Harold Wortsman, escultor y grabador afincado en Brooklyn, ha presentado una magnífica muestra de grabados, complementada con un conjunto de esculturas. Muchas de las obras habían sido creadas recientemente para la exposición. El artista, un veterano del mundo artístico de Nueva York, ha saltado a la palestra con una obra que guarda relación con el modernismo y su apogeo, poniendo énfasis en la forma geométrica y también en la orgánica. Pero esto no significa que los grabados o las dos obras tridimensionales hayan perdido su contemporaneidad o su expresividad plástica; de hecho, toda la obra destaca por la calidez de su voz. En un momento en que buena parte de las artes –incluidas las bellas artes– han sido relegadas a conceptos académicos o a declaraciones populistas y antiformalistas, el arte de Wortsman rige en un terreno intermedio intelectual y formal. Puede que su punto de vista lleve a algunos a considerar que su obra está confinada por lo histórico; sin embargo, esa percepción indicaría que el artista ha vuelto su mirada hacia atrás en el tiempo, cosa que no ha hecho. Lo que sí ha hecho Wortsman es incorporar una serie de atributos estilísticos que se han vuelto más o menos clásicos, hasta cierto punto, a lo largo del periodo del modernismo y los años subsiguientes. Hay determinados tipos de arte que perduran más allá del efecto de la novedad, demostrando un conocimiento sobre los métodos consagrados por el tiempo e incluso unas inclinaciones imagísticas potentes desde la perspectiva histórica, y el arte de Wortsman se enmarca en esta visión continua.
Al margen del carácter atemporal de su creatividad, Wortsman también ha observado con mucho detenimiento el arte indígena: las esculturas africanas y los intrincados estampados de las telas tribales. Gran parte de ese interés se manifiesta en los grabados de tamaño medio del artista, que acogen formas dotadas de profundidad e incluso textura a pesar de su naturaleza plana. Inequívocamente abstractos, se relacionan con la música más que con la narrativa. Hay algo muy antiguo y a la vez muy nuevo que anima estas obras de arte. Sabiendo en qué momento se crearon las obras, y la persona que las hizo, resultaría imposible decir que son tribales, y sin embargo esa influencia está presente. Las formas entrelazadas parecen escultóricas –recordemos que Wortsman estudió escultura en Brandéis y en la Studio School– que dan como resultado una gestalt predominantemente orgánica que parece hablarnos a través de los siglos. Pero las formas no son tan primitivas como primarias. Proposition (2016) consiste en lo que parece un edificio naranja con una ventana redonda hacia la parte superior. A la izquierda de la estructura hay una forma serpenteada que parece envolver la construcción, abrazándola con un aura sensual que roza lo erótico. Quizá esto sea especular, pero la cuestión es que las formas geométricas y orgánicas coexisten dentro de los mismos confines, y que la mano de Wortsman convierte en líricas.
Figures in Winter (2016) es tal vez el más lírico de los sumamente poéticos grabados de Wortsman. Consistente en dos figuras de color verde aceituna sobre un fondo verde más claro, la composición representa un diálogo en curso, probablemente en un paisaje nevado. En modo alguno las figuras son naturalistas, sino que presentan una suerte de ojos y bocas mediante formas simples recortadas. En esta pieza aparece un aspecto primitivo, totémico, como ocurre en la mayoría del arte de Wortsman. Da la sensación de que las esculturas ofrecen un diálogo de tiempos remotos y recientes a la vez. El artista, que admira a Giacometti, bien podría estar tomando prestado un ambiente –si no una forma existente– del artista que le antecede, al igual que cuando hace uso de las antiguas artes tribales de África. De hecho, el título de Palace at Midgnight (2016) de Wortsman se contrapone a la gran escultura surrealista de Giacometti, titulada Palacio a las cuatro de la madrugada. Pero el grabado de Wortsman es escultórico en el sentido en que los elementos abstractos que muestra parecen los elementos de la estructura de un edificio: un marco negro, con motas azules, que rodea un plinto púrpura decorado con líneas y motas más oscuras y tres bandas naranjas que lo cubren parcialmente. Una banda negra horizontal, que forma parte del propio grabado, sostiene la imagen por debajo.
Había tres esculturas en relieve en la pared junto a los grabados pero, para este espectador, destacaban las dos recientes obras en barro cocido e independientes. Palace (2014) se compone de varios planos de color tierra, algunos con agujeros. A pesar de sus reducidas dimensiones, se experimenta como una construcción monumental; es posible que las paredes planas de la pieza generen esa impresión de que la obra es mayor de lo que en realidad es. Dos estructuras de torre se abren paso hacia el cielo, dando a Palace la apariencia de tener una altura y un peso considerables. Monument (2016), que también es una pieza pequeña (12 x 12 x 18 centímetros), es un prisma rectangular marrón y beis con capas superpuestas. Junto su núcleo hay un área negra cubierta de lo que parece un cielo nocturno lleno de fragmentos de estrellas que caen. La pieza, enigmática, ritualista y mística, nos envuelve en un significado oculto: es un monumento a un dios que no conocemos. Monument, de gran belleza y potencia a pesar de su reducido tamaño, posee una inexplicable gravitas, basada en la actividad ritual y la mentalidad poética. Como muchas de las piezas artísticas de Wortsman, es hermética respecto a su propósito, que plantea un conocimiento profundo de un mundo que por lo general consideramos desconocido. Esto no significa que Wortsman sea un místico pasivo, sino que se trata de un visionario intento de ver mucho más allá de lo que el ojo es capaz. Su sentido del ser dota de animación a su arte, manteniéndolo maravillosamente vivo.
Jonathan Goodman es poeta y crítico de arte. Ha escrito artículos sobre el mundo del arte para publicaciones como Art in America, Sculpture y Art Asia Pacific entre otras. Enseña crítica del arte en el Pratt Institute de Nueva York. En FronteraD ha publicado, entre otros artículos, Marcia Haufrecht o la confianza en el futuro de la pintura, Stuart Davis: cubismo, jazz y pintura estadounidense, El alemán Fabian Freese en la Lazy Susan Gallery de Nueva York y el arte nacional y Jackson Pollock: una crítica de su éxito.
Traducción: Verónica Puertollano