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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 11 / 2010

De mi Diario : Semana 11 / 2010


Weiß/Colonia, 14.3. (1)

PF, un amigo paisa, tiene la tendencia a considerar explosiones de ira mis aclaraciones a palo seco. Que soy muy berraco, me dice. Ayer, hastiado, le respondí lo siguiente: «Usted es como la princesita a la que le molestaba una arvejita debajo de los seis o siete colchones de su cama. Pero no es usted sólo, entretanto me parece un síndrome colombiano, tomar por berraquera lo que no es más que explicación». Y otra tendencia suya es contestar todos los domingos el envío de mi frase de la semana con lo que él llama “un revire”, que yo lo interpreto como respuesta al desafío (presunto) que (le) supone mi frase. Y más hastiado todavía le escribo: «Ese revire es otra característica del síndrome, el deseo de quedarse siempre con la última palabra. A lo mejor porque será la primera en el reino de los cielos, vaya usté a saber». ¿Me entenderá alguna vez que él no es para mí ni más inteligente ni menos querido porque persista en semejantes vainas?

 

Weiß/Colonia, 14.3. (2)

Les escribo a Rolando, en Austin, y a Jordi, en Madrid, que a partir de hoy comienzan a pasar en el canal ZDF la segunda serie del inspector Lewis (antaño ayudante del famoso DI Morse), unos Krimis ambientados en Oxford, donde Jordi fue lector: «En Inglaterra van ya por la cuarta serie, cabrones, como son ellos quienes las producen, se prevalen de esta ventaja. Y luego son tan pinches hipócritas que predican el fair play. Hijos de la Gran Bretaña».

 

Weiß/Colonia, 15.3.

Por fin, al cabo de cinco o seis intentos fallidos, logramos cuadrar fecha y Karin vino a Colonia a pasar unas horas con nosotros, con Carlitos y conmigo. No nos veíamos desde octubre 2002, la última feria del libro de Fráncfort a la que acudí. Allí ella moderaba un panel donde también participaba Héctor, con quien cené la noche anterior en un restaurante tailandés al que nos llevó Margrit, en cuyo depto. me alojaba yo todos los años durante la feria. Karin está entretanto casi full time en el semanario Die Zeit, aunque en una sección –Viajes– donde no rinde todo lo que podría, y es mucho lo que puede. Pero al menos viaja muchísimo, y cada vez que es a América Latina o España, contactamos, mi libreta de direcciones es un vademécum impagable para esos lugares. Comemos en La Modicana y luego venimos a casa para el café y el licor de hierbas, helado. Conversar con ella es un placer de a deveras, su español es tan dúctil, tan rico, de tanta consistencia léxica y sintáctica, que uno se pregunta cómo se hace para dominar de tal manera un idioma que no es el tuyo materno. Yo a Karin la admiro desde que tuve conocimiento de su persona, y fue por un texto suyo que tuve que traducir para Humboldt, sobre la metromorfosis de Medellín, sobre cómo a Medellín la había transformado su Metro. Consulté con ella varias veces por teléfono, y de entonces data nuestra amistad. Y quiere que le traduzca para sus amigos un capítulo del libro que escribió sobre el viaje del Che en motocicleta por América Latina, un trayecto que también ella hizo, siguiendo las huellas del médico rosarino. Y quiere que se lo traduzca porque siempre que va a América Latina la gente con la que se relaciona se entera de que ha escrito ese libro, pero no lo pueden leer, y se asombran de que no haya habido todavía ninguna editorial de nuestro idioma que lo haya publicado. Vamos a ver si un día encuentro el hueco y se lo traduzco. Pese a lo mal que me cae el Che, y Karin lo sabe.

 

Weiß/Colonia, 16.3., primeras horas del día

Karin me trajo un regalo de Madrid, el DVD de una de mis pelis predilectas, Trade, con el sonido en español. Yo lo quería tener a toda costa, y Karin lo sabía, porque acá sólo se consigue la versión con soundtrack en inglés y alemán, y yo ansiaba oírla en el original pero mi gozo en un pozo, como decía mi abuela Remedios: es una versión doblada en España, no en México, y se me ponen los pelos de punta oyendo hablar a esos chamacos con acento de Lavapiés, para “más pior” tratando de imitar el cantito chilango. Qué necios los distribuidores, ¿es que acaso el público español no tiene acostumbrado el oído a escuchar a mexicanos, argentinos, venezolanos, colombianos, puertorriqueños por mor de las telenovelas, y desde antes, mucho antes, con las pelis de Luis Sandrini, de Libertad Lamarque, de María Félix, de Jorge Negrete, de Cantinflas?  Menos mal que el DVD que me ha traído Karin incluye la versión inglesa. Cambio de idioma, pues, y ¡oh milagro!… en la versión USA los mexicanos hablan en su idioma, y no en el de Castilla-La Mancha. Con razón los Estados Unidos son lo que son, y España un país africano ingresado no se sabe bien cómo en la Unión Europea. Debe de ser por culpa de una perversa interpretación literal de la geografía.

 

Weiß/Colonia, 16.3. (1)

Me llama Montse temprano en la mañana, que si puedo cuidar a Henri mañana por la tarde, «Sí», y que si hoy puedo echarle una mano durante una hora en que tiene que salir de compras, «Sí», le digo también. Y allá que me voy aunque el tiempo me falta por los cuatro costados, con la traducción del catálogo de una exposición sobre Wolf Vostell: un trabajo mercenario pero súper bien pagado, sólo que urgente, antes de fin de mes tiene que estar todo traducido, y no es poco ni fácil. Henri duerme la hora y media que su mamá está ausente y que yo me la paso mirándolo a él y al colgante PEACE en la ventana del saloncito que da a la calle. Sí, los hijos nuestros, la gente del 68, mamaron con la leche materna muchos conceptos tales como paz, solidaridad, tolerancia. Y ahora viene un monseñor arzobispo y nos culpa indirectamente de los desvíos sexuales de sus curas, la madre que lo parió. Estoy pensándolo cuando descubro sobre la mesa del comedor, tapado con papel de estaño, un bizcocho de chocolate que está diciendo mismamente “comedme”. No resisto la tentación y corto dos trocitos a lo largo. Cuando regresa Montse le confieso mi pecado y me mira sonriente: «Espero que Oskar no lo haya medido antes de irse a la escuela, lo vi con una cinta métrica». Y luego es ella quien me cuenta que Oskar, ayer, a la pregunta de si se había cepillado los dientes, «me contestó –dice Montse– la respuesta de las respuestas»: «Sí, y yo mismo puedo dar testimonio de que lo hice».

 

Weiß/Colonia, 16.3. (2)

De una remesa de anuncios publicitarios del año de Maricastaña, que me envía Pilarzota desde Los Ángeles, le reboto a Rolando el del analgésico Mejoral, con un sonriente charro a caballo, despidiéndose de una chamaca y espetándole un doble sentido: «Adiós, Dolores». Y le escribo a mi cuate, además, estas líneas : «Cuando vengas la próxima vez te cantaré (si no lo hice ya alguna vuelta anterior) la canción de la publicidad de la pastilla Okal en los años cincuentas pero fíjate que mientras te lo escribo me acuerdo de mi amiga Miss Google y la consulto, no vaya a ser que tenga archivada esa canción, y lo que me entrega es un archivo impagable».

 

Weiß/Colonia, 16.3. (3)

Borderline, una peli franco-canadiense en la tele. Me dejó con la impresión/convicción de que no hay, ni puede que pueda haber, un cine mejor sobre temas femeninos que aquel que hagan las  propias mujeres. Impresionante la protagonista, Isabelle Blais. Impresionante la dirección, Lyne Charlebois. ¿Se conocerá esta peli fuera del Canadá y de algunos canales de tele, como 3sat acá?  Creo que no. Pero para compensar, se ve mucha mierda. Váyase lo uno por lo otro.

 

Weiß/Colonia, 17.3.

Toda la mañana traduciendo, luego almuerzo temprano y siesta temprana, para a las 3.30 p.m.  salir a lo de Montse y hacerme cargo de Henri. Duerme cuando llego, y se despierta sobre las 4.30, diez minutos más tarde berrea hambriento y le doy el biberón, que sorbe como si le fuera la vida en ello, con ansia, con prisa, sin pausa. Trato de frenarlo intentando retirarle la tetilla de la mamadera, pero en vano, sorbe con más fuerza aún. El resultado es previsible. Al terminar la faena, de repente su cabecita se pone rojo salmonete (a la parrilla), se le inflan los carrillos y la mirada se le congela casi vidriosa. Le golpeo suavecito la espalda, y el estruendoso eructo va acompañado de un vómito que lo deja medio exhausto. Lo limpio y lo paseo arrullándolo por el comedor, la cocina, el saloncito, vigilado por los ojos recelosos de Meggie, a la que despertó el fragor del eructo. Luego, mi angelito se duerme arranado, entre sonrisas, y yo espero el regreso de Montse enfrascado en la lectura de las memorias de Marcos Ana: me las mandó Félix, que es buen amigo suyo, tanto que le sacó una dedicatoria personal que me enorgullece y obliga.

 

Weiß/Colonia, 18.3.

Hoy ha sido un día gemido. Con la bici a la farmacia y a la oficina postal, sólo para enterarme de que el paquete certificado que debo de recoger, no es allí donde lo puedo retirar sino en la oficina postal de Sürth (iré mañana). Lo positivo es constatar que por primera vez este año voy en la bici sin necesidad de ponerme los guantes. Es un buen indicio: tenemos ante portas a la bella parienta rusa. Que será más bienvenida que nunca, hemos pasado el peor invierno en treinta años. Y aún puede que dé todavía algún coletazo, pero serán las boqueadas del que se ahoga. Bada retro!  Luego, viaje al centro para comprar boletos para la ópera, el viernes 26 dan un programa doble que no me quiero perder por nada del mundo (La voz humana, el monólogo de Cocteau, con música de Poulenc, y El castillo de Barba Azul, de Bartók). Como autobús y tranvía se retrasan y me hacen llegar tarde, de la parada Neumarkt salgo directamente hacia el Mar del Norte, a cuya puerta ya me estaban esperando Carlitos y Julio, hoy es nuestro jour fixe, y aprovechando mi viaje al centro nos hemos decidido por esta rica sopa de pescado. Carlitos se brinda luego a llevarme a casa en su auto, pero antes compro las entradas para la ópera, y ya de camino al auto noto que alguien se nos pone al lado y nos mira insistente, obligándome a mirarlo yo (Carlitos ni se ha dado cuenta). Cuando veo quién es, vuelvo la vista al otro lado y le digo a Carlitos «Creo que alguien que conoces camina a tu izquierda», y sigo imperturbable sin mirar una sola vez a semejante tipo, uno de los más desagradables y rastreros, si no el máximo, con los que tuve que tratar en mi larga vida profesional. En él, la tijera entre quién es y quién él cree ser, luce abierta del tamaño del cañón del Colorado. Carlitos, que es un alma de Dios, se rebaja a saludarlo y a preguntarle que cómo le va: Carlitos terminará en el reino de los cielos, no ya a la derecha de Dios Padre, sino entre Él y Su Hijo. Me deja Carlitos en casa. Siesta breve y visita al cardiólogo. Tras el examen, una risa mía incontenible al asegurarme él que mi corazón está cumpliendo su tarea a su entera satisfacción, y cuando el pobre me pregunta que de qué me río, para no ponerlo en apuros le digo que de la pura felicidad. Llego a casa, extenuado por el trayecto en bici después de haber hecho la prueba del electrocardiograma en la bici fija del cardiólogo, me preparo una cena liviana, y cuando quiero empezar a trabajar, por fin, me llega una llamada de Lima, de mi queridísimo, entrañable Fernando, para contarme vida y milagros de los últimos tiempos, y de cómo está de todos modos feliz con sus tareas en el Museo de la Memoria Histórica, una institución auspiciada por Vargas Llosa. Además me pide un favor, que le busque una cita exacta de Tucídides en la oración fúnebre de Pericles, porque la traducción que maneja le da en la nariz que no es buena… y ahí me hundo al cabo de los años mil en el relato fascinante de la guerra del Peloponeso, y claro está, le encuentro la cita original y dos traducciones al alemán, una al latín y otra al inglés (son tres idiomas que Fernando domina). Whisky en mano me digo que al final he venido a quedar en eso, en una especie de farmacia de guardia a la que acuden los amigos cuando necesitan ayuda de la que sea. Linda necrológica : «Sus amigos lo vamos a echar mucho de menos». Y ya no hay manera de enhebrar dos conceptos seguidos (curioso es que escribo mejor de día que de noche, pero traducir traduzco muchísimo mejor con la luz del día…, padrecito Freud, ¿alguna explicación al respecto?), y como no hay manera, ahora me dedicaré a acabar la botella de whisky viendo un par de pelis en  la tele.

 

Weiß/Colonia, 19.3. (2)

Leo en Pérgola, el buen suplemento cultural del mensuario Bilbao, una interviú con Fernando Aramburu acerca de su última novela, Viaje con Clara por Alemania, donde FA «ha decidido poner sobre el papel muchas de las vivencias acumuladas durante su estancia en el país. No en vano lleva viviendo en él 25 años», dice quien lo entrevista. Y Fernando mismo dice después, hablando del narrador de su novela: «Al tratarse de un personaje que no es alemán puedo revisar lo que a ellos no les parece extraño y que a nosotros nos llama la atención. Como el hecho de que cuando llegas a una casa tengas que descalzarte para entrar». Lo leo y me pego una palmada en la frente. Acabo de descubrir por qué mis amigos alemanes me miran feo desde hace 47 años que vivo en su país. Jamás me he descalzado para entrar en la casa de ninguno de ellos. Seguramente me tienen clasificado ab initio como un cavernícola irredimible.

[Margrit, a quien consulté, me escribe desde Fráncfort diciéndome que tampoco ella se saca los zapatos al llegar a la casa de nadie, «y de pasaporte soy alemana. La única excepción: El centro de yoga, pero eso ya es medio transcendental, o sea las nacionalidades ya no importan»].

 

Weiß/Colonia, 19.3. (3)

En el canal Arte un telefilm en dos partes, que se transmiten consecutivamente, sobre Hope Bridges Adams-Lehmann, inglesa, la primera mujer que se recibió como médico en Alemania y fundó en Múnich una clínica junto con su esposo alemán. Ginecóloga, pacificista, feminista, se vio envuelta en un proceso por haber practicado el aborto en base a criterios sociales y médicos que hoy nos parecen absolutamente normales, a quienes nos lo parecen: hay mucho cavernícola suelto todavía, y los azuzan desde el Vaticano y la nueva cristiandad que se han inventado en los Estados Unidos. El telefilm es excelente, cala en el espectador. Pero una buena parte del mérito es la actuación de Heike Makatsch. Qué actriz. Hace uno, dos años, realizó el milagro de ser Hildegard Knef sin dejar de ser ella misma, ¡incluso cantando el repertorio de la Knef!  Bah, la peli no valía mucho la pena, pero a quién le importaba la peli viéndola actuar a ella. Como ahora en este Dr. Hope, donde repite milagro al interpretar todas las edades de la heroína, con un mínimo de maquillaje y un máximo de talento histriónico. Chapeau, Heike!

 

Weiß/Colonia, 20.3.

Primer día de la primavera. Gris y amenazando lluvia. Primero, decido trabajar el día entero metido en clausura. Luego, llevado por no sé qué impulso, me voy al centro, entro en Saturn y compro todos los DVD que me faltaban de pelis de Robert Altman, y un CD de Hildegard Knef interpretando la versión alemana de La voix humaine de Jean Cocteau, para que Diny tenga una idea de lo que canta la protagonista de la ópera de Poulenc que veremos el viernes. Siesta larga, casi enseguida la cena, el último capítulo de Shogun, buscar e implementar los enlaces para mi post de mañana en el blog de fronterad, y cuando termine, Cimarrón, whiskies y a dormir. No me puedo matar trabajando como lo he estado haciendo toda la semana. Hoy, sábado, es mi día sabático.

 

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