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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 48 / 2023

De mi Diario : Semana 48 / 2023


Rodenkirchen, 26.11.

Llegó primero Montse trayéndome todo el papelerío para tratar con el seguro de asistencia médica (nunca podré pagarles a ella y Frank el trabajo que han hecho para poner en orden ese papelerío). Luego vino Chico y salimos a comer en el Steep´s, donde le entregué a Anna el ejemplar de Sommer in Torremolinos que le compré para que aprenda lo que era, antes incluso de que hubiese nacido, esa Costa del Sol donde suele pasar sus vacaciones, en primavera: se alegró mucho pero no pudimos charlar acerca del libro porque hoy estaba el Steep’s a tope, ya lo haremos en un día más tranquilo. Por cierto que una de las mesas cercanas a la nuestra era multitudinaria, hubo que juntar tres mesas para acoger a toda una familia, y les comenté a los míos que me recordaba uno de los mejores cuentos de Böll, el titulado “No sólo en Navidad”. Diny encargó su guslash con costra, Chico un lomo de Sajonia con papa asada (que acá la hacen riquísima) y Montse y yo salchichas al curry con pommes frites. Los tres tomaron un espresso antes de ponerse en marcha camino de Stokkum.

Regresaron de Stokkum poco antes de las 9 pm y contaron que hubo bastante desconcierto en la organización del encuentro, pues no se trataba de la reunión anual de las hermanas, como creíamos acá, sino de una de todos los adultos de la familia, con lo que resultó que sólo faltamos Harry, el de Miny, por incapacidad física, y yo. Miny, la madrina de Chico, lo reconoció a pesar de su demencia. De quien Chico me dio malas noticias es de Jan, parece haber envejecido mucho. Y también estaba Willy, con quien me hubiera gustado reencontrarme. En fin, la incomunicación es la más destacable característica de los tiempos que vivimos. (Soy consciente de que acabo de escribir un lugar común)

Un lector llamado Gabriel dejó este comentario al pie de mi columna en EE: «Enzensberger estuvo en Medellín en 1999, en el Festival Internacional de Poesía, sobre el cual escribió un artículo en la revista suiza Du, del que copio este párrafo: “Tal vez sea preciso viajar hasta el otro confín de la Tierra para salirse de esa atmósfera de insensibilidad que reina en nuestro ámbito cultural, y para convencerse de que unos cuantos versos –¡quién lo hubiera imaginado!– pueden todavía hoy, insuflar espíritu a toda una ciudad, como en los tiempos homéricos”». Este párrafo que cita el lector de mi columna es típico del arte en que Enzensberger convirtió el acto de observar lo ajeno. He conocido  pocas personas tan empáticas como él. Y una lectora llamada Constanza (¿si será “nuestra” Constanza?) deja otro comentario bastante apodíctico en la intención: «Poetas, lo que se llama poetas solo hay 4 en la poesía del siglo XX para acá. Ninguno es español. Son: Borges, Neruda, Vallejo y Darío. Eso dicen los que saben de eso. Yo apenas soy policía». Le he replicado tuteándola como si fuese “nuestra” Constanza: «La primera mitad del siglo XX la llena, él solo, uno de los más grandes poetas del idioma: se llamaba Juan Ramón Jiménez. A Darío, Vallejo y Borges yo les añadiría Octavio Paz. La verborragia de Neruda te la regalo envuelta en papel de celofán y con un moñito. «Lo digo y no me corro» (© by Vallejo)».

Rodenkirchen, 27.11.

Lluvia. El día entero metido en lluvia. Diny decidió no acompañarme al Bistro Verde para almorzar con T, que me había escrito este fin de semana diciéndome que el lunes podíamos hacerlo juntos. Llego un par de minutos antes que él y pienso en nuestra linda amistad, nacida casi por casualidad. Cuando llega, pide como yo los Rösti con salmón ahumado y ensalada (Petra le añadirá la mía), y hablamos sobre todo del problema que tiene planteado con su ex, a la que me parece que sigue queriendo, y ella vive en Colonia y se encontraron este fin de semana. Según es mi costumbre, no le aconsejo nada porque como bien decía mi abuela Remedios, «más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena», pero creo que se da cuenta de que interiorizo este problema suyo. Ojalá lo solucione, porque es una persona tan querible que se hace difícil pensar que viva sin tener a su lado alguien que le ame. O bien yo soy un romántico incurable. Por cierto, que leyó mi columna sobre Enzensberger y pensó que el libro de que hablo en ella, el Museum der moderne Poesie, podrìa ser un buen regalo de Navidad para su ex. Le digo que por debajo de 100 € no conseguirá un ejemplar que valga la pena, porque no se ha reimpreso, y además la edición de bolsillo creo acordarme de que no incluye las traducciones a los respectivos idiomas.

Una noticia publicada hoy en HuelvaRed, que me envía Vicente con regularidad de reloj suizo, me suscita una avalancha de recuerdos. Y es que en el programa de actividades de la semana está la puesta en escena por un grupo de aficionados paisanos de Usted tiene ojos de mujer fatal, de Jardiel Poncela. Nosotros, que éramos todos fans de Jardiel, nunca hubiéramos podido ni siquiera de lejos soñar con subir a un escenario esa obra. No tendríamos a quien interpretase a Elena, la protagonista. Me da curiosidad saber quién la interpretará, cuando han cambiado tanto las cosas que nadie le tomará a mal que asuma el papel femenino principal en la versión al teatro de Pero¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, la tercera de las novelas del propio Jardiel. ¡Cuánto daría por estar mañana en ese Gran Teatro que guarda tantos recuerdos míos, viendo Usted tiene ojos de mujer fatal! Allí pusimos en escena Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, donde Vicente interpretaba el papel protagonista, el de Joe Keller, y Tony Ruiz el de Chris, de los demás no me acuerdo. Lo siento.

En la misma noticia descubro que la recaudación por la representación de la obra de Jardiel se entregará a la Asociación de Esclerosis Múltiple Onubense, y a mi entender no hay ninguna variante específicamente onubense de la esclerosis múltiple, enfermedad insidiosa que casi le cuesta la vida a dos amigas muy queridas. Con lo anterior quiero decir que, a mi juicio, lo correcto sería que la institución se llame Asociación Onubense de Esclerosis Múltiple. ¿O no?

Rodenkirchen, 28.11., a un año de la desgracia que nos cambió la vida

Anoche descubrí una peli gringa que desconocía, You Belong to Me [Me perteneces], con Barbara Stanwyck y Henri Fonda, y cuyo guion lo podría firmar el Calderón de El mayor monstruo los celos y Celos hasta del aire. Debe tratarse de una copia superpirateada porque la pasan sin créditos ni al principio ni al final. En cualquier caso, me encantó ver de nuevo a mi actriz preferida de los viejos tiempos de Huelva y me abrió las ganas de volverla a ver en una comedia como esta, y también con Henri Fonda, esa maravilla que es Las tres noches de Eva, de nadie menos que Preston Sturges. Pero asimismo en otras dos muestras de su paleta interpretativa: el clásico Double Indemnity [Perdición], de nadie menos que Billy Wilder, y Wrong Number [Voces de muerte], suspense puro y duro a cargo de Anatole Litvak. Su primera peli que vi fue Perdición, en un cine de verano en Huelva, allá por 1950, yo tendría unos diez, once años y me enamoré de ella perdidamente. Ver Me perteneces me la ha devuelto.

Feliz reencuentro en La Modicana con Claudia y Javier, quien esta vez va a quedarse acá hasta fines de enero, así es que lo veremos más de una vez. Para mí el almuerzo modicano de hoy ha sido poco menos que una lección de Historia, porque Javier me preguntó hacia la mitad de la comida que qué pensaba de las elecciones, mejor dicho, del resultado de las elecciones en su país y le contesté lo que ya dejé por escrito en estas páginas en su momento. Javier se hizo dueño de la palabra y nos explicó paso por paso la degradación de Argentina en manos del peronismo, con un verbo y un lujo de detalles como no he visto hasta ahora en mis charlas con argentinos, desde las que manteníamos con Osvaldo Bayer. Luego hicimos un recuento divertido de nuestros respectivos servicios militares y Javier recuperó gracias al relato de mi única imaginaria, esta palabra que en el lenguaje militar argentino significa lo mismo que en España. Y me hizo recordar que tuve que explicársela a Monika un par de meses antes de su muerte, cuando me pidió –vía Diny– que fuese a visitarla llevando conmigo mi ejemplar de La ciudad y los perros, no la había leído y no quería morirse sin saber cómo sonaba esa primera prosa de Vargas Llosa. Lo curioso es que tuve que pedirle prestado su ejemplar a Petra porque yo mismo no tenía uno, había leído ese libro en la biblioteca de los Salsamendi, en los meses que viví con ellos hasta que conseguí alquilar un piso y me traje a Diny, Rebeca y Chico a Colonia.Tan rico en charla el almuerzo que sólo recuerdo mis espaguetis con gambas y salmón, la lasaña de Claudia y la monumental ensalada de Ulli.

Hoy se cumple un año desde ese 28.11.2022 en el que nos ocurrió la desgracia que nos cambió la vida de la noche a la mañana, literalmente de la noche a la mañana. He estado leyendo las hojas manuscritas donde dejé testimonio de los días aquellos y no he podido atreverme a transcribirlas para tapar ese hueco de diciembre del año pasado en este Diario. Siento que todavía estoy en shock, no logro desterrar la idea de que el Destino se ha ensañado conmigo por una causa determinada, pero la idea es tan absurda que yo mismo me reí al pensarla. Y sin embargo, no consigo desterrarla. Diny (le pregunté esta mañana) recuerda que el 28.11., hace un año, fue «el día del fuego», lo llama ella. Dios bendiga la santa inocencia. Sea lo que fuere, algún día, dada la degradación síquica y física de Diny, algún día hubiésemos terminado por tener que vivir en algo asì como este Maternus en el que vivimos ¡desde el 6 de diciembre!, todo un récord en materia de damnificados como nosotros, que a veces tardan meses en encontrar un piso nuevo. Gracias a la presteza de Montse y Frank, nosotros lo conseguimos en tan sólo ocho días. Sonrío amargamente al decirme que a fin de cuentas hasta puede y hasta debe decirse que fuimos afortunados. Y sí, lo hemos sido y hubiésemos tenido que venir a vivir acá de todos modos, pero lo que me duele es el cómo lo tuvimos que hacer y esos valores no materiales de los que debimos desprendernos. Los materiales la verdad de la milanesa es que me importan un bledo, como le dice Rhett Butler a Scarlett O’Hara al final de Lo que el viento se llevó.

Rodenkirchen, 29.11.

Descubro en lo que era Twitter un documental corto que es una maravilla, ese Fred Astaire venía de otro planeta, de eso no me cabe la menor duda. Astaire bailaba como deben bailar los dioses en el Olimpo, mientras que Gene Kelly lo hacía como si bailar fuese una terapia contra el anquilosamiento del esqueleto. Ambos grandiosos, eso sí.

Mi compadre José María, después de leer mi Diario me comenta lo siguiente: «»La Yilé» por aquí se usaba coloquialmente para llamar a las esposas que salían a buscar a sus maridos a las cantinas, bares y garitos, por lo que en cada uno de esos sitios había el llamado «campanero», quien disimuladamente decía «Llegó la Yilé». Antes de las famosas Gillete el campanero decía «Llegó la cuchilla​”, nombre que se le daba a la hoja de la «Barbera» y al desaparecer por los mismos motivos que mencionas, la mala calidad, vinieron las cuchillas «Minora»; por lo cual la prójima en busca de su marío perdío, pasó a llamarse como tal». Le digo que «alguna vez habría que escribir la historia de la lengua española viva, como vos lo hacés en ese dossier comprimido acerca de la yilet».

Mi José María madrileño me escribe que «cuando leo tu diario me acuerdo de Samuel Pepys porque en el suyo cuenta constantemente sus almuerzos con sus amigos, almuerzos de época, o sea: un par de barrilitos de ostras para empezar, perdices o palomas asadas, seguidas de pierna de cordero y abundante guarnición acompañadas de varias botellas de vino, etc. etc. Sigo los tuyos, más adecuados a vuestras edades, pero igualmente sustanciosos y animosos». Le contesto: «Me hace gracia la referencia a los diarios de Pepys porque pocos días antes un lector colombiano me decía que la lectura de mi Diario le recordaba la de los diarios de Thomas Mann. ¡Hay que ver qué compañía le buscaron a esos pobres indefensos!»

A las 12:00 casi en punto vamos a almorzar al Steep’s y como es miércoles Tom me semipregunta si quiero Reibekuchen con salmón ahumado, le digo que sí, y a la pregunta de Diny acerca de qué le recomienda, le contesta que un plato de gulash y pasta de Suabia con queso, le asegura que está riquísimo, y Diny lo encarga y certifica luego el dictamen de Tom. Y al regresar al Maternus sigo dejando para mañana el enviar todas las facturas médicas y de la farmacia a los dos seguros y a la subvención estatal, pero es una tarea que no puedo seguir aplazando, en esta semana debo ponerle punto final. Ofrendaré al dios Mercurio las vísceras de una de estas palomas indeseables que anidan bajo los balcones del Maternus. Hijas de puta, no hacen más que ensuciar el balcón de abajo.

Rodenkirchen, 30.11.           

De nuevo estuve viendo anoche una peli que no conocía, en ese canal creo que español, donde tienen una reserva al parecer inagotable de pelis de los años 30, 40 y 50. Esta vez fue People Will Talk [Murmullos en la ciudad], con Jeanne Crain y Cary Grant. Es entretenida y Cary Grant se luce como siempre. Eché de menos a Rolando sentado a mi lado mientras la veía. Siempre me hablaba de que él y su mujer eran fans de Cary Grant y no se perdían ni una sola peli suya. Con él he visto muchas pelis suyas en DVD, en noches inolvidables, porque Rolando me comentaba incidencias que enriquecían la visión del film. Me duele hondo que muriese como murió, la memoria perdida, en un sanatorio. Lo propuse dos veces para el Cervantes, la última en el 2014, y ese verano fue la última vez que pasó sus días –como todos los años– en nuestra casa, vimos juntos el Mundial del Brasil, celebramos asombrados el 7:1 que Alemania le encajó a la canarinha, y la victoria de los alemanes sobre Argentina, con el gol antológico de Götze. O tempora o Mariano Mores!

Noche toledana. No he pegado un ojo en toda la noche. A la 1 am, a punto de dormirme, me doy cuenta de que Diny va al cuarto de baño, y luego escucho el ruido de la cisterna y que la puerta del baño se cierra, pero no que Diny regrese a su cuarto. Preocupado, me levanto y veo a Diny sentada en el escabel con un peldaño que nos sirve de escalera para acceder a lugares más altos, y que está en un rincón del recibidor. Le pregunto qué hace ahí y me responde que esperar a la asistenta que venga a ducharla porque ya es jueves. Le contesto que eso no va a suceder antes de las 7 am, que ahora es nada más que la 1, y quieras que no, se va a su cuarto. Desde luego ya no duermo. A las 4 am viene hasta mi cama para pedirme el número de teléfono de la Asistencia y le digo que allí no debe llamar a estas horas a no ser en un caso de urgencia. A las 7 am regresa para decirme que yo tengo la culpa de todo (quiere decir de que todavía no haya venido la asistenta). Desesperado, le respondo que no fui yo quien provocó el incendio en nuestra vivienda de Weiß. Ya no reclama más, pero se queda sentada en su silla junto a la ventana y con cara de profundo disgusto, no por el incendio, no, sino porque la asistenta no llega. Lo hace a las 9, después de que yo, sin pedírmelo Diny, llamo a las 8:50 para averiguar por qué se retrasan tanto hoy. La respuesta es que la asistenta ya está en camino. Y lo estaba. Me preparo el desayuno con unos párpados que pesan como plomo y una desazón inmensa en todo el cuerpo.

Hemos almorzado de nuevo en el Steep’s porque no tengo el cuerpo, ni el alma,  en condiciones de ir más lejos. Hoy no está Tom, su sustituto es un camarero de lo más efectivo, completamente calvo, bastante parecido a Yul Brinner. A Diny le recomienda el menú, que hoy consiste en riñones al jerez, bien con una sopa antes o un postre después: Diny se mimetiza en Leopoldina Bloom y acepta el menú con postre. Creo que esta es la primera vez que la veo comer riñones en los 58 años que nos conocemos. Por mi parte, encargo mi salchicha al curry con pommes a la medida de un hombre y no del superhombre de Nietzsche. Y luego, al regresar al Maternus, hice una siesta de tres horas, que es lo que me pedían tanto el cuerpo como el alma.

Rodenkirchen, 1.12.  

Anoche estuve viendo otra de esas pelis de los años dorados, Casanova Brown, con Teresa Wright y Gary Cooper como protagonistas. Yo a Gary Cooper lo veo en mi pantalla interior como el sherif de High Noon [Solo ante el peligro], como el heroico sargento York en la 1.ª guerra mundial, como Robert Jordan en Por quien doblan las campanas, peli que pude ver recién cuando me autoexilié del régimen de Franco y vine a vivir en Alemania; en España estaba prohibida, y es un milagro que no prohibieran además todas las demás pelis de Cooper y de la espléndida Ingrid Bergman. Pero ver a Cooper ahora en una comedia y en un papel tan alejado de aquellos tres me ha sorprendido, y de un modo agradable. Por lo que se refiere a Teresa Wright, siempre la recordaré por su papel de la abnegada Ellen en Hombres, al lado de Marlon Brando: en Casanova Brown hace que la peli crezca de valor a partir del momento en que aparece. Del guion rescato esta frase del desesperado Cas Brown: «Un hombre no es capaz de cuidar a un bebé, según los tribunales. Puede construir puentes, puede volar alrededor del mundo, puede ser presidente y dirigir todos los Estados Unidos, ¡pero cuidar de un niño es demasiado para él! Para eso hay que ser mujer. ¡Cualquier mujer!» Tengo la vaga impresión de que el feminismo a ultranza la considerará incorrecta, así como yo considero incorrecto el feminismo a ultranza: parece olvidar que los varones también somos seres humanos.

Almorzamos como todos los viernes en el chino. Esta vez la camarera que nos suele atender cambia su pregunta de las veces anteriores, sólo dice: «Bebidas ¿las de siempre?» Dini encargó un rollo de primavera hecho en la cocina, y como me pareció poco (y también a la camarera) le cedí mi sopa pekinesa del menú 19 del mediodía. Ricardo el buen samaritano. La madre que me parió.

Por la tarde pasó Bärbel por el Maternus y nos dejó en la Recepción su regalo de Adviento. El primero que tuve en mi vida fue en casa de los Schmickler, 1963: el 1.º de diciembre regresé del trabajo y encontré en la mesa de mi cuarto unas golosinas navideñas, y así me enteré de esta costumbre alemana. Ahora, como Bärbel lee mi diario, nos regala mazapán forrado de chocolate para Diny y dos buenos trozos de queso azul, uno el Bavaria Blu que mencioné hace unos días aquí, y otro un Bleu de Riverone, francés, para que pueda compararlos. Este Bleu de Riverone se ve bien sabroso. Bienaventuradas sean las almas de quienes fundaron la costumbre del regalo de Adviento.

Rodenkirchen, 2.12.

Anoche una nueva peli desconocida, esta vez una de intriga, pero en tono menor, Mister 880 [El caso 880], con Dorothy McGuire y Burt Lancaster. Trata de un falsificador de moneda a quien la mejor oficina del Tesoro gringo, la de Nueva York, no logra echarle mano durante 10 largos años, porque sólo fabrica billetes de un dólar, para no morirse de hambre, y además con una ortografía harto sui generis, p.ej. escribe “Wahsington” en el renglón con la fecha. Es divertida, aunque todos estamos seguros desde el vamos de que BL, el superagente enviado desde L.Á., desatará el nudo gordiano de ese misterio, amén de enamorarse de la bella DMcG. Lancaster no es aquí el actor grandioso que conocemos de El Gatopardo y de El juicio de Nuremberg, pero no desentona demasiado al lado de Edmund Gwenn (Globo de Oro por su papel de pobrecito falsificador) y de Dorothy McGuire, una actriz digna de papeles de mucha mayor envergadura. En cualquier caso pasé un buen rato viendo esta peli.

A las 12 en punto me encuentro en el Bistro Verde con Frau Birgit Lockheimer. Ella es Lektorin de una editorial de libros juveniles e infantiles en el suroeste de Alemania, pero también hace sus pinitos poéticos, sobre todo en el terreno de los haikus. Lo cierto es que un par de años atrás se enteró de que en Albacete se había abierto un concurso de haikus cuyo tema era el cuchillo. (Los españoles asocian el nombre Albacete con las navajas, o poco menos, pero desde luego es en España el emporio de la cuchillería, y de la cubertería en general, según  creo). Ni corta ni perezosa, Frau Lockheimer se sacó de la manga un haiku dedicado al cuchillo, pero en alemán, y según las bases del concurso, si se presentaban haikus en idioma extranjeros debían ir acompañados de su traducción al castellano. Entonces ella recurrió a los buenos oficios de Pepe Oliver, condiscípulo suyo en la Uni de Friburgo, a lo que Pepe reaccionó recomendándole mi nombre. Ella me escribió, me expuso el problema, y yo le traduje el haiku, teniendo que explicarle algo que le extrañó en mi traducción, y es el uso de una diéresis inesperada. Le tuve que explicar que en español se trata de una licencia poética para deshacer un diptongo y ganar de ese modo una sílaba, y le puse un par de ejemplos, entre ellos de Espronceda, de su poema “A la noche”: «Ora la brisa süave». Quedó Frau Lockheimer bastante satisfecha con mi trabajo y me preguntó cuánto quería cobrar por él. Le dije que tal vez algún día viajase a Colonia y entonces me podía invitar a almorzar. Me contestó que no lo veía muy cercano, si es que, el día que vendría a Colonia, pero lo cierto es que ha venido este fin de semana y al mediodía en el BV ha podido, por fin, pagar su deuda conmigo. Ha sido un lindo encuentro en el que como es lógico hemos hablado casi solo de literatura, pero también de cosas personales, y nos hemos despedido con la esperanza de volvernos a ver y repetir el almuerzo, a mi cargo esta vez.

*******************THE END******************

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