Desde los tiempos heróicos de revistas como «Teima» o «Man Común», el fotógrafo Xurxo Lobato ha ido tomándole la medida al país del Noroeste, más allá del telón de grelos, con una cámara tan morosa como certera, mezclando la ironía con el afecto, la perplejidad con la objetividad. «Un fresco que el autor edifica mediante un artificio de doble eje, por medio del cual desenmascara de un lado las ensoñaciones relativas a una tierra prodigiosa, supuestamente anclada en los rituales y prácticas de una tradición popular inmarcesible, pero a la par, en sentido inverso, no gasta menor retranca a la hora de estimar el valor efectivo del precio pagado en esa puesta al día, donde los rastros espectrales de la Galicia eterna y la Galicia moderna se infectan mutuamente», escribe el crítico Fernando Huici.