Yesos, gasas, fotografías, maderas, cartulinas… Materiales frágiles para unas piezas que parecen decorados, chabolas a escala (reminiscencias de las casas de pescadores de Juan Gopar, aunque la intención seguramente no sea ni mucho menos la misma) o simplemente esculturas con las que Isidro Blasco (Madrid, 1963) habla tal vez de una casa tan íntima como precaria, con las tripas al aire, a todas las intemperies. Pero para darse cuenta del juego de Blasco hay que adentrarse como Alicia en el espacio real de la galería Fúcares. Porque tras recrearse él mismo y el visitante en piezas como «House Inside II», «House Inside III» o «House Inside VI» hay que llegar a una tercera sala en penumbra para darse cuenta de que el aparente dominio de la escala era solo eso, una apariencia. El atrevimiento tiene su recompensa. Y su coste. Al menos en el contador de la sensibilidad.