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Por una psiquiatría sin psicofármacos. Una conversación con el médico y biólogo Peter C. Gøtzsche

La ciencia, apuntó Karl Popper, se basa en un principio básico. Cualquier hipótesis es refutable cuando puede demostrarse que es falsable, es decir, que es falsa. Esto es, no hay verdades absolutas, cuando algo se refuta, y se demuestra que es falso o no funciona, avanza el conocimiento e impide quedarse anquilosado en fórmulas, teorías o principios que han quedado obsoletos.

 

El científico danés Peter C. Gøtzsche, máster de Ciencia en Biología y Química en 1974 y licenciado en Medicina en 1984, tiene un currículum de aúpa: trabajó en la industria farmacéutica entre 1975 y 1983, y ejerció en hospitales entre 1984 y 1995. Dirige desde hace 23 años del Centro Nórdico de Investigación Cochrane de Copenhague, y es profesor en la Universidad de Copenhague de análisis y diseño de investigación, dado su interés por la estadística y las metodologías de investigación. Ha publicado más de 70 artículos en las 5 grandes revistas médicas (BMJ, Lancet, JAMA, Annals of Internal Medicine y New England Journal of Medicine). Y sus trabajos han sido mencionados y citado en más de 15.000 ocasiones. Así que no podemos decir que sea un científico cualquiera. Gøtzsche ha levantado mucha polémica con sus dos últimos libros, editados en España por Libros del Lince. El primero, Medicinas que matan y crimen organizado: cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud, en 2014 y reimpreso de nuevo ahora. Pero sobre todo con su nuevo libro, Psicofármacos que matan y denegación organizada, publicado el pasado mes de mayo.

 

Recientemente pasó por España y pudimos conversar con él en Madrid para que nos explicara las tesis de su libro y sus investigaciones. En nuestra charla quedó muy clara su postura: evitar el uso de los psicofármacos en la medida de lo posible, avalada con numerosas investigaciones, con conocimientos de la práctica médica y de numerosos centros hospitalarios y unidades especializadas. De esas tesis también se desprende otra más genérica: que la psiquiatría biológica, o tradicional, necesita un cambio de paradigma.

 

 

Crisis de la psiquiatría y la psicología

 

Recuerdo que un compañero de la facultad de psicología me contaba sus prácticas de fin de carrera en psicología clínica. Su tutor era un psiquiatra de la sanidad pública que pasaba 4 o 5 minutos con cada paciente. Mi amigo me decía que escuchaba historias clínicas desoladoras, y el psiquiatra las resolvía con una receta de psicofármacos y cero psicoterapia. Eso era lo habitual hace casi dos décadas. Así que las tesis de Gøtzsche, bien fundamentadas en múltiples estudios científicos, están muy cerca de la realidad. “La psiquiatría estaba en crisis hace 40 años. Porque había una gran oposición al psicoanálisis freudiano. Pero lo que surgió fue una manera de encontrar los déficits, los síntomas de los pacientes, diagnosticarles, todo eso basado en el manual DSM III en 1980. Se sigue esa metodología de manera automática, casi sin atender a las historias de los pacientes, por sus sentimientos, sus dinámicas vitales. Sólo sobre la base de unos resultados te recetan unas pastillas. Y eso no cura a la gente. Eso es nocivo. Eso es en lo que se basa la psiquiatría biológica, y el desequilibrio químico, que surgieron en 1955. Desgraciadamente la psiquiatría se basa en esas falsas ideas como si fuesen la panacea. Lo que les diferencia es que los psiquiatras pueden recetar psicofármacos. Y que los piscólogos utilizan la psicoterapia. En psiquiatría no se ha formado a los profesionales en psicoterapia. Y no han aprendido mucho más en psiquiatría en los últimos años. Necesitamos utilizar menos los psicofármacos. En ese terreno los psicólogos están mejor formados, en psicoterapia; y ese es el camino hacia el que debemos dirigirnos. Tengo cuatro estudios en los que estoy trabajando sobre el uso nocivo de los psicofármacos. Cuando recetas a gente sana antidepresivos y los efectos que causa, efectos que pueden incrementar las conductas violentas”.

 

Acostumbrado a hablar en público, Gøtzsche tiene un discurso sereno y claro, pero firme y rotundo. Reconoce que le preocupa la difusión de su discurso: “quiero que todo quede claro, que no sea malinterpretado, porque me avergonzaría y es una cuestión bien delicada la psiquiatría, que toca el daño, el sufrimiento y la muerte”.

 

También matiza un punto fundamental. Un paciente psiquiátrico “no puede, ni debe, parar de repente un tratamiento psicofarmacológico, porque es muy peligroso, tiene que dejarse lentamente. Porque la gente lee entrevistas o lee mi libro y lo hace, sin tener en cuenta que el síndrome de abstinencia es muy fuerte y esto puede afectar gravemente a la persona que los ha tomado. Porque el uso de los psicofármacos cambia tu cerebro”.

 

Gøtzsche reclama una regeneración de la psiquiatría tradicional. Evitando en la medida de lo posible (o erradicando) los psicofármacos y centrándose más en la persona: en sus síntomas, en su historia clínica y apoyándose en la psicoterapia. Sostiene que la industria farmacéutica, un potente lobby con gran poder mundial, falsea muchas investigaciones, ocultando efectos secundarios muy graves y nocivos. Hay una sobredosis de fármacos por parte de la población, siendo en muchos casos injustificada y pudiéndose volcar contra uno mismo. Y eso también afecta plenamente al ejercicio de la psiquiatría, dónde los diagnósticos por norma general suelen cursar, casi única y exclusivamente, con un tratamiento psicofarmacológico.

 

 

La prensa

 

En 2014 Gøtzsche publicó en el periódico inglés The Guardian un artículo crítico con los antidepresivos que tuvo mucha repercusión. Una de las claves para que la comunidad científica conecte con la sociedad y que calen sus discursos, sus hallazgos y su lenguaje, es aparecer en los medios de comunicación, y así hacer comprensible la ciencia para el conjunto de la sociedad. Gøtzsche confía en que una nueva corriente de la psiquiatría cambiará con los años la visión sobre los psicofármacos. “Los medios de comunicación tienen un gran poder para conseguir que la gente se dé cuenta de que algo es erróneo o equivocado. Porque según las estadísticas cientos de miles o incluso millones de personas que mueren por el uso y el abuso de los psicofármacos”.

 

Y es que los efectos de los psicofármacos son muy dañinos para el cerebro, pero también provoca muchos otros. Un efecto secundario principal de los antidepresivos, por ejemplo, son los trastornos sexuales. “La mitad de los pacientes tratados con antidepresivos consiguen ver que su vida sexual decaiga, que se vea afectada, siendo uno de los principales efectos secundarios adversos. Así que es extraño que las llamen pastillas felices porque son más bien pastillas infelices para tu vida sexual. También ocurre eso en el caso de los antipsicóticos, y de otros psicofármacos, que influyen en tu vida sexual de manera negativa. Lo más preocupante es el daño cerebral permanente. Probablemente todos los psicofármacos causan y crean daño cerebral permanente si los tomas durante un largo período de tiempo. Pero también muchos psicofármacos incrementan el riesgo de violencia, incluyendo suicidio y homicidio, lo cual es muy preocupante. Cuando paras de repente un tratamiento psicofarmacológico aumentas el riesgo de un comportamiento violento a causa del síndrome de abstinencia. Se produce un síntoma o una patología que se llama acatisia, y es que permaneces extremadamente inquieto y desasosegado, viene acompañado con la necesidad de moverse a nivel corporal. Y eso predispone a la violencia, incluyendo suicidio u homicidio. Eso prueba que no necesitas esos fármacos. Más bien prueba que esas drogas tienen efectos secundarios muy dañinos”.

 

A la hora de divulgar los conocimientos científicos un punto muy relevante es cómo conseguir hacer comprensible a un público general una teoría, un hallazgo o descubrimiento o una nueva formulación. “Soy muy consciente de que la manera en que utilizas el lenguaje crea la realidad que la gente ve. Así que el modo del uso del lenguaje es muy importante y determinante, también en psiquiatría, por lo que intento a la hora de narrar o contar las cosas tomarlo todo con humor para darle algo de naturalidad. Pero también evitar caer en las equivocaciones o en los errores ajenos. El término de antipsicóticos es engañoso. Por ejemplo, con los antibióticos matas una bacteria que te ataca y consigues sobrevivir, pero los antipsicóticos no curan los trastornos psicóticos, reducen tus sentimientos, tus pensamientos, desarrollas apatía, vives incluso como un zombi, tienes dificultades de concentración y atención que afectan al estudio, etcétera. Por lo que son muy dañinos. Así que es engañoso llamarlos antipsicóticos, es una cuestión de marketing. En mi libro los llamo antihumanos porque matan todo lo que uno quiere ser como ser humano, ser curioso, ser productivo, interesante, incluso enamorarse, todo eso… Y reduce todo eso”.

 

 

La industria farmaceútica

 

Su posición ha sido muy crítica con el uso de los medicamentos, así que la industria del sector no quiere saber mucho de él. “Hace cosa de un año critiqué a la compañía danesa Lundbeck, que fabrica varios antidepresivos y antipsicóticos. Les critiqué en la web de la revista Science en Dinamarca. Y fue porque en la radio danesa dijeron que los antidepresivos protegen a los niños del suicidio. ¡Cuándo hacen exactamente lo contrario! El periodista estaba pasmado y muy sorprendido por cómo las autoridades permitían eso y no luchaban contra ello, ¡si en lugar de disminuir los riesgos de suicidio los aumentan! Y sabes qué fue lo que respondieron: Bien, cambiaremos la etiqueta. ¡Increíble! Critiqué a Lundbeck por esto. Y el director de investigaciones de Lundbeck me replicó de manera muy arrogante en la web de Science, dando una serie de datos e investigaciones, justo una serie de referencias que aparecen en mi libro, y que digo que son estupideces. Esa es la única vez que recuerdo que la industria de los psicofármacos me ha atacado. Y entiendo que no quieran debatir conmigo porque estoy seguro que temen perder”.

 

Vivimos en una sociedad que depende en exceso de los medicamentos. Incluso la gente se automedica y compra sus fármacos en las farmacias antes de ir al médico. “Es una sociedad regida por la sobredosis. Los psicofármacos son una de las principales causas de muerte, más incluso que el cáncer. Todo el mundo los toma, lo cual es totalmente insano. Evitarlas es evitar la mortalidad. Además los psicofármacos son muy fáciles de obtener, incluso te los puede recetar un médico de cabecera porque acudes a su consulta y le dices que estás pasando una racha de nervios, ansiedad o un estado de ánimo muy bajo”.

 

Uno de los errores de las enfermedades psiquátricas es que se usan mal sus términos. “No todo es depresión. Un estado de tristeza o que te haya dejado tu novia, o ha muerto tu madre, no es causa de derpesión, o que tengas una bancarrota o un problema económico. Hay síntomas más profundos. Y no puedes solucionar eso con pastillas. No es razonable. Ni necesario. He visto muchos estudios, y los muestro en mi libro, que muchos pacientes, la mitad de los que utilizan los antidepresivos no para los síntomas requeridos o adecuados, sino para todo, para cualquier cosa, para cualquier estado de tristeza. Es una locura”.

 

Otra de las tendencias actuales consiste en llamar medicina alternativa a otras prácticas médicas diferentes a las de la medicina convencional. “No debemos utilizar etiquetas, que si medicina convencional o alternativa. Simplemente debemos chequear si eso funciona o no. No importa lo que sea. La psicoterapia es muy eficaz con los problemas psiquiátricos, incluso con la psicosis. Hay herramientas, como mindfullness que no es exactamente una técnica de psicoterapia, que pueden ayudar a pacientes con problemas psicológicos. Incluso aunque hayan sido estudiados al azar, si causan efectos positivos. Y si funciona, es muy positivo….”.

 

Como colofón recordamos la película Alguien voló sobre el nido del cuco, de Milos Forman, protagonizada por Jack Nicholson, que fue muy crítica con la pisquiatría de la época. Una película que marcó a muchas generaciones de jóvenes (tanto como ‘La naranja mecánica, de Stanley Kubrik). “Es una de esas películas que se deben de ver. La última vez que la vi fue hace seis meses en la televisión danesa y estaba horrorizado, porque todo lo que muestra esa película todavía existe. Es algo que muchos pacientes me cuentan que experimentan, y se parece a lo que reflejaba la película”, subraya Gøtzsche.

 

 

 

 

Andrés Castaño es periodista y redactor free-lance. Especializado en cultura y espectáculos, es colaborador en ABC, El Duende de Madrid y en las webs El Asombrario Indienauta. Ha colaborado entre otros, en ABC Cultural, Público,  DiagonalADN, Go Mag, Calle 20, Neo2, Zona de Obras, Mondo Sonoro, Efeeme, Batonga!, Ddanza, FanTeatre, Era Magazine, Black Market Magazine, Balearic Beats, D-Palma, Enlace Funk y Musicópolis. En FronteraD ha publicado El sonido y la perfección. La música en palabras.

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