Nunca he llevado un diario detallado de mis lecturas. Por lo general me parece que hago bien pues la obligación de registrarlas dañaría una experiencia relacionada con el placer y la libertad. Hay otros momentos (como éste en que me dispongo a escribir un resumen de lo que he leído en el año) cuando siento que podría haber sido más aplicado. Que no me hubiera costado tanto registrar con más detalle. Sólo quedan algunas notas. Son estas:
Miércoles 3 de enero. Antes de ir a dormir termino de leer American Fictionary. Me imagino a la autora, Dubravka Ugresic, subiéndose al teleférico para Roosevelt Island, dentro del tren en el subway. No sé por qué me hace pensar en Agnes Varda.
Lunes 8 de enero. Termino de leer El color favorito de Valeria Tentoni. Tengo que en algún momento conseguir cómo ver ese documental del que hablaba Selva Almada en la clase de Pedro Mairal: Lai sobre Laiseca, el maestro de Tentoni*. Me pongo a leer a Pablo Ottonello y su Quiero ser artista. Es impresionante la historia de Kovacic, su hermana la diosa rubia Alina y el cineasta comercial que ayuda al protagonista en la locura de encontrar la bacteria poética que aparece en ciertos fotogramas de las películas que filma. Antes de dormir, me leo unos poemas impresionantes de la Arqueología amorosa de Cristina Peri Rossi. (En la FILNYC de 2023 encontré un video grabado en Irlanda en el que Margarita García Robayo hablaba muy bien de Peri Rossi y desde entonces estoy obsesionado por su poesía y sus textos en primera persona. Intenté leer un tomo con sus cuentos completos pero no me gustaron).
Domingo 14 de enero. George Lucas A Life es una colección de anécdotas y episodios que conectan las vidas de personajes californianos del cine de los 70: Lucas y el grupo de USC con los que hizo THX y Star Wars, Francis Ford Coppola (director de 28 años a queen Lucas conoció cuando ganó una beca de Warner para ir “a ver en el estudio” cómo se filmaba una película), Marcia Lucas (esa editora virtuosa y muy chambeadora que tuvo que mantener a su familia desde muy pequeña), Walter Murch que editaba sonido con la misma pasión de Lucas, y Steven Spielberg que tuvo a Lucas como inspiración para realizar Amblin y salir del hoyo creativo en el que se encontraba antes de encontrar el valor para filmar sus propios proyectos. (Al finalizar el libro el prestigio de Lucas queda bastante manchado por su relación con su esposa Marcia. Después de una relación caótica en la que Lucas se desentendió de ella para dedicarse a sus películas, Marcia lo deja y George nunca se lo perdona. A pesar de que ella editó las tres primeras películas de Star Wars, en algunos casos salvando a la película del caos narrativo, ingeniándoselas para cubrir errores en el guión, George intentó desaparecer el nombre de Marcia de su biografía).
Viernes 2 de febrero. Impresionado por The Patch de John McPhee. Su breve “perfil” de Cary Grant me hace reir mucho. (Después lo utilizaré durante el año en mis clases de historia del cine para presentarles a mis estudiantes al actor principal de North by Northwest. Este libro fue una recomendación de Julio Villanueva Chang, en una charla distendida dentro de un Pain Quotidien de Manhattan. Esa misma tarde me había encontrado cerca de Columbia University con Claudia Salazar).
Martes 27 de febrero. Leo de corrido, a lo largo del día, el texto autobiográfico Avid Reader. Qué bien escribía Robert Gottlieb, que bien detalla su relación con Cheever, con Caro, con Lauren Bacall y Toni Morrison. Fascinantes las fotos de su intimidad con otros editores del mundo de la literatura y la industria del libro en Nueva York. (En mis clases de periodismo en Lehman College siempre hablo mucho de Robert Caro. En una de ellas mencioné Turn Every Page, el documental que filmó Lizzie Gotlieb sobre la relación entre su padre y Caro. Después de una clase, una estudiante me dijo que Gotlieb había fallecido –yo no lo sabía–y que, motivada por mis clases, había empezado a leer este libro. Esa tarde lo pedí de la biblioteca).
Domingo 21 de abril. Tomo en la noche el libro de Luis Othoniel Rosa: Otra vez me alejo. Es hermoso. (Luis Othoniel es amigo de Jeffrey Lawrence, uno de los autores de Chatos Inhumanos. Lawrence es amigo de Rosa y en un evento editorial me lo presentó. Yo no sabía nada de esa novela pero como su libro estaba a la venta lo compré. Rosa me lo autografió y muchos meses después lo abrí y lo empecé a leer. En un post de Instagram puse que es una de las mejores novelas en castellano escritas en los Estados Unidos. Mi edición es del sello Entropía de Buenos Aires).
Jueves 9 de mayo. Empiezo a leer La lealtad de los caníbales. Y poco a poco me meto en el universo del bar de Quilca, los tombos corruptos, los cantineros ojo avizor. Me gusta el tono. (He leído todo de Diego Trelles Paz. Recuerdo haber empezado con Bioy, despatarrado en una hamaca frente al mar de Tanaka y haberlo dejado en las primeras páginas porque me disgustó el exceso de violencia. Lo abrí después de algún tiempo y no pude dejarlo hasta terminar sus 300 páginas. Desde entonces he disfrutado sus novelas e incluso su libro de cuentos Adormecer a los felices en los que Trelles Paz hace un trabajo extraordinario con los diferentes tipos de español que se hablan en los Estados Unidos).
Sábado 29 de junio. Sigo leyendo el hermoso libro de Amina Cain: A Horse in the Night. (Fue una recomendación de Jazmina Barrera, quien lo tradujo al castellano. Posteé algo en el Instagram y Cain lo resposteó. Una búsqueda de Google me puso al tanto también de su trabajo editorial. Esta novelita es hermosa y el libro como objeto también. Se consigue en Fiordo de Argentina como Un caballo en la noche).
Domingo 30 de junio. Empiezo a leer Maté a un perro en Rumanía de Claudia Ulloa Donoso. (Este es otro libro que conseguí en la FILNYC de 2023 y empecé a leer un par de veces hasta que le agarré el gusto y no lo pude soltar. Días después escribí unas notas más extensas que incluyo más abajo, en esta entrada).
Martes 23 de julio. Sigo leyendo el libro de Julian Barnes: Nothing to Be Frightened Of. Barnes desarrolla una teoría (sospecho que no es original) acerca del poder de la religión en la narrativa. Barnes equipara la tristeza por la decadencia de la fe cristiana con ese momento en que terminamos de leer una gran novela. Cuando la religión cristiana sólo sea una historia similar a la de la religión de los griegos, apreciaremos –dice Barnes– que fue una gran historia, cautivante, con enormes personajes. Barnes utiliza mucho los diarios de Jules Renard, otro no creyente como él. En una de sus páginas imagina “Un ateo que se levanta después de muerto y comprueba que la vida eterna y los ángeles eran verdad. Eso merecería verlo”. Por otro lado menciona a un amigo a quien no se le ocurre una vida eterna más aburrida que rodeado de santos y de ángeles. (Le mencioné a una amiga serbia, comiéndonos una hamburguesa en un bar detrás de Union Square, que estaba leyendo a Barnes y ella me confesó que durante mucho tiempo estuvo enamorada de él. Le llevó una botella de vino muy caro, de regalo, a un evento en Nueva York. Me dijo que Barnes es muy simpático pero que, como a tantos otros escritores a los que ella amó, sólo le gustaban las jovencitas).
Miércoles 24 de julio. En la biblioteca, releo otra vez el principio de The Vulnerables de Sigrid Nunez. Me encanta el tono, que ciertamente se parece al de su traductora al español: Mercedes Cebrián (Hago este ejercicio de comparación sólo porque estoy al tanto del trabajo de Cebrián, conozco algo de su obra y su admiración por Nunez). La autora describe a cierto niño cuyo amor rechazó y que por un tema del mantra parece haber causado en el futuro de su personaje múltiples decepciones amorosas. Nunez se queja de su madre: todo el día pegada a la ventana de su departamento, como si la calle fuera una tele siempre encendida.
Sábado 27 de julio. El breve interludio en la mitad de The Vulnerables es espectacular, lo leo de madrugada, lo copio en el teléfono.
Martes 30 de julio. Sigo leyendo Maté a un perro en Rumanía (…) es un libro muy ambicioso: voces diferentes, intersección de personalidades de distintos países y continentes, con comentarios hacia la vida en Rumanía (la familia de 3 hijos, uno de ellos el inmigrantes esforzado que llega a Noruega, el otro un vago buenmozo que termina amarrado por una gitana bastante descuidada y a quien el trabajo le repele. La descripción de la vida en Rumanía se intercala con los comentarios de Ovidiu sobre la vida en Noruega y uno que otro flashback a la niñez de la protagonista que se supone que suceden en un lejano Perú).
Martes 20 de agosto. Me quedo leyendo hasta las 11 pm y termino la extraordinaria Purple Hibiscus. (Leí dos novelas más de Ngozi. Half of a Yellow Sun, que tuve que leer en la Maestría (tal vez por eso) no me gustó tanto. Americanah y este libro son fascinantes).
Miércoles 21 de agosto. Empiezo a leer The Wallflower at the Orgy de Norah Ephron. (Los textos son un poco antiguos. Así y todo, la acidez de sus comentarios, el negro sentido del humor, todavía se disfruta).
Jueves 29 de agosto. Sigo leyendo Diario de la Filmoteca, el libro de Fernando Martín Peña. Impresionante. (Durante el último año de la pandemia me hice fan del podcast Cine sin pantalla en el que Fernando Martín Peña, Roger Kosa y Fiorella Sargenti (reemplazada a medio camino por la genia Clara Albisu) dedicaban episodios de más de una hora a cierto tema determinado que les permitía bucear en la historia universal del cine. Es un libro enciclopédico, fruto del arduo trabajo de Peña como promotor de filmes clásicos y del cine argentino. Llegó a mis manos gracias a los favores de mi amiga californiana Mariana, una de las organizadoras del club de lectura con sede en California Líneas del sur).
Martes 3 de septiembre. Qué extraordinario prólogo el de de Migrar y otras artes, libro de Claudia Salazar que voy a tener que presentar en Word Up Books en unos días. (Tengo pendiente leer algún libro de Fernanda García Laso, escritora argentina radicada en Barcelona. Salazar me dijo que le pidió el prólogo y ella se lo escribió en unas horas. De no creer. García Laso lo fabrica con fragmentos que, de alguna manera transmiten una fuerza y una originalidad que sortea todos los lugares comunes que se podrían utilizar para describir la experiencia migratoria).
Domingo 8 de septiembre. Sigo leyendo The Friend de Sigrid Nunez. Me encanta cómo se intercalan en la narración breves comentarios sacados de la literatura, de la vida de escritores como Simenon (que se acostó con mil mujeres, se casó con varias y cuya hija se suicidó perdidamente enamorada del padre) o de Samuel Beckett, quien al ser preguntado por un admirador si el día no le parecía bellísimo y una clara demostración de cuánto valía la pena seguir viviendo, le respondió: «Bueno, no exageremos.»
Sábado 28 de septiembre. Leo fascinado Teoría del ascensor (de Sergio Chejfec). Este es un libro que había empezado y dejado. Me queda claro que hay días en que lo que escribe Chejfec tiene más sentido que en otros. Hoy todo lo que leí me pareció clarísimo y revelador.
Miércoles 2 de octubre. Pasamos la tarde noche en la biblioteca de Ossining. Me devoro en una hora Medio siglo con Borges de Vargas Llosa. (Mis hijos estaban en las computadoras jugando Minecraft y yo me puse a buscar algo que leer en los estantes. No es una obra maestra pero sí vale la pena para recordarnos el sitio de Borges en la literatura. Por si ya no lo sabíamos).
Sábado 19 de octubre. Termino de leer, echado en la cama, Julio Cortázar y Cris, de Cristina Peri Rossi. Sospecho que el libro ha servido para reinteresarme en la figura de Cortázar y en sus libros, a los que no he visitado hace ya bastante tiempo. (Siento que leí Rayuela por obligación. Bastane joven, tirado sobre un colchón al sol, frente al mar de Silaca. No creo haber entendido nada. No conocía Europa y jamás había escuchado un disco de jazz. Gregory Rabassa me contó muchos años después, en su despacho de Queens College, las muchas horas que pasó con Cortázar en Nueva York escuchando discos de jazz. Sospecho que ahora, que conozco París y algo sé del jazz, lo entendería mejor. Tengo una colección de relatos, La autopista del sur y otros cuentos, a los que hace mucho tiempo que no vuelvo. Tengo que apuntar aquí –ya que estoy en esto de revalorarlo– que una de las obras maestras de Cortázar que casi nunca se mencionan, es su traducción al castellano de Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar).
Domingo 20 de octubre. Qué texto tan hermoso el de Cita en Montevideo, acerca de la vida y obra de Cristina Peri Rossi. La autora del texto se va y viene de sus principios hacia lo más reciente de su obra. Una biografía personal donde describe su activismo político, su exilio, la poesía y obras que la marcaron como Viajes de Gulliver. En uno de los pasajes describe un momento cuando niña. Se paró sobre una mesa para anunciarle a toda la familia que de grande que iba a ser escritora. Peri Rossi describe cómo su madre se decepcionó, y sobre todo su tío favorito, uno que nunca leyó sus libros por envidia (porque Cristina hizo lo que él nunca pudo hacer). El tío intentó disuadirla con este argumento: las mujeres no escriben libros y si lo hacen terminan suicidándose. Me gusta el cuento del encuentro de Peri Rossi con Onetti en Madrid: un día después de la muerte de Borges.
Sábado 2 de noviembre. Me llega a casa La vida adulta de Sergio Llerena. No puedo dejarlo hasta la página 70. Bien escrito, sinceridad total, alma corazón y vida. Muy lineal pero bacán (…)
Martes 5 de noviembre. ¿No es acaso una mañana ideal? Leyendo como zombi La vida adulta, en mi cama (excitado por las escenas eróticas descritas con detalle, muy bien narradas).
Martes 12 de noviembre. Estoy leyendo y me gusta mucho El hechizo del verano de Virginia Higa.
Martes 19 de noviembre. Termino de leer El hechizo del verano, encantado con el descubrimiento del héroe nacional sueco: Carl Linnaeus, catalogador de la naturaleza. Retomo La piel de caballo de Ricardo Zelarayán y me emociona. Es una lectura veloz, un idioma nuevo que se reorganiza desordenadamente creando formas y sonidos que asombran. Entiendo ahora, recién, la admiración de Fabián Casas y tantos otros por Zelarayán.
Jueves 28 de noviembre. Leo, concentrado, metido: El año del desierto (…) Mairal ha repetido el ejercicio que hizo con el cuento «Hoy temprano», yéndose en 360 páginas hacia la génesis de la Argentina. Es fascinante ver cómo la protagonista, María, se transforma frente al lector en una indígena del Paraná, en los salvajes tiempos de la conquista, después de haber sobrevivido a la intemperie del apocalipsis en una ciudad muy parecida a la Buenos Aires del siglo XXI.
Jueves 5 de diciembre. Me quedo en casa tumbado en el sofá leyendo El invierno en Lisboa. Termina siendo un policial con un argumento muy vinculado a la importancia del arte en la vida (la música, la pintura y por el modo de lerlo, la escritura).
Domingo 8 de diciembre. Sigo leyendo, Knife de Salman Rushdie. Estoy pegado a esta historia de un escritor que vence al miedo con la fuerza de su amor, que considera milagroso un evento, a pesar de no creer en los milagros ni en Dios (…) Con sentido del humor, Rushdie se compara con un talentoso jugador de cricket que también quedó tuerto. En Knife también está el amor de Rushdie por Nueva York y su gente. Me gusta la figura del libro como un cuchillo: es el arma que utiliza un autor de ficciones para defenderse del criminal que casi lo mata.
Miércoles 11 de diciembre. Leila Guerriero es como una detective que lleva un diario. Sus entradas –hilvanadas, ordenadas según un criterio que desconocemos pero que entiendo tiene que ver con el ritmo narrativo– son el libro. Conocemos personajes, datos, que la detective ha ido juntando en entrevistas. Entrevemos la importancia del personaje que tiene que trascender porque sino nada tiene sentido. En este caso, se me ocurre que La llamada es también es un testimonio de la pandemia. En las conversaciones hay una insistencia en visibilizar elementos de ese período: protocolos de viaje, situaciones en que se lidia con el distanciamiento y los tapabocas, opiniones sobre decisiones políticas: como cuando Labayru llama “trotskistas” a los políticos que deciden los rígidos protocolos a los que debe de someterse antes de viajar a Escocia, con escala en España, para ver a su hija Vera (…) El libro es un cuadro de la Argentina durante la pandemia y durante los años del terror de los Montoneros y de la Junta Militar.
*Pedro Mairal habló de él durante un taller en tiempos de la pandemia. Al parecer estaba disponible sin pago en una página web pero no se podía acceder desde los Estados Unidos. Se lo pregunté a Selva Almada durante un taller de El Faro pero tampoco supo cómo. El enlace no se abre desde Nueva York. Si alguien tiene información…si alguien tiene un enalce que funcione, me avisa 🙂