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Universo eleganteUn museo sin picaportes: anécdotas contadas en tiempo real (en Facebook)

Un museo sin picaportes: anécdotas contadas en tiempo real (en Facebook)

 

Nos tirábamos agua, fingiendo que el juego era no mojarse –recuerda uno de los vecinos–, pero sabiendo que la gracia estaba en correr para que en algún momento te alcancen. Los que no entendían este código, y no se dejaban mojar nunca, nos aburrían.

—Las canillas quedaban llenas de picos de bombitas, ya que muchas se reventaban o venían pinchadas –agrega otro.

 

El carnaval a baldazos refrescantes, el incendio del Teatro Argentino, la labor del Hospital de Niños o del Colegio Nacional, y la leyenda del novio que “plantó” a su novia en el altar de San Ponciano; tesoros de la memoria platense que, desde julio de 2012, una página de Facebook se encarga de recopilar. El Museo de lo Cotidiano / La Plata actualmente cuenta con más de 6.500 fans y propone una gran cantidad de “visitas guiadas” por la ciudad de las diagonales –capital de Buenos Aires, la provincia más grande de la Argentina–.

 

¿Pero cómo hacen para traer esa memoria colectiva al presente? A través de una imagen que dispara la sucesión de anécdotas, mediante una consigna concreta o gracias a la colaboración de algún vecino; cualquier motivo es válido para pasar mucho más que “una noche en el museo”, ya que éste nunca cierra sus puertas. Claro: siempre y cuando uno pueda conectarse a internet. Algunas de esas historias se presentan en este artículo junto con las voces de algunos especialistas en patrimonio cultural. La persona que administra ese espacio, por su parte, no accedió a ser entrevistada.

 

 

Las fiestas, el novio fugitivo y la gran demolición

 

Debajo de una foto de 1912 de la basílica San Ponciano, publicada en el museo, comienzan a aparecer diferentes historias, como la que plantea Néstor: “En esa iglesia estaba la leyenda del novio que dejó a la novia en el altar, allá por 1974… ¿Alguien se acuerda?”. Mabel no tarda en responderle: “No fue leyenda, mi padre estaba ahí en ese instante. Te aclaro que no fue el único caso, sólo el más comentado”. Claro, porque se trata del templo platense más antiguo.

 

Otra historia que cuentan sobre La Plata –la primera ciudad que tuvo alumbrado público en América Latina, en 1884, dos años después de su fundación–, es la de las hormigas coloradas en su torta del centenario, que tenía el trazado de las calles.

 

—La carpa donde se cortaba estaba con vallas –escribe Pedro– y mientras los maestros panaderos cortaban la enorme torta siguiendo las líneas de la calles, la gente presionaba y presionaba. En un momento, con tanta presión, la valla cede y me tiro sobre la torta y como sólo estaba cortada en un sentido, arranco un pedazo enorme. Al otro día llevé mi trofeo al colegio y la comimos con mis compañeros.

 

A su vez, para generar un clima especial, y ansiedad, habían puesto un reloj digital en Plaza Moreno con la cuenta regresiva. Una vecina agrega:

 

—Recuerdo las especulaciones de qué había en la bóveda cuando la abrieran y qué cosas se pondrían para la próxima vez que se abriera.

 

Sobre los festejos por la inauguración de la nueva fachada de la catedral, finalizada en 1999, Adriana comenta que su abuelo participó en la construcción, otro habla de los fuegos artificiales y un tercero dice que ese día estuvo en el coro preparado al efecto.

 

Lo que no se festejó para nada fue la demolición del Teatro Argentino, tras incendiarse en 1977, como sintetiza Alfredo en su testimonio: “Yo vivía en 54 y 9 y se escuchó el ruido cuando cayó el techo con la araña central”. Muchos otros también plasmaron su tristeza mediante palabras en las paredes de este museo virtual.

 

 

El Tíbet en La Plata

 

El periodista Roberto Abrodos, autor del sitio Laplatamágica y del libro Apuntes sobre espacios platenses –ambos declarados de Interés Municipal por el Concejo Deliberante local–, dijo vía e-mail: “Los argentinos vivimos recordando cosas, siempre: en nuestro lugar de trabajo, al encontrarnos con amigos; el revivir hechos pasados nos hace bien, y siempre sale el tema… ¿te acuerdas de aquello, o de aquél? Parece ser que, en general, hay una tendencia, aunque leve, a preservar, a restaurar y esto tiene que ver con la memoria popular”. Y agregó que es necesario crear conciencia del cuidado, “tanto de edificaciones con valor artístico por su estilo, como todo lo referente a forestación y monumentos. Creo que todo sirve para plantearnos el presente en base a lo pasado”.

 

Y como de recordar se trata, al pie de una foto de la Estación de Trenes hay una consigna que dice así: “¿Qué película extranjera se filmó en este lugar y quién fue su principal protagonista? ¿Participaste o conocés a algún platense que haya actuado como extra?”. El periodista Rafael Labourdette, unas horas más tarde, contestaba: “Me tocó simplemente un traje de ciudadano europeo (porque no me entraron las botas…). La estación de 1 y 44 quedó ambientada como la de Graz (Austria), en mayo de 1939, momento en el que el alpinista, protagonizado por Brad Pitt, emprende el desafío de escalar el Himalaya. A las órdenes del director Jean-Jacques Annaud fue el rodaje en enero de 1997. A los pocos meses, escribí un pequeño libro, Cuatro días en La Plata, como testimonio de ese hecho tan singular, que en cualquier momento llevaré a versión pdf para compartirlo. Una linda e irrepetible experiencia la de observar tan de cerca una producción de Hollywood”. El título de la película era Siete años en el Tíbet.

 

 

Nuevas formas de patrimonio

 

Liliana Tamagno es antropóloga. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y directora del Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), señala que “la noción clásica de patrimonio, pensado en términos de la materialidad pero también y fundamentalmente de la monumentalidad, se ha ido transformando al incorporar reflexiones propias de las ciencias sociales tales como símbolo/signo/representación/imaginario/memoria/subjetividad y otras propias de la antropología social, tales como la superación del concepto de cultura como refinamiento y/o educación, el señalamiento de que todos los seres humanos somos portadores de cultura”.

 

En su reflexión destaca las aportaciones del sociólogo e historiador brasileño Walmir Pereira –que hace unos meses brindó un curso de posgrado en la unidad académica recién mencionada–, para comprender la cultura como lo material y, al mismo tiempo, como lo simbólico. La cultura, asegura la antropóloga, “es el espacio donde los pueblos recrean, piensan y legitiman su existencia, y donde están contenidas las nociones de tiempo, espacio, causalidad, yo, otros, las nociones sobre la vida y la muerte, sobre la sociedad y el cosmos, sobre lo sagrado y lo profano”.

 

 “Pensar entonces en lo que podría denominarse patrimonio platense –agrega la investigadora–, es pensar no sólo en los valores y los sueños de quienes fundaron la ciudad sino también en los valores y los sueños  de quienes hoy viven y circulan por ella; pensar en términos históricos pero también en términos de crecimiento demográfico y en términos de la diversidad/desigualdad que presenta hoy la ciudad de La Plata”.

 

Por su parte, la Fundación Instituto Latinoamericano de Museos y Parques (ILAM), que busca apoyar a las instituciones patrimoniales de América Latina y el Caribe desde hace más de 15 años, incluyó al Museo de lo Cotidiano en su directorio digital.

 

 

Un popurrí de discusiones con humor

 

Debajo de la foto de los esmilodontes, o tigres dientes de sable, el administrador de la página plantea: “Nos dan la bienvenida al Museo de Ciencias Naturales. Parecen iguales, pero no lo son. ¿Cuál es la sustancial diferencia entre ambos?”. Varios responden que “uno tiene las patas hacia adelante y el otro las tiene cruzadas”, mientras que Gerardo arriesga una teoría propia: “Uno es de Estudiantes y el otro de Gimnasia. Elemental”. ¿Acaso representan los dos equipos de fútbol de la ciudad?

 

Sobre los sifones y el reparto a domicilio, Guillermo escribe que el “camioncito” pasaba por la casa de su abuela, en Tolosa, mientras que por la suya, en Ringuelet, el sodero iba en un carro tirado por caballos. César agrega: “Dejábamos los sifones con el dinero en la puerta de casa. Ahora no encontrarías ninguna de las dos cosas”.

 

¿La Plata siempre se llamó así? “Entre el 9 agosto de 1952 y hasta 1955 –escriben los del museo– la ciudad pasó a llamarse Eva Perón”. Luego plantean cuál sería el gentilicio de quienes nacieron entonces y hoy rondan los 60 años. Adrián, en su afán de acertar, arroja varias opciones: “Evaperonenses, evaperoños, evaperonistas, evaperoninos, o quizás, para algún gorila, evaperonchos”. Ayelén suma algunos más, aunque duda: “¿Evas y evos?, ¿evitas y evitos?”. Cris, en cambio, responde: “Espero que nunca más se intente cambiar el nombre de mi ciudad. Respetar la identidad es fundamental”.

 

Ahora bien, tras este recorrido fugaz por algunos de los rincones más destacados, la invitación para “darse una vuelta” por el museo está hecha. Para volver, una y otra vez, a los lugares de la infancia o de la juventud, porque “la vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla” –como dice Gabriel García Márquez en uno de los tantos carteles colocados en sus paredes–.

 

 

 

 

Daniel Rojas Delgado es periodista freelance. Nació a fines de 1989 en Repatriación, un pueblo de Paraguay, pero a los pocos años se fue con sus padres a la Argentina, donde creció, estudió y vive actualmente. Está a una tesis [de distancia] de licenciarse en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata. Le gusta la fotografía. En FronteraD ha publicado Nubarrones en el paraíso. Cuando el Papa Francisco fue a Brasil. En Twitter: @dRojasDelgado

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