet denen, lieblich und bös’, ein Schmerz,
Wenn einer zweigestalt ist, und es
Kennet kein einziger nicht das Beste;
Das aber ist der Stachel des Gottes; nie
Kann einer lieben göttliches Unrecht sonst.
Einheimisch aber ist der Gott dann
Angesichts da, und die Erd ist anders.
Tag! Tag! Nun wieder atmet ihr recht; nun trinkt,
Ihr meiner Bäche Weiden! ein Augenlicht,
Und rechte Stapfen gehn, und als ein
Herrscher, mit Sporen, und bei dir selber
Örtlich, Irrstern des Tages, erscheinest du,
Du auch, o Erde, friedliche Wieg’, und du,
Haus meiner Väter, die unstädtisch
Sind, in den Wolken des Wilds, gegangen.
Nimm nun ein Roß, und harnische dich und nimm
Den leichten Speer, o Knabe! Die Wahrsagung
Zerreißt nicht, und umsonst nicht wartet,
Bis sie erscheinet, Herakles Rückkehr.
* Es uno de los titulados “Cantos Nocturnos” por Hölderlin, poemas compuestos en distintos momentos. Si actualmente los consideramos como pequeñas joyas, los lectores del tiempo se mofaron de lo oscuro e incomprensible de estas piezas que parecen describir la noche sin dioses en que está sumido todavía el tiempo de Hölderlin y el propio poeta, acorralado en su soledad en un tiempo entre el ‘ya no’ y el ‘todavía no’: la noche que sucede a la desaparición de Grecia y en la que todavía no ve llegar la nueva era. Quirón, el centauro que sufre de la ceguera, es el alter ego del poeta que sufre en la ‘noche de los dioses’.
Mitad de la vida
(1803/1804)
Llenas de amarillas peras
y de rosas silvestres
penden sobre el lago las laderas;
vosotros, cisnes gentiles,
ebrios de besos
en las sobrias aguas sagradas
sumergís vuestras cabezas.
¡Ay de mí! ¿De dónde sacaré
cuando llegue el invierno, las flores,
de dónde la luz del sol,
y qué sombra de la tierra?
Los muros se elevan
mudos y fríos, al viento
chirrían las veletas.
Hälfte des Lebens
Mit gelben Birnen hänget
Und voll mit wilden Rosen
Das Land in den See,
Ihr holden Schwäne,
Und trunken von Küssen
Tunkt ihr das Haupt
Ins heilignüchterne Wasser.
Weh mir, wo nehm ich, wenn
Es Winter ist, die Blumen, und wo
Den Sonnenschein,Und Schatten der Erde?
Die Mauern stehn
Sprachlos und kalt, im Winde
Klirren die Fahnen.
* Como el anterior poema, “Mitad de la vida” también forma parte del conjunto de los “Cantos Nocturnos”. Cuando la presente oda se lamenta del frío y desolador ‘invierno’, además de la edad ya madura del propio poeta en sentido biográfico, también se está aludiendo al ‘invierno’ histórico de su época.
Memoria
(1803/1804)
Sopla el Nordeste,
para mi el más amado de los vientos,
pues promete espíritu de fuego
y viaje propicio a los navegantes.
Ve pues ahora y saluda
al hermoso Garona
y a los jardines de Burdeos.
Allá, donde por la escarpada vega
desciende el sendero y a la corriente
cae profundo el arroyo, pero desde arriba
todo lo contempla una noble pareja
de roble y álamo plateado.
Todavía lo recuerdo bien y cómo
sus anchas copas inclina
el bosque de olmos sobre el molino
mientras en el patio se alza una higuera.
Los días de fiesta allá mismo
se encaminan las morenas mujeres
sobre suelo de seda
en el tiempo de marzo
cuando son iguales la noche y el día
y sobre lentos senderos,
preñados de sueños dorados,
pasan aires arrulladores.
Pero, ahora, que alguien
me alcance, rebosante de luz oscura
la copa aromática,
para que al fin yo pueda descansar, pues dulce
sería el sueño bajo las sombras.
No es bueno
estar sin alma,
privado de pensamientos mortales. En cambio, bueno es
el diálogo y decir
lo que opina el corazón y oír contar muchas cosas
de los días del amor
y las hazañas ya acontecidas.
Pero ¿dónde están los amigos? ¿Dónde Belarmino
y el compañero? Algunos
sienten temor de ir a la fuente;
pues después de todo la riqueza comienza
en el mar. Ellos,
como pintores, reúnen toda
la belleza de la tierra y no desdeñan
la guerra alada ni
vivir solitarios, año tras año, bajo
el desnudo mástil, donde no atraviesan la noche
ni el brillo de festejos de la ciudad,
ni el tañer de cuerdas o las danzas locales.
Mas, ahora, a las Indias
han partido los hombres,
desde allá, desde la cumbre batida de aire
en las colinas de viñas, desde donde
baja el Dordoña y al juntarse
con el magnífico Garona con anchura de mar
desemboca la corriente. En verdad, el mar
quita y da memoria,
y el amor también fija aplicadamente los ojos.
Mas lo que permanece lo fundan los poetas.
Andenken
Der Nordost wehet,
Der liebste unter den Winden
Mir, weil er feurigen Geist
Und gute Fahrt verheißet den Schiffern.
Geh aber nun und grüße
Die schöne Garonne,
Und die Gärten von Bourdeaux
Dort, wo am scharfen Ufer
Hingehet der Steg und in den Strom
Tief fällt der Bach, darüber aber
Hinschauet ein edel Paar
Von Eichen und Silberpappeln;
Noch denket das mir wohl und wie
Die breiten Gipfel neiget
Der Ulmwald, über die Mühl’,
Im Hofe aber wächset ein Feigenbaum.
An Feiertagen gehn
Die braunen Frauen daselbst
Auf seidnen Boden,
Zur Märzenzeit,
Wenn gleich ist Nacht und Tag,
Und über langsamen Stegen,
Von goldenen Träumen schwer,
Einwiegende Lüfte ziehen.
Es reiche aber,
Des dunkeln Lichtes voll,
Mir einer den duftenden Becher,
Damit ich ruhen möge; denn süß
Wär’ unter Schatten der Schlummer.
Nicht ist es gut,
Seellos von sterblichen
Gedanken zu sein. Doch gut
Ist ein Gespräch und zu sagen
Des Herzens Meinung, zu hören viel
Von Tagen der Lieb’,
Und Taten, welche geschehen.
Wo aber sind die Freunde? Bellarmin
Mit dem Gefährten? Mancher
Trägt Scheue, an die Quelle zu gehn;
Es beginnet nämlich der Reichtum
Im Meere. Sie,
Wie Maler, bringen zusammen
Das Schöne der Erd’ und verschmähn
Den geflügelten Krieg nicht, und
Zu wohnen einsam, jahrlang, unter
Dem entlaubten Mast, wo nicht die Nacht durchglänzen
Die Feiertage der Stadt,
Und Saitenspiel und eingeborener Tanz nicht.
Nun aber sind zu Indiern
Die Männer gegangen,
Dort an der luftigen Spitz’
An Traubenbergen, wo herab
Die Dordogne kommt,
Und zusammen mit der prächt’gen
Garonne meerbreit
Ausgehet der Strom. Es nehmet aber
Und gibt Gedächtnis die See,
Und die Lieb’ auch heftet fleißig die Augen.
Was bleibet aber, stiften die Dichter.
* Poema compuesto probablemente en torno a 1803/1804 y publicado en el «Almanaque de las Musas del año 1808”. Es uno de los poemas más emblemáticos de Hölderlin sobre el valor de la poesía y la misión de los poetas, aunque se basa en recuerdos y lugares reales de la estancia de Hölderlin en Burdeos en 1802, en especial la colina desde donde se divisa el estuario que forman al unirse los ríos Dordoña y el Garona.
Todos los poemas de esta entrega de la nube habitada han sido extraídos del libro: Friedrich Hölderlin, Poesía esencial.
Edición, traducción, prólogo y comentarios de Helena Cortés Gabaudan. La Oficina, 2017. Edición bilingüe.
«La poesía de Hölderlin, cuya etapa tardía algunos tildaron de evidente muestra de perturbación mental, hoy se considera uno de los casos más singulares de genialidad poética y filosófica. Enigmáticos, a veces incompletos o incluso incongruentes, sus poemas son al mismo tiempo un deslumbrante testimonio de un moderno e infinito ‘work in progress’, de un eterno palimpsesto de un único ‘poema’ de tono profético que trata de expresar la tragedia de la humanidad que ha perdido la comunicación con la belleza y lo divino. Este volumen reúne lo esencial de Hölderlin siguiendo dos principios: representar todos los temas relevantes de la poética de Hölderlin y componer una edición de lectura que, mediante el comentario a cada poema, haga accesible en lengua española la voz alemana más original y afín a la sensibilidad contemporánea».
Más información: https://www.laoficinaediciones.com/libros/poesia-esencial/
Retrato de Friedrich Hölderlin, por Franz Karl Hiemer, c. 1792.
Colección Marbach am Neckar, Schiller National Museum.
Friedrich Hölderlin (Lauffen am Neckar, Alemania, 1770 – Tubinga, id., 1843) fue uno de los más importantes poetas alemanes.
Al morir su padre, administrador del seminario protestante de Lauffen, cuando él tenía dos años, su madre casó en segundas nupcias con Johann Christoph Gock, consejero municipal de Nürtingen, donde Hölderlin se crió junto con su hermana y su hermanastro. En 1784 ingresó en un colegio preparatorio para el seminario, en Denkendorf, y en 1788 entró como becario en el seminario de Tubinga, donde a partir de 1791 trabó amistad con Hegel y Friedrich Schelling. Muy influido por Platón y por la mitología y cultura helénicas, se apartaría sensiblemente de la fe protestante. En 1793 salió del seminario provisto de la licencia que le permitía ejercer el ministerio evangélico, pero decidió no dedicarse a su carrera, sino emplearse como preceptor.
Friedrich Schiller le proporcionó una plaza para ocuparse del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen, aunque pronto abandonó su puesto, dada la limitada influencia que ejercía sobre su alumno, y se instaló en Jena, uno de los principales centros intelectuales del país. Asistió a clases impartidas por Johann Gottlieb Fichte, y Schiller le publicó un fragmento del Hiperión en su revista Thalia. Falto de recursos, volvió a Nürtingen en 1795, antes de ser introducido en casa del banquero Gontard, en Frankfurt, siempre como preceptor. Susette, la esposa de Gontard, mujer al parecer de gran belleza y sensibilidad, habría de convertirse en su gran amor; tanto en sus poemas como en el Hiperión se referiría a ella con el nombre de «Diotima». Su amor fue correspondido, y el poeta describió su relación en una carta como «una eterna, feliz y sagrada amistad».
A pesar de su trabajo y de los viajes que debió efectuar con la familia Gontard a causa de la guerra, fue una época de intensa actividad literaria, y en 1799 finalizó su novela epistolar Hiperión. En septiembre de 1798 tuvo que abandonar la casa de los Gontard, después de vivir una penosa escena con el marido de Susette. Se entrevistó varias veces en secreto con ella, hasta que se trasladó a Homburg por consejo de su amigo Isaak von Sinclair. Emprendió entonces su tragedia La muerte de Empédocles e intentó lanzar una revista intelectual y literaria, que fracasó. En 1800 fue invitado a Stuttgart, donde tuvo tiempo para dedicarse a la poesía y traducir a Píndaro, que ejercería una gran influencia sobre sus himnos. A finales del año aceptó otro puesto como preceptor en Hauptwil, Suiza; se ignora por qué razones abandonó su trabajo, en abril de 1801, y volvió con su madre, a Nütingen. Hasta enero de 1802, cuando obtuvo un cargo en casa del cónsul de Hamburgo en Burdeos, trabajó ininterrumpidamente en su obra poética.
Al aparecer los primeros síntomas de su enfermedad mental, abandonó una vez más su puesto en abril. Sinclair le comunicó por carta la muerte de Susette Gontard, el 22 de junio de 1803, en Frankfurt. Tras un período de gran violencia, su trastorno mental pareció remitir. Sinclair lo llevó de viaje a Ratisbona y Ulm y, a la vuelta, escribió El único y Patmos, dos de sus obras maestras. Por influencia de su amigo obtuvo la plaza de bibliotecario de la corte, en el palacio del landgrave de Homburg. Como sus crisis mentales se hacían cada vez más frecuentes, en 1806 fue internado en una clínica de Tubinga, sin que se produjera mejoría en su estado. Un ebanista de la misma ciudad, entusiasmado por la lectura del Hiperión, lo acogió en su casa en 1807. Allí permaneció hasta su muerte, en unas condiciones de locura pacífica que se prolongaron durante treinta y seis años.
La obra de Hölderlin tiene en su eje central el intento de hallar el sentido y esencia de la lírica en los momentos históricos convulsos que le tocó vivir. Los juveniles Himnos (1793), en los que canta a la belleza, la libertad y el genio de la adolescencia, sufren aún la influencia de Schiller y ensalzan los «ideales de la humanidad». Las Elegías (1793), sobre todo «Grecia» y El destino», son ya un lamento por lo desaparecido e incluyen una propuesta fundamental en Hölderlin: el impulso hacia un nuevo helenismo. Hiperión (1797-1799) es un texto a mitad de camino entre la novela epistolar y la llamada «de iniciación», que comparte también las características confesionales de un diario íntimo y anticipa múltiples aspectos de la sensibilidad romántica.
A partir de 1797 el poeta escribió los fragmentos de Empédocles, su única incursión en la dramaturgia, que debía ser una tragedia clásica que trabajó en múltiples versiones. Su protagonista encarna para él al poeta y visionario en quien se refleja la armonía inherente a la unicidad total, y la serenidad que acompaña a la maduración para la muerte. Las Poesías (1799) aparecieron mayoritariamente en el Musenalmanach de Schiller y en el Taschenbuch für Frauenzimmer von Bildung, y son formalmente clásicas y hasta deliberadamente arcaicas en ocasiones. Las colecciones conocidas como Lírica tardía contienen los poemas escritos entre 1801 y 1808, y se publicaron en vida del autor.
Los poemarios editados por Ludwig Uhland y Christoph Theodor Schwab en 1826 (y también, póstumamente, las Obras completas publicadas por Schwab en 1846) incluyen algunos de los inquietantes textos escritos durante la apacible demencia del autor, que él gustaba atribuir a un alter ego al que llamaba Scardanelli. A finales del siglo XIX la obra del poeta alemán fue recuperada y ensalzada por los simbolistas, a través de los cuales ha venido ejerciendo un influencia creciente en las letras europeas.
Fuente: Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Friedrich Hölderlin». En «Biografías y Vidas». La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona, España, 2004. Disponible en: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/holderlin.htm
Helena Cortés Gabaudan (Salamanca, 1962) es profesora titular de la universidad de Vigo y germanista especializada en la época clásico-romántica.
Durante diez años dirigió centros del Instituto Cervantes en Alemania. Ha realizado numerosas ediciones de estudio de textos clásicos alemanes (Heidegger, Goethe, Hölderlin, Rilke, Fontane, los Hermanos Grimm, etc.).
Entre sus monografías se cuentan: Claves para una lectura de Hiperión, Ediciones Hiperión, 1996; El señor del fuego: mitos y símbolos del herrero germánico, Miraguano 2004; La vida en verso. Biografía poética de Friedrich Hölderlin, Ediciones Hiperión, 2014. Goethe. Vivir para ser inmortal, Arpa, 2023. Desde Octubre de 2018 es miembro numerario de la Academia de la Lengua y la Literatura alemanas. En 2020 se le concedió la Medalla de Oro de la Sociedad Internacional Goethe en Alemania. En 2021 obtuvo el Premio Nacional de Traducción de España por el Diván de Oriente y Occidente de Goethe.