Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Acordeón¿Qué hacer?Guerra precedente

Guerra precedente

Últimamente, la palabra compuesta “sin precedentes” parece haberse colado en la mayoría de los titulares de periódico: “un ataque sin precedentes”, “una ofensiva sin precedentes”, “una incursión sin precedentes”, “una escalada sin precedentes”… En las noticias, la palabra es como una mosca que se hubiese puesto de acuerdo con otras moscas para aterrizar en diarios nacionales e internaciones y quedarse allí enganchada, zumbando sin precedentes. Pero de aquello que no ha ocurrido no puede haber precedentes y, en buena lógica, todo instante en el mundo no tiene precedentes, pues son únicos. Ahora bien, desde el prisma del perezoso o atareado periodista, resulta comprensible que, al no poder hacer rápidas y razonables analogías con eventos pasados, se apoye en la formación azarosa de la realidad, lo obvio, para describir el ataque a Israel como una consecuencia ciega de la naturaleza, sin precedentes.

Lo cierto es que se podría haber dicho inaudito, por sorpresa, inesperado, nunca visto…, pero sin precedentes otorga a la frase un no sé qué de juicio absoluto e inapelable que siempre viene bien para atraer a lectores incautos. El problema ocurre cuando los medios empiezan a copiarse unos a otros –cosa harto habitual hoy en día, donde hasta permitimos que la máquina nos copie a nosotros y luego le aplaudimos por copiarnos mejor que nadie– como pescadilla que se muerde la cola, y a repetir, a una voz –y ad nauseam, la misma coletilla sin precedentes, afirmando que al ataque de Hamás no le había precedido nunca otro ataque de esas características.

Pero entonces sin precedentes es también el “cerco total” a Gaza, sin precedentes es llamar a tus vecinos animales humanos (¡pobres animales!), sin precedentes es decir que los palestinos no saben gobernarse mientras se les pisa el cuello, sin precedentes es querer dejarles sin agua y comida, como perros o niños que se han portado mal. Sin precedentes es que se iluminen los edificios de las instituciones europeas con la bandera de Israel, y no haya precedentes de haber hecho otro tanto con la bandera palestina. Tampoco tiene precedentes que un estado fundado con la idea de equilibrar la historia ahora sea un partido de características nazi. Sin precedentes es la frivolidad con la que se vive el lujo occidental a unos metros de la mayor cárcel del mundo. Sin precedentes es la hipocresía de las élites de los Estados Unidos y Europa. Sin precedentes es el intento de correr un tupido velo sobre una historia de opresión sin precedentes, de muros sin precedentes, drones sin precedentes, reconocimiento facial sin precedentes, acumulación de big data sin precedentes, vigilancia armada sin precedentes… ¿O de eso sí hay precedentes? Desde luego, los hay del apartheid, y los hay de minorías que viven en condiciones de pobreza sin precedentes. En ese sentido, la ofensiva sin precedentes está llena de precedentes, como los muertos tienen muertos precedentes, los tanques tienen tanques precedentes, y los asesinos tienen asesinos precedentes.

Entonces, ¿de qué no hay precedentes? O, mejor dicho: ¿qué debería preceder para que sucediera una solución amorosa al conflicto? A mi juicio, debería preceder una escucha sincera del otro, un respeto sincero de la humanidad del otro, un deseo de ayudar y hacer prosperar al otro, en definitiva, una voluntad de ayudar al otro sin precedentes. Si precediera a las armas una mirada de afecto, y a las bombas unas manos abiertas en son de paz, no me cabe duda de que al gesto le sucedería algo sin precedentes, esto es, un milagro (y del que desconfían quienes, por otro lado, se las dan de devotos en sumo grado). Pero entre el preceder y el suceder hay un vacío de sentido, un vacío que, como todo, no tiene precedentes, pero precede al mundo, es decir, lo eleva.

Más del autor