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Mientras tantoRecordando al poeta Gabino-Alejandro Carriedo

Recordando al poeta Gabino-Alejandro Carriedo


Este año se cumplen los cien años del nacimiento del poeta Gabino-Alejandro Carriedo, un poeta que, notorio en el tiempo en que estaba vivo, hoy está desgraciadamente olvidado. La Fundación Jorge Guillén, de Valladolid, que guarda el legado de Carriedo, hace justicia y celebra ese redondo aniversario en Palencia, ciudad que le vio nacer, en un congreso de dos jornadas titulado Integridad y vanguardia, iniciado precisamente el 12 de diciembre próximo, fecha justa del centenario. Tendrán lugar dos mesas redondas y cuatro conferencias, teniendo yo el honor, como estudioso y biógrafo del personaje, de impartir una de ellas. Con 57 años,  Carriedo fallece repentinamente el 6 de septiembre de 1981 en San Sebastián de los Reyes (Madrid), donde residía. Era domingo y al atardecer, el poeta, solo en su dúplex, se encuentra mal, realiza una angustiosa llamada telefónica y momentos después cae fulminado en el vestíbulo de su vivienda, llave en mano, intentando salir. Causa del óbito: infarto de miocardio fulminante. Al parecer, en su caída había hecho tambalear una bastonera, y cuando le hallaron muerto su pequeña colección de bastones estaba desparramada sobre su cuerpo.

Entonces disfrutaba de un buen momento de reconocimiento por su obra y rehabilitación de su figura literaria. Un año antes de fallecer había aparecido en la editorial Hiperión una jugosa antología que, con el atractivo título Nuevo compuesto descompuesto viejo, seleccionaba su poesía -seleccionada por él mismo- desde 1948 a 1979. Entrega generosamente prologada por su entrañable amigo Antonio Martínez Sarrión, discípulo de Carriedo, poeta «novísimo». Las grandes rotativas informan inmediatamente sobre el suceso, y en esos días se pueden leer varias necrológicas, como la de Fanny Rubio en El País, Carlos de la Rica en Ya, Salvador Jiménez en ABC, Fernando Sánchez-Dragó en Diario 16, etc. Casi un mes después, destaca la publicación del hermoso artículo «De Manrique a Carriedo», que uno de sus más íntimos amigos, Santiago Amón, escribió para la prestigiosa tercera página del diario ABC, donde subraya que “manriqueño y vallejiano fue G.A. Carriedo; que si emparentó con Manrique en paisanaje y reflexión sobre la muerte en vida, no poco afín fue a Vallejo en la desenvoltura del lenguaje coloquial.”

Gabino-Alejandro Carriedo se adaptó, con cabal acomodo, manteniendo, eso sí, una irrenunciable concepción propia del lenguaje poético, a las etapas más significativas que la poesía española iba desarrollando durante el periodo franquista, que más o menos coincide con su carrera literaria. Como todo creador, Carriedo tiene una prehistoria artística, unos inicios balbucientes donde aún no están establecidas las constantes asentadas posteriormente, y en los que se exhiben las influencias derivadas de las primeras lecturas, siendo muy llamativo el influjo que en sus primeras composiciones opera el modernismo. En 1946, publica en su ciudad natal su primer libro: Poema de la condenación de Castilla, que ya se puede considerar decisivo en su producción, asumiendo las directrices de cierta poesía de Unamuno, como asimismo las del movimiento tremendista, a la vez que se orienta por los postulados sociológicos del regeneracionismo castellano de Julio Senador. Veamos el fragmento “Mensaje” de este libro:

Me inicio en tu dolor en esta noche
preñada de delirios y silencios.
Te encuentro traspasada en ese río
que pasa por debajo de nosotros.
Adivino el secreto de tu sombra,
de tus meditaciones solitarias,
y palpo tu ansiedad, bebo la sangre
de tus desentrañadas amarguras.

No me digas que no, que yo estoy lejos
de ti, que yo no puedo comprenderte,
que yo no puedo trasladar tu llanto,
-ese llanto que nadie ha sorprendido-
hasta el exhausto mar de mis pupilas.
Que yo te sé, tan sólo torturada
por el eterno infierno de tu vida,
y quiero hacerte mía en el delirio
de esta noche preñada de silencios.

En la lectura que Víctor García de la Concha hace de este primer libro, aprecia el crítico el contraste de perspectiva vertical / horizontal en el tratamiento perceptivo de Castilla expresado por Carriedo, afirmando que «la verticalidad, símbolo de la vida, ha cedido a la horizontalidad de la muerte». Aquí ya el verbo carriediano es pleno de ajustado ritmo, de elección léxica, del dominio del arte de combinar los vocablos que resulta la clave de poetizar bien.

En 1947 se traslada a Madrid, en la que permanecerá durante el resto de sus días y donde, al llegar a la capital, se unirá de inmediato al grupo del Postismo. Desde Palencia ya había contactado con Carlos Edmundo de Ory a través de una nutrida correspondencia, y al conocerse ambos Carriedo se adhiere a la estética postista, conviviendo con el núcleo fundador de esa vanguardia. A partir de aquí, esta nueva enseñanza va a ser para Carriedo un «factor de permanente operatividad», un seguro timón que le guiaría durante su entusiasta singladura en las turbulentas aguas de la poesía social. Al sumarse a la aventura postista, Carriedo desvía su escritura poética en varias orientaciones, principalmente tres:

1) barroquismo renovado y adaptado en los moldes preferidos por el Postismo (romances y sonetos): «No urdas palabras Genoveva y dime / por qué el amor triunfó en escorrentía / primaveral cantando de alegría / por qué treme mi voz y tiembla tu hymen.»

2) Atisbo de realismo social, que Carriedo después suscribirá con tanta intensidad: «En las casas que habitamos / con su duende y su portera, / con sus gatos trapisondas / y su alcoba de Alcobendas, / todos nacen dando voces, / todos mueren dando pena.»

3) Lenguaje postista en plenitud, explosivo, en un discurso sincopado y musical, alógico, doblegado fervorosamente al elemento fónico que prime en el carácter del poema: «Trajo fríjoles el hijo, / rijas trajo, trajo tojos, / trajo, trajo, trajo, trajo / un trajín como un repollo.»

Al agotarse la actividad del movimiento postista y al comenzar la década de los 50, Gabino-Alejandro Carriedo y Ángel Crespo  -aunque no fundadores sí miembros de pleno derecho en la nómina del Postismo y partícipes de los «aquelarres»- orientan las perdurables enseñanzas del mismo en la instauración de una tendencia por ellos llamada realismo mágico, que compromete a otros poetas y hace simpatizar a muchos más. El realismo mágico entonces impulsa un haz considerable de tribunas, como es el caso de las revistas El Pájaro de Paja, Deucalión y Doña Endrina, las más importantes, y algunas otras. El realismo mágico, aun conservando, como enseña heredada del Postismo, un estilo esteticista, afectivo, no se sostiene en un irracionalismo verbal sustentado en el dislocamiento de las categorías, como ocurría en el discurso postista, aunque incurra en imagen alógica. El poema del realismo mágico presenta un esquema gramatical verosímil sobre cualquier mensaje subyacente, como muestra este verso paradigmático de Ángel Crespo: «El olor de las vacas es un gato». Esta tendencia poética se adhirió también al compromiso civil y ético al que obligaba el depauperado entorno social español, a «años luz» de las ya recuperadas democracias europeas, mas no doblegándose a la canónica comunicación y a lo popular como entelequia, desechando lo que esté por debajo del arte y su inconfundible impronta y siguiendo apostando fuertemente por el poder imaginativo. Va transcurriendo la década y los poetas españoles — menos los sempiternamente anquilosados— se aúnan en este compromiso, y lo hacen ostentando el marbete del realismo crítico. Dos trechos del poema “El niño muerto”, del libro El mal, el menos (1952):

Por ejemplo, naturalmente, murió el niño:
se fue, pobrecito, al cielo a jugar con los caballitos del cielo.
La madre, claro, no se consolaba,
andaba de cabeza su marido con los papeles
y la vecina decía lástima de criatura,
por ejemplo.

[…]

Por ejemplo, por ejemplo,
pronto se pasó la pena,
y la madre se pintaba asiduamente,
y en seguida volvía al ginecólogo análogo
para hablar, por ejemplo, de otro niño posible,
y el padre mientras tanto a ganarlo en la oficina
y a decir la vecina poco bien que estará,
por ejemplo, señores, el angelito en el cielo.

Notamos claros distintivos del realismo mágico (tendencia del acaparador movimiento realista pero claramente no panfletaria) salpicando estas dos estrofas del poema: la abundancia de expresiones coloquiales: “por ejemplo”, “pobrecito”, “lástima de criatura”, “poco bien”, “señores”, “angelito”, así como el uso de figuras fónicas, tal el dicho aliterativo “ginecólogo análogo”.

Poetas de unas y otras tendencias se aglutinan, en un momento dado, en las páginas de la revista Poesía de España (1960-1963, 9 números), que Carriedo y Crespo fundan, costeándola de sus propios bolsillos, y que abandera ese realismo crítico que ya no tiene vuelta de hoja. Con estos suculentos pliegos, que no sólo exhiben la poesía patria, peninsular en sus lenguas, sino que también incorporan traducciones, los promotores intentan superar, que no invalidar, los planteamientos artísticos de aquel realismo mágico que diez años antes había prendido en una buena parte de la poesía española; se empeñaron en que el poema siguiera conservando sus ingredientes artísticos, autónomos, formales, y que no fuera un mero vehículo comunicativo y funcional del mensaje de protesta que con firmeza se quería expandir. Veamos un fragmento de “Parte de guerra para la paz”, del libro Política agraria, publicado en 1963. No se explica cómo Censura dejó pasar los versos de este poema:

También la aviación
pasando en vuelo raso
fumigó los viñedos, naranjos y olivares
de Valencia, de Cuenca y de Jaén.
Los señores, dejando sus pertrechos,
huyen en dirección de la frontera.

Y en el mar, finalmente, la Marina
de gloria se cubrió cuando en las redes
la plata viva suma toneladas
de sardina y bocarte,
hundiendo, al paso, en aguas de Mallorca
dos yates de recreo
con orquesta y con zánganas.

Gabino-Alejandro Carriedo retratado por José María Iglesias

Tras el periodo proceloso de la poesía social y su arrebatadora enseña del realismo crítico, Carriedo publica en 1966 un libro de la etapa del realismo mágico, el magnífico bestiario Los animales vivos, que a su vez concuerda con las tendencias experimentales que, con aplomo, van surgiendo en España. Contribuye con Ángel Crespo, una vez más, en la difusión de las modernas tendencias surgidas en Brasil a través de la Revista de Cultura Brasileña, que Crespo dirigía. Este afán se acrecienta en los contenidos de Los lados del cubo (1973), libro que exhibe el gran influjo de la poesía objetiva, concreta, progresivamente acumulativa y antirretórica del brasileño Cabral de Meló:

Cuando la línea nace
apenas es un punto
que a este mundo viniera
con vocación de mundo.

Con vocación de mundo,
quiero decir: de vida.
Gestándose en sí mismo,
el punto se hace línea.

En 1965 funda la revista El Inmueble que, comprada por el grupo Huarte, pasa a llamarse Nueva Forma, donde se mantiene como director, publicación que estaba orientada al mundo de la arquitectura, el diseño y las artes plásticas. Este acercamiento le es muy útil para crear poemas como piezas constructivistas. En la última fase de su poesía, Carriedo adopta un tono elegíaco, un sentimentalismo formalmente depurado, a veces minimalista. Alguna de sus últimas composiciones parece mostrar el presentimiento del repentino y prematuro final de sus días:

No sé, pero a veces pienso
contemplando el crepúsculo y su nube
que una voz del más allá me llama.

A veces medito que alguien musita
plegarias a mi oído, mas después
ocurre que todo sueño ha sido.

 

Nota bene.- Este texto se basa, en buena medida, en un más amplio artículo, “El papel de Gabino-Alejandro Carriedo en el controvertido panorama de la poesía española del Medio Siglo (En el 25 aniversario de su muerte)”, que publiqué en la revista de Jerez de la Frontera, perteneciente a la Fundación Caballero Bonald, Campo de Agramante, en el otoño de 2006. Actualmente dicho artículo está en la edición, digital, de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

 

 

 

 

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