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Mientras tantoEl bufón, espejo curvo

El bufón, espejo curvo


Leo con verdadero disfrute Bufones (Ariel, 2024) de Iñaki Domínguez y que es más bien una recopilación de ensayitos, de viajes antropológicos en algunos capítulos, sobre la función del payasín para los poderosos. El trabajo de investigación es excelente, con muchas fuentes extranjeras además, y llama mi atención una idea en las primeras páginas: en China los arlequines de la corte tenían nombres como “espejo recién pulido”. Es decir, estos cortesanos chistosos podían revelar la verdad -su puesto les daba bula- y decían la única posible en sociedades tan poco racionales como las feudales. No conocía el dato, oriente no es mi fuerte, pero se enlaza con mi idea de que a mayor sátira mayor verdad en cualquier sociedad política.

De los años 20 a los años 30, caído el viejo sistema del Káiser, hubo en la Alemania de Weimar una verdadera ola de bufones y cómicos. Lo cuenta William Grange con verdadera precisión y también Billy Wilder recuerda en sus conversaciones con Cameron Crowe cómo existía un circuito entre periodismo, tablas y cabarets donde el cómico era bien valorado. La república de Weimar, ese marco tan querido por los comunistas patrios para explicar el fascismo, es sobre todo una sociedad libre donde “los ismos estaban de moda” decía Zweig en sus memorias. En este Berlín entre Bauhaus y Brecht, la figura del bufón, ya sin una autoridad que requiriera sus servicios, ejercía de ácido disolvente de cualquier tejido social.

Pocas metáforas más siniestras que ese espejo borroso con reflejo del actor Joel Grey -inicio del filme Cabaret (1972)-. Este perverso presentador y polichinela, así, llega en una escena del filme a comparar los chimpancés con judíos. He ahí un payaso oscuro, que pervierte la verdad, pero nos faltaba otro dato para ver cómo los espejos, los cómicos, no siempre están pulidos.

Berlín era una fiesta

Un humorista, el bávaro Weiss Ferdl, llegó a decir que el golpe nazi de noviembre de 1923 en una cervecería era “de alemanes que querían salvar la patria”. Este, un viejo soldado reconvertido en cómico, se había hecho famoso por una sátira llamada “Ein Wagen von der Linie 8” donde los bávaros llegaban apurados a un tranvía a rebosar.

Para el tren directo a la debacle de 1945 Ferdl compró un ticket preferente y fue un fascista de primera hora: apenas le costó una multa de 2000 marcos por las autoridades aliadas en la desnazificación. En efecto, también los espejos pueden ser opacos.

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