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Mientras tantoMatías Escalera: "Estamos, desde hace tiempo, ya en el futuro"

Matías Escalera: «Estamos, desde hace tiempo, ya en el futuro»

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

 

©Demian Ortiz

 

Matías Escalera Cordero (Madrid. España. 1956) es un escritor vinculado a modelos de pensamiento materialistas y críticos; también es poeta y su obra se adscribe a la corriente denominada “Poesía de la conciencia crítica”. Trata de construir en su obra, de una manera nada dogmática y estilísticamente rigurosa, nuevos relatos materialistas que integren las estrategias narrativas de nuestra contemporaneidad, con una amplia libertad formal, buscando siempre iluminar las zonas oscuras de nuestro presente.

Un sollozo del fin del mundo es su último libro, tras Un mar invisible (2009) y El tiempo cifrado (2014): un relato que explora la ficción especulativa, con una intención prospectiva.  Matías Escalera sitúa la acción de esta novela en 2056, proyectando un mundo que se parece mucho al nuestro; que es, de hecho, una ampliación de la compleja red de dilemas, dificultades e incógnitas de nuestro tiempo. Un mundo que podemos reconocer fácilmente, en el que todas nuestras preocupaciones presentes han hallado ya finalmente la consecuencia de unos actos que, en la actualidad, apenas se están dibujando, que comenzamos ya a bosquejar y que en Un sollozo del fin del mundo hallan su plena conclusión. Así, Matías Escalera nos pone al frente las consecuencias de nuestras actuaciones presentes, para que entendamos que, de no corregirlas, es ese el mundo que nos espera.

Conversamos con el autor via email.

 

 

*****

 

  1. Cuéntanos sobre tu certeza de que la mejor forma de dar cuenta de nuestro presente es a través de la ciencia ficción realista.

No es que sea la mejor, ni tampoco la única; pero, sin duda, es una muy eficaz estrategia narrativa en coyunturas históricas de crisis y transformaciones tan profundas, como las que estamos viviendo. No en vano las utopías y las distopías surgen, si te fijas, en esos momentos, al final del Imperio, San Agustín, al inicio de la modernidad, Tomás Moro o Campanella, en el siglo veinte, Huxley y Orwell, por ejemplo. Tanto unas, como otras, en realidad, lo que están haciendo son propuestas de lectura de sus respectivos presentes liminares, en coyunturas tremendamente cambiantes, vividas con anhelo y ansiedad, como nos ocurre a nosotros hoy.

 

  1. Un sollozo del fin del mundo es tu tercera novela, háblanos del lugar que ocupa en tu obra y cómo significa una evolución lógica de tu narrativa.

Así es, es la tercera y continúa una cierta lógica dentro de mi proyecto novelístico inicial, novelar el tiempo histórico presente, la España y el mundo en el que he vivido y vivo, un proyecto, como se sabe, de raíces cervantinas y galdosianas, plena y conscientemente asumido. La primera, El tiempo cifrado, novela la denominada Transición democrática, esto es, el advenimiento del capitalismo liberal a nuestra zarandeada piel de toro, que se decía en la escuela franquista. Un mar invisible, uno de los proyectos escriturales más ambiciosos que emprendí, a finales del pasado siglo, novela la España de la burbuja, esto es, la del completo triunfo del capitalismo salvaje más depredador, que estalla con la crisis. La colección de relatos Historias de este mundo, que salió a la calle unos días antes del estallido del 15M, parecen, como en alguna reseña de entonces se dijo, los relatos que anticipan y responden a ese magma social que supusieron aquellos estallidos, tanto en España, como en todo el mundo occidental, motivados por la crisis financiera del sistema. Y esta novela, Un sollozo del fin del mundo, proyectada al mundo de 2056, en realidad, lo que está novelando son justo estos días, los que estamos viviendo y viremos en los próximos, pero muy próximos, años.

 

 

 

  1. Un sollozo del fin del mundo es una obra total, que pretende dar cuenta de un mundo al completo (y comprender sus complejidades), cuéntanos cómo hiciste para abordar tamaña empresa.

Sí, es verdad, Un sollozo del fin del mundo, es una empresa parecida a la de Un mar invisible, de largo aliento, que se dice. Como aquella segunda novela (aunque fue, la primera en aparecer, por esos misterios que tiene, a veces, el tempus de las publicaciones), esta ha sido el fruto de varios años de trabajo. Un año y medio, aproximadamente, de investigación, de lecturas de informes y artículos especializados sobre proyecciones geopolíticas, ambientales, climáticas, tecnológicas y científicas, sociales, culturales, etc., pues quería darle la mayor verosimilitud y el mayor realismo posible a esta proyección narrativa del futuro inmediato que se plantea en ella; y, luego, vinieron otros tres años, más o menos, de decantación y de trabajo escritural, de resolución de los retos narrativos y estructurales que se me presentaban a la hora de levantar este fresco completo de nuestro mundo en 2056. Mis amigos y amigas escritoras me preguntan, a veces, cómo es que me meto en estos berenjenales y yo les contesto, porque soy yo quien me marco los tiempos y la profundidad de los proyectos, no dependo, nunca he dependido de nadie, nadie me ha marcado esos tiempos; por eso mismo, decidí no tener carreara literaria, en su momento, cuando se debe tener, porque creí que esa carrera iría contra mi propósito escritural, que necesitaba reposo, silencio y libertad absoluta. Solo empecé a publicar literatura (la parte técnica o filológica no la cuento, eso era otra cosa), cuando ya tenía dos novelas y un poemario, y lo esencial de la colección de relatos escritas. Fue mi llorado amigo, César de Vicente Hernando, quien conocía perfectamente mi obra, pues había sido mi archilector a lo largo de esos doce años de silencioso trabajo, el que me indicó, hacia el 2005, preocupado por mi desinterés, que ya había llegado la hora de publicar: él, que había sido testigo de mi renuncia voluntaria a la carrera literaria, en 1992, cuando retiré de encima de la mesa, en el acto mismo de la firma de lo que hubiera sido mi primer contrato, delante de un conocido editor de la época, la primera versión de mi primera novela –que había leído, por cierto, Torrente Ballester, poco antes de su muerte–; fue él quien me exigió casi que comenzase a publicar, lo que hice, con su ayuda y la de otro excelente compañero y enorme intelectual y poeta, Antonio Orihuela. En resumidas cuentas, que ha sido esa renuncia, esa falta de estrés por la publicación, junto con mi completa libertad a la hora de emprender la escritura de cada obra, justo la que yo creía que debía escribir en ese momento: fuera una novela, un poemario, una colección de relatos o una obra de teatro, lo que explica la naturaleza de esta novela, este intento de levantar ante el lector esta especie de gran mosaico o de enorme fresco de nuestro futuro próximo.

 

  1. Igual que en el resto de tu obra, pero más en este caso, hay una voluntad ensayística además de narrativa. Cuéntanos la forma de hibridación que hallaste para este cometido y de qué forma conseguiste integrar en la obra ambas voluntades.

Como he dicho alguna vez, desde el principio, mi intención, a pesar de no tener nada claro el título, era subtitular a esta obra “novela/ensayo del futuro inmediato”. De hecho, en mi escritura hay, sin duda, una deriva dialógica y argumentativa muy claras: quizás por mi formación, quizás por el interés que despertó, de siempre, la novela documento y el arte documento, en general. Considero que un relato con base documental y argumentativa gana un enorme poder verosimilizador, incluso en los que lo fantástico y lo inusual juegan un papel preponderante, léase Don Quijote, sin ir más lejos. El problema es que esta estrategia implica un concienzudo trabajo de investigación, por una parte, y de urdimbre, por otra: cómo integrar el documento en el desarrollo de la historia, o como diría un puntilloso especialista, cómo convertir el documento en constituyente diegético; por lo que la mayoría de los novelistas la rehúyen, prefieren el camino más fácil y dócil de lo que llaman imaginación y fantasía, aunque normalmente lo que, a menudo, encierran esa imaginación y esa fantasía, es pereza, pues hasta la imaginación y la fantasía tienen que sujetarse a una lógica interna, y, en el caso, de la novela moderna hay que documentarla, esto es, justificarla y verosimilizarla, para que no resulten vacíos trampantojos. Lo he repetido, más de una vez: si, al menos, hubieran leído a Cervantes los que dicen que lo han leído, otro gallo nos cantaría.

 

  1. Háblanos un poco de las dos tramas que sostienen el argumento del libro, que van sucediendo en planos paralelos hasta que confluyen.

Sí, desde un punto de vista puramente narrativo, en efecto, hay dos tramas que transcurren en paralelo, hasta que, como dices, confluyen, en un momento dado: la de Viktor Klein, que comienza siendo Viktoria Klein (pues es justamente dentro de la Academia de la Nueva Europol, cuando decide cambiar de sexo), comisario de élite al que se le encomienda una misión que le permite transitar libremente por todas las zonas en las que está distribuido y dividido el territorio en el hemisferio occidental; y, por otra parte, está la trama que se desarrolla en torno del ingeniero Saul Bochum, participante en una misión privada de una supuesta terrificación de Marte, pero que, en realidad, esconde lo de siempre la explotación de los recursos lunares. Sin embargo, hay una tercera, muy importante, la que se desarrolla en torno a la obra intelectual y a los papeles de su abuela agonizante, Rebeca Heinz, una vieja profesora universitaria, y, también, del recuerdo de su abuelo muerto, un habitante de nuestro mundo presente, ya por entonces desaparecido y olvidado.

 

  1. La obra está ambientada en 2056, ¿por qué en esta fecha en concreto? Cuéntanos también cómo es ese mundo de 2056

El espacio/tiempo narrativo es 2056, porque es el año en el que yo cumpliría cien años, podría haber sido 2055 o 2060; lo realmente importante era que fuese un espacio/tiempo de nuestro futuro inmediato, con el que se pudiera establecer una secuencia casusa/efecto verosímil y creíble, pues mi intención, desde el principio mismo de la ideación de esta novela, era hacer una obra de ciencia ficción realista, esto es, en la que cada elemento que la constituyera fuera tratado de una forma estrictamente verosímil; y, si llevaba más allá el espacio/tiempo de la narración, esto no sería posible y lo fantástico lo dominaría todo inevitablemente; por eso, es una proyección de nuestro mundo presente a treinta años vista, más o menos, para que la secuencia novelada causa/efecto de nuestros actos y decisiones, tomadas en este espacio/tiempo real, resulte lo más verosímil posible.

 

  1. Un tema importante en el libro son las catástrofes y las revoluciones y cómo nunca acaban siendo cómo nosotros pensamos.

La realidad nunca es como la hemos pensado y soñado, sino como la hemos preparado con nuestros actos; una vez, escribí que los actos nos definen… Y así es, es lo que hacemos lo que construye el mundo, tanto el personal, como el colectivo, no lo que decimos, ni lo que afirmamos creer o pretendemos soñar. Estoy harto de los vanos idealismo mentirosos y escapistas, sean laicos o religiosos. Los actos nos definen, por eso, debemos atender a nuestra conducta individual y colectiva, como sociedad y como especie; basta ya de coartadas humanistas, vacías de todo contenido real, infructuosas y mentirosas.

 

 

©Demian Ortiz

 

  1. Un corolario de lo antedicho y que se expresa en la novela es que en la historia solo ocurre lo que puede ocurrir, ¿estarías de acuerdo con esa afirmación?

Por supuesto, y el futuro que nos espera es el único que habrá podido ser, a partir de las decisiones que hayamos tomado, como individuos, como sociedades y como especie. De hecho, ya estamos en el futuro; esto es el futuro, estamos, desde hace tiempo, ya en el futuro.

 

  1. En Un sollozo del fin del mundo ha desaparecido prácticamente la palabra escrita. Háblanos sobre esto y sus consecuencias.

La escritura, desde hace milenios, es portadora de pensamientos que se consideran, por alguna razón, necesarios y que, por lo tanto, deben ser preservados y transmitidos de generación en generación, ya sea por decisión e interés de los amos o por la necesidad de liberación y comprensión del mundo que los circunda de los hombres libres, primero, y de los proletarios, a partir del siglo XIX; es decir, la escritura, desde el principio, es un fenómeno colectivo y comunitario con vocación de universalidad, algo que está concebido para ir más allá del estricto núcleo familiar y del clan. El capitalismo, una vez que los hombres libres y el proletariado accedieron a la escritura y esta se democratizó, convirtiéndose en herramienta del pensamiento crítico y reflexivo, decretó su fin práctico y efectivo, sustituyéndola por este torrente imparable de imágenes que nos domina y nos aísla de nosotros, pero también, paradójicamente, del mundo, convertido ya en un carrusel de estúpidos selfies o de estilizadas y vacías representaciones del mismo. Es por lo que, hoy, la escritura, es una herramienta realmente necesaria, de la que no podemos desprendernos, si deseamos mantener el control de nosotros mismos y queremos comprender realmente el mundo en el que vivimos, pues todo acabará para nosotros, como descubre Saul Bochum, en la novela, en cuanto la perdamos, la escritura, y dejemos la iniciativa de representar el mundo, definitivamente, a nuestros enemigos de clase, mediante el omnipresente carrusel de imágenes con el que nos asedian.

 

  1. El recuerdo es muy importante en esta obra. Háblanos de tu visión de la memoria y como se vehicula en esta novela.

Justamente, la memoria es el otro pilar sobre el que se sustentan los sujetos libres, la reflexión crítica, que facilita la escritura, y la memoria; por eso, nos quieren ágrafos y desmemoriados. Por eso, en la novela, Saul Bochum es un personaje que busca la conexión con la memoria colectiva y comunitaria que explica la sucesión de casusas y efectos que han llevado a este su mundo de 2056 y que lo han hecho a él mismo tal como es, dentro de ese mundo; y, por eso, Rebeca Heinz, su abuela, con sus papeles, hace todo lo posible para que la alcance y la obtenga. Solo hay que mirar a nuestro alrededor para ver cuáles son los estragos de la desmemoria colectiva y personal.

 

  1. “Una vida que merezca la pena ser vivida” es el leit motiv no solo de esta obra sino del resto de tu obra. Me gustaría que nos contaras un poco más sobre esto.

Este ha sido el lema que me ha guiado desde mi adolescencia, la intuición de que solo tenemos una oportunidad y no podemos desperdiciarla en estupideces, en que hay que ir al meollo de la vida y de lo vivo, sin distracciones y sin excusas; y, para ello, supe, desde muy temprano, que debía deshacerme del miedo y mantenerme libre e independiente en todo, junto a mis iguales: contra viento y marea, contra la gran costumbre y contra los hábitos sociales que nos llevan al sometimiento y al desolador vacío del redil; eso me llevó a enfrentarme a una dictadura, la franquista, y al ejército de esa dictadura; también a las consignas de acción y pensamiento único de las organizaciones de izquierda en las que milité (primero, contra esa dictadura y, luego, contra el sistema capitalista en el que pululamos como gusanos); más tarde, contra las estúpidas consignas postmodernas del “ya no hay relato verdadero, todos los relatos valen y equivalen”, contra este otro pensamiento único de pijos despistados metidos a intelectuales rompedores, aún más peligroso que el otro pensamiento único, y que nos han llevado a donde estamos, a este mundo en el que la opinión prevalece sobre el dato objetivo y la mentira y la verdad son lo mismo, en el que los únicos realmente empoderados son los ignorantes, los brutos y los nuevos fascistas, amparados en este “todo equivale y todo es opinable”, en el que da igual un pésimo texto literario producto de los picorcillos existenciales o amorosos de un aficionado o aficionada (pero que disponen de muchos followers en las redes o del suficiente capital relacional heredado de sus papás), que un texto fruto del trabajo concienzudo y de la experiencia profunda del mundo de una persona madura y perita en la escritura. Sí, “una vida que merezca la pena ser vivida”, ese lema también me guio cuando rechacé la carrera literaria a cambio de la escritura: si solo tengo esta vida y en esta vida no escribo como creo que debo escribir, ¿cuándo lo voy a hacer? ¿Si no vivo libre e intensamente esta vida, ocupado en tonterías como el éxito, el reconocimiento, el dinero o las posesiones, o sujeto al qué dirán…? ¿Cuándo voy a vivir de verdad, las oportunidades de amar y ser amado, la amistad, el compañerismo, la lucha por lo justo y lo verdadero junto a los míos y el odio de clase contra nuestros amos, el gozo de la libertad de decisión sobre tu propia vida y tu pensamiento…? ¿Tú sabes lo bien que te sienta decir lo que realmente piensas, a pesar del coste que tenga el hacerlo…? A veces, me han preguntado, es verdad, por el coste de liberarte del miedo y ser independiente, y claro que, al romper todas las ataduras que nos ligan psicológica y materialmente al sistema, lo más duro es el momento previo a la decisión de liberarte de ellas, pero, cuando, finalmente, te deshaces del miedo, es tan gozoso todo y se está tan tranquilo del otro lado, entonces solo queda lo esencial ante ti, la vida en toda su esplendorosa paradoja de felicidad y sufrimiento; y esto sucede incluso en una celda, lo sé por experiencia; y supongo que sucede hasta frente a un pelotón de fusilamiento: si no, no se comprende la tranquilidad con la que hombres y mujeres como mi abuelo se enfrentaban a la muerte en las cunetas y en los muros de los campos de tiro y de los cementerios, o cómo escribían esas maravillosas últimas palabras a sus esposas, maridos e hijos, qué asombrosa calma hay en ellas, ¿verdad? Así que, mira qué tonterías, ¿me reconocen o no me reconocen mi trabajo?, qué más da… Si no me publican aquí, ya me publicarán allá, que no me quieren en esta librería, pues ya me querrán en otra (seguramente de compañeros y compañeras mucho más interesantes y amables, como realmente luego pasa), que no me invitan acá, pues ya me invitaran allá; que no me leen miles y miles de lectores, los mil que me leen, de momento, valen por millones, porque son justo los lectores que he buscado, en los que pensaba y a los que me dirigía cuando escribía. “Una vida que merezca la pena ser vivida”, sí, y esto también como especie; algo que no hemos sabido hacer tampoco, tal como Viktor Klein, Rebeca Heinz, su marido, el loco de la Ópera de París, y Saul Bochum, el nieto de ambos, o sabían ya, o intuyen o sufren y comprueban, a lo largo de esta historia de nuestro presente/futuro inmediato.

 

©Demian Ortiz

 

  1. En Un sollozo del fin del mundo hay una voluntad por colonizar Marte. ¿Cómo ves esta idea de la que se ha venido hablando en los últimos días de que los superricos están destrozando el mundo al tiempo que buscan planes para huir a otros territorios extraterrestres?

Vaya estupidez fantasiosa e imposible con la que nos marean y pretenden engañarnos, fíjate en esas películas estúpidas como Interestellar, sin ir más lejos. Una ciencia ficción fantástica y escapista, en el pleno sentido de la palabra, justo de la que quería huir, al escribir Un sollozo del fin del mundo… Dios mío, pero cómo podemos destrozar este nuestro maravilloso planeta, único quizás en el universo, un milagro del cosmos, asombrosamente diverso y bello, nuestro hogar, para fantasear con la posibilidad de que, tras arrasarlo y destrozarlo, unos pocos se vayan a unas cuevas en el erial marciano, en nombre de la Humanidad, de qué puñetera Humanidad están hablando, mientras explotan y asesinan a los verdaderos seres humanos que habitan el planeta que están depredando… ¿A qué van a ir, los gilipollas…? ¿A hacer más aún los gilipollas…? No me explico cómo, cuando lo dicen y lo plantean en público, nadie se atreve a darles dos hostias bien dadas. Tenían que decirlo delante de mí esos mendas horteras y asesinos, esos Bezos y Elon Musk, triunfadores de pacotilla, seres resentidos que no viven realmente, sino que simulan vivir con sus millones y sus asesinatos a cuesta, mientras fantasean con su poder omnímodo… ¡Mecagüenlá!… Como decíamos en el barrio… Dios, si los pillase en un callejón oscuro a esos estúpidos mamones… Perdona, pero me ha salido la vena de Usera y Carabanchel, donde me crie.

 

  1. Se afirma en Un sollozo del fin del mundo que se ha vuelto al medioevo en 2056. Me gustaría preguntarte sobre esto.

No en 2056, ya estamos en una Nueva Edad Media, la postmodernidad lo es, pero no porque yo lo diga, esto está ya muy estudiado desde los años ochenta del pasado siglo. Si te fijas, todas las características de nuestro mundo, de este capitalismo terminal, son estrictamente medievales: la fragmentación y feudalización de los poderes y de los territorios, la desaparición del trabajo, tal como se constituyó en la modernidad, y su sustitución, de nuevo, por la servidumbre precaria y la esclavitud, la rígida y piramidal estamentación social, en la que el dinamismo interno propio de la modernidad ha desaparecido; la dominancia del pensamiento mágico, frente a la razón (solo hay que ver la tele, a los Iker Jiménez, los Motos y las Anarosas, y demás morralla; o seguir los discursos políticos, las conversaciones en el bar o en las mesas familiares, rodeados de cuñados, para saber a qué nos referimos), o ese milenarismo subyacente a las conductas sociales negacionistas o enloquecidamente hedonistas. Llevamos ya unas décadas en una Nueva Edad Media, lo que sucede es que la inmensa mayoría no la reconoce, porque no ve señores en corazas ni castillos; no saben identificar las nuevas corazas y los nuevos castillos.

 

  1. Tras leer esta novela se le queda a uno una cierta sensación de melancolía…

Es inevitable, vivimos tiempos melancólicos, de despedida de un mundo que acaba; como sucedió en los siglos XIV y XV, en nuestro siglo de oro, el siglo XVII, y, especialmente, desde el Romanticismo histórico. En los tiempos liminares, domina la melancolía, el sentido de la pérdida irremediable.

 

  1. Como menciona Alberto García-Teresa en el prólogo del libro, en Un sollozo del fin del mundo se pone en acción la dialéctica marxista. ¿De qué forma crees que ayuda o puede ayudar la literatura a la acción política?

Como afirmaba uno de los grandes novelistas marxistas del siglo XX, Peter Weiss, autor de un auténtico monumento del arte de la narrativa contemporánea, como son las tres partes de La estética de la resistencia; nosotros, con nuestras obras, no podemos modificar ni un ápice los procesos históricos en marcha, quien lo crea se llevará más de un chasco; tales procesos solo se modifican con la acción material y positiva, social y política, de los colectivos, de los estamentos y de las clases en liza. Pero lo que sí podemos hacer nosotros, los escritores y los poetas, es, decía Weiss, anticipar ideas, dar testimonio de esos procesos y del sufrimiento infligido a nuestros iguales y, sobre todo, «acompañar el dolor de nuestros compañeros y de nuestras compañeras», que es lo que yo trato de hacer, en la medida de mis fuerzas. Así que nada más que añadir.

 

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