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Vestida para encontrarme conTigo. Leer a Emily Dickinson más allá de ‘Historia de una pasión’

I. Madrid, 8 de octubre de 2016

Me levanto temprano y me visto de acuerdo con los colores del cielo y los tres chopos que custodian la Plaza de las Comendadoras. He escogido un vestido color grana y al ajustarme el cinturón, pienso en María Zambrano y en Emily Dickinson. Ambas se visten –una lo escribe en sus memorias, la otra en muchos de sus poemas– a juego con el día. He quedado con unas amigas y el encuentro lo merece. Por la tarde iremos al estreno de cine de Historia de una pasión (director: Terence Davies), película que recrea con cierta posibilidad la vida de una mujer que escribe y lee en una pequeña localidad de Massachusetts a mediados del siglo XIX. Pero no la vida de Emily Dickinson.

 

II. Esto – es inmensidad –

 

La poesía escrita por mujeres a lo largo de la historia ha permitido que el simbólico femenino se haga materia, es decir, que se encarne en palabras parte de la experiencia femenina que, inaudita, nos devuelve a las mujeres y a los hombres de hoy la riqueza de una experiencia del mundo más amplia.

Si toda escritura es una mediación con la realidad, la poesía de Emily Dickinson fue y es una mediación indispensable. Poeta de la experiencia femenina, supo captar el anhelo del presente, poner en juego la materia y el cuerpo en primera persona, desvelándonos algo de la realidad hasta entonces invisible. Lo hizo trayendo en su escritura el sentido libre de la diferencia femenina con la que desbordó el canon masculino de su época. Supo mediar con la trascendencia y abrir trazos en la realidad desvelándonos experiencias de libertad femenina.

No hay más que hojear su poesía para captar que su mirada trasciende y desvela en la realidad, reinos inauditos. Su forma de vida, elegida libremente, queda liberada así de las interpretaciones que reducen su vida a un encierro mortífero. Su apuesta es una invitación a las poetas del presente a reflexionar sobre lo vacuo de la llamada poesía femenina de actualidad.

 

III. Esto parece un Hogar – Y Hogar no es –

 

Emily Elizabeth Dickinson (1830-1886) nació y pasó gran parte de su vida en Amherst (Massachusetts, Estados Unidos), en la casa familiar The Homestead a cuyo lado oeste estaba situada The Evergreens, la casa donde vive su amada Susan Huntington Dickinson (1830-1913). Ambas casas compartían el jardín y un sendero separado por un seto. Nada de esto aparece en la película Historia de una pasión. Este hecho fundamental en su vida ha sido obviado por la historiografía literaria corriente y ahora, de nuevo, queda obviado en una película que pretende recrear su vida.

Si quieren conocer algo más sobre la vida privada de Emily D., sobre los avatares de sus manuscritos corregidos sin su permiso y la transmisión de su obra –continuamente manipulada para borrar lo que en ella hay de lengua materna y sentido libre de la diferencia femenina–, si quieren conocer sobre la sordidez de una vida familiar en la que el abuso sexual por parte del hermano y del padre estuvo presente, como sucede todavía hoy en tantos hogares. Si les interesa conocer los distintos diagnósticos sobre su enfermedad y distintos tratamientos que asumió, entre ellos el homeopático, una enfermedad que la poeta vivió, a veces, como un estado privilegiado de creación, lean los prólogos y el epílogo de la mejor traducción de su poesía editada y publicada en español. Para quienes seguimos desde el año 2012 hasta el 2015 la trilogía de Emily Dickinson editada por Sabina editorial la película resultó intolerable, falsa y decepcionante.

 

IV. Ella aventajó al Tiempo con solo una Tentativa, / Ella aventajó Estrellas y Sol 

 

Fue – culpa – del Paraíso (2012), Soldar un Abismo con Aire – (2013) y Nuestro puerto un secreto (2015) son los versos que dan título, respectivamente, a los tres volúmenes excelsos y de preciosa edición que recogen la poesía de Emily Dickinson numerando sus poemas del 1 al 1786. Las traductoras de esta obra de alcance son: la poeta Ana Mañeru Méndez y la historiadora María-Milagros Rivera Garretas.

En mayo de 2012, salía a la luz la primera edición de los poemas 1-600 y para quienes llevamos más de media vida leyendo a Emily Dickinson la experiencia de su lectura resultó sobrecogedora. Siguiendo una intuición, fruto de su experiencia de lectura –que les dice que existe una enorme incoherencia entre las continuas traducciones e interpretaciones que se han hecho de la obra de la poeta–, primero Ana Mañeru M. y luego María-Milagros Rivera G., empiezan a traducir guiadas por la lengua materna, que Emily Dickinson conoció con gracia y soltura, y confiando en los manuscritos originales. El resultado es conmovedor.

Casi 1.800 poemas que revelan trazos de una realidad rica e incontenible, que más allá de las lecturas que reducen su vida de mujer a una habitación y de la condena de la historiografía literaria común, que tiende a la repetición, es decir, a nombrar una y otra vez realidades falaces cuando se trata de la escritura femenina.

La lectura de estas traducciones es una experiencia que nos deja rendidas, en comunión con el mundo que esta mujer y poeta excepcional nos enseña. Las traductoras no cierran su lectura ni la multiplicidad de significados que los poemas de Emily D. desencadenan lanzando al mundo una escritura femenina que dialoga con el mundo, escritura abierta al juego de la trascendencia.

La sintaxis a saltos, que las traductoras recuperan, y el uso original y propio de la puntuación, tal y como se señala en algún diálogo de la película con el editor –aunque lamentablemente los subtítulos de los poemas no nos lo muestran– forman parte del regalo precioso que son estas traducciones

 

V. Cada chispa está numerada

 

Susan Huntington y Emily Dickinson se conocen durante el curso de 1851-1852 e inician una correspondencia entre mujeres que durará toda su vida. También el hermano de Emily D. Escribe a Susan H. mientras corteja a otras mujeres. Finalmente, tras posponer el proyecto de boda varias veces, Susan y Austin se casan en 1856 inaugurando un singular pacto a tres recogido en algunos poemas y que finalmente no respetó el compromiso de la relación ya existente entre ambas mujeres.

Hay casi trescientos pomas con dedicatoria explícita a Susan Huntington. Que al patriarcado le ha costado siempre reconocer la libertad femenina es cosa sabida. Que todavía, al final del patriarcado, el amor entre mujeres es un significante abierto que se escapa de la política sexual patriarcal, resulta más que evidente. Léase en el primer volumen, la nota necrológica que Susan H. escribe a la muerte de Emily D. Pienso que recuperar las dedicatorias a Susan H., que paradójicamente todas las traducciones habían borrado, es otro elogio para las traductoras: “Dile a la Susan que nunca olvida ser sutil, que cada Chispa está numerada”.

 

VI. Encontrándonos por Azar

 

Llegué a Emilly Dickinson por azar, siendo niña preadolescente y siempre a la caza gustosa del mes: Alcanzar el sobre que traía a casa y a nombre de mi madre, suscriptora de una editorial de poesía de mujeres, un nuevo libro de poesía. Leí entonces a Emily Dickinson casi sin entender, pero envuelta en un placer que a mi cuerpo gustaba y sigue gustando. Se trataba de la Obra escogida de Emily Dickinson (Torremozas, 1989) traducida en el año 1946 por esa otra poeta genial y metafísica que fue Ernestina de Champourcín (1905-1999).

¿Cómo no quedar sobrecogida, pese al no entendimiento racional, escuchando su canto a la vida cíclica y cambiante? ¿Ante su mirada atenta sobre el mundo: las delicadas abejas y lombrices, el pequeño escarabajo y el vuelo de las aves?

La delicada traducción de Sabina editorial nos devuelve ahora, entre otros regalos, los nombres de esos pájaros, que la poeta conoce señalándonos su diferencia sexual a través del vestido que estos gastan. Quienes gustamos como Emily D. del birding –del mirar y seguir los pájaros al vuelo– sonreímos al leer que un arrendajo es un “presto ejecutivo”. Sonreímos. Porque no es lo mismo salvar a un petirrojo, que reconocer a una petirroja “por su pie” y observar como una y otro desayunan su humilde y deliciosa miga. Emily Dickinson lo sabía y nos lo recuerda.

 

VII. Hay Rescate en una Voz –

 

Hay palabras muy grandes. Palabras que albergan dentro de ellas miles de palabras y también palabras pequeñas. Hay palabras grandísimas, como Ser y Mundo y la poeta lo sabe. Por eso nos deja señales, signos que como ventanas abiertas nos permiten reconocer que Mundo y Ser, Pájaro o Mediodía no son un pájaro ni un mediodía cualquiera.

¿No es magistral su uso de las mayúsculas, su excelencia y su criterio, único, suyo? ¿No lo es que las traductoras lo hayan visto, respetado y nos lo devuelvan? Palabras cargadas de señales, un diccionario metafísico inaudito, una sintaxis a saltos, genialidad que la poeta nos revela a través de un uso personal y libre de ese signoseñuelo mágico – en su escritura que es el guión y que permite lecturas múltiples.

La mirada de Emily Dickinson se acerca a lo que le rodea, su atención es precisa sobre lo que sucede dentro y fuera de sílos cambios de estación, la dirección del viento, salidas y puestas del sol y la luna, el paso de las aves migratorias, el desayuno de las aves más pequeñas, las reuniones de insectos o de las hojas. Basta seguir la metáfora del corazón, que diría María Zambrano, para entender que esa mujer no vivió encerrada en una casa, sino dispuesta ante ese abismo de enorme intensidad que puede ser la existencia.

Grado sublime de hipersensibilidad ante una naturaleza cambiante y siempre en relación con la mujer a la que amaba. Experiencia de lectura que conmueve y ojos de asombro al leer el poema 786, en el que la poeta pide al otoño que “miró desde lo alto mi Labor de Punto”, que le preste colores para su bordado. El otoño se los presta y ella elige el color “Grana” en el que encuentra parecido entre los tonos del granado, su amada y ella misma.

Gustaba Emily Dickinson del juego y la deixis en fantasma. Las traductoras lo reconocen y se lanzan al juego y nos lo devuelven. Escuchen, estas son hoy para mí “las puntadas mejores”:  

No subastes mi Aguja & Hilo; Estas son las noches que los escarabajos aman; Mi Corazón sobre un Platillo; Los Productos de mi Finca son estos; La Manera en la que yo leo una Carta es – esta –; Las Hojas como las Mujeres intercambian; Rocío – es la Riada en la Hierba; Distancia – no es el Reino de la Zorra; Ante mi fino oído las Hojas – deliberaron –; Nuestras pequeñas Parientes – después de la Lluvia; Existe una Luz en Primavera, todos estos poemas en el volumen color verde.

Cuando en la escritura se inscribe el sentido libre de ser mujer, el mundo se abre y se despliega revelando nuevas epifanías. Siempre ha sido así. Y, en este caso, la escritura de Emily D. es una mediación que vuelve a darnos sentido uniendo la experiencia divina y el hecho de estar vivas. “Ofrecí Ser –escribe en el poema 687 No pedí ninguna otra cosa”. De manera original participa en el debate de la idea que circula sobre dios en su época. Ella, que en algún poema alude a los comentaristas del signo, supo ir más allá que estos. Lo hace en el poema 679, Cuando casi ha terminado la Noche –

 

Cuando casi ha terminado la Noche

Y el amanecer rema tan cerca

Que podeMos tocar los Espacios

Es hora de cepillarse el Pelo  

            

VIII. La palabra ofrecida

 

Ha escrito la poeta Juana Castro que leer a Emily Dickinson “es encontrarse con la revelación de la existencia humana”. Lo dice esta poeta excepcional, pero de nuestro tiempo, cuya escritura es una mediación que reconoce en el cuerpo femenino una señal, un pasaje de trascendencia que ella ha nombrado de manera única y original.

La primera vez que escuché hablar a Ana Mañeru –cito de oído– fue en una reunión junto a otras poetas. Allí nos declaraba que “traducir a Emily Dickinson te deja sin palabras”. Gracias, pensé, pero no fui capaz de decirlo a viva voz – gracias por permitir tal estado de sí para que salga la voz de otra.

 

IX. De su peculiar luz/ conservamos un rayo –

 

Hay Sed de la que no se sacia con agua. En esta se juntan agua y sed con padecimiento y alegría, como sucede en el cuerpo cuando las palabras coinciden con las cosas. Es esta una capacidad que la lengua materna custodia, lengua con la que se encarna la libertad femenina. Libertad abierta por el juego de las relaciones y que la poesía nos devuelve cuando, como ahora, las que traducen poemas lo hacen con gracia y maestría. Entonces, la poesía vuelve a ser palabra que vincula, que nos recuerda el misterioso origen de la vida y la palabra unidas, regalo y don de la madre.

 

 

 

 

Nieves Muriel (Melilla, 1977) es Licenciada en Filología hispánica y D.E.A en Estudios de las Mujeres y de Género por la Universidad de Granada. En el año 2005, finaliza la maestría en Estudios de la diferencia sexual en el Centro de Investigación de Mujeres Duoda (Universidad de Barcelona). Imparte cursos de Crítica de la cultura y publica en revistas especializadas de crítica literaria, feminismos y filosofía. En el año 2010, recibe la beca de investigación Miguel Fernández por su trabajo y parte de su tesis, La luz de las palabras. Estudio sobre poesía contemporánea española escrita por mujeres (2013). Ha recibido el IV Premio José Verón por La pequeña llama, CEB, Zaragoza, 2013 y el II Premio de poesía Juana Castro por Carta de la sirena, Renacimiento, Sevilla, 2016.

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