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Mientras tantoNo más odio

No más odio


Fotografía pexels.

El odio aplasta la razón, destrozando los valores humanos y su dignidad. Las guerras se acentúan de una forma cruenta, donde las víctimas civiles y los niños masacrados y asesinados, se convierten en medallas por el valor del genocidio.

Bajo los escombros de un continuo bombardeo, ojos inocentes cierran sus párpados y el grito del dolor viaja al universo de la incomprensión. Callan en el silencio y mueren sin comprender que han hecho para sufrir y morir de esa forma.

Humo, fuego, misiles que llevan la muerte en su estela, son los emblemas de la diplomacia y la bandera que sostienen las solapas de los gobiernos, marionetas en un mundo sin amor.

Lloran las estrellas que miran a la Tierra y ven como la sangre brota en cada poro de su piel, en cada suspiro ahogado, en cada llanto amordazado donde se hunde la verdad y triunfa la mentira y la ambición.

El Homo sapiens se ha convertido en auténtico depredador de la vida, de sí mismo, en el exterminio de su propia extinción.

Si, también llora la nada, lo que no existe, lo que no habla, donde las palabras se convierten en pétalos caídos de una marchita flor.

Las guerras se alimentan del silencio cómplice, del amargo sabor, del poder incontrolado, de la savia  que florece con el odio marcado, de versos rotos a cañonazos, de lágrimas de la intolerancia sin voz.

Sólo queda la esperanza que brilla en corazones agotados, escondida bajo el frágil perfil de de un soñador.

Fotografía: Pexels – Tobias Bjorkli

Te veo

pero no te siento.

Te busco

pero no te encuentro.

Te espero

en mi corazón dentro.

Pero no llegas

a nuestro encuentro.

 

Callas en el tormento

de vidas que se van

sin aliento,

sin fuerzas para culpar

lo que yo siento.

 

Amarga son las voces

que se lleva el viento

tras ese camino

de dolor incierto.

 

No vienes, te vas,

huyes del lamento,

de la muerte aterradora

que destroza los cimientos.

 

Sólo veo luces

que suben al firmamento,

estelas sin vida

de niños que se van

buscando una sonrisa

sin tormento,

esperando que le lean

un cuento,

o tal vez un beso

que haga mover sentimientos

en los siniestros

y oscuros pensamientos.

 

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