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Acordeón¿Qué hacer?Matar a distancia, o el aturdimiento nos lleva a la barbarie

Matar a distancia, o el aturdimiento nos lleva a la barbarie

Pintada sobre Hezbolá en la frontera entre Ceuta y Marruecos. Foto: Fidel Raso

La explosión simultánea de los busca que usaban para comunicarse tanto miembros de Hezbolá como otras personas produjeron casi 3.000 heridos y una decena de muertos recientemente en el Líbano, acción de la que se acusaba a Israel tras la escalada de tensión entre ambos países. Esta forma de asesinar gente de manera “selectiva” ya fue llevada a cabo 28 años antes por la inteligencia judía en la franja de Gaza.

En aquella ocasión, un tranquilo día de enero de 1996, le explotaba el teléfono móvil a Yahiya Ayaash, de 29 años, mientras caminaba por el barrio de Beit Lahia y lo usaba para hablar con su padre. El palestino era buscado desde hacía tres años, acusado por el espionaje israelí de ser el responsable de los atentados suicidas que hasta ese momento habían acabado con la vida de 67 ciudadanos de Israel, tanto civiles como militares.

Todo comenzó aquel viernes de enero de hace 28 años, cuando en ese barrio del norte de la franja se escuchaba un ruido seco y extraño en forma de explosión y que dejaba casi decapitada a una persona, tirada en la calle ante el estupor general de quienes lo presenciaron.

Los servicios secretos judíos habían convertido el móvil en una bomba al colocar en su interior 50 gramos de una sustancia altamente explosiva, y la hicieron estallar cuando un ordenador identificó la voz de Yahiya, momento en el que el Shabak (Servicio de Seguridad de Israel) envió una señal electrónica al aparato.

En los últimos 30 años parece haberse consolidado un terrorismo que ya usa con facilidad las nuevas tecnologías para sus objetivos.

Atrás queda el coche bomba que, casualmente, fue utilizado con profusión en el Líbano para asesinar también a líderes de Hezbolá, como sucedió en 1985, según publicó el periodista estadounidense Bob Woodward del Washington Post en su libro Veil, donde recogía que la CIA y varios líderes saudíes habían estado detrás de este tipo de operaciones.

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Algo está pasando, al menos desde el comienzo del siglo XXI, para que la sociedad occidental, especialmente, mire al dedo cuando se señala la luna. Quizá sea esto producto de una turbulencia mental colectiva que nos impide reconocer que vivimos engañándonos o, mejor dicho, engañados en masa por unas elites políticas, económicas, militares y también religiosas que dirigen la existencia de los que vivimos sobre esta piedra que gira en el espacio. Este lugar diminuto llamado Tierra da vueltas en el universo con un agotamiento progresivo que nos devolverá a nuestro origen de homínidos suspirando por tener cueva propia. Eso sí, habrá que esperar a que esas elites se den cuenta de que el dinero no se come y no tengan otra cosa que llevarse a la boca.

El problema viene agravado por el avance sin control de la pandemia de fake news entre la clase política. Esa información falsa que tiene forma de sonrisa a lo Gioconda de Leonardo y que es perfecta para que sigas votando cuando te toque.

Las democracias ya están dando síntomas de agotamiento global y el sistema de partidos debería pasar urgentemente por su propia ITV, para revisar la ética, la calidad de servicio y el nivel de gestión. Tampoco vendría mal tener un carnet básico de saber conducir la cosa.

El teólogo Hans Kung dejó escrito esto en uno de sus libros: “Es posible que ante la gran masa de información (que probablemente se duplica cada cinco años ) y ante la avalancha diaria de novedades, el individuo particular se vuelva cada vez más necio”.

Europa, ¿quién te ha visto y quién te ve? ¡Ay!, ese “laberinto de Casandra” que confunde a los hombres, ese amor siempre incompleto que lleva a la frustración y al dolor… Europa también fue ese laboratorio lleno de palabras felices: socialismo, neocapitalismo, ideologías modernas, progreso, profilaxis crítica, experiencias límite, sociedad posindustrial, posmodernidad, ámbito común, revoluciones, reunificaciones… Y así hasta formar una enciclopedia.

Es la misma Europa que no sabe resolver siquiera el problema de esa inmigración que califica de “ilegal” y que va dando bandazos bochornosos. En enero de 2011 la OTAN (sí esas siglas que nos suenan ahora relacionadas con Ucrania y Rusia) tuvo que abrir una investigación interna sobre una denuncia según la cual se habría dejado morir a 61 inmigrantes en el Mediterráneo sin que militares aliados atendieran las peticiones de ayuda, según llegó a publicar el diario británico The Guardian. Todos los inmigrantes, menos 11, murieron de hambre y de sed en una barca que procedía de Libia. Los periodistas que investigaron el suceso dijeron que el único portaviones que operaba en la zona en esas fechas era el francés Charles de Gaulle y que las autoridades navales habían declinado hacer comentarios.

Inmigrante muerto en una playa. Foto: Fidel Raso

Pasados trece años de aquello, el PP español ha pedido el despliegue de buques de la Armada española para impedir la llegada de cayucos a Canarias. En la última “minicumbre” sobre el tema, con la presidenta de la Comisión europea a la cabeza, han demostrado que saben colocar sobre la mesa las banderitas patrias que representan a los asistentes, pero no decidir algo serio una vez fallado el intento de expulsar al gulag de Albania a los que llegan a Europa en busca de un mundo mejor. Va a resultar ahora que el problema de Europa es la “realidad” del mundo.

Algo parecido que pone al mundo en tensión geoestratégica son los problemas viejos que además de no solucionarse vuelven con fuerza. Es lo que tiene el homínido autodefinido como sapiens.  Veamos, hagamos un viaje a esa “Ciudad de la paz”, Yeru salóm para los judíos, Al Quds, “la Santa” para los musulmanes, o Jerusalén para los cristianos. ¿Conocen algún sitio del mundo con más violencia física y latente que esa zona? Yo he ido varias veces, y en una de ellas me lo explicaron bien con una sola frase: “Jerusalén…, Jerusalén…, ¡cuántos siglos de historia y qué pocos años de paz!”.

Lo que está pasando ahora entre judíos y palestinos, o entre el ejército israelí y Hamás, ya es conocido. Pero les invito a volver conmigo quince años atrás. En octubre de 2009 Israel difundía un vídeo en el que se veía al soldado Shalit, secuestrado por Hamás, con su uniforme de las fuerzas armadas. El militar había sido capturado en 2006 por el brazo armado de Hamás, las Brigadas Azadin al-Kasam y otros dos grupos, cuando estaba de guardia en la frontera con Gaza. Posteriormente, las autoridades del Estado judío canjearon al soldado por 20 presas palestinas. En la grabación el militar dijo que le habían tratado “bien” y aparecía aseado y sonriente. El presidente de Israel era Simón Peres.

Creo que está montada una buena, que las ideologías podrían tener fecha de caducidad, como un producto más de un supermercado.

Nos estamos moviendo con un aturdimiento fruto de lo secundario y eso tiene un peligro que haría feliz a Nietzsche, que lo predijo así: “Es preciso estar predestinado al laberinto”.

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