
Hace años trabajé en una revista de cine en la que ocurría una cosa: cualquier peliculilla española era defendida a capa y espada, lo europeo era visto con buenos ojos y las grandes producciones de Hollywood casi nunca, había excepciones, claro, se libraban de la quema. Pero no vamos hablar aquí de cine español, que ya bastantes hermeneutas y burócratas le han salido, sino de deportes como acostumbramos. Desde hace mucho tiempo veo que la cosa se repite en nuestra prensa prensa deportiva y máxime con nuestros laureados deportistas emigrantes en la NBA. Si ustedes ven cualquier partido de la temporada regular (y se disputan tres por semana) cualquier mediocre actuación de nuestros héroes que salen a jugar unos minutos es ponderada como si salvaran a su franquicia del naufragio y, no hace falta ser un experto, para que los susodichos Calderón, Rudy o Sergio Rodríguez aparezcan como héroes en el Marca, el As o, con menos asiduidad, en Sport o Mundo Deportivo. Un pírrico balance de unas cuatro o cinco asistencias y unos 15 puntos son saludados como el acabóse. Si uno ve la estadística final ve que cuatro o cinco miembros del equipo han logrado por lo menos sendos dobles-dobles y no digamos Brandon Roy y Chris Bosh que se acercan a numeros estelares casi siempre con Portland y Toronto, respectivamente. El caso del base Sergio Rodríguez es más preocupante: casi nunca completa los diez minutos en la cancha con resultados muy mediocres. Y sin embargo, son saludados como héroes.
Caso muy distinto es el de Pau Gasol del que no vamos a poner en duda su enorme valía, aunque nuestra duda y la de millones de seguidores de la NBA es siempre la misma: ¿es mejor Gasol que Carmelo Anthony o Tim Duncan en el Oeste? ¿Es Gasol una estrella como su compañero Kobe Bryant? Sinceramente creemos que sus números, aunque muy buenos, no están todavía en esa fase que supera los treinta puntos por partido o que acerca sus rebotes a los veinte. Sin embargo nadie discute que Gasol es el mejor europeo de la NBA con permiso de Dirk Nowitzki y que, en los Lakers, es un eficaz número dos que puede optar nuevamente al anillo, pero en ningún caso es el héroe que aquí anuncian a bombo y platillo al menos dos veces cada semana.
A punto de celebrarse el All Star y con una temporada llena de apagones por las constantes lesiones, con una estadística muy sospechosa en las grandes confrontaciones (sobre todo contra los Cavaliers de LeBron), el caso de Pau resulta sintomático de nuestras pasiones más irracionales: es una estrella pero nunca será el mejor de la galaxia, está en un equipo ganador pero tampoco es el arma letal de los Lakers. Todo esto no es ningún demérito a un jugador de veinte millones de dólares por temporada, ni mucho menos, sino un apunte sobre nuestro histórico complejo de inferioridad que ve en las torres de dos metros y quince centímetros luminarias capaces de sacarnos del rincón de la historia.