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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 49 / 2009

De mi Diario : Semana 49 / 2009


Weiß/Colonia, 29.11., pasada la medianoche

fronterad con mi blog, puntual cinco segundos después de medianoche. Hay tres erratas, que descubro de inmediato, y las tres son culpa mía. Pero es que soy un maldito perfeccionista, y no lograré jamás desterrar del horizonte de mis deseos el de conseguir un texto sin erratas. Como si eso fuera posible. Ni siquiera a los dioses, y para ello basta ver la humanidad que crearon.

 

 Weiß/Colonia, 29.11. (1)

Por cierto que en los últimas mails coordinando la subida de mi post al blog, el bueno de Gorka me previno desde su pueblo de Vizcaya donde teóricamente está descansando el fin de semana: «Me temo que el gran poema de Neruda irá en cursiva y sin tabulación», y le contesté: «OK, la cursi–va es congruentemente nerudiana (porque Neruda era más cursi que un ocho), y en el anexo llevas el nuevo texto de Böll, que en las prisas se me olvidó anexarte. Agur eta eskerrik asko». [=Adiós y gracias, en eusquera]. Y es que resulta que Gorka me confesó ayer que era un entusiasta de don Enrique (como yo llamaba a Heinrich Böll), y estoy en la buena situación de poderle retribuir sus desvelos hacia mi blog con un par de traducciones mías de Böll, inéditas en España. Este, dicho sea de paso, es un fenómeno que me resulta de lo más extraño: cada vez conozco a más gente, en España y América Latina, que son auténticos forofos de Böll y están condenados a leer las traducciones obsoletas que existen, y eso cuando las encuentran, porque a Böll hace tiempo que ni se le reedita ni se le reimprime. Enigmas del súcubo mundo editorial.

 

 Weiß/Colonia, 29.11. (2)

En el suplemento dominical del diario, hoy, ya, las primeras recomendaciones para el Día Internacional del Regalo, el 24 de diciembre. Dedican dos páginas a la posibilidad de que sea un DVD a según qué persona: a la mejor esposa del mundo, a abuelos muy vitales todavía, a toda la familia, al papá cinéfilo, a nocherniegos elegantes, a la mamá que se emociona fácil Para esta última sugieren el DVD de Pride & Prejudice en la versión cine de Joe Wright, con Keira Knightley, y el argumento con que lo avalan me provoca náuseas: «Hasta el mismo cielo llora cuando Mr. Darcy fracasa en su primera propuesta de matrimonio». Justamente la escena menos janeausteniana de cualquier de las filmaciones que se haya hecho de sus novelas. Es tan ridícula y coríntelladesca Cómo se nota que quien la propone nunca leyó el libro, ni siquiera vio la miniserie de la BBC (la insuperable de 1995, o incluso la de 1979). Ay…

 

 Weiß/Colonia, 30.11.

Reboté a mis amigas un texto sobre Coco Chanel, y Ana Cristina me comenta desde Medellín:

«La gente cree que mi hija se llama Gabriela en honor a Gabriela Mistral. Y no. El nombre de mi hija le hace honor a la que, para su mamá, es la mujer más revolucionaria de la historia y cuyas biografías son una obsesión: Gabrielle Coco Chanel».

Le contesto: «Bueno, si Coco fue la mujer más revolucionaria de la Historia es cosa a discutir, y en cualquier caso a mí me repele su colaboracionismo con los nazis, que es un tema por el que se pasa en puntas de pies casi siempre».

Me contesta: «No siempre la historia es justa ni siempre podemos juzgar a la gente sólo por lo malo. Prefiero pensar en Chanel por su rebeldía, por lo que sacó adelante por las mujeres».

Insisto: «No sé, querida Ana Cristina, con tu criterio de que no siempre podemos juzgar a la gente por su lado malo, podría tomarse en cuenta pensar a partir de ahora en Hitler a través de su amor por los perros. Si la Chanel hubiese hecho lo que hizo en Alemania la periodista Carola Stern, enfrentarse públicamente a su pasado, reconocer que Hitler la tuvo deslumbrada (como a millones de seres humanos, no sólo alemanes) y rectificar con su conducta pública posterior hasta el punto de adoptar un seudónimo judío, ella que era aria hasta las cachas, entonces yo miraría a tu Coco Chanel con otros ojos. Pero no nos peleemos por esta causa. Cada persona con su humor, como decía el sabio compadre de Shakespeare, el buen Ben Johnson».

 

 Weiß/Colonia, 1°.12. (1)

Un lector me deja un comentario en el blog de fronterad, bajo el seudónimo Orson Welles. Debe de ser una premonición, porque una hora más tarde estoy en lo de mi cardiólogo, para una de las revisiones periódicas del músculo que sólo se duerme una vez (definitiva), y al pesarme doy en la báscula 106,2 kilos. Casi me infarto del susto. Luego es todo positivo, parece ser que la calcificación de mis arterias se mantiene estacionaria e incluso ha disminuido en algún punto concreto. Pero el problema del peso inquieta a mi cardiólogo y decide que me va a sustituir el betabloqueante que tomo desde hace años, porque puede ser el responsable de mis sustos en la báscula. Y del examen con el ecógrafo, a la bici estática. Me fijo por primera vez en el nombre de esta enfermera que me ha atendido varias veces, lo lleva bordado en la blusa a la altura del corazón: A.Orth. Le digo que es altamente congruente que se llame como la aorta, en alemán, y se ríe cascabelera. Tiene unos pechos breves pero bien puestos (me recuerdan aquella frase de Onetti: «los dos puñetazos simultáneos que daban los senos en la tela»), con los pezones como piñoncitos. Mientras espero más tarde el resultado del electrocardiograma, me quedo medio hipnotizado con la vista fija en la pantalla de la compu, donde desfilan los nombres de los dos colegas que comparten esta consulta: “Dr. Stäblein, Dr. Schramm”. Ambos desfilan monótonos y sincrónicos de derecha a izquierda, sobre un fondo rojo óxido, y me pregunto qué pensaría si fueran españoles y en esa línea se leyera “Dr. Bastoncito [o Pertiguita], Dr. Arañazo”.

 

 Weiß/Colonia, 1°.12. (2)

Me escribe Pepo desde Bartleby para poderme enviar un ejemplar de los cuentos completos de Haroldo Conti: «No doy con tu dirección. Hay un amigo que vuela en 10 días a Montevideo. Creo que es el mejor camino. Dámela de nuevo, por favor». Le contesto que aunque vivo en Colonia, no es en la del Sacramento sino a la oriyyya del Rhin, y me responde en un santiamén: «Hostia, Ricardo, es verdad. Te estaba confundiendo con un blogger porteño». A lo cual no me queda otro remedio que ponerlo en guardia: «Pibe, como un blogger porteño se entere de que lo confundís con alguien que vive en Montevideo, los bifes (=léase hostias, en porteño) te van a caer todos en la misma mejiyyya. O como dice la milonga: “Los bifes, los vecinos me decían, / parecían aplausos, parecían, / de una noche de gala en el Colooooooón”. Cuidate, che».

 

 Weiß/Colonia, 1°.12. (3)

Le pregunto a Lillian, en Managua, si su dirección de correo quelonio sigue siendo la que yo conozco, Villafontana, de los semáforos del Club 20 varas, abajo, casa 33, y me contesta que no, que ahora es Bolonia, del Hospital Militar una cuadra al lago, una y media abajo, casa 330. Tomo nota del cambio de dirección. Lo de las cuadras al lago me encanta, Managua es el único lugar del mundo donde el norte se llama de otro modo.

 

 Weiß/Colonia, 2.12.

Acudo a mi cita con la neumóloga, que se queda en una mera auscultación y concertar otra cita para el lunes 14, porque se averió la máquina que controla las funciones pulmonares.  Pero en la sala de espera descubrí, en una de las revistas, una cita de Tagore que anoté enseguida para enviársela a Maderuelo: «Los mentecatos corren, los listos esperan, los sabios van al jardín».   Así mismo descubrí, en uno de los pacientes que esperaban conmigo, a mi viejo compañero del equipo de ajedrez de la Deutsche Welle, el señor Šerifsoy, turco elegantísimo y cultísimo que me inició en el gusto de una golosina, el halvas con pistachos, ese riquísimo turrón de su país. Me acerco a él y le pregunto si me recuerda, y sólo cuando le empiezo a dar datos concretos hace memoria de mi persona: «¿Cómo puede usted acordarse de tantas cosas, al cabo de tantos años?»  Y ni siquiera le he dicho que aún recuerdo la “alineación” del equipo, empezando por el primer tablero: Skamper, Schwencke, Schwipps, Šerifsoy, Schaan, Bada. Cuando al fin me despido me voy con un sentimiento muy fuerte de pena, se lo ve muy gastado al señor Šerifsoy. Aunque lo que me pregunto es cómo me estarán viendo los demás a mí.

 

 Weiß/Colonia, 3.12. (1)

Viajo al centro para el Philarmonie-Lunch. Hoy son alumnos del Conservatorio de Colonia quienes actúan, interpretan el Quinteto para piano y cuerdas en la mayor, opus 81, de Dvořák. El pianista turco, el viola y el violonchelista checos, y los violinistas él de Colonia y ella de Düsseldorf. Lo que para mí destaca más, sin embargo, es la presencia de toda una clase de escuela secundaria. Como nadie les ha dicho cuál debe de ser el comportamiento correcto en un concierto, se largan a aplaudir al concluir cada movimiento, y arrastran al resto del público. No así, gracias a los dioses, cuando empiezan a aplaudir y se cortan cohibidos enseguida, al notar que el público no los sigue, enmedio del tercer movimiento y al cerrarse una frase del mismo de manera engañosa para el oído no educado. Del concierto nos vamos a un restaurante de pescado y a comprar las entradas para la première de Kiss Me, Kate, el día 30, en la Ópera. No quedan sino butacas aisladas, y mucho, entre sí. Optamos por la segunda función, el 15 de enero, también pensando en el postparto de Montse, seguro que en la última semana del año.

 

 Weiß/Colonia, 3.12. (2)

Le envié a Maderuelo la frase de Tagore («Los mentecatos corren, los listos esperan, los sabios van al jardín»), y el sabio amigo me contesta: «El problema está en que también los necios van al jardín, aunque, tal vez, ellos no sepan a qué van».

 

 Weiß/Colonia, 3.12. (3)

Otra vez Lillian, desde Managua: «Oye, mi prima Dora me pregunta desde México por qué no te gusta Neruda. Me imagino que tendrás escritas tus razones y diatribas al respecto, ¿no?»

Yo, desde Colonia: «Como me aburrió mucho cuando lo lei la primera vez, no lo he vuelto a leer* y no me interesa, así es que no he escrito nada acerca de él, excepto referencias despectivas. Curiosamente, sin embargo, un verso suyo aparece como epígrafe de uno de mis cuentos (“La luz vino a pesar de los puñales”), pero ya sabemos que no hay poeta malo sin un verso bueno. Ojo, con esto no estoy diciendo que Neruda sea un mal poeta, sencillamente digo que su poesía no me gusta, como tampoco la de García Lorca, quien sin embargo tiene dos versos geniales (“La noche se puso íntima / como una pequeña plaza”). Vale».
__________________________________________________ ___________
* Lei, sí, sus memorias, que me parecieron apenas mejores que las de Chaplin, o
sea, horribles.

 

 Weiß/Colonia, 4.12. (1)

En el blog de Jordi Doce (http://jordidoce.blogspot.com/) descubro este micropoema en prosa: «Quien escribe como si extendiera un lecho de brasas ardientes sobre la página. Pero luego pretende que sean los demás quienes lo atraviesen». Me recuerdan dos endecasílabos míos de un soneto lejano y que se me ha perdido entre los intersticios de la memoria: «La esperanza : Un reguero de amapolas / por un campo de brasas encendidas».

 

 Weiß/Colonia, 4.12. (2)

De su último viaje a Holanda se trajo Diny un ejemplar de los recuerdos de su padre (* 1907), que se han encontrado entre papeles viejos al empezar a remodelar la vivienda de mi suegra. Sabíamos que los escribió poco después de jubilarse, pero al cabo de un tiempo nos dijo que los había tirado a la basura. Alguien de la familia ha transcrito los pliegos con la letra alta y picuda del viejo, que yo recuerdo de las cartas que le escribía a Diny cuando vivimos en Buenos Aires, y en las que nos trataba de usted, siguiendo el antiguo y ya entonces obsoleto protocolo de la lengua escrita. Varias cosas me sorprenden de este texto. Así por ejemplo el título, Recuerdo de mi pasado, como dándole un valor añadido (literario, casi) a la mera vida, la de un campesino de los Países Bajos profundos, de la provincia de Güeldres, que un día transformó su granja polivalente en otra especializada en la cría de cerdos. También me sorprende una frase como ésta, que parece sacada de una novela decimonónica: «Más adelante en este libro regresaré a este tema». Amén de las sorpresas, observaciones que interrelacionan vida y negocio, cosa muy neerlandesa: «Aproximadamente por ese tiempo sufrí de apendicitis. Tuvieron que internarme en el hospital, donde pasé 21 días, y adiós a lo ganado con los cerdos; esto fue en el año 1930». La memoria de un siniestro: «El 2 de enero de 1934 ardió nuestra casa a las once de la noche, un tremendo pánico. Sacamos a las vacas corriendo y todo ardió, y lo que no ardió, lo robaron. Eso estaba entonces un poco de moda en los incendios, así que nos vimos en la calle, y con lo puesto» (Suena como una página de Hamsun en Bendición de la tierra). Y alguna estampa de la guerra, durante la que él y mi suegra, recién casados en 1938, debieron alojarse en el sótano de la propia casa, incautada por la Kommandatur alemana para albergue y cocina de la tropa acantonada en el pueblo: «El 1° de abril de 1945 nos liberaron los canadienses. Esa última noche fue un infierno, venga bombas y aviones. Todos nos refugiamos en el sótano, hasta los soldados alemanes, que a eso de las 3 de la madrugada huyeron, y por la mañana éramos libres, por así decirlo. Pero no lo fuimos de verdad hasta las 3 de la tarde cuando los canadienses entraron en Beek con sus tanques. La alegría por la liberación es poco menos que imposible de describir».

 

 Weiß/Colonia, 4.12. (3)

A Oskar lo sorprendió Diny hoy preguntándole a Paul que si sabía lo que era “un French Kiss”. La madre alcanzó a oírlo y le reprendió diciéndole que Paul no podía saber de eso. A lo que Oskar le respondió que él sí sabía, que era meterle la lengua al otro hasta el fondo de la boca. (Y pensar que Oskar es dos años y medio menor que Paul, recién el 13 cumplirá diez años 

 

 Weiß/Colonia, 5.12.

Llueve, llueve, llueve. Es un día ideal para hacerse acompañar por Shostakovich durante el desayuno. Elijo la 15ª sinfonía, dirigida por Sanderling, un lujo. Pienso al elegirla que sé de más de un mexicano que la llamaría la Quinceava. Me gustaría a mí ver la cara que pondrían si al cobrar su decimotercer sueldo les pagasen solo un treceavo del mismo. Pero me desentiendo de la aritmética cuando suena el triángulo juguetón que inaugura esta maravilla: ¡iniciar toda una señora sinfonía con unos toquecitos al triángulo, don Dimitri, qué grande!  Y a poco de empezar, el homenaje a Rossini con el tema “galopante” de la obertura de Guillermo Tell, casi dan ganas de bailar. Don Dimitri, creo que le voy a dedicar el día completo, su música ha sido para mí, desde siempre, un caudal inagotable de sugerencias y consuelos. Tan sólo haré una pausa a las 3.50 p.m. para ver 3 Godfathers, una peli de John Ford, de 1948, con una pareja que me seduce de tan sólo ver sus nombres juntos: John Wayne y Pedro Armendáriz. Ándele, pues.

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