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Amjad Nasser: “La poesía es mi arma contra la oscuridad política y religiosa del mundo árabe”

Amjad Nasser (al-Turra, Jordania, 1955) es uno de los grandes poetas árabes vivos y de los más renovadores en la poesía árabe desde el último tercio del siglo pasado hasta nuestros días. Los críticos le consideran como uno de los pioneros del modernismo poético, especialmente en la poesía en prosa. Podemos decir que Nasser es el más destacado tras una generación que dio pasos decisivos con figuras como Mahmoud Darwish, Adonis, Mohamed Al Maghut, Salah Abdul Sabour, Badr Shaker Al Sayyab y Amal Donkol. Todos consiguieron llevar la poesía árabe de la segunda mitad del siglo pasado a una nueva tierra, a un espacio más amplio sin el cual hubiéramos tenido que hablar de una crisis en el poema árabe.

 

Nasser pertenece a los 70, una generación que nació en un contexto sociocultural y político muy complicado. Nos referimos concretamente a la derrota árabe en la Guerra de los seis días, una roca contra la que se hizo añicos el concepto del nacionalismo árabe y dejó al descubierto su fragilidad ante una realidad no esperada. La derrota llegó 19 años después de la proclamación del Estado de Israel, lo que propició la diáspora palestina, que se incrementó tras la Guerra de los seis días. Aunque se hablase de una victoria del ejército árabe en el 73 y la reconquista del Sinaí, sería en realidad una victoria incompleta o parcial, en concreto únicamente para las fuerzas egipcias, una idea confirmada por el Acuerdo de Paz entre El Cairo y Tel Aviv que enterró la cuestión palestina y supuso el fin del ilusorio nacionalismo árabe.

 

Estos acontecimientos políticos, esta derrota o esta incompleta victoria acompañada de tensiones sociales y redefiniciones de conceptos geopolíticos, además de sus respectivas transformaciones culturales, dejaron huellas indelebles en los años 70 árabes, y más entre los poetas que vivían en Siria, Palestino, Líbano y Jordania. A la luz de este contexto hay que leer a Amjad Nasser que, a diferencia de otros poetas, se preocupa por una poética cargada de preguntas de índole cultural, por supuesto la árabe, hija también legítima del desierto tanto en sus metáforas como en su imaginación. A lo largo de cuarenta años no desaparecen de tal poética interrogantes sobre la identidad y la historia: forman un gran muro de palabras que contiene las preocupaciones de la cultura árabe, tanto antiguamente como ahora, a través de un mundo poético excepcional, donde destaca su voz, singular tanto en su vocabulario como en la riqueza de y sus imágenes. Esta voz, con su trasnto beduino, renueva los recursos poéticos y lleva más lejos el pasado de la poesía arábiga. Pero lo más llamativo en la poesía de Nasser será el triunfo del arte y la estética sin que caiga en la trampa de la reproducción de la realidad política o esgrimir un prontuario ideológico. Y eso a pesar de que el poeta sea un luchador a favor de la causa palestina, ya que desde su juventud se sumó a la resistencia.

 

Desde su primer poemario, Elogio para otra cafetería (1979), los críticos le consideraron una promesa. Con Desde Galaad (1981) y Pastores de la soledad (1986) quedó demostrado que nos encontramos ante una voz singular y original que fundaba un poema en prosa capaz de extraer temas que parecía imposible que pudieran formar parte de un poema, como señala el destacado crítico Sobhi Hadidi. La despedida de Granada, recién traducido al español, es uno de estos poemarios que reflejan el universo lírico del gran poeta árabe, y donde recoge la épica fantásica de la tragedia de Boabdil, el chico, último rey de Granada.

 

Además de poeta, Nasser es reconocido como gran prosista, novelista y uno de los primeros autores árabes contemporáneos que escribieron literatura de viajes, además de ser considerado un destacado gran periodista, no en vano fundó diarios como Al Quds en árabe y Diffah thalitha, que se ha convertido en el más importante diario cultural árabe.

 

Llaman especialmente la atención los vínculos de Nasser con el mundo hispánico, no sólo en Despedida de Granada, sino también en su famosa novela Aquí está la rosa, donde sitúa a Don Quijote de la Mancha en un periodo histórico muy complicado en la historia árabe.

 

La poesía árabe está ahora en uno de sus mejores momentos a nivel de experimentación y renovación, a pesar de que se lee poco, según las editoriales. ¿Como uno de los pioneros de la renovación, cómo ve el movimiento de la poesía en los últimos treinta años?

—Hace mucho tiempo les escucho quejarse y hacerse preguntas sobre el nivel tan bajo de lectura de la poesía moderna. Si hablamos de lectura, y me refiero a la poesía escrita, no otro tipo recepción, creo que tienen toda la razón. En las sociedades árabes sigue habiendo un alto grado de analfabetismo. Fíjese que en Egipto, el país pionero de la modernización cultural y social árabe, la mitad de sus habitantes son analfabetos. Parecidos porcentajes, con alguna variación en las cifras, sirven para otros países árabes. Pero hay que tener en cuenta que la poesía no sólo se lee o tiene que ser escrita. Por supuesto que hay lírica popular y elitista, la primera es oral y a veces es anónima, un componente del acervo común. Sin embargo, al reproducirla modernamente acaba por convertirse en una imitación deformada, le falta sal. Volvamos a la lectura. El bajo nivel de ventas no refleja el nivel expresivo y artístico que ha alcanzado la poesía árabe actual. La lectura cuenta con sus propios contextos socioculturales, que no tienen nada que ver con la experimentación, la estética y la filosofía del poema árabe, ni en cómo se mira a sí mismo y mira al mundo. Las ventas y la lectura son dos conceptos diferentes que no siempre coinciden. Las ventas forman parte de un proceso que depende de muchos factores, pero la lectura en sí es un vínculo entre dos iguales: el escritor y el lector. La venta se basa en el nivel social y económico, capaz de enfrentarse con obstáculos como el analfabetismo, al margen del contenido del libro. La lectura exige un nivel intelectual y cognitivo que debería aspirar llegar a todos los ciudadanos.     

 

En Despedida de Granada evoca uno de los momentos árabes más difíciles que comparte con España: la entrega de Granada y la rendición de del famoso rey Boabdil. Pero adopta una visión diferente a la de la Historia. Los historiadores ven en la caída un hecho importante no en sí mismo sino por sus consecuencias. Piensan que dio lugar a la decadencia árabe que se prolonga hasta nuestros días. Cuéntenos, en prosa, cómo lo ve, y cómo valora la situación del último rey árabe de Granada.

—Quizá los historiadores o investigadores lleguen a semejantes, o contrarias, conclusiones al estudiar esta extraordinaria civilización. Pero las conclusiones del poeta son totalmente diferentes. El poeta, cuando se acerca a la Historia, lo hace desde una situación poética en la cual se utiliza ideas que le sirven de escapatoria, o de fragmentos históricos que incluyen complicadas mezclas en las que se dan cita lo epistemológico y lo sentimental, lo lingüístico y lo imaginativo. Mi aproximación es de ese tipo. Lo que me llamó la atención de esta civilización andalusí, a partir de mis visitas a Granada, fue el destinos de lo que terminó. Si habíamos albergado el sueño de que conviviesen diferentes ideas, razas, religiones y colores en un solo lugar y respirasen el mismo aire, creo que este sueño se hizo realidad en Granada. La realidad árabe, incluso la universal, de ahora mismo, donde las guerras, el desgarro, el odio y la imposición de ideas y políticas que no permiten la diversidad, deben haber jugado su papel en la formación de esta aproximación poética. Además, no pertenezco a la generación que nació de la nostalgia de Al Ándalus, sino en la época de los movimientos árabes y mundiales que pretendían liberarse de la colonización y luchaban por el derecho de autodeterminación. Es decir, nuestras cuestiones (Palestina, por ejemplo) se han impuesto a nuestras emociones y han copado nuestra imaginación. Al Ándalus era para mí un sueño de convivencia común entre diferentes identidades culturales y raciales, un sueño imposible de realizar hoy día. Ya hemos visto el maltrato que sufren los refugiados que huyen de las guerras y del hambre en varios países del mundo. Hoy ya no parece posible fundar sociedades sobre la base de la diversidad humana. Quizá Estados Unidos haya sido la última sociedad que lo ha practicado, pero a costa del exterminio de otros pueblos en un proceso de locura en la búsqueda de nuevas zonas de poder económico y político. Estas tensiones y conflictos  todavía se ven con claridad en América del Norte, en su historia de sangre y exclusión social. Había la posibilidad de fundar una sociedad de emigrantes, y la oportunidad de  construir un nuevo sueño humano. Pero, lamentablemente, se perdió.  

 

En Despedida de Granada, como en su novela Aquí está la rosa y en el libro de viajes En los países de Márquez, se aprecia su contacto cultural con el mundo hispánico.

—La cultura hispánica es la más cercana a nosotros, sea por el pasado común o el presente modernista que tiene su repercusión en el modernismo literario árabe, sobre todo a través de la traducción de grandes poetas españoles o de América Latina. Ese continente es para nosotros un un modelo a seguir en su lucha contra la colonización, ya que posee contextos locales parecidos a los nuestros: militarismo, imperialismo, corrupción, lucha por un mundo mejor… Todo esto nos llama la atención, especialmente en la cultura escrita en español. En el poemario al que se refiere hay un mundo andalusí onírico, no es histórico, como he señalado antes, y no tiene nada que ver con los acontecimientos ocurridos realmente. Se trata de un ángulo lateral, como señala Juan Goytisolo en el breve pero expresivo prólogo que escribió para la obra. La pena fue que al final, y no sé muy bien por qué, no se publicó, aunque me honraba. Creo que la editorial pensó que se trataba de una mera recomendación del escritor, o apenas una opinión. Volviendo al tema. En mi novela Aquí está la rosa he notado una presencia fantasmal de Cervantes. Algunos críticos árabes han asegurado que Yúnes El Calígrafo, el protagonista de la obra, es otra revelación de un pequeño Don Quijote. Es un caballero idealista, o así se ve a sí mismo en el espejo, en un mundo sin caballería. Habría otro vínculo entre ambos: la afición por leer novelas de aventuras en las que los protagonistas, dominados por el ideal, juegan un papel de salvadores. Y eso a pesar de que el protagonista de la obra no cree en la salvación individual ni en el papel categórico de los individuos, solamente en cambiar la Historia. Quizá el trasfondo marxista, idealista también, le acerca a un Don Quijote visto por los otros, sin que él pueda verse a sí mismo. En el momento en que cree que es un caballero la gente le ve como payaso procedente de otro mundo, que solo se parece al universo caballeresco en el aspecto desgarrado.

 

Varios críticos árabes elogiaron su capacidad poética para servirse de lo cotidiano para convertirlo en poesía, y que a pesar de su pasado como luchador no ha caído en la trampa de hacer del poema un panfleto político. ¿Cómo ve la muralla entre política y poesía, especialmente en un mundo árabe quemado de guerras, levantamientos y revoluciones?

—Esto lo aprendí de los grandes poetas, sobre todo poetas españoles, latinoamericanos y griegos. Muchos poetas y autores de América Latina que hemos leído muestran claras inclinaciones izquierdistas, entre ellos algunos incluso estaban afiliados a fuerzas combatientes contra las dictaduras. Neruda no disimulaba su posición política, pero evitaba muchas veces que surgiera en la poesía, según las traducciones que hemos leído en árabe o inglés. Desde muy pronto he ido elaborando un concepto y es que la obra poética, o artística en general, puede adoptar valores de justicia, bien común y esteticismo sin que para ello deba servirse de consignas políticas. Yannis Ritsos es un ejemplo inspirador. Es un poeta que me influyó de joven y me gustaba por su capacidad para reprimir lo político e ideológico en el texto poético. Ritsos, como sabe, era comunista, un luchador contra la dictadura en Grecia, pero nunca cedía a la hora de defender valores estéticos y con ellos hablaba y luchaba. Pienso que la poesía es el arma con la cual nos enfrentamos a la oscuridad, sea política o religiosa. Esa oscuridad que afecta al mundo árabe hoy en día, donde las dictaduras militares y las élites dinásticas gobernadoras lo han devorado todo, junto con las fuerzas del islam político (un invento sin raíces en nuestra historia. O nuestra gran catástrofe, porque habla con la tierra con un lenguaje divino. Mejor dicho, con el lenguaje que ellos deducen del texto coránico).

 

—Su poesía se caracteriza por una alta potencia lingüística. Una poesía cargada de imágenes, evocaciones y metáforas pertenecientes al patrimonio árabe cultural y al mundo beduino. ¿Cómo cree que viajará esta poesía al ser trasladado a otra lengua, como el español, por ejemplo? ¿Cree que podría perder algo de su brillantez, o es de la opinión de que el poema es su significado?

No sé cómo son mis poemas en español o francés, dos lenguas que no conozco, pero sé cómo son en inglés. En realidad son otra cosa completamente distinta. La lengua no es un vocabulario que traducimos del árabe al inglés o al español, sino es la portadora de contextos y denotaciones infinitas, especialmente porque la lengua árabe se distingue por ser la lengua del libro de los musulmanes: El Corán, es decir, la lengua de Dios, porque según se entiende desde un punto de vista religioso Dios dictó los versículos del Corán a Mahoma a través de un intermediario. Este es justamente nuestro problema: quienes quieren modernizar y desarrollar nuestra lengua, con el árabe, se encuentran con un problema religioso. Según mi conocimiento, esto no es un problema que se dé en otros idiomas. Sin embargo, escribimos y vamos a la contra creando un lenguaje propio que encaje en nuestro tiempo y atienda a nuestros problemas. El árabe es una lengua por la que transitaron miles de poetas, prosistas, juristas islámicos, intérpretes del Corán, y pudo ser reproducida en diferentes niveles. Como poetas modernos que somos tenemos que buscar una tierra para poner un pie en este archivo tan amplio. En todo caso, la tarea del traductor es difícil, porque tiene que conocer las referencias culturales de las metáforas y las sombras largas de los vocabularios. Supongo que el español es la lengua europea más cercana a la nuestra, no solo por la historia y la civilización comunes sino también, según entiendo, por la riqueza lingüística y su capacidad expresiva a la hora de referirse a fuertes sentimientos, a diferencia del inglés, que parece más modesto en ese sentido, aunque su léxico sea enorme.  

 

 

—Usted es jordano, pero quien no conoce este hecho pensaría que es palestino por su preocupación por la cuestión palestina y su lucha a favor de ella. Luego se ha exiliado a Londres, pero sigue escribiendo en árabe y del mundo árabe, incluso de su mundo dentro de la tierra árabe. ¿Cree que estos lugares diferentes han enriquecido su experiencia poética? ¿El desgarro y exilio pudieron hacer flotar la pregunta de la identidad en su poesía?

Creo que sí, es una experiencia muy larga en lugares y culturas diferentes a los míos, y mi poesía ha podido absorberlos. Es seguro que muchas de mis obras no habrían sido escritas si no hubiera salido de Jordania, mi país, que abandoné hace cuarenta años. Además, no habría podido contemplar y revisar la cultura árabe desde la distancia. Creo que eso pasa con muchos poetas y pintores que vivieron en el exilio, como fue el caso de muchos escritores españoles. A pesar de la vida tan dura en el exilio es muy útil para que uno descubra a sí mismo y al otro de una forma directa. 

 

Las revoluciones de la primavera árabe, en Túnez, Egipto, Siria, Libia y Yemen, gracias a los sublimes objetivos que pretendían conseguir y a la necesidad urgente de que estallaran, dejaron atrás la rutina y dieron pie al surgimiento de grupos islamistas radicales, a muchas divisiones sociales y una fuerte polarización política. Como intelectual y analista político, y antiguo luchador contra las dictaduras militares, ¿qué destino espera para esta primavera y cómo explica el éxito de la contrarrevolución a la hora de dominar  los levantamientos populares? 

Las revoluciones fueron abatidas desde el principio, cuando fueron secuestradas por los islamistas políticos, que estaban más organizados y tenían más capacidad de movilización que los jóvenes revolucionarios laicos, que carecían de organización y visión para poder acabar con la dictadura militar. Egipto es un ejemplo. Así, la primavera árabe se transformó en liquidez de cuentas, como pasó en Siria, Libia y Yemen. Y la conclusión fue: guerras civiles y conflictos sangrientos entre dictaduras militares y milicias islamistas, como en Siria. Hoy en día no parece que se vislumbre ningún horizonte para que las revoluciones vuelvan a ser primavera, como en sus primeros días. No tengo una receta preparada para recuperar el sueño más que el mismo sueño. No he perdido mi fe en que de la ruina y la destrucción total de las infraestructuras y de la diáspora de millones de seres nacerá algo bueno, puesto que las fuerzas combatientes entre sí ya no podrán seguir más tiempo enzarzados en esta guerra inútil. Es un conflicto estéril y costoso para las fuerzas tradicionales de los países del Golfo, que financian el conflicto. Es evidente que esos países viven ahora unas dificultades económicas y sociales y se enfrentan a grandes retos para sobrevivir, lo que les hará cerrarse sobre sí mismos y preocuparse más por sus asuntos internos.       

 

 

 

Poemas de Amjad Nasser

 

 

Poemas

 

Vamos a preparar las palmas del viernes,

a esparcir sal en la senda de los predadores,

a desmentir al día para que él siga durmiendo…

 

¿Acaso no está vigilado nuestro hermano, aquel a quien trenzamos el pelo desde niño

y criamos entre vírgenes para que sea

el más hermoso?

 

 

*     *     *

 

A tu lado

el esplendor es alto, y la lozanía

se incrusta en una fina piel, y la espada que te despojó de la alegría de la niñez dicta,

brillante, al trono su filo.

 

*     *     *

 

El yelmo y la lanza hienden el puente del grito y rematan la altanería de las palabras.

 

Hay, por encima de las murallas, quien

recoge el aire espeso

con vasijas.

 

*     *     *

 

 

Respiramos contigo, guía de lo inútil,

el aire de las armas que nos disgrega desde la noche de la derrota.

La tempestad, no la sabiduría,

sopesa las intenciones y calcula las atalayas.

La fuerza, confiada en su aplomo, se despereza en el polvo que flota

desde observatorios que escudriñan las estrellas, y ocupa dependencias

y borra

e inscribe

y hereda los cuños.

 

*     *     *

 

El ocaso del día

 

La deseada doncella llegó a pie con su alta estatura hermana de la mañana exquisita, cruzó la línea

de la eternidad

y se transformó en el ojo de un ciego que modelaba, en el aire

una comitiva para el príncipe dormido bajo el lino.

Entre sus hermanas,

entregada a la luz del mediodía, pisó

con pie diminuto

el paraje de las campanas.

 

 

En aquella señalada primavera vinieron genealogistas, panegiristas y músicos con largas flautas mientras ocultaba el humo

la excitación de los machos.

 

Ni pálida

ni tatuada en su joven antebrazo…

Con la mirada ambiciosa

calculó el peso del aire desde la montaña al abismo y colocó una moneda entre sus pechos

para el vigilante del cofre del insomnio.

 

 

 

Este es su gran día,

cuando la joven roza con sus talones el pasaje del atardecer

precedida por las mismas campanas que estrenaban una nueva colina entre montañas.

El día de la espada y de la corona

y del dolor que convierte la infancia en recuerdo.

 

Es el día de la mano que se alarga para alcanzarla, más alta que aquel a quien

las vírgenes miran y ven un caballo con una flecha en el pecho

y el signo de la fatalidad en su frente blanca.

 

El día del perfume de la niñez atesorado en su frasquito sobre la hierba salvaje.

El día en que la belleza es necedad del que mira

pero más luminosa que una fecha festiva y más próxima que la propia sangre.

 

 

 

Las esclavas olvidaron cómo intrigar porque llegó aquella que con su mirada desprendía de los árboles rebeldes frutas

y se acostaba desnuda sobre la faz del insomnio.

 

Respira bajo adormideras, aletargada,

intentando conseguir su parte del dolor junto a la víbora que guardó su veneno durante diez noches.

 

 

La requerida

se demoraba en dirigir su flecha… apuntó

y acertó en la diana del ocioso día entre los frutales.

 

 

Frágil es el príncipe

ataviado con su brocado y acomodado en su otomana; sus íntimos se apresuran hacia él con la misma sumisión con la que revelan secretos

en febriles alcobas, ese lado

más oculto

de la feminidad que gobierna

con delicadas argucias.

 

 

 

 

Ahmad Abdulatif es novelista, traductor y periodista egipcio. En FronteraD ha publicado El ministro de Justicia egipcio hace un llamamiento a la injusticia. En Twitter: @ah_latif

 

 

 

 

Prólogo a ‘La despedida de Granada’, por Juan Goytisolo

 

La toma de Granada por los Reyes Católicos en enero de 1492 es casi un tópico en la moderna poesía árabe. La mayoría de los autores que la evocan ven en ella el símbolo de la decadencia de un poder que no cesó de descaecer hasta la caída del Califato al final de la Primera Guerra Mundial (y que no reverdece aún a pesar de la independencia de los Estados árabes tras la conlcusión de la Segunda). Otros, los menos, parten de una visión más distanciada en la que el tema es un pretexto para la recreación de un lenguaje que asume el verdadero protagonismo del poema. La despedida de Granada, de Amjad Nasser, adopta dicho planteamiento con notable intimidad creativa.

 

El poeta jordano, actualmente expatriado en Londres, ha sido a lo largo de su vida un firme defensor de la causa palestina y de la lucha por la democracia en el mundo árabe. No obstante de ello, nunca ha puesto su pluma de poeta al servicio de dichas causas, por justas y nobles que sean. Amjad Nasser sabe que no pueden asociarse la lírica y la lucha patriótica o ideológica, que dicha tarea incumbe al bardo épico y al que en la actualidad designamos por propagandista. Y él no es ni una cosa ni la otra: ha buscado y busca expresarse con voz propia mediante la palabra justa y bella. No forma parte de los imitadores de Neruda, Eluard o Aragon. Su poesía entronca con la mejor lírica árabe y la renueva inyectándole frescura y vitalidad.

 

El desarrollo temático del libro, muy bien traducido por Ahmed El Abdellaoui y María Antonia Ricas, revela la esencia de su originalidad: una visión indirecta de la trama argumental a través del detalle significativo, sin caer nunca en el tono elegíaco del supuesto paraíso perdido. Boabdil el Chico, último rey de la dinastía nazarí, no aparece en la obra como un personaje dramático sino de modo oblicuo y la palabra poética del autor le roza suavemente con su ala.

 

     ¡Oh levedad mía,

     ha llegado el forastero

     sin ayer ni mañana

                                   ha llegado el extranjero

                                   con

                                   el último

                                   estertor!

 

En suma: una excelente muestra de la actual poesía árabe para el lector interesado en ella.

 

 

Versión original en árabe

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