Si hubiera ocurrido en el Reino Unido con un Shakespeare habría sido tratado por la prensa y la televisión como un acontecimiento. “En la vida todo es verdad y todo mentira”, una obra de Pedro Calderón de la Barca, no subía a un escenario desde hace la friolera de 1856. El último montaje del autor y director de escena Ernesto Caballero antes de asumir de lleno la dirección del Centro Dramático Nacional, es una de esas joyas dormidas que nos dice a los contemporáneos (el teatro siempre es contemporáneo cuando se hace: ocurre en el tiempo del espectador) lo que acaso nos convendría saber. Dice el propio Caballero, que despliega en el montaje del teatro Pavón con la Compañía Nacional de Teatro Clásico todos sus muchos saberes escénicos: «Es fascinante porque en ella se concitan todos los Calderones posibles», antes de añadir que se trata de «drama filosófico» que muestra el lado «más político» en el que el dramaturgo «lanza a Felipe IV, si no una advertencia, sí una escuela para príncipes: Si no eres reflexivo y mesurado puedes acabar como el tirano Focas. Sus versos eran, desde luego, hojas de instrucciones», en palabras recogidas por la agencia Europa Press. Liz Perales le comenta en la entrevista publicada en El Cultural «de El Mundo»: “Sorprende que dedique la obra a Antonio Regalado (‘Calderón I y II’, editorial Destino). En nuestro país la relación de la universidad con la práctica escénica es poco fluida”, a lo que responde Caballero: “Conocí a Antonio Regalado hace ya veinte años, cuando puse en escena ‘Eco y Narciso’, también de Calderón. Le debo haberme descubierto las múltiples caras del genial y poliédrico autor de ‘La vida es sueño’. Y sí, en España la separación entre el mundo de la creación artística y el académico es una infeliz característica de nuestra vida social y cultural que debemos corregir entre todos”. Una manea de hacerlo es ir a ver este drama filosófico y vital que alumbra con antorchas nuevas preguntas eternas sobre el poder, el amor, la paternidad, la identidad y los sueños.