no logro leer en el silencio de la casa, demasiada paz | necesito un espacio tranquilo y en movimiento y de palabras y de olores, puertas | los mejores lugares son las cafeterías y pedir jedną kawaę (espresso, everywhere) a las cinco | solo que hay una exigencia, los sonidos no pueden tener ningún significado, ninguno, si no la letra impresa desaparece y las voces vuelven a mi cabeza como cuando estuve loco y estaba loco de niño (a los ocho añitos, aunque mis padres dirían que a los siete y mi hermana a los seis; un beso a todos) | es decir, lo que quiero decir, lo digo y que sea lo que Dios quiera o pueda: es que leer en países donde se habla el español me es imposible y pierdo el norte y la lectura me engaña con otras lecturas y nada entiendo ya, porque escucho: porque la cabeza se me llena de cosas que caen del suelo, salen, vienen veloces como las vías de los trenes hacia el garaje | quizás por eso viva desde hace ocho años (otros dijeron que siete o seis, aunque yo no estoy de acuerdo) fuera del español y de España, para no escuchar, para centrarme, poder hacerlo, y quizás así algún día lograr escribir algo que dure, alargue, que llegue un poquito más lejos y perseverar, dentro de la existencia, no se quede en esto, como todo, como siempre, como la tristeza, como la fuerza, es débil, es la paciencia, sin más, nada
de pasillos y corredores.