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Sociedad del espectáculoArteSook Jin Jo: Acercándonos al misterio de las cosas

Sook Jin Jo: Acercándonos al misterio de las cosas

 

Soon Jin Jo es una artista nacida en Corea y radicada en Nueva York cuyo interés principal consiste en la escultura, aunque en esta exposición en particular ha incluido una serie exquisita de ocho pinturas oscuras de profundidad y rigor admirables. En su estudio de Chelsea podemos encontrar las maravillosas esculturas que ha construido, la mayoría hechas de pedazos de madera encontrados en las calles de Nueva York. Su obra tiene una tiene matices oscuros y taciturnos que rayan en la melancolía, pero que a su vez evocan una vida espiritual más allá de las aflicciones. El efecto general de estos pedazos de madera deslustrados y frecuentemente dañados es de cierto modo positivo ya que apelan a la supervivencia. De muchas formas, su obra se contrapone al arte superficial de tecnología punta de la actualidad. Contrasta fuertemente con el arte más insustancial al estar dotado de un interés melancólico y a la vez persistente en los asuntos del espíritu. La muerte es uno de sus temas, pero como parte del ciclo de la vida, con un matiz religioso. Debemos contemplar nuestra propia mortalidad –como hicimos con los barriles de aceite construidos y ordenados por la artista en la performance/instalación de Socrates Park hace unos años–. Es evidente que Jo es una artista de sustancia y de un anhelar sereno: una sensibilidad religiosa en una era secular.

 

La pregunta es entonces: ¿Cómo entender a una artista visionaria de contenido a veces tradicional? No quiero decir que Jo sea una artista deliberadamente conservadora, sino que siento que mira hacia el pasado como inspiración, más específicamente a la historia del collage y el modernismo. De modo interesante, a pesar de ser bicultural, no puede decirse que su trabajo esté influenciado por el estilo coreano. Pertenece de lleno a la tradición del modernismo occidental, lo que no deja de tener sentido, ya que ha formado parte del mundo artístico neoyorquino desde hace ya tres décadas. No obstante, lo que la hace sobresalir como artista tiene que ver con una espiritualidad que es parte profunda de su estética. Su arte se siente sincero y cercano al sentimiento religioso sin ser doctrinario o rígido. De sus esculturas brota una tristeza que tiene que ver con el sufrimiento de vivir, probablemente la cuestión principal para esta artista. Su seriedad no se evapora en el aire, percibida del modo correcto ofrece en vez de ello algo valioso: una presencia espiritual capaz de consolar.

 

Las tres piezas de la exhibición del Centro de Cultura Asiática Charles B. Wang de la Universidad de Stony Brook consistían [cerró sus puertas el pasado 31 de diciembre] en una instalación de gavetas viejas en una pared, un grupo de ocho pinturas y otra instalación de unas doscientas esculturas pequeñas de madera. En su conjunto, estas piezas revelan a una artista muy dotada cuya madurez le ha permitido hacer piezas serias y originales. La pieza llamada Resurrección II (1996-97) es particularmente conmovedora, sugiere la pérdida y la presencia etérea de lo espiritual. Consiste en hileras horizontales de gavetas, la mayoría encontradas en la calle, pero algunas construidas por la propia Jo. Presentan diferentes etapas de deterioro y conjuran un espacio y atmósfera melancólicos, un especie de altar al pasado y a lo olvidado. Como resultado, la pieza se hace eco en nuestros pensamientos, ya que penetra una atmósfera y belleza que no hemos alcanzado. ¡Quién hubiera dicho que una presencia tan fantasmal podría ser tan bella! Claramente las gavetas están hechas para contener objetos, pero aquí solo contienen aire. Su vacío las caracteriza y nos recuerdan el rápido paso del tiempo. La instalación no deja de ser un poco sombría, la inevitabilidad de la muerte resuena en la atmósfera de las oscuras gavetas de madera. A su vez, su título proporciona una esperanza de otra vida más allá de ésta.

 

El grupo de pinturas, llamado Cielo negro (2015) demuestra la inusual profundidad emocional de Jo. Con negros y ocres oscuros le dan a su público una atmósfera emocionalmente melancólica y de hecho se refieren a un problema en específico: la contaminación de las ciudades que la artista ha visitado alrededor del mundo, especialmente en China. Tras sus piezas subsiste una sensación triste del daño ecológico. (La paleta oscura también tiene que ver con la formación de Jo como una artista asiática en la tradición de la tinta, además de su lectura del Tao Te Ching con frases como: “el color enceguece la vista”). Sin embargo, el aura de negación se salva por la voluntad de Jo de comunicar sentimientos profundos en lugar de una idea abstracta. Jo espiritualiza lo que de otro modo sería visto como algo específicamente creado desde un ángulo religioso. El verdadero tema es la profundidad, ya que las pinturas parecen indicar una dignidad que más allá de las pinturas alcanza una vida visionaria del espíritu. Ello está logrado a pesar de los temas de contaminación a los que se refiere. La emoción sin palabras de las piezas nos muestra el modo en que la abstracción puede ser utilizada para describir estados del ser personales y tácitos con suficiente fuerza como para ser un arte profundamente conmovedor. Como conjunto, las pinturas hacen un ensayo sobre la tristeza y desprenden melancolía. No es para nada insignificante hallar belleza en las imágenes atmosféricas de ciudades contaminadas.

 

La instalación Debajo (Below) (2012-15), compuesta por doscientos pequeños tótems de cedro, es una proeza escultural. Jo comenzó las esculturas en un viaje a la India en 2005, donde visitó Delhi, la ciudad moderna de Chandigarh y los edificios astrológicos de Jaipur. La pieza consiste en fragmentos y pensamientos aleatorios y fue terminada diez años más tarde, después de una residencia de seis meses en Shanghái. La instalación debe ser expuesta en el piso o debajo del nivel de éste. A vista de pájaro, parece una ciudad pequeña o fósiles listos para ser desenterrados. Según Jo, la pieza debe ser vista desde arriba. El público la ve desde la distancia, como desde un mundo aparte al de las esculturas. Los materiales son pedazos de cedro utilizados para para hacer un templo asiático tradicional en Queens, Nueva York, hace siete u ocho años. Jo los cortó, los pintó y los combinó para crear la instalación expuesta en el Centro Wang de la Universidad de Stony Brook.

 

Hay una abundancia de formas geométricas, lo que produce una sensación de que dichas variaciones en abstracción son a la vez disciplinadas en medio de su entorno. El grupo de esculturas instaladas en el piso luce a la vez fortuito y preciso como si pretendiera presentar una perspectiva más amplia: la coexistencia de lo viejo y de lo nuevo en lugares como China y la India. El trabajo de Jo demuestra que el arte tridimensional está a la vanguardia de la cultura contemporánea. El efecto acumulativo de la pieza, instalada en un espacio pequeño y contenido, es mayor que la suma de sus partes individuales. La espiritualidad le infunde una intensidad quieta, del mismo modo que sucede con la instalación de las gavetas. Como suele ser el caso con Jo, la vida espiritual y la conciencia de los problemas de la humanidad sobrevuelan su trabajo artístico, proporcionándole a ella y a su público una conciencia sobre cuestiones infinitos e intangibles.

 

En resumen: Jo forjó una exhibición extraordinaria formada por tres instalaciones igualmente logradas. Su arte se orienta hacia el reconocimiento budista del sufrimiento, pero nunca sucumbe ante una perspectiva simplemente pasiva o pesimista. Su trabajo indaga en las emociones profundas, con los sentimientos como parte central de su estética. A la vez, tiene un gran dominio técnico. A pesar de ser en primer lugar escultora, en mi opinión sus pinturas destacan por sugerir un mundo misterioso que encaja los aspectos negativos de la sociedad y los cambios ecológicos, pero que a su vez dan una visión de belleza. Una belleza que puede que no resuelva los problemas del mundo, pero que ofrece un respiro ante las dificultades por las que pasamos en él. Jo parece decir que ese es nuestro destino: la permanencia de las dificultades junto a la tradición de un arte que las trascienda.

 

 

 

 

Jonathan Goodman es poeta y crítico de arte. Ha escrito artículos sobre el mundo del arte para publicaciones como Art in AmericaSculpture y Art Asia Pacific entre otras. Enseña crítica del arte en el Pratt Institute de Nueva York. En FronteraD ha publicado, entre otros, Huang Rui: Pintar con palabras. Eco y distancia del arte convencional chino¿Está el arte negro estadounidense atrapado en un abismo profudo?Hiba Schahbaz: El placer del arte de una miniaturista paquistaníCarl Andre: simplicidad y escultura. El minimalismo en el arte actual.

 

 

 

 

Traducción: Vanessa Pujol Pedroso

 

 

Original text in English

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