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ArpaLa casa de Marguerite Duras en la Rive Gauche de París

La casa de Marguerite Duras en la Rive Gauche de París

Marguerite Duras

Fue después de la liberación de París durante los años cincuenta cuando se recuperó la imagen de los cafés literarios de Saint-Germain-des-Prés, cuando una nueva generación de intelectuales empezó a frecuentar esos cafés con terrazas y las cuevas de jazz del barrio latino. Precisamente el escritor americano Ernest Hemingway volvió también a París en 1945 para recuperar el ambiente perdido de aquellos años veinte cuando París había sido una fiesta, cuando “éramos muy pobres, pero muy felices”. A esos mismos cafés a los que habían acudido Gertrude Stein, Scott Fitzgerald o James Joyce, volvía de nuevo Hemingway para coincidir en el barrio de Montparnasse con Henry Miller, Picasso y Man Ray. También Sartre y Beauvoir regresaron al café de Flore para convertirse en la pareja de moda. Igual que el viejo maestro André Breton, el que había liberado la creación en nombre del mito revolucionario, y que en 1946 volvió a la terraza de Les Deux Magots acompañado por sus discípulos. Entonces varias generaciones literarias y políticas compartieron mesas, vinos y charlas en la rive gauche, entre la célula comunista, la familia sartriana y los existencialistas.

La casa de la escritora y guionista Marguerite Duras, cuya agitada vida de activista combinó perfectamente con su gran obra literaria y cinematográfica, estaba en el número 5 de la rue de Saint-Benoit, a un par de manzanas del Café Floré y les Deux Magots, en la esquina con el Boulevard Saint Germain. La casa que estuvo siempre abierta a la historia de la intelectualidad de izquierdas parisina de la segunda mitad del siglo, del periodo que va entre la ocupación alemana y la guerra y el movimiento feminista de la década de los años setenta.

Aquel apartamento del tercer piso fue el lugar donde se preparó buena parte de la resistencia francesa frente al nazismo, que tras la liberación fue el principal lugar de reunión de la célebre célula 722 del ortodoxo Partido Comunista Francés, y que más tarde sería el lugar donde encontraron refugio tanto los activistas clandestinos de la guerra de independencia de Argelia como luego los jóvenes del mayo del 68 y más tarde las feministas. Aquella casa tan literaria de la escritora Marguerite Duras fue durante su vida y su obra principal base de operaciones del activismo de izquierdas. Y precisamente fue donde un joven escritor español, Enrique Vila-Matas, imaginó en los años setenta su viaje parisino de aprendizaje de la mano de Hemingway y precisamente de Margarite Duras, que literariamente era la propietaria de la buhardilla de la sexta planta desde cuya ventana veía el campanario de la iglesia de Saint-Germain-des-Prés cuando decidió ser escritor maldito y después recordarlo en París no se acaba nunca.

La casa de la rue Saint Benoit de aquella joven francesa que empezaba a darse a conocer por sus relatos llenos de intensidad y trascendencia de las relaciones humanas, “era una de esas casas en las que entran y salen a cada instante tres ideas, cinco amigos, veinte diarios, tres indignaciones, dos bromas, diez libros y un samovar con agua hirviendo”, como dijo el poeta Claude Roy, una colmena dominada por aquella joven del Sindicato de Editores “que tenía un genio abrupto y una vehemencia barroca”, que se mezclaba poco en las discusiones que acogía, pero que se encargaba de la cocina, escribía libros y criaba un bebé. A partir de 1945, tras la liberación de París, allí se reunieron los intelectuales y escritores militantes comunistas o simpatizantes del partido, entre ellos el español Jorge Semprún, que fue miembro destacado de la célula comunista con más glamur del distrito de Saint-Germain-des-Prés, la célula 722. El episodio tuvo como protagonista a este personaje español que también fue central en la vida cultural francesa en aquellos años de la rive gauche y que sería guionista de Alain Resnais y Costa-Gravas. En esta célula, en la que se formó políticamente el joven exiliado español, militaron los colaboradores de la editorial Gallimard Robert Antelme y Dionys Mascolo, o el sociólogo Edgar Morin, y los escritores Raymond Queneau, Merleau-Ponty, Maurice Blanchot o Georges Bataille. Y alrededor de ese núcleo también orbitaron otros simpatizantes como Sartre y la Beauvoir de la revista Les Temps Modernes y artistas entre los que estaba la actriz Simone Signoret y su marido Yves Montand o Juliette Greco.

Marguerite Duras se había casado en 1939 con Robert Antelme, escritor y activista de la resistencia francesa que fue apresado por la Gestapo en 1944 y enviado al campo de concentración nazi de Buchenwald, donde coincidiría con el español Jorge Semprún, y de allí deportado al campo de castigo de Dachau. Mientras la escritora había escapado de la redada alemana gracias a la colaboración de un François Miterrand líder de la resistencia, conoció al mejor amigo de su marido Antelme, Dionys Mascolo, que terminó siendo su amante, el padre de su hijo y su segundo marido. Y también fue su amigo ese joven François Mitterrand, delegado por el gobierno provisional, quien buscó en los campos de concentración a Robert Antelme al finalizar la guerra a pesar de que ya se le daba por muerto. Pero lo acabó encontrando en el campo de Dachau, casi moribundo por su cautiverio al haber contraído el tifus. Con la ayuda de Mascolo organizó su regreso a París donde fue acogido y recuperado gracias a los cuidados de Marguerite Duras.

Entonces, Antelme escribió La especie humana, texto en el que narró el horror de su experiencia en los campos nazis para testimoniar el hedor a carne quemada que desprendía la chimenea de los crematorios o el instinto de supervivencia de los deportados que suspiraban aliviados cuando la muerte les pasaba de largo o la inhibición de cualquier compasión que demostraban los sádicos nazis. Robert Antelme fue uno de los integrantes de aquellos trenes de la muerte cuando fue enviado del campo nazi de Buchenwald al de Dachau. Tras sobrevivir, denunció lo que era preferible olvidar del dolor de los demás para poder pensar en el propio futuro. La liberación resultó amarga para aquellos que como Antelme habían perdido el contacto con la realidad porque fueron las víctimas de la iniquidad y la indignidad humana del holocausto. Como hizo el escritor italiano Primo Levi también en 1947, otro superviviente que escribió Si esto es un hombre, Antelme encontró una forma de liberarse de aquella catástrofe humana a través del relato de los sufrimientos en los campos de exterminio de los nazis con su terrible saldo de millones de muertos. Desde entonces, no volvió a hablar ni a escribir sobre su pasado, no concedió entrevistas, ni consintió ninguna biografía suya.

 

La célula comunista con más glamur: 722

Tras su convalecencia y una vez recuperado en 1946, Antelme se divorció de Marguerite Duras –aunque siguieron trabajando juntos en sus proyectos editoriales– para que pudiera casarse con Dionys Mascolo. El trío militó en esa célula 722 del Partido Comunista Francés (PCF) hasta que fueron expulsados en 1951. Según algunos miembros de la célula, en esta expulsión tuvo su papel el joven exiliado español Jorge Semprún, que quería hacer méritos ante la dirección del partido y era amigo personal del secretario de la célula.

La casa del trío Duras, Antelme y Mascolo, de la rue Saint-Benoît 5, era una especie de piso franco donde ya hemos indicado se reunían multitud de intelectuales críticos, escritores y poetas como Clara Malraux, Edgar Morin, Maurice Merleau-Ponty, Georges Bataille, Jacques Lacan y Jorge Semprún. El periodista y comunista Pierre Daix había fundado el Círculo de Críticos vinculado directamente al comité central y en el que figuraban además de Marguerite Duras, Antelme y Mascolo, Aragón, Eluard y Morin, que también tenían allí su lugar de encuentro. Pero entre tanto intelectual los desacuerdos con la orientación oficial del Partido Comunista francés aparecieron enseguida y hacían referencia al enfoque cultural del partido. Marguerite Duras y sus amigos subrayaban el papel de la intelectualidad como “vanguardia ideológica” y la autonomía de la creación, hasta que finalmente serían desautorizados.

En mayo de 1949, el grupo de amigos de Marguerite Duras, tras la correspondiente reunión de la célula, fueron a charlar al Café Bonaparte y allí sentados criticaron y bromearon sobre algunos cargos del partido. Jorge Semprún también estaba presente y estos comentarios acabaron llegando a la dirección, lo que desencadenó un largo proceso político que terminó con las sanciones al grupo de Duras. Acusaron a Semprún de aquella denuncia y nunca más se reincorporaron al partido disconformes con las tendencias que consideraban machistas y totalitarias. El partido francés era por entonces una organización estalinista en la que se empezaban a hacer frecuentes las versiones domésticas de los procesos de Moscú. El informe de sanción del PCF decía sobre Marguerite Duras: “Tiene fama de ninfómana, lo que no está demostrado. Ciertamente promiscua. Fue miembro de la censura durante la ocupación alemana. Es imprudente y arrogante hacia el Partido. Propongo una amonestación y una suspensión de un año a partir de la decisión final”. Con los peores argumentos de la política y la moral, acusaban a Duras de tener “una moral muy relajada” y a su amiga, la secretaria de embajada Monique Régnier, de llevar una vida disoluta.

Duras se defendió de la censura en una carta dirigida poco después a la dirección del PCF, en la que escribió: “El partido dijo que era necesario ir de puerta en puerta. Fui de puerta en puerta. El partido dijo que teníamos que hacer colectas. Hice colectas en las terrazas de los cafés y en otros lugares. El partido pidió, ya que era esencial, que acogiéramos a los hijos de los huelguistas. Acogí a la hija de un minero durante dos meses. Hice firmar a las amas de casa en los mercados, pegué carteles, ayudé a que Antelme, Mascolo y otros firmaran. Todo lo que pude hacer, lo hice. Lo que no puedo hacer es cambiar mis gustos, por ejemplo, literarios, que son los que son, pero a los que me es físicamente imposible renunciar”.[1]

Marguerite Duras tenía el concepto de comunismo libertario del intelectual libre e idealista, una concepción del comunismo muy diferente a la del catecismo vigente aquellos años de inicio de guerra fría en las células del PCF. Tras su exclusión siguió proclamándose comunista: “La esperanza comunista nunca me ha abandonado. Soy como un paciente de la esperanza, de la esperanza que pongo en el proletariado”. Posteriormente también se solidarizó con el movimiento del 68, o las feministas del manifiesto de 1971 por la abolición de la ley contra el aborto. Convertida en una de las principales autoras del nouveau roman, Marguerite Duras publicó a lo largo de su vida decenas de novelas, obtuvo el Premio Goncourt y escribió guiones para el cine y el teatro.

Pero todo aquel episodio había provocado la ruptura de la amistad entre el joven Jorge Semprún y el grupo de amigos de Duras, aunque después con el paso de los años recuperaría la relación con la escritora francesa, pues ambos trabajaron como guionistas en el campo cinematográfico. Pero lo cierto es que Semprún fue por entonces un comunista confiable y obediente del aparato de un partido enfrascado en purgas internas destinadas a eliminar cualquier disidencia. Aunque después se casó con Colette Leloup, editora cinematográfica, dejó el Partido Comunista francés y se afilió al español porque ahí encontraba más fácil su encaje de futuro.

Pero fue especialmente con Robert Antelme con el que Semprún había tenido el enfrentamiento. Antelme, que había coincidido con Semprún en el campo de concentración nazi de Buchenwald, había criticado duramente el papel que el partido comunista había jugado en aquel campo en donde Jorge Semprún había formado parte de aquella red comunista de kapos del campo. Quizá por su conocimiento de la lengua alemana el joven Semprún desempeñó funciones de oficinista y por consiguiente en las listas de asignación de presos para los convoyes de la muerte hacia otros campos. Y precisamente Antelme había sido uno de ellos cuando fue enviado desde el campo nazi de Weimar al campo de castigo de Dachau en Baviera y pudo salvar la vida de milagro.

 

El 68 en la Rive Gauche

Décadas después, la casa de la escritora Marguerite Duras seguía siendo centro del activismo izquierdista parisino. Tras las movilizaciones del mayo del 68, los jóvenes trotskistas Henri Weber y Daniel Bensaid se refugiaron en esa casa tras la disolución de su organización, las Juventudes Comunistas Revolucionarias y la detención de sus líderes. Era el mismo lugar en el corazón de Saint-Germain-des-Prés que había dado acogida a la resistencia frente a la ocupación nazi y a la célula 722 del Partido Comunista Frances. Habían pasado más de 20 años, pero la casa de la escritora y guionista, autora de culto, seguía siendo centro de acogida y base de operaciones de toda la izquierda francesa desde los años cuarenta.

Los dos jóvenes activistas de la rebelión del 68 pasaron allí escondidos sin poder salir a la calle un caluroso mes de julio, donde pusieron al corriente el correo de la organización trotskista y escribieron sobre los acontecimientos vividos comiendo las sobras del buffet de los rodajes a los que acudía diariamente la cineasta Marguerite Duras. Solo salían por las noches para hacer pintadas de alquitrán pidiendo la liberación de su camarada Alain Krivine. Mientras ellos escribían, Duras seguía recibiendo en su casa a los restos del grupo de la rue Saint Benoit, Mascolo, Antelme y Maurice Blanchot, que formaban parte del Comité de Acción de Estudiantes y Escritores durante la ocupación de la Sorbona, y sobre los que nuestros jóvenes confesaron que desconocían su historia. De ese modo, la famosa casa de Duras también fue por un tiempo buzón y oficina del grupo trotskista.

Poco después y con el protagonismo de Simone de Beauvoir, autora de El segundo sexo, esa misma casa de la rive gouche acogería también los preparativos de la campaña a favor de los derechos de las mujeres, que se iniciaría con una gran manifestación de miles de mujeres convocadas en Paris el 11 de noviembre de 1971, y que inició su larga lucha por el derecho al aborto.

 

Este fragmento pertenece al libro Novecentistas Memoria generacional del novecientos europeo, publicado por El Viejo Topo.

Nota:

[1] Streiff, Gérard. Procès stalinien à Saint-Germain-des-Prés. Syllepse, 1999.

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