En el poema Fama, Borges celebraba a su peculiar manera haber visto crecer y declinar a Buenos Aires, haber conversado en Palermo con un viejo asesino, haber eludido sobornos, ser devoto de Conrad y una larga lista de esas cosas, ninguna de ellas raras, decía el escritor, pero cuyo conjunto “me depara una fama que no acabo de comprender.”
Ignoro si, en el caso de Lou Reed, consumado artista del transformismo, último espécimen de los lagartos humanos, probable subespecie cordylus cataphractus, su fama es otro motivo más de ocultamiento en la vida del más retraído de los lizards que han recorrido y dejado su marca indeleble en el mundo de la música. Cuando en 1974 le preguntaron acerca de su obstinado mutismo, respondió, a saber si en serio o con sorna, quizá con tedio: “soy un hombre de pocas palabras”.
Lou Reed ingresó a la universidad de Syracuse, ubicada en el condado de Onondaga, estado de Nueva York, en 1960. Debió ser un alumno dedicado, pues cuatro años después había obtenido su diploma en Literatura inglesa. En el inter, Reed alternó con uno de los poetas mayores de Estados Unidos, siguió componiendo y tocando música y fundó la revista The Lonely Woman Quarterly, dedicada al humor y la experimentación poética. Quizá debido a semejante título, Trimestre de la mujer solitaria, uno de sus últimos biógrafos, Howard Sounes, afirma que durante su estancia en Syracuse, Reed era en realidad un «monstruo» cuya misoginia se extendió como una sombra en la vida del músico y performer.
Lo cierto es que las denuncias presentadas por Howard Sounes en Notes from the Velvet Underground: The Life of Lou Reed, así como otras acusaciones más conocidas —las tempranas terapias de electroshocks, su adicción a la heroína y las metanfetaminas, su influencia en Andy Warhol y sus riesgosas andanzas en The Factory, su bisexualidad o, mejor dicho multi-sexualidad, su postrero alcoholismo— no calaron lo suficiente para cancelar y obliterar el legado de uno de los artistas más importantes e influyentes que han dado los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX y hasta su muerte en el año 2013 por obra y gracia de un cáncer en el hígado.
Lou Reed no fue, como Borges, un admirador de Joseph Conrad. Sí lo fue de su profesor, el ingobernable poeta Delmore Schwartz, retratado con fidelidad y sin demasiada ficción por su amigo Saul Bellow en la novela El legado de Humboldt. Además de inscribirse en sus cursos, con Schwartz hubo una suerte de inspiración mutua: ambos eran criaturas del abismo, cada quien a su manera recorrió el lado salvaje, no-return ticket, viaje sencillo, adiós.
Acerca de los años formativos y su perenne aprecio por su Alma Mater y por su maestro de letras inglesas, Lou Reed dejó múltiples y entrañables muestras. Por ejemplo, en un video promocional de la universidad de Syracuse; en una extraña composición mitad poesía, mitad ensayo persona en recuerdo de Delmore Schwartz, que publicó en Poetry, la prestigiosa revista de Chicago y de la cual traduje algunos fragmentos:
Eras un genio. Arruinado.
Las historias locas. Oh Delmore you era tan joven. Creía demasiado. Nos reuníamos a tu alrededor para leer Finnegans Wake. Hilarante y sin embargo impenetrable sin tu compañía. Decías que había cosas mejores en la vida que clavarse en Joyce. Hacías anotaciones en cada palabra de las novelas que tomabas de la biblioteca. En cada palabra.
Le entregué un cuento. Me puso 8 de calificación. Me sentí tan dolido y avergonzado.
Escuché al chico que vende los diarios gritar Europa Europa.
Dame suficiente cuerda y me colgaré del techo.
Algunos pensaban que era un borracho pero —en realidad— era un maniaco-depresivo, lo cual es como tener el cabello color café.
Tenías que tomar tu ducha —un acto existencial. Podías deslizarte en la regadera y morir en soledad.
Sir, debe usted mantener la calma o lo arrastraré fuera de aquí.
Delmore entendía todo y podía escribirlo todo impecablemente.
Gracias a su música, a su poesía, a su ejemplo a la vez vital y mórbido a la hora de abismarse, de perderse en las galeras del subsuelo y los bajos fondos, de deshacerse de toda esa mierda del pasado que vienes cargando como una mula y que te paraliza e impide seguir caminando, life is meant to be more than this and this is a bum trip, Lou Reed es el más confiable de los Virgilios contemporáneos.