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El extraño caso Rózsa, el húngaro que iba para jefe de policía en Bolivia

 

El café restaurante Buena Vista, ubicado en una vía peatonal turística de Budapest, era uno de los favoritos de Eduardo Rózsa Flores. En ese lugar comió por última vez con su novia, Linda Szászvári, y su mejor amigo, Bálint Nagy. Ocurrió el 30 de septiembre de 2008 y su vuelo, cuyo destino final era Santa Cruz de la Sierra, estaba previsto para las 16:00 de Budapest. “Aquel día él se mostró de buen humor”, dice el joven empresario húngaro que entabló una amistad íntima con Rózsa desde 1998. 

 

Bálint estuvo esa tarde en el aeropuerto para despedirlo. Desde entonces, ambos hablaron por chat con alguna frecuencia hasta el día de la muerte del héroe húngaro-croata, de la que se enteró por los medios informativos. Dos días antes del trágico final le había enviado por correo electrónico el que fue el último poema de su autoría. Tanto el mejor amigo de Rózsa como su novia saben de la misión que lo llevó a Santa Cruz de la Sierra, con ligeras variantes en las versiones. Lo que no hacen es identificar a los que contactaron al hombre que murió en el tiroteo del hotel Las Américas. 

 

“Imposible hacerlo, solo él sabía quiénes lo llamaron. También es imposible que el Gobierno de Evo Morales lo haya llevado de su lado”, asegura Bálint. 

 

El mejor amigo de Rózsa prácticamente ratifica lo que Eduardo Rózsa le dijo el 8 de septiembre de 2008 en una entrevista al periodista húngaro András Kepes, pero amplía más la versión de que vino a Santa Cruz para diseñar un plan de defensa de la región. 

 

“Eduardo estaba apalabrado para ser el comandante de la Policía de Santa Cruz y se alistaba para recibir el apoyo y el voto del Parlamento de Santa Cruz. Él fue a conformar una Policía y, por supuesto, la Policía utiliza armas. Su prioridad era un plan de protección y de defensa de Santa Cruz de los ataques de la armada boliviana. Sin embargo, al llegar se encontró con una situación diferente a la que le dijeron y se enojó mucho. No era la situación que había preparado en su plan”, relató Bálint Nagy. 

 

La viuda de Rózsa también tiene su versión sobre el viaje. Ella asegura que en 2007 alguien de Santa Cruz lo contactó para invitarlo a ser asesor político de un grupo. Lo llamaron dos veces, pero no pudo partir porque sufrió un infarto del que se recuperó durante ese tiempo en su casa. 

 

Linda Szászvári niega que su novio haya estado en Bolivia en 2007, como lo registra Carlos Valverde Bravo en su reciente libro ¡Maten a Rózsa! En la publicación última del comunicador aparece una copia del carné con identidad falsa del hombre abatido en el hotel Las Américas, presuntamente adulterado en Potosí durante su supuesta visita en marzo o abril de ese año. Jorge Hurtado Flores era el nombre que habría utilizado y con el que se registró en un vuelo por el interior del país, supuestamente financiado por la embajada de Venezuela, según la hipótesis de Valverde Bravo. 

 

Para respaldar su afirmación, Linda Szászvári muestra el pasaporte original húngaro de Eduardo Rózsa Flores, en el que se tienen registros de sus viajes realizados antes de 2008 por Indonesia y Sudán, lo que descartaría que haya estado en Bolivia antes de aquel año. 

 

En su visita a Budapest, el periódico El Deber verificó en el documento que guarda la novia de Rózsa que el 5 de abril de 2005 el excombatiente de la guerra de Croacia visitó Sudán por primera vez para inaugurar un hospital como parte de su labor de voluntariado como vicepresidente de la comunidad islámica húngara. Hizo una segunda visita a ese país el 22 de abril de 2007 para entregar equipamiento hospitalario. También el pasaporte registra una visa para el ingreso a Indonesia el 31 de enero de 2005, donde llevó ayuda tras el desastre del tsunami. La mujer porta el último documento original con el que viajaba Rózsa, cuya vigencia abarcaba el periodo del 19 de enero de 2004 al 19 de enero de 2009. Ella cree que viajó a Bolivia y Chile probablemente en 2001 y en los años previos a su muerte estuvo sobre todo en Europa. A Rumania habría viajado en 2004. 

 

Como Bálint, Linda Szászvári también descarta que el Gobierno de Evo Morales haya llevado al héroe croata a Bolivia. “A Eduardo lo llamaron algunos cruceños, no lo llamó el Gobierno de Evo. No podemos decir varios cruceños, sino algunos. Querían que fuera una especie de asesor político, ya que escribía en ese tiempo varios artículos sobre la situación política de Bolivia. No era asesor sobre guerras ni terrorismo. Tampoco viajó por dinero, ya que él no era un mendigo”, afirma, mientras recuerda que él se informaba cada día desde Hungría de todo lo que ocurría en Bolivia, sobre todo durante el tiempo anterior a su partida.

 

Aunque tanto Bálint como Szászvári se reservan las identidades de quiénes lo contactaron, el amigo de Rózsa mencionó a una persona de nombre Igor con el que el exsoldado y periodista húngaro-croata-boliviano sostenía conversaciones sobre la política del país donde encontró la muerte. “Eduardo no habló de Santa Cruz hasta 2008, cuando comenzó a charlar con una persona de nombre Igor sobre Santa Cruz”, apunta el hombre más cercano del acusado de liderar un grupo terrorista. 

 

Edith Tóásó, hermana de Elöd Tóásó, detenido desde abril de 2008 en la cárcel de San Pedro por el caso Rózsa, protesta contra el Gobierno por la acusación contra su familiar, pero también contra algunos miembros de la oposición y por los que trajeron a los europeos que cayeron en el hotel Las Américas. “Ellos saben la verdad, pero son unos cobardes, porque no salen a aclararla”, dice en relación con algunos de los cruceños que contactaron a Rózsa y cuya identidad se mantiene aún en reserva. 

 

Para Bálint, el general croata fue víctima de una infiltración de gente del Gobierno, como el capitán Wálter Andrade e Ignacio Villa Vargas, alias El Viejo. “No tuvo contacto con el Gobierno. Es posible que lo hayan engañado y esa gente lo pudo haber matado”, acotó.

 

 

Un héroe húngaro-croata que odió el comunismo

 

“Aquí se puede vomitar”, reza un letrero escrito en húngaro sobre un busto del líder comunista Stalin, instalado en la casa de campo de Eduardo Rózsa, a unos 60 kilómetros de Budapest, donde vivió sus últimos meses en Hungría. Se sabe que durante algunas de las fiestas que realizaba el excombatiente de Croacia usaba ese espacio para que sus amigos vomitaran, lo que refleja el odio que le tenía al final de sus años al régimen estalinista. 

 

En el portón de la vivienda hay otro letrero con grandes letras: “Renunciar!!! (al comunismo)”. El final ideológico de Eduardo Rózsa contrasta con su inicio en la política. Su padre Jorge fue “un marxista y ateo recalcitrante” (definición hecha por él mismo), que tuvo que huir de la dictadura banzerista de los 70 para asilarse en Chile con su familia en el último año del gobierno de Salvador Allende. Tras la muerte del presidente chileno, otra vez se fueron por la fuerza a Hungría, donde Rózsa dice haber sufrido años más tarde su primera desilusión del socialismo de János Kadar. Eduardo había tenido antes algunas experiencias juveniles de pintadas de muros a favor de la Unidad Popular y luego su vivencia durante dos meses en un campo de refugiados en las afueras de Santiago de Chile.

 

Ricardo Herrera, periodista de El Deber, lo retrata en una entrevista que realizó años antes de su incursión en Santa Cruz. “Soldado y héroe en Croacia. Corresponsal en Albania, poeta en Hungría, activista en una misión humanitaria en Irak. Agente secreto, actor, productor de documentales y articulista de medios”.

 

Terminado el bachillerato en Hungría, ingresó en una escuela militar con el deseo de volver a América Latina con experiencia castrense. Después de ese paso lo enviaron a la Academia F. E. Dzerzhinski en la Unión Soviética (una institución bautizada en homenaje al fundador de la Cheka, antecesora del KGB). Rózsa afirma que allí sufrió la segunda desilusión del socialismo. “Me di cuenta de que todo era puro teatro, palabras vacías, que no significaban nada”, sostuvo.

 

A su regreso a Hungría, ingresó a los servicios de Inteligencia, donde conoció al terrorista Ilich Ramírez Sánchez, alias El Chacal. Sin embargo, decidió dar un vuelco a su vida con el ingreso a la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Budapest, donde estudió literatura comparada, lingüística y politología. Mientras se formaba, trabajó para la agencia Prensa Latina. A finales de los 80 fue nombrado segundo corresponsal en Hungría de La Vanguardia de Barcelona, que lo destinó a Albania, donde se gestaba el derrumbe del estalinismo. En paralelo trabajó para la BBC. Con estos medios llegó en 1991 a Croacia, donde cubrió la guerra durante tres meses.

 

La muerte en esa confrontación de su amigo, el periodista croata Zarko Kaic, a manos de los serbios, hizo que se presentara ante el comandante de la guarnición que defendía Osijek. Fue el primer extranjero en alistarse en la Guardia Nacional Croata y formó la Primera Brigada Internacional, que reunió a más de 380 soldados de más de 20 países que apoyaban la causa de Croacia. 

 

Bálint Nagy hace notar los méritos militares de Rózsa cuando dice que tras la declaración de independencia de Croacia el Gobierno de Zagreb le dio esa nacionalidad y el grado de coronel. Después le otorgaron el grado de general y una pensión que nunca cobró. Simplemente la dejó en el banco.

 

Su novia Linda tiene una versión algo diferente sobre la participación del boliviano en el conflicto de los Balcanes. Según la mujer, Rózsa formó una brigada de protección de los periodistas extranjeros que cubrían la guerra, después de la muerte de alguno de ellos. “Eran unos 300 periodistas que agarraron las armas. No recibieron dinero y lucharon por la paz en Croacia, entre 1991 y 1994”, asegura.

 

Bálint, que conoció a Rózsa en 1998, durante una conferencia sobre la guerra de Croacia, refirió que éste recibió entrenamiento como soldado hasta noviembre de 1991, y en el verano de 1992 se hizo asistente de artillería. 

 

En diciembre de ese año volvió a Budapest y luego a Croacia, donde permaneció hasta 1994. Trabajó con la ONU en brigadas de paz para Bosnia y en 1995 retornó a Budapest, donde se instaló en un céntrico edificio. 

 

 

Aterrizó en Brasil y entró en autobús

 

A las 16:00 del martes 30 de septiembre de 2008 Eduardo Rózsa abordó solo en el aeropuerto de Budapest una nave de la recientemente cerrada aerolínea húngara Málev rumbo a París, según la versión de su novia Linda Szászvári. Luego pasó por París, rumbo a Brasil, y finalmente tomó un autobús para entrar en Bolivia. El jueves 2 de octubre de ese mismo año ya estaba en Santa Cruz, calcula Bálint Nagy.

 

Es posible comprobar mediante una agencia de viajes que el pasaje fue pagado en Budapest, asegura Linda. Su amigo cree que entró a Santa Cruz por tierra y por la frontera con el territorio de Campo Grande, Mato Grosso, Brasil. 

 

El periodista húngaro András Kepes tiene una fecha aproximada a la señalada como ingreso de Rózsa en territorio cruceño. “El día 4 de octubre recibí un correo electrónico de él diciendo que ya estaba en Santa Cruz. Y me mandó también unas fotos. En una de ellas se podía leer. ‘No a la violencia, sí al entendimiento’. En otra se leía: ‘Somos autónomos, fuerza cruceños, hagamos historia’, lo que me demostraba que su motivo no era luchar contra el Gobierno, sino defender Santa Cruz”, dijo Keples en otra entrevista con Julian Miglierini.

 

No hay informaciones de los sitios en los que estuvo Rózsa durante el mes de octubre en tierras cruceñas, como existen de los meses siguientes en hoteles de la ciudad. En la entrevista con el periodista Keples, el excombatiente croata dio detalles el 8 de septiembre de su plan de entrada en Santa Cruz.

 

“Hasta ayer sólo cinco personas sabían en Bolivia de mi llegada… tú debes ser el sexto. El plan es el siguiente: me expiden el billete de avión, lo pagan ellos. No sé todavía de qué manera desde aquí de Europa, pero lo importante es que llegaré a una ciudad de Mato Grosso, llamada Campo Grande. Allí me esperarán con un automóvil. Me llevarán a un sitio concreto, cerca de la frontera verde, donde pasaremos con personas contrabandistas, conocidas por mis contactos, como un contrabandista. En el otro lado me esperará un coche. Me llevarán a un alojamiento preparado. Y es cuando empezará mi trabajo. Mi tarea será intentar establecer un equipo. Un equipo directivo”, expresó en el diálogo, 21 días antes de su partida a Bolivia.

 

 

Tres versiones sobre la misión de Eduardo Rózsa

 

 

Los diputados 

 

Quería un grupo para dividir Bolivia. La comisión especial legislativa multipartidaria que indagó el caso concluyó que Eduardo Rózsa tenía la intención de formar un ejército irregular (grupo paramilitar) que buscaría la fragmentación del territorio boliviano. Las acciones de esta organización contemplaban el desarrollo de una guerra civil con miles de muertos, escenario de conflictividad que provoque el derrocamiento del gobierno del presidente Evo Morales y que busque la intervención de alguna potencia extranjera u organismo internacional que permita, respalde o legitime la conformación de un Estado independiente. La comisión dice que el grupo La Torre tuvo nexos con él.

 

 

Carlos Valverde. Autor del libro ¡Maten a Rózsa!

 

A Rózsa lo trajo el Gobierno. En la página 62 de su libro ¡Maten a Rózsa!, el periodista Carlos Valverde Bravo se apoya en tres fuentes diferentes para decir que entre enero y marzo del año 2007 el gobierno de Evo Morales, por la vía de Raúl García Linera y, probablemente, gente del Aparato de Seguridad e Inteligencia del Estado encomendó a un exmilitante del Partido Comunista, de nombre Adán, que viajara hasta Hungría a contactar a Eduardo Rózsa, dada la relación que estos habrían tenido cuando estuvieron aparentemente en la extinta Unión Soviética. Valverde considera que hubo una conspiración contra Santa Cruz, con la ingenua participación de gente de este departamento.

 

 

Confesión propia

 

Buscaba la defensa de Santa Cruz. El 8 de septiembre de 2008, Eduardo Rózsa concedió una entrevista a András Kepes, en la que le reveló su supuesto plan: “Me llamaron para organizar o ayudar a organizar la defensa de la ciudad de Santa Cruz, así como de la provincia. En Santa Cruz se presentó ante el Consejo de la provincia una propuesta de decreto, la que al final aceptaron. Se trataba de la formación de un órgano de defensa provincial, cuya tarea es la protección de la propiedad pública, la garantía de la tranquilidad pública, la defensa de las personalidades de alto cargo. Todo esto tiene una base legal. No hay ejército todavía, hay que realizarlo. Hay organizaciones de índole semimilitar.

 

 

Simpatía por Evo

 

Eduardo Rózsa vio con simpatía la llegada de Evo Morales al poder mediante las elecciones presidenciales de 2005. “Le pareció bien que un indígena hubiera llegado a la presidencia de Bolivia y lo apoyó durante los tres o cuatro primeros meses. Sin embargo, luego vio cómo trabajaba, sobre todo, su parecido con el Gobierno de Venezuela. Entonces comenzó a criticarlo y a escribir sobre el peligro de una dictadura. Cada día seguía las noticias de Bolivia y de América Latina”, comentó Linda Szászvári.

 

Una percepción similar se recoge en la entrevista que dio a András Kepes. “Justo después de haber ganado las elecciones, Evo pronunció el mensaje de que devolverá la dignidad y el respeto a la población autóctona. Todo esto quedó en palabras, porque en el último año y medio ocurrieron varias muertes”, dijo.

 

Eduardo Rózsa tuvo en Hungría durante los últimos años una vida política muy activa, aunque no necesariamente de carácter partidista. Era miembro de un partido contrario al comunismo, pero no dirigente. Incluso pronunció un discurso en el Parlamento húngaro durante la conmemoración del día de la victoria contra el comunismo.

 

En el plano religioso, experimentó también cambios. De ser monaguillo católico en sus primeros años y miembro del Opus Dei se convirtió al islamismo, ocupando la vicepresidencia de la comunidad musulmana en Hungría.

 

También ayudó a los jóvenes ecologistas. Bálint cree que más allá de la ideología, Rózsa siempre estuvo del lado de los más débiles.

 

András Kepes lo define así: “Es un idealista. Él siempre analizaba una situación sin tomar en cuenta ideologías. Por ejemplo, en el conflicto entre Estados Unidos e Irán, estaba contra Estados Unidos. Pero cuando Evo se enfrentaba a la autonomía de Santa Cruz, si Estados Unidos estaba a favor de la autonomía cruceña, él lo apoyaba”.

 

 

Linda, la fotógrafa que lo esperó para casarse

 

“Linda, te amo, estaré de vuelta pronto”. Ese es el mensaje que escribió Eduardo Rózsa a su novia el 29 de septiembre de 2008, un día antes de su partida hacia Bolivia. La fotógrafa del museo de arqueología de Budapest guarda como un tesoro el papel en el que se registró el manuscrito del hombre que perdió la vida en el tiroteo del hotel Las Américas. Lo muestra a El Deber con discreción, así como expone también la medalla que le entregaron los periodistas húngaros como un homenaje póstumo después de los hechos trágicos de 2009.

 

Linda Szásvári y Eduardo Rózsa Flores tuvieron desde 1994 o 1995 una vida muy estrecha. Tras el final de la guerra de Croacia, el boliviano se instaló en un apartamento del último piso de un antiguo edificio ubicado en la esquina de las calles Eotvos y Csengery, en el centro de Budapest, Hungría. En la vía paralela residía la entonces adolescente fotógrafa, que tiene ahora 34 años. Su amigo Válint Nagy no olvida un detalle que considera significativo. El excombatiente de Croacia colocó todos los días en la ventana una bandera húngara.

 

“Nos conocimos en un parque cercano a nuestras viviendas, cuando llevamos a pasear a nuestros perros”, recuerda la mujer, mientras muestra otros regalos intercambiados con su novio durante la relación sentimental, que comenzó formalmente en 2006 o 2007.

 

En 2004 Rózsa vendió su departamento del centro y se compró con ese mismo dinero una casa a unos 60 kilómetros de Budapest, en una zona prácticamente rural, conocida como Szurdokpuspoki. Incluso en ese lugar estuvo cerca de Linda, ya que en las inmediaciones viven los padres de la mujer con la que planeó casarse.

 

“En los últimos años él se dedicaba a escribir cartas y artículos para periódicos y revistas. También escribía poesías y llegó a editar nueve libros, alguno traducido al español”, relató Linda.

 

Válint resalta las relaciones sociales de Rózsa. “Tenía 1.156 amigos en una página parecida a Facebook, pero de contacto directo con esas personas. Las conocía una por una. Hablaba seis idiomas. Se caracterizaba por amar personas, amar la verdad”, dijo.

 

Tanto la novia como el amigo del hombre acusado de terrorismo consideran que éste tenía previsto retornar a Budapest. Linda dice que ella había asimilado el islamismo como religión y la idea de ambos era casarse. Incluso Rózsa habría expresado su interés en llevarla a Santa Cruz, su tierra natal.Válint recuerda que Eduardo tenía planes de retornar para contraer matrimonio con Linda, según correos electrónicos intercambiados por ambos. “Es muy difícil probar lo que digo, pero se sabe que ya tenía pasaje de retorno. Pero lo mataron días antes de que ocurriera. Nosotros hablamos por Skype y él escribió el 14 de abril su último poema, que envió por mail a los amigos”, apuntó.

 

Sobre los bienes de Rózsa, Válint dijo que dejó su casa de campo, de unos 140 metros cuadrados, valorada en torno a 8.000 euros. “En este momento la apoderada es su hermana Silvia y después de la muerte se sacaron los muebles para que no se deterioraran, porque quedó abandonada”, comentó. 

 

 

Tóásó, el informático detenido

 

El húngaro Elöd Tóásó comenzó su relación con Eduardo Rózsa durante la presentación de uno de los libros del general croata en Budapest, según su hermana Edit Tóásó. Especializado en informática, el hombre ayudó a Rózsa en varias consultas que le hizo en Hungría acerca del uso de su computadora.

 

Daba clases en un colegio y no tenía suficientes ingresos, por lo que decidió aceptar una invitación del boliviano para emprender un proyecto de turismo en Santa Cruz, según  la hermana del detenido en la cárcel de San Pedro por presunto terrorismo.

 

“Elöd viajó a Bolivia en el mes de noviembre de 2008 con su propio dinero. Incluso yo sigo pagando el crédito de 3.000 euros que sacó para ese negocio”, comentó.

 

En enero de 2009, tres meses antes del operativo del hotel Las Américas, Tóásó estampó en Santa Cruz su firma con la de Rózsa en un borrador de contrato con cineastas que  rodarían la película Guerra sucia, inspirado en un libro del general croata.

 

Su hermana Edit lidera la defensa de Elöd en este momento en el Parlamento de Hungría y en la Unión Europea. Ella asegura que han vulnerado sus derechos durante el juicio al que está sometido por terrorismo en Bolivia. Lo considera inocente de todos los cargos. El húngaro editó su propio libro en la cárcel.  

 

 

Árpád, el músico que encontró la muerte en su primer viaje

 

Mária Tóth tiene todavía registrado en su teléfono celular la hora, los minutos y la fecha de la última llamada que recibió de su hijo Árpád Magyarosi desde el aeropuerto de Budapest, Hungría. En esa llamada, el muchacho de 28 años le decía que estaba a punto de volar hacia Londres para estudiar en la universidad. En realidad había decidido emprender la aventura de viajar a Santa Cruz para encontrarse con su amigo de infancia Elod Tóasó. “Si yo hubiera sabido a tiempo dónde iba, le habría decomisado su pasaporte”, le dijo la mujer al enviado de El Deber, mientras camina la mañana de un domingo por una vía del enorme cementerio-jardín público de la capital húngara, donde están enterrados desde hace tres años los restos de su único hijo varón, que murió en el tiroteo del hotel Las Américas, junto a Eduardo Rózsa Flores. 

 

Árpád partió de Budapest a las 19:30 del 17 de febrero de 2009 en un avión de la aerolínea Aer Lingus. Hizo escala el 18 de febrero en Dublín, y de allí siguió viaje hasta Madrid, donde el 20 de febrero embarcó en un avión de la compañía AeroSur que lo llevó a Santa Cruz de la Sierra. El aterrizaje final se realizó después de 12 horas de vuelo, a las 4 de la madrugada del 21 de febrero, en el aeropuerto de Viru Viru, donde se empezaba a festejar el primer día del carnaval y donde fue recibido por Elód Toásó, a quien gritó: “¡Viva Transilvania!”. 

 

“Mi hijo compró el billete de avión con un crédito de estudiante y con su salario, ya que trabajaba como maestro en un colegio de Budapest, desde septiembre de 2008. En su cuenta bancaria había 200.000 florines húngaro (unos 1.000 dólares). Ese fue su primer y último viaje a un país extranjero. Él hablaba húngaro, un poco de inglés y nada de español”, relata Mária Tóth.

 

En realidad, el joven europeo había cruzado antes las fronteras de Hungría. Del 10 al 20 de julio de 2008 estuvo en Szováta, la ciudad de la Transilvania rumana donde nació. Pasó diez días para renovar su pasaporte y su carné de identidad, válidos por cinco años. A fines de enero de 2009, es decir dos semanas antes de partir a Bolivia, estuvo un día en Viena para conseguir el visado para entrar en Santa Cruz. En la embajada le dieron un aval por dos meses, es decir que debía retornar hacia el 20 de abril, cuatro días antes de su deceso en el hotel Las Américas. Son los dos únicos viajes que hizo en su vida a países vecinos, antes del último, en el que encontró la muerte, según Tóth. 

 

La madre de Árpád decidió abrir a El Deber la puerta de su pequeño apartamento en un edificio de un populoso barrio de Budapest para exponer lo que ella considera la única verdad. “Usted es el único periodista del mundo al que le he abierto las puertas de mi casa”, dijo, mientras mostraba documentación académica de Magyarosi, varios álbumes de fotografías, algunas fotocopias de publicaciones, la ropa dejada en su hogar por el fallecido e, incluso, restos de balas extraídas de su cadáver durante una autopsia realizada en Hungría. El músico vivía en el mismo edificio, de igual manera que Réka, su única hermana. 

 

Tóth defiende y certifica con documentos lo que considera una conducta intachable de su único hijo. “Él era un buen chico. Nunca pudo ser terrorista. No tenía ni siquiera una contextura física robusta. Tocaba música e ilustraba libros. Daba conciertos y le gustaban mucho las chicas”, comenta, mientras muestra evidencias del pasado bohemio de Árpád en sus años de instituto y universidad.

 

Fiúka (Chiquito) era el apodo de Magyarosi, que nació el 4 de febrero de 1981 en una comunidad húngara de Rumania. La madre puso a conocimiento de El Deber libretas de notas escolares que confirman que estudió en la escuela básica de Szováta y desde 1993 continuó sus clases en Budapest, adonde emigró con Mária Tóth, que se dedicaba a la música y que crió a sus hijos sola después de que 1983 se divorciara de su marido. “Cambió colegios y universidades un par de veces. Le gustaba la música desde pequeño. Creó su primera banda de musica en 1991. Desde los ocho o los diez años se convirtió en una persona bastante conocida en Transilvania y Hungría. Apareció en el escenario con su guitarra y cantó junto a artistas famosos como Vikidál Gyula o Varga Miklós”, explicó. Algunos artículos periodísticos y anuncios de prensa mostrados por Tóth da cuenta de algunos de sus conciertos.

 

Árpád recibió el título de maestro del Kolcsey College en Debrecen, en junio de 2008, y se matriculó en la carrera de Pedagogía, de la universidad de Debrecen, en septiembre del mismo año. De forma simultánea, trabajaba en una escuela de Budapest, dijo su madre.

 

“Era un muchacho de sonrisa amplia, que nos animaba con su guitarra”, contó Zsuzsanna B., una de sus compañeras del colegio Debrecen.

 

 

“Tengo que conocer toda la verdad”

 

Desde la repatriación de los restos, Mária Tóth está obsesionada por conocer la verdad sobre la muerte de su hijo, aunque asegura que fue ejecutado y que Árpád era inocente. “Hace tres años que estoy intentando averiguar la verdad y no me la dicen. Tengo que conocer lo que ocurrió”, suplica la madre de Magyarosi.

 

La mujer está segura de que el fallecido no hubiera viajado a Bolivia si no conociera a Elod Tóásó, que lo invitó a Santa Cruz solo para hacer turismo en carnaval, ya que su regreso estaba asegurado para fines de abril, es decir, unos días después de su muerte. 

 

Contó que Árpád y Elöd eran amigos desde niños. Ambos residieron en Szovata y frecuentaban una casa cuna, luego un jardín de infancia y la misma escuela, porque los padres de ambos trabajaban juntos.

 

Aseguró que Tóásó conoció a Eduardo Rózsa en 2003 y que éste supo de Árpád a través de su amigo de infancia en pleno verano de 2008. “Eduardo era poeta, escritor y publicó libros en Hungría. Árpád publicó igualmente poesías en diarios y en revistas literarias”, sostuvo María Tóth. Otra fuente consultada en Hungría reveló que Rózsa y Árpád se comunicaban alguna vez en Budapest mediante el chat para hablar sobre cosas cotidianas. 

 

Por su parte, Mária Tóth recordó que ella se comunicaba con su hijo a diario por internet y que éste le expresaba su admiración por la flora y por las aves que veía en Santa Cruz de la Sierra. “Él quería volver a Budapest para continuar la universidad y para casarse con su novia en pleno verano de 2009”, comentó.

 

La repatriación del cuerpo fue una odisea. La madre recordó que el representante de la Cruz Roja de Hungría, Fórizs Judit, le ayudó a conseguir 10.000 dólares para el traslado del ataúd. Un abogado cruceño fue el encargado de realizar las gestiones. Amigos y conocidos de la familia, de Transilvania y de Hungría, también aportaron fondos. 

 

“Vivimos en Budapest desde hace 19 años. Hungría no me ayuda en el caso porque tenemos la ciudadanía rumana. Rumania no me ayuda porque tengo nacionalidad húngara y vivo aquí. ¿Por qué murió mi hijo inocente? ¿Quién es el responsable de su tortura, humillación y muerte? No confío en la justicia del Gobierno boliviano. Quiero una investigación internacional”, dijo.

 

 

Falleció por asfixia, según autopsia

 

A petición del abogado de la familia Magyarosi, Attila Nyirkos, el 13 de mayo de 2009 se realizó una autopsia al cadáver de Árpád en el hospital de Esztergom por parte del especialista en medicina legal István Balogh, el patólogo Miklós Kindler y un asistente.

 

El Deber vio una copia del dictamen médico, firmado el 17 de junio del mismo año. El informe asegura que Magyarosi sufrió lesiones causadas por siete disparos, además de daños en el muslo izquierdo, en la órbita ocular del ojo izquierdo, en el lado derecho de la frente, en la parte izquierda de la nariz y en la parte blanda de la región de las muñecas de las dos manos.

 

“Desde el punto de vista pericial se puede concluir que la muerte fue producida de forma violenta, durante la inhalación de sangre, asfixia, a consecuencia del daño del pulmón. Esto está demostrado inequívocamente por la gran cantidad de sangre encontrada en la tráquea. No dispongo de ningún dato que demostraría un shock por pérdida de sangre como causa de muerte. No dispongo de ningún dato que demostraría una muerte en un bree espacio de tiempo. Al contrario, la muerte se produjo durante un tiempo relativamente largo”, sostiene el médico.

 

En otra parte, dictaminó que Árpád siguió vivo casi media hora después de sufrir las lesiones, contrariamente al informe de los especialistas bolivianos, que determinó que la muerte ocurrió por shock de pérdida de sangre casi de manera instantánea.

 

 En ese sentido, el protocolo de autopsia de Bolivia estableció que el cuerpo de Árpád recibió siete impactos de proyectil de arma de fuego con predominio en el tórax y el abdomen, y especificó como causa de su muerte: shock hipovolémico, heridas múltiples en el tórax y abdomen por proyectiles de arma de fuego. Los disparos se realizaron a más de 50 centímetros.

 

El informe de balística concluyó que en la habitación 456 del hotel hubo cruce de trayectorias de disparos proveniente del interior y del exterior. El estudio de reabsorción atómica de las muestras de ambas manos de Árpád indican la presencia de residuos de disparos de armas de fuego; sin embargo, la autopsia de Hungría contradice esos datos.  

 

 

Supuesto francotirador

 

Para la Comisión Especial Multipartidaria de la Cámara de Diputados que investigó las acciones de un supuesto grupo terrorista extranjero en Santa Cruz, liderado por Eduardo Rózsa, Árpád Magyarosi Szovátaról era un experto francotirador, especialista en combate cuerpo a cuerpo y miembro de la llamada legión Szekler. 

 

El informe concluyente, entregado el 11 de noviembre de 2009 por los asambleístas, establece que operaba con el alias de Carlos y que tenía el pasaporte rumano 14093422, que le asignaba el oficio de estudiante. 

 

También lo define como compositor e intérprete musical de canciones de contenido racista y muestra una fotografía de Árpád con un rifle de asalto AK-47 y con una bandera en un costado de su cuerpo. 

 

Attila Nyikos, abogado de la familia Magyarosi, se refirió a la acusación de los supuestos nexos de Árpád con la llamada legión Szekler, grupo investigado como paramilitar en Rumania. “Es el nombre de la región donde nació Magyarosi, en Transilvania. El arma que muestran es una réplica de juguete, muy popular en Hungría”, precisó el jurista defensor.

 

 

Los refugiados en Brasil 

 

Alejandro Brown me está esperando al otro lado de Bolivia, en la acera de la Policía Federal de Brasil, donde siente que los fantasmas del fiscal Marcelo Soza y de Eduardo Rózsa no lo asustan como lo hacen en sus pocas horas de sueño. Solo nos habíamos visto por Skype y ahora lo tengo en frente. Lo veo más flaco y me mira con desconfianza. Después de tres años viviendo fuera de casa aprendió a dudar incluso del viento que golpea su cuerpo al andar. “Yo he venido a ver cómo es la vida de un refugiado”, le aclaro. Nos subimos al bus que nos lleva a su escondite.  

 

Alejandro fue el primero de los siete hombres que buscó refugio en Brasil y uno de los que, para el Ministerio Público de Bolivia, es una pieza importante que hacía funcionar el supuesto grupo separatista que lideraba Eduardo Rózsa Flores desde Santa Cruz. Este cruceño, de 40 años de edad, también es uno de los que niega tal acusación.  

 

La habitación donde vive es alargada y en ella solo cabe una cama de plaza y media, un ropero de madera y una mesa donde Alejandro ha colocado su ventana al mundo: una computadora portátil conectada a internet que trajo a Brasil como equipaje.  

 

Alejandro, te tamaño mediano y más blanco que moreno, era en 2009 asesor jurídico de la Unión Juvenil Cruceñista y fue uno de los que vio vivo a Eduardo Rózsa horas antes de su muerte. “El 15 de abril del 2009, al  promediar las 11:30, Rózsa se presentó solo en mi oficina de la Monseñor Rivero y  me pidió que lo acompañara a un Registro Civil Colectivo para verificar si ya le habían corregido su  apellido. Me despedí a las 11:55”, relata.

 

Por la tarde volvieron a verse. A las 17:30, Eduardo apareció ante él con Michael Dwyer. Lo invitó a tomar un helado y le dijo que al salir de la notaría que el canal de televisión estatal lo había entrevistado para que se pronunciara sobre el atentado que sufrió la casa del cardenal Terrazas. Se despidieron. En la madrugada del 16, en un operativo oficial en el hotel Las Américas, mataron a Rózsa y a sus amigos Dwyer Michael Martin y Magyarosi Árpád.

 

Alejandro cuenta que conoció a Rózsa en persona en noviembre del 2008, en una reunión de amigos en la Monseñor Rivero, donde, irónicamente, sería la última vez que lo vería con vida aquel 15 de abril del 2009. Su relación con él la atribuye a un interés por estar cerca de un hombre amante del cine y atractivo para conversar sobre culturas de varios países.   

 

También cuenta que Eduardo le dijo que a fines de abril iba a dejar Bolivia para comenzar el rodaje de su película Guerra sucia. “Nunca me habló de terrorismo ni de querer dividir Bolivia”, recuerda Alejandro, que es abogado de profesión. Pero el refugio solo le facilita la posibilidad de no ser perseguido por la justicia boliviana, el servicio de salud y el permiso para trabajar. Pero para un abogado de profesión como él no es fácil trabajar de abogado en Brasil. Por eso, Alejandro se dedica a vender perfumes y a gastar con moderación los pocos billetes que le envía su esposa desde Santa Cruz.  

 

La mayoría de los que buscan refugio han llegado con una mano adelante y la otra atrás, y a pesar de ello, siguen llegando. Durante los último meses arribaron tres. Con eso, el número de compatriotas sube a siete. Cinco ya consiguieron el estatuto de refugiado y dos se encuentran a la espera del visto bueno del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). 

 

El miedo está presente en esos bolivianos y ocultar la identidad es parte de la estrategia para que en Bolivia el Gobierno no se entere de su paradero. Eso lo sé ahora que estoy en Campo Grande, el escenario donde cinco abogados y un ex dirigente cívico se ganan la vida desempeñando oficios que no ejercieron en Bolivia. David Sejas, por ejemplo, el exlíder de la Unión Juvenil Cruceñista, ahora se ensucia las manos con grasa porque trabaja como mecánico. Lo que gana, dice, es para pagar el almuerzo y echarle combustible al auto que compró con el dinero de la venta del vehículo que tenía en Santa Cruz.

 

“Los primeros días fueron más duros que los de ahora. Un día, ante la desesperación, me senté en una orilla del camino y empecé a escribir una denuncia contra el Gobierno de Bolivia, que hice llegar a organismos internacionales”, dice Sejas, que ahora ya ha guardado la mirada desconfiada que me clavó antes del apretón de manos. Sejas no era un santo de devoción del Gobierno. Sobre él habían caído críticas por haber participado en la toma de varias instituciones estatales. Y también había conocido a Eduardo Rózsa. “Él me buscó dos veces para entrevistarme sobre la lucha autonómica. Me dijo que era periodista y yo accedí sin problemas”, cuenta. Pero esa historia no la cree el Ministerio Público de Bolivia y por eso Sejas ahora está en Brasil, refugiado y acusado de hacer flamear la bandera de un supuesto separatismo.  

 

En otro punto de Campo Grande conocí a otro boliviano. No quiere que su nombre salga en un artículo periodístico. Es abogado y dentro de una hora tendrá que ir a destrancar el inodoro de un vecino que lo contrató para que haga trabajos de fontanería. “Entre alquiler y comida cada día necesito ganar por lo menos 40 dólares”, dice, y se aleja preocupado porque ya son las10:00 y todavía no ha ganado un peso. Según Acnur, la condición de refugiado contempla el resguardo de la integridad física para que la persona se libere del trauma de la persecución política que denuncia en su país, pero  no prevé la entrega de alimentos ni la concesión de una vivienda. En las ocasiones en que una persona carece de todo medio económico, la Pastoral del Migrante la acoge en su refugio por unos días. 

 

El Juez Luis Tapia Pachi vive en un alojamiento modesto de Campo Grande. Él no es uno de los 39 acusados en el caso Rózsa, pero el tema le llegó, como él dice, de rebote: porque cuando era juez en Santa Cruz dio curso a un memorial que presentó Branko Marinkovic para no ir a declarar a La Paz, sino para hacerlo en la capital cruceña. Desde entonces denunció persecución y peligro de ser detenido, y fue acusado de prevaricación. “Salí a Brasil porque aquí me siento seguro”, me dice Tapia Pachi, al que lo veo sentado en un restaurante de comida rápida que se encuentra al frente de su residencia. 

 

Excepto Tapia Pachi, el resto de los refugiados se comunican entre ellos por teléfono para saber cómo están, si ya encontraron trabajo o si no están pasando hambre. Pero nunca se llaman por sus nombres. Siempre (ese es el compromiso pactado) se deben decir: “Hola, espíritu”. 

 

Alejandro dice que el miedo de la persecución está latente y hay que cerrar filas ante posibles pinchazos telefónicos desde Bolivia. Pero eso me lo dirá después, cuando ya no me esté mirando con desconfianza, me enseñe su refugio y me diga que alguna vez ha tenido pesadillas cuando soñó que a Eduardo Rózsa alguien le disparaba en la cabeza y que el fiscal Soza lo persigue para impedir que los brasileños le compren los perfumes que vende para ganarse la vida. 

 

 

“Me dijeron que lo iban a matar”

 

David Sejas conduce un Ford Versalles por las calles de Campo Grande. Es de noche y va a revelarme lo que él considera su mayor secreto: “Yo sabía que iban a matar a Eduardo Rózsa dos semanas antes de aquel 16 de abril del 2009. Me lo dijo el propio Juan Ramón Quintana”. El ministro boliviano de la Presidencia ha negado tal acusación y la ha desmentido categóricamente.

 

Sejas fue presidente de la Unión Juvenil Cruceñista del Comité Pro Santa Cruz y varias veces se había refugiado en la clandestinidad porque decía que el Gobierno lo detener por ser parte de la oposición y por haber ocupado de forma violenta instituciones estatales.

 

  Sejas asegura que fue el propio ministro de la Presidencia quien le dijo que la muerte de Eduardo estaba planificada y que se lo mencionó cerca de un surtidor en las afueras de la ciudad. “Eran las dos de la tarde. A cambio de que firmara unos documentos y que formara parte de su esquema oficial, me ofrecieron 50.000 dólares americanos. También me mostraron una foto (de Eduardo) y me preguntaron si lo conocía. Yo lo negué y me dijeron que les estaban pisando los talones para matarlo porque era un peligro para el Gobierno. Eso fue dos semanas antes de que lo maten”, relató. 

 

También dice que no se quedó callado, que comentó el asunto con dos amigos suyos que tenían contacto con Eduardo para que lo alertaran. También denunció que Quintana le propuso que se uniera al Gobierno, porque ya casi todos lo habían hecho y que solo faltaba Branko Marinkovic y él. “Yo ya tenía un proceso por la toma de instituciones y otros delitos. Me garantizó que nadie me iba a perturbar si es que aceptada cambiarme de bando”. 

 

Sejas fue el que denunció a Quintana por el contrabando en 33 camiones que iban a pasar a Brasil por Puerto Evo. ¿Por qué entonces el ministro de la Presidencia iba a estar interesado en llevar a Sejas a su lado? “Quintana me dijo que yo era un buen elemento para desarticular la oposición, que aún tenía credibilidad, que era un desgraciado y que quería que le dijera quién me dio los CD que lo involucraron en el caso de los camiones con contrabando”. 

 

El ministro Quintana negó enfáticamente y dijo que la acusación de Sejas era una vil mentira, que no lo conoce, que jamás cruzó palabra con él y que solo lo ha visto en los medios de comunicación.

 

Por tal motivo, afirmó, las palabras del ex presidente de la Unión Juvenil Cruceñista son un invento que no tienen fuerza porque provienen de una persona que salió del país acusada de varios delitos, entre ellos la toma de las instituciones, que buscaban un golpe cívico-prefectural contra el Gobierno  democrático.  

 

 

“Si Rózsa estuviera vivo tampoco hablaría”

 

Marcelo Soza es el fiscal que acusa a 39 personas de formar parte de una banda terrorista-separatista. Respondió desde su oficina paceña a una serie preguntas, como por qué mataron a Eduardo Rózsa y si no cree que si estuviera vivo se habría sabido la verdad. Revela quién, según él, trajo al supuesto terrorista y niega ser en este momento millonario.

 

¿En qué etapa se encuentra la investigación? –La investigación ya ha concluido. Tenemos 39 acusados y estamos solamente a la espera del juicio fijado para el [pasado] 23 de julio. Espero que en un mes o mes y medio estemos concluyendo con una sentencia. Por su parte, el caso terrorismo II está en la etapa de investigación y se está centrando en el financiamiento (del supuesto grupo) 

 

¿Cuál es la hipótesis que maneja?  –Hemos planteado la acusación. Tenemos conocimiento deque Eduardo Rózsa conjuntamente con un grupo de extranjeros fueron traídos por algunos malos ciudadanos de Santa Cruz para cometer el delito de alzamiento armado, es decir, la división territorial de Bolivia. Esta situación era el crear caos momentáneo a raíz de atentados terroristas. Tras la detonación que se dio en la casa del cardenal Julio Terrazas se ha investigado a varias personas y, a partir de eso, se ha develado mucha información, donde existían planes de separación territorial y compra de armamento.  

 

Con esta su teoría, ¿había planes de matar al presidente? 

 

–Lo que se tenía planificado dentro de esta organización como última alternativa era esa situación; sin embargo, a lo que más se abocaba era al derrocamiento de Evo Morales. 

 

¿Qué pruebas tiene para esa acusación? –Tenemos un sinfín de elementos probatorios que ya fueron entregados y notificados a cada uno de los acusados. Existen declaraciones testificales, pruebas material como ser armamento, explosivos, municiones de todo calibre y otros elementos como mapas, correos electrónicos que Eduardo los iba acumulando.  

 

Hay varias críticas que dicen que sus pruebas son muy débiles y no sustentan las acusaciones.  –Les digo lo contrario, lamentablemente esto se ha mediatizado y politizado. El pueblo se dará cuenta y se enterará en el juicio. No nos olvidemos que existen jueces ciudadanos y con seguridad van a ver cada una de las pruebas. 

 

¿Cuándo llegó Eduardo Rózsa a Bolivia? –Llegó más o menos el 1 de octubre del 2008. A partir de ahí empieza a contactarse con Juan Carlos Santisteban, que era miembro de la Falange, con militares bolivianos que están en la reserva como Gary Pardo y Lucio Añez, que conocen sobre la problemática boliviana y quién más que ellos para saber sobre el tema militar en Bolivia y los cuarteles del país. Por más que digan que Rózsa  solamente vino a entrevistar a Gary Prado, no es cierto. Sabemos que Prado le ha entregado a Eduardo información y eso no lo puede negar porque está plasmado en una información. 

 

¿Cómo se entera el Gobierno de la presencia de Rózsa? –Esa información la tenemos a partir de Ignacio Villa Vargas (el Viejo) que era el chofer de Eduardo, quien le entregó 8.000 dólaes para que compre algunos materiales de guerra. Ignacio no compró ese material y la gente de Eduardo le estaba exigiendo. La salida más fácil de Vargas fue delatarlo ante la Policía.  

 

Según usted, ¿quién trajo a Eduardo a Bolivia? –Según la información fue el hermano de Rubén Costas, Paulo Humberto Costas Aguilera, que trabajaba en La Torre con otra gente que no hemos determinado, pero sí que era la persona encargada junto a Branko (Marinkovic), que lo trajo con ayuda de Humberto Roca, que proporcionó los pasajes a Alejandro Melgar para que este los entregara de manera directa.  

 

¿Desde ese momento se empezó a investigar subterráneamente? –No sabemos el momento exacto del contacto que tuvo Vargas con funcionarios del Gobierno, pero lo que sí conocemos es que, con la no devolución de ese dinero, la vía más fácil era delatarlos. 

 

¿Cuánto dinero movió el supuesto grupo terrorista? –No tenemos un dato preciso, pero fue bastante lo que se movió. El pago de hoteles, alquiler de vehículos para ir a Beni y otros lugares de Santa Cruz, los pasajes de avión para siete u ocho extranjeros ida y vuelta, compra de armamento, granadas, municiones. 

 

¿Por qué lo mataron a Eduardo y a las otras dos personas? ¿Por qué no los detuvieron? –Esa pregunta siempre ha surgido. Lamentablemente han utilizado este hecho de manera mediática. Yo tengo informes de forenses sobre el levantamiento de cadáveres y de las autopsias que señalan que hubo disparos de arma de fuego. Tenemos el informe balístico que corresponde a la trayectoria de las armas y se señala que sí hubo cruce de armas de fuego. Me tengo que basar en la prueba científica, no puedo especular en algo que no sé. Se habló de que los acribillaron, pero las partes no solicitaron que se haga otra pericia, autopsia o necropsia. Se les hizo la prueba de absorción atómica. Cuando una persona dispara se saca de las manos restos de la pólvora.  

 

¿O sea que los procesados pueden aún pedir nuevos exámenes? –Podrían solicitar la necropsia porque ya fueron enterrados los cuerpos, o mediante un antropólogo forense determinar las causas de la muerte. Pero no lo hicieron y no lo hacen, solo especulan y no demuestran con pruebas científicas como yo lo hago.  

 

Se sabe que en Hungría los familiares de los fallecidos realizaron autopsias que contradicen a las realizadas en Bolivia. ¿Se ha considerado adjuntar esas pruebas en el juicio oral? –Conocí esto mediante los medios de comunicación, sin embargo no sé qué validez podría tener una información donde no participaron autoridades bolivianas porque no nos olvidemos que el proceso se sigue en Bolivia. Cualquier dato que venga del exterior no tiene incidencia dentro del proceso. 

 

¿No le hicieron llegar ese estudio? –En ningún momento me hicieron llegar absolutamente nada. Desde el punto jurídico es ilegal para introducirlo al juicio en Bolivia porque todo debió haber salido de aquí. Si los interesados quisieron verificar un informe balístico nuevo y autopsia debieron haberlo hecho. 

 

Elöd Tóásó, uno de los extranjeros que junto a Mario Tadic está detenido en San Pedro, denunció que fue torturado cuando lo detuvieron en el hotel Las Américas. ¿Es verdad que lo sometieron? –Es totalmente falso, gracias a Dios hemos tomado los recaudos. Incluso en la declaración de Ignacio Villa Vargas el funcionario le tomó la declaración en presencia de su abogado y existe audio. Lo propio ocurrió con los  extranjeros, yo no tomé las declaraciones a ellos porque estaba en Santa Cruz, fueron otros fiscales, existen todos los recaudos correspondientes.  

 

¿Esta denuncia será tomada en cuenta en el juicio? –De ninguna manera, porque solo son especulaciones, no son demostraciones científicas. Si yo he acusado es porque existen elementos de prueba que llegado el momento, el tribunal compuesto por jueces ciudadanos que no son políticos van a poder analizar y determinar un fallo si son inocentes o culpables.  

 

¿No cree que Eduardo Rózsa hubiera más útil vivo que muerto? –Si analizamos los hechos delictivos en sí, ¿qué ocurre cuando existe un asesinato? La persona que ha sido muerta no puede hablar porque está muerta. ¿Qué es lo que habla frente a esa situación? Hablan todas las evidencias, tipo de sangre, las huellas, el arma, que van a determinar la culpabilidad o no de las personas que mataron a esa persona. Aquí el testigo no habla porque está muerto. No podemos basarnos en versiones de personas, sino en pruebas científicas. Lo que habla es lo que dejaron escrito en la computadora, los correos electrónicos, la intención, los mapas, el armamento. Pero, pese a esta situación, existen dos sobrevivientes: Tadic y Tóásó. Ellos trabajaban con Eduardo, tenían su centro de operaciones en Cotas y Fegasacruz. Esas personas lógicamente nunca van a hablar. Si hubiese estado Eduardo vivo tampoco hubiese hablado, estamos en la misma situación. Manifestar que si Rózsa hubiese dado muchas luces es incoherente,  porque si tenemos a dos personas vivas que no hablan es porque nunca ellos se van a inculpar. 

 

¿No le llamó la atención que las cámaras de seguridad del hotel Las Américas no estuvieran funcionando el día del operativo cuando se mató a Eduardo Rózsa? –Es un tema que se ha investigado también. No sé hasta qué punto hubiese aportado las cámaras de vigilancia, lo único  hubiera sido en el operativo en sí. Probablemente esas cámaras estaban descompuesta antes, no sabemos la realidad de la situación, ahí crea duda. Sin embargo, nos basamos en todos los elementos que tenemos dentro del operativo. 

 

¿Qué opina de la teoría de que el Gobierno lo trajo a Eduardo? –Descarto esa teoría porque no olvidemos que Valverde siempre habló de un tal Camarada Linera y nunca existió dentro de nuestra investigación.  

 

Según hablé con algunos acusados, lo que pretendían era armar un movimiento político y no terrorista. –Yo digo lo contrario. Si uno quiere hacer un movimiento político está en su derecho, pero el armamento es para matar, para intimidar.  

 

Escuché denuncias de que usted cobra dinero a personas para no involucrarlas en el juicio, ¿es cierto eso? –Eso me da risa. Dicen que tengo dos casas y dos millones de dólares, que me demuestren dónde están esas casas.  

 

 

 

San Pedro, una olla de denuncias 

 

En la cárcel paceña hay ocho presos. La acusación les ha cambiado la vida.

 

En una celda de la cárcel de San Pedro se encuentra el perro Snoopy encadenado y con una pancarta que dice: Autonomista y no terrorista. En esa jaula de adobe a la que se llega haciendo zigzag y hundiendo la panza para no chocarse con paredes estrechas hay tres hombres acusados de ser terroristas y también hay frascos de remedios apilados en repisas improvisadas y bocas con ganas de hablar sobre cuánto le cuesta a un camba sobrevivir a 3.600 metros de altura, sobre violaciones e los derechos humanos y pasajes de la vida de un tal Eduardo Rózsa.  

 

En esa celda vive Juan Carlos Guedes Bruno, el cruceño al que el Gobierno involucró en el supuesto caso de terrorismo por haber vendido un arma de fuego  a Eduardo Rózsa Flores. Él no lo niega y entre risa y llanto dice que la justicia se ha equivocado con él porque se lo acusa de algo que no cometió, y no así por estafa, que es lo que sí hizo con Rózsa. “Yo le vendí un arma que no estaba en buen estado y a un precio tres veces más de lo que realmente valía”, me dice él, que está sentado en su cama. Padece una diabetes que a veces lo destroza.

 

Guedes recuerda que le dijo a Eduardo: “Te la vendo en 1.400 dólares americanos” y que él sin vacilar le contestó: “Trato hecho”. Hizo el negocio de su vida, pero le surgieron varias dudas. ¿Cómo es que un experto en armas paga tanto por ese objeto en mal estado? Guedes no se quedó callado y dijo a algunos líderes cruceños que Eduardo era un agente provocador del Gobierno. Pero no le hicieron caso y luego se enteró de que un grupo policial lo mató en el hotel Las Américas el 16 de abril de 2009. 

 

Después vino su detención y su testimonio habla de ultrajes policiales, torturas físicas y psicológicas que le erosionaron la salud. Saca de algún lugar de su estrecho cuarto un fajo de hojas que uno puede pensar que se trata de documentos que testifican su inocencia. Pero lo que tiene entre manos es un legajo sobre su estado de salud: estudios médicos y los remedios que debe tomar para soportar las crisis que le provocan la altura de La Paz y las subidas de su azúcar. “Solo vendí un arma en mal estado. No soy terrorista”, asegura.

 

A su lado está Juan Kudelka, al que el Ministerio Público le puso el ojo con la acusación de que había tenido contacto personal con Rózsa y muy estrecha relación con el entonces presidente del Comité pro Santa Cruz, Branko Marinkovic, para quien trabajaba como gerente comercial de su empresa aceitera. Tras la acusación, Kudelka se fue a Estados Unidos, pero volvió cuando se sintió abandonado por la cambada en la que él había colaborado como organizador de los cabildos cuyo objetivo era conseguir la autonomía departamental. “Nunca formé parte de ningún grupo terrorista ni separatista”, dice desde esa cama que pertenece a Guedes y donde ahora está contando su historia con una voz cansada. Kudelka respira como si hubiera subido gradas. “La altura me provoca problemas respiratorios”, se lamenta, pero sigue hablando.  “Volví a Santa Cruz, declaré ante la Fiscalía y conseguí medidas sustitutivas. Pero después la gente del fiscal Marcelo Soza me pidió que involucrara a Marinkovic”, cuenta.

 

 Pero asegura que no lo hizo y por eso ahora está en San Pedro, con su matrimonio destrozado, sin casa, pero con un nuevo amor que conoció en los intervalos de sus días oscuros. Kathy Rabczuk es la rubia espigada que está con él ahora y la que se encarga de utilizar las redes sociales para que Kudelka diga su verdad.  

 

El fiscal Soza, desde su escritorio de La Paz, ha negado que se haya maltratado a los detenidos y que se hubiera buscado pactos con ellos para librarles de las acusaciones. 

 

Al lado de Kudelka hay otro detenido por el caso Rózsa. Es un hombre blanco con cuerpo de jugador de fútbol americano. Se trata de Alejandro Gelafio Santisteban. Él asegura que nunca vio a Eduardo Rózsa, que estaba fuera del país y que a la semana de haber llegado a La Paz para casarse lo citaron para que declarara y lo metieron preso.  

 

En San Pedro hay ocho detenidos acusados por este caso y Kudelka dice que todos quieren que de una vez se realice el juicio porque ya llevan tres años presos sin ser culpables. “Ahora el fiscal tiene que demostrar que somos terroristas y no tiene cómo”, asegura, y mira al perro Snoopy, a sus cadenas y la pancarta que el perro tiene entre sus patas.

 

 

 

Tuffí Aré y Roberto Navia son periodistas. Una versión ligeramente distinta de este reportaje se publicó en el diario boliviano El Deber

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