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Mientras tantoLa broma infinita (David Foster Wallace) y la autoestimulación del circuito de...

La broma infinita (David Foster Wallace) y la autoestimulación del circuito de recompensa


Con la cabeza inmovilizada con algunas correas, el Sujeto del test había visto dos veces el Entretenimiento de forma gratuita sin que se le aplicara ninguna pesquisa motivacional. Para ver cuál era el nivel de motivación a que inducía el cartucho, el mismo M. Broullíme se había introducido con una venda en los ojos en el almacén provisto de una sierra ortopédica; informó al Sujeto del test de que a partir de ahora cada visionado subsecuente del Entretenimiento tendría el precio de un dígito de las extremidades del Sujeto. Y le hizo entrega de la sierra ortopédica. La explicación de Broullime a Fortier fue que de ese modo se podía crear una matriz para computar la relación estadística entre (n) el número de veces que el Sujeto veía el Entretenimiento y (t) la cantidad de tiempo que le llevaba decidirse a cortarse un dedo para cada subsecuente visionado (n + [). El objetivo era confirmar con seguridad estadística el deseo del Sujeto de ver y volver a ver y su incapacidad para la saciedad. No podía haber un índice de disminución de la satisfacción como en la econometría de los productos estadounidenses normales. Para probar que la atracción del Entretenimiento samizdat era macropolíticamente letal, el noveno dedo debía saltar con la misma rapidez y predisposición que el segundo. Broullime era algo escéptico al respecto. Pero esa era la función de Broullime en su papel en la célula:el conocimiento experto en combinación con un escepticismo de coeur.

Asisití en el Pint Of Science de Sevilla a una charla titulada ‘Todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda» (temazo de Pata Negra) de la doctora Esperanza Rodríguez Matarredona. Allí se habló de una experiencia que fue importantísima para el estudio del circuito cerebral del placer, el experimento de Olds y Milner. En este famoso experimento, la rata tenía acceso a un botón conectado directamente a un electrodo que activaba el placer en su propio cerebro. Las ratas llegaban a pulsar el botón hasta 7000 veces por hora y terminaban muriendo pues renunciaban a alimentarse.

Una versión extrema y gore es la que la que se propone en este texto, automutilarse un dedo cada vez que se quiera volver a ver este samizdat o Entretenimiento, que es el MacGuffin de esta estupenda novela

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