El comboi es la sección de El Gallinero dedicada a la cartelera valenciana. Viene de la expresión “fer comboi” (“hacer convoy”), que significa ‘juntarse con amigos para organizar un evento, normalmente una comida o una fiesta, con el simple motivo de celebrar la alegría’. La AVL (Acadèmia Valenciana de la Llengua) lo define como “Actividad festiva, diversión colectiva”, porque así entendemos el teatro, una excusa para que un grupo de gente, en la butaca y a pie de escenario, se junten para celebrar la vida.
Esto no es arte – foto de Claudia Gª de Mateos
Esto no es arte
Autoría: Ana Campos
Dirección: Miguel Casells y Ana Campos
Con: Isabel Terán, Cristina López Amorós, Ana Campos
Producción: Tisana Teatre
11 y 12 de abril en Teatro Círculo
El arte ya no es lo que era. Lo proclamó Walter Benjamin hace casi un siglo con la llegada de los medios de comunicación de masas: ¿qué es eso de ver una fotografía, o aún peor, una crónica periodística con una imagen reproducida de la Gioconda (en aquel hórrido blanco y negro hipersaturado y granuloso), fuera de su museo, de su barroco enmarcado y de su luminosidad natural, lejos de todo lo que le confería un aura soberbia y angelical, que una la veía en su soporte original y restallaba un coro de Händel en los alrededores? Ahí germinaban los albores del siglo XX, con sus vapores ferroviarios, su acetato, su motor a explosión, su luz eléctrica y postes de telégrafos para remover los cimientos de la realidad, los vínculos y la comunicación tal y como se conocían hasta entonces (internet, calienta que sales). También el arte.
Si no, que se lo digan a Ana Campos, Cristina López Amorós e Isabel Terán, que han vivido en sus carnes (modismo nunca mejor empleado para hablar de unos seres de ficción) los dulces amargos, las hieles menos placenteras de los mecanismos internos de la industria del arte en la era de la multitud de las masas. La propuesta que hacen renacer de las cenizas del rechazo es tan original y sugerente como inspiradora: tres actrices, movidas por su sola pasión por el teatro, el arte y la vida, se animan a montar la obra Arte de la autora Yasmina Reza. Tras solicitar los derechos correspondientes, y tras un silencio administrativo muy habitual en estos menesteres (desafortunadamente, siempre más del deseado y nunca a favor de quien solicita deseoso), reciben la negativa del agente de la autora alegando que se están negociando para una producción “más gorda” de la obra y, además, la autora “no autoriza” la obra protagonizada por mujeres. Boom. Las proclamas por el auténtico arte corrompido por la industria y la defensa de las políticas identitarias y de género están servidas en un cóctel que lo contiene todo.
Esto no es arte se sirve como una obra de metateatro al más puro estilo de Pirandello, con las actrices-personaje lamentando no poder habitar el texto original para el que fueron concebidas y deben contentarse con ver de soslayo la otra producción “más gorda” que acabó eclipsándolas como personajes. Pero los caminos del arte son inescrutables y todo personaje, entidad extraña solo hecha de palabras a las que luego acompaña un cuerpo, siempre encuentra un lugar en otra obra. De ahí que Marta (Isabel Terán) será contratada para hacer de Autor (sí, en masculino) en El gran teatro del mundo de Calderón; una ya reconciliada con el mundo Inés (Cristina López) seguirá buscando incansable su lugar en él, y Sara (Ana Campos, también autora del texto) se nutre de la atención y los cuidados de sus plantas por si tiene que llegar un mejor momento (tal vez no exista para ella otro mejor que ese). Se crea un diálogo muy interesante con la obra original y, por extensión, con el teatro y el arte contemporáneos, revestido en la forma de divertimento lúdico teatral que convierte los pedazos rotos de dolor y decepción en arte compartido y celebrado. Quizá lo que el arte siempre ha sido.
UN CAFÉ CON… ANA CAMPOS
Intercambiamos unas palabras con Ana Campos, autora, codirectora y actriz en Esto no es arte, donde comparte referentes, procesos de trabajo y la importancia de mantener el cuidado y la atención al detalle para crear lazos sólidos con sus compañeras de escena. ¡Y también el vínculo entre plantas y arte!
Esto no es arte sigue una corriente de teatro muy concreta que surge de las vanguardias del siglo XX: la ruptura del realismo para, en este caso, ofrecer un ejercicio metateatral de “personajes en busca de autor”. Aparte de la anécdota que origina la obra, ¿qué referentes teatrales o artísticos te han nutrido para escribirla?
Además de la resonancia evidente con Seis personajes en busca de autor de Pirandello, que es casi un punto de partida inevitable cuando una se enfrenta a personajes desahuciados, también me han acompañado otras voces y obras que exploran la condición del personaje, el artificio escénico y la frontera porosa entre realidad y ficción, como Beckett, con sus criaturas suspendidas en la espera y el absurdo.
Pero si hay un autor que ha estado muy presente en el corazón del proyecto es Calderón de la Barca, especialmente La vida es sueño y El gran teatro del mundo. Me interesa mucho su mirada sobre el teatro como espejo de lo humano, como espacio donde el personaje no solo representa, sino que debate con su destino y busca un sentido a su existencia escénica. Esa influencia fue determinante para escribir la escena final de Esto no es arte, que está construida en verso, como una suerte de clímax cómico, un guiño a la tradición barroca que funciona también como cierre poético a esta reinvención identitaria de las protagonistas.
Y fuera de la dramaturgia, el descubrir a Eduardo Barba, escritor y paisajista, fue para mí totalmente inspirador y estimulante, su mirada, su filosofía y su manera de relacionar… ¡plantas y arte! Me llevó a pensar las plantas no solo como decoración sino como símbolo de resistencia, de ahí la idea del jardín que finalmente acoge a los personajes.
Pero más allá de los referentes, lo que verdaderamente me impulsó fue la necesidad de preguntarme qué ocurre con los personajes cuando una obra deja de representarse. ¿Dónde habitan? ¿Siguen existiendo? Esta pregunta ontológica me llevó a escribir desde un lugar liminal, entre el teatro y la memoria, entre la ficción y el duelo. Pensar el lenguaje no sólo como un vehículo, sino como materia viva de resistencia, es algo que me ha fascinado.
Esto no es arte – foto de Claudia Gª de Mateos
¿Cómo fue el proceso de escritura: llevabas el texto ya escrito a los ensayos o lo creabas conjuntamente con Isabel y Cristina escuchando sus aportaciones?
El proceso de escritura fue bastante solitario, en el mejor sentido: tenía muy claro que quería escribir la obra completa antes de llevarla a ensayo. De hecho, sentía una necesidad muy fuerte de mostrarles el texto ya armado a Isabel y Cristina, con quienes ya había trabajado en Arte [la obra se presentó como un ensayo abierto los días 26 y 27 de noviembre de 2022 en el Sporting Club Russafa de València]. Nos conocemos bien, y eso me dio libertad para escribir pensando en ellas. A veces, incluso, mientras escribía, eran sus voces las que me hablaban desde el papel en blanco. Así que, aunque no fue una escritura colectiva, sí estaba profundamente conectada con ellas.
Ya en los ensayos, por supuesto, hice ajustes, escuchando lo que el texto pedía al ponerse en pie, y también lo que ellas mismas aportaban desde la escena. Pero el impulso inicial fue muy personal, muy íntimo, casi como si las tres —ellas dos y yo— estuviéramos en diálogo desde antes de pisar el escenario.
La sensación que más se traslada al patio de butacas es que sois tres amigas pasándolo bien, lo que se agradece y se disfruta. ¿Cómo fue el trabajo entre las tres, la técnica de creación de vínculos sobre escena?
Pues me alegra mucho que esa sensación llegue al público, porque realmente para nosotras ha sido un divertimento teatral, como lo llamamos desde el principio. El proceso entre las tres ha sido muy fluido, con espacio para la risa, para el juego, pero también con el rigor necesario para entregarnos de lleno como actrices.
Creo que lo más valioso ha sido la escucha mutua. Nos hemos sostenido con mucha atención y cuidado, respetando los ritmos y necesidades personales y artísticas de cada una. No ha habido una técnica específica más allá de esa escucha y del deseo compartido de hacer algo vivo, honesto y disfrutable. Las lianas a las que nos hemos agarrado han sido precisamente ese vínculo humano y artístico que ya traíamos, y que aquí se ha fortalecido aún más.
Una pregunta que hacemos a todos nuestros colegas entrevistados: ¿cómo ves el panorama teatral valenciano actual? No hay respuestas incorrectas.
Lo veo vivo, diverso, con propuestas muy valientes y necesarias. Hay una efervescencia creativa que se nota, sobre todo en proyectos que se hacen con mucho mimo, muchas veces desde la autogestión o con pocos recursos, pero con una entrega enorme. También siento que hay una búsqueda constante de lenguajes propios, de nuevas formas de contar, y eso es muy estimulante.
Al mismo tiempo, sigue siendo un panorama frágil, con mucho talento, pero pocas estructuras que lo sostengan de forma estable. Aun así, se siguen tejiendo redes, colaboraciones, y hay un compromiso real por parte de muchas creadoras y creadores con su tiempo y su territorio.
Y un ejemplo ‘ad hoc’ de todo eso es el reciente aniversario de Arden Producciones que acaban de celebrar 30 años de compañía, con un compromiso sagrado, una pasión contagiosa y una producción ejemplar. O L’Horta Teatre, que en 2024 cumplió 50 años… Se trata de compañías veteranas, a las que no han vencido los vaivenes de esta “montaña rusa”, como dice el gran maestro Chema Cardeña. Estas y otras tantas compañías son referentes a los que las jóvenes creadoras y creadores pueden mirar para seguir cultivando el teatro como uno de los mejores abonos para la buena vida. Así que, a seguir, ¡si hay pasión, ganas de compartir, verdad y deseo de escena, el teatro nunca muere!