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ArpaBuenos Aires, el caos del tango

Buenos Aires, el caos del tango

 

Buenos Aires, una ciudad superpoblada en un país desierto. Un bosque de miles y miles de edificios que crecen descontrolados. La arquitectura porteña es el fiel reflejo de sus desigualdades. Al lado de un edificio francés, hay uno minimalista. Un art nouveau junto a un art decó. Un chalet junto a un rascacielos. La planificación urbanística no fue una de las principales preocupaciones de las ciudades latinoamericanas, a excepción de la capital brasileña. En Buenos Aires, los edificios se suceden sin ningún tipo de lógica ni coordinación. Una megalópolis de 12 millones de personas que se expande hasta donde alcanza la vista.

 

La entrada a Buenos Aires no es triunfal, sobre todo si se llega en autobús. En el camino hacia la estación se debe pasar por la Villa 31, ubicada en el céntrico parque del Retiro, uno de los barrios más cotizados y caros de la ciudad. Una villa es un barrio de emergencia, una favela brasileña, una chabola española, un cantegril uruguayo, un tugur colombiano o una callampa chilena. Las edificaciones de hormigón se yuxtaponen unas encima de las otras. Los coches en lugar de esquivar perros, esquivan cerdos. La suciedad y la decadencia se amontonan en el centro de la capital. Techos construidos a partir de cartones sucios y mantas recicladas, en cualquier rincón de la ciudad donde no azote el viento. Esta jungla de argamasa y cemento no alcanza para dar cobijo a la parte de la sociedad más desfavorecida.

 

En algunas zonas de la ciudad el gris se cambia por reflejos de luz. El Caminito, el primer museo peatonal del mundo. Un callejón de apenas 150 metros. En él, los colores resaltan como en un cuadro de Leonid Afremov, dentro del barrio de Boca. Ese barrio que acunó a los dos grandes equipos bonaerenses, Boca Juniors y River Plate. Las camisetas de futbol se mezclan con los souvernirs y pinturas artesanales creados por los artistas más variopintos. Los turistas miran extasiados cada colorido rincón del callejón. En el aire se distingue el perfume de los choripanes y el café recién hecho.

 

El Caminito tiene el tango como banda sonora. Desde el clásico “Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar, he venido por última vez, he venido a contarte mi mal…”, de Juan de Dios Filiberto, a los modernos y afrancesados Gotan Project: “Celos, celos en suelo argentino. Fiebre y mi ilusión que se deshizo, mientras te burlas de mí en tu canción. No me puedo librar del hechizo”. Los visitantes se vuelven improvisados bailarines a manos de parejas de tango que danzan sobre el suelo empedrado a cambio de unos cuantos pesos.

 

Las múltiples tonalidades del Caminito coinciden con la variedad de colores contra el que lucha el valor del billete verde real. El dólar blue, un eufemismo para suavizar el origen de la compra ilegal en el mercado negro. Hombres camuflados con gorro y gafas gritan a pleno pulmón o susurran al oído, dependiendo de su discreción. “¡Compro dólar!”, “Vendo dólar”. Una práctica cada vez más común desde 2011 debido a las restricciones para la adquisición de moneda extranjera impuesta por la Administración Federal de Ingresos Públicos y el Banco Central de la República Argentina, bajo la dirección de Cristina Fernández de Kirchner.

 

La constante sonrisa prefabricada de Cristina Krichner, la presidenta de la nación argentina, se esparce por cada rincón de Buenos Aires. Los colores y las propagandas del Frente para la Victoria inundan la ciudad, aunque no sea periodo de elecciones. “Futbol para todos” ha sido una de sus mayores inversiones para la sociedad argentina. Según informaron los diarios La Nación y Clarín, el gobierno gastó más de 4000 millones de dólares, en el periodo 2009/2012. Desde la mañana a la noche se puede sintonizar gratuitamente todos los partidos que se disputan en todas las ligas del país. En Argentina, el 30% de la población vive bajo el umbral de pobreza. “Junto a Cristina”, recorrerás Buenos Aires.

 

Su poder se ejerce en la Casa Rosada, en la histórica Plaza de Mayo, el centro neurálgico de la capital donde también se encuentra en Banco de la República y la Catedral Metropolitana. Una plaza que reclama a diario la posesión de las islas Maldivas. “Las Malvinas fueron, son y serán argentinas. La sangre derramada jamás será negociada”. No sólo se reclama por el triunfo pasado perdido, también por el presente y futuro. Esta plaza es una noria de la memoria y el tiempo, el refugio de los manifestantes. Las marchas se mezclan con los trabajadores hipnotizados por sus iPhones. Campings improvisados, pancartas, voces ahogadas, es el día a día frente a la Casa Rosada. Por desgracia, como bien saben los argentinos, ni la vida ni la política son de color rosa.

 

Poco queda en esa plaza de los descamisados que escucharon un 1 de mayo de 1949 el discurso de Evita. Ese balcón con pórticos rosados en el que Eva Perón gritaba su discurso con las manos alzadas: “Este 1º de mayo no es el 1º de mayo de la impotencia, no es el 1º de mayo en el que en todos los hogares de la patria había tristeza, desolación y desesperanza. Este es un 1º de mayo en que los obreros han desterrado toda bandera foránea para enarbolar la azul y blanca, la más hermosa de las banderas, la nuestra, la de la Patria”. Después de idas y venidas, sus restos descansan en un humilde y escondido panteón en el cementerio de la Recoleta. Un tétrico conjunto de arte. Cómo es que incluso Jorge Luis Borges deseó ser enterrado en este lugar, así se pronunció en su obra Fervor de Buenos Aires.

 

Grandes escritores fueron acunados en tierras argentinas: Julio Cortázar, Horacio Quiroga, Rodolfo Walsh, Adolfo Boy Casares, Alfonsina Storni… El mejor lugar para honrar su memoria no está en los cementerios sino en las librerías. El Ateneo, la más hermosa de Buenos Aires, es un antiguo cine y teatro remolado en el que todavía las paredes rezuman las pasadas tertulias.

 

En San Telmo, un barrio de apenas 1,5 kilómetros cuadrados, se encuentra Mafalda sentada y callada, con los pies colgando en un banco de madera blanco. Su flequillo y sus palabras se mantienen intactos después de cincuenta años. En realidad, parece que nunca se hubiera callado. En el transcurso de los años, su sensatez crece como si continuara hablando. Siempre tendrá algo que decir en los momentos que nadie podría haber dicho algo mejor. El cabreo y la espontaneidad de la pequeña pero enorme porteña siguen presente en nuestras vidas, en la política argentina y mundial. ¡Qué grandioso sería que volviera a hablar!

 

Los alfajores forman parte de la historia argentina. Son como el español pan con mantequilla y azúcar. Todos los niños han crecido disfrutando de este pequeño placer. Alfajores que sólo con mirarlos sientes como el cremoso dulce de leche se deshace en tu boca. No disfrutar de la gastronomía argentina es uno de los mayores errores que se pueden cometer. Una fuerte influencia italiana se saborea en su culinaria. Los porteños defienden su pizzería favorita con la misma pasión que a su equipo de fútbol.

 

Hay quién dice que la mejor se encuentra en la calle Corrientes, frente a la estatua de los humoristas Olmedo y Porcel, la pizzería Guerín. Aunque también se puede obviar las famas y adentrarse en pequeños bares con sorpresas. Como uno pequeño y oscuro en la calle de Las Heras y Paunero, donde sirven el tradicional pingüino de vino, Fernet, unas exquisitas musas y de postre flan con dulce de leche. El mozo de lo regenta es arte vivo. Bajo la bandera de Argentina se le  puede ver apuñalado en el pecho mientras te sirve tu encomienda. El fotógrafo Marcos López tomó como modelo a Héctor, dueño del bar, para su colección Sub-realismo criollo.

 

Buenos Aires es como el tango. Una sucesión de empujones y abrazos, de amor y odio. Esa ciudad de arquitectura irregular. La monotonía no es su rutina. En la ciudad como en las canciones suceden desamores y odios cada tres minutos. Argentina necesita de la melancolía del tango, lo que es y pudo ser. Es considerada como la nación de los psicoanalistas. Será porque el contraste los confunde. O será que necesitan entender que “la inseguridad es sólo una sensación”, como declaró Aníbal Fernández, ministro de Seguridad y Derechos Humanos. Buenos Aires suena melancólico, pasional, resignado y escandaloso, como un tango. Una ciudad para dejar que la cabeza se llene de ruido y dejar de pensar. O al contrario, para pensarlo todo y volverse loco…

 

 

 

Referencias

 

Villa 31

La Nación: La imparable Villa 31: casi 50% más de habitantes que hace cuatro años

Clarín: Peligro en la autopista Illa por el crecimiento de la Villa 31

Notiamerica, editado por Europa Press: La subida de precios en Argentina genera medio millón de pobres.

 

Dólar Blue

La Nación: Dólar oficial y dólar blue hoy

Cronista.com: ¿Por qué todos los llaman dólar blue?

 

Islas Malvinas

El Comercio: Reino Unido o Argentina: ¿a quién le pertenecen las islas Malvinas?

 

Gastos Fútbol para Todos

Infobae: Fútbol para Todos, un gasto de $3,5 millones por día para el Estado

La Nación: El Fútbol para Todos costó $ 4000 millones en tres años (Incluye una infografía sobre en qué se podía haber invertido ese dinero).

 

La sensación de inseguridad

La Nación: Aníbal Fernández admitió que la inseguridad “no es una sensación”

La Razón: Para Aníbal Fernández, la inseguridad está “sobredimensionada”

 

 

 

 

 

Ana Márquez es estudiante de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. Creadora de divagaciones artísticas en el blog Verdades Imprecisas e interesada en mostrar y disminuir las desiguales sociales, sobre todo en América Latina. Actualmente, traductora para Mídia Ninja 

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