Pensar que uno va a encontrar a Dios en la primera visita que haga a un templo protestante es presuntuoso, cuando menos. Supongo que tendrán prioridad los primeros en llegar o los que lleven más tiempo, así que decidí (ya había ido montones de veces a la Iglesia Católica, fui monaguillo en latín, et cum spiritu tuo) probar de nuevo.
La siguiente vez que fui al ‘servicio’ de la Asamblea de Dios fue con dos amigas que estaban de visita conmigo, Lola y Leyre. Conocían también a varias de las personas que cantaban en la Coral y era algo entre curiosidad y concierto.
Allí estábamos de los primeros. Nos acomodaron en nuestros sitios, yo a la izquierda con los hombres, y ellas en la fila de bancos centrales, con las mujeres y los niños.
El ‘servicio’ fue comenzando in crescendo, algo bien estudiado.
Primero intervenían los debutantes, cantaban los grupos peores y más pequeños, algún primerizo leía un pasaje de la Biblia, para ir soltándose, otro hacía un comentario escrito por él mismo pero pensado o dirigido por algún Ministro o Pastor de la Iglesia. Teloneros.
Es curioso que intercambien lo mismo un título de lo más alto de la sociedad, Ministro, suena importante, con lo más bajo, Pastor, suena humilde. Lo que ya no sé es si lo eligen para siempre, ser Ministro o Pastor, o es algo que se van intercambiando entre ellos según el rol que les toque jugar en cada momento. Como lo del Poli Malo y el Poli Bueno.
En todo caso el servicio avanzaba y escuché, por primera vez, la voz tronante de un Poli Malo o de un Ministro de la Iglesia de la facción dura, tipo Ministro del Interior o similar. Una arenga agresiva más que una prédica y como hablaba en mooré no pude saber si llamaba a la cruzada o pedía encarecidamente acciones caritativas de los feligreses con sus semejantes. La pasión entre la grey me llevaba más a pensar en lo primero que en lo segundo, pero es raro porque son gente muy pacífica.
Coral de niños, pero en boda, no servicio oficial
Delante mía, justo en el banco de delante, había un hombre impresionante.
Me llamaba la atención no sólo por su aspecto, también porque no paraba de manipular papeles, ordenar cosas así, en medio del servicio, junto con otro hombre. Llegué a pensar, indignado, en el típico hombre de negocios que aprovecha los momentos intrascendentes del ‘servicio’ para rendirse un servicio a sí mismo y sus negocios. Por momentos estuve a punto de llamarle la atención y echarle del templo, de la casa de Dios, como acostumbran a hacer en las películas que he visto de cristianos, al menos el protagonista, ¡qué final tan triste, por dios!
El hombre era como un armario de 3 ó 4 cuerpos, descomunal. No se puede decir que fuera tan ancho como largo porque media más de 2 metros. Cabeza rasurada y perfectamente redondeada continuaba, sin solución de continuidad, con un cuello del mismo ancho, de esos cuellos que ves en las películas que les dan un puñetazo y no se mueven lo más mínimo. No sería yo quién me atrevería a probarlo. Los hombros como para llevar cada uno a un tipo de mi tamaño (110 kgs) sin demasiado esfuerzo. El resto del cuerpo en consonancia, aunque no puedo dar fe, ¡ya me gustaría a mí tener fe, para poder ir repartiendo…!
Vestía el típico terno africano, que ni es de aquí, ni es de allá, ni tiene edad, ni porvenir… porque son feos aunque sean prácticos. Ya sabéis: conjunto de chaqueta-camisa de manga corta (no es ni chaqueta ni camisa, es un híbrido) y pantalón largo a juego. En un discreto y sobado (por los destellos brillantes que emitía) color gris…
En un momento veo cómo se levanta, me chasca el cuello de mirar tan alto, recoge la documentación y se encamina al estrado. Se sitúa en el atril y comienza a hablar. No es predicador, no es ministro, no es pastor, tampoco se puede decir que sea presentador de TV (ni en 4 reencarnaciones anteriores), ni buen comunicador. Tampoco tiene esa voz de bajo profundo que ese cuerpo pide, ni de castrato para sonar más chusco. Una voz normal, anodina, sin modular, sin siquiera saber leer bien, como suele ser normal por esta tierra.
Seguramente sólo es un buen feligrés que quiere participar en las actividades de su iglesia, el otro hombre del banco seguro que le estaba aleccionando cómo hacerlo, y que su formación o su trabajo no le ayudan a poder desempeñar otro papel. Parecía sacado de una peli de polis malos o carceleros duros. No me imagino entrar detenido en una comisaría o en la cárcel y encontrarme alguien así, me ahorco trenzando mis escasos cabellos.
Aunque lo mismo el hombre es incapaz de matar a una mosca, pero, ¡coño, dios!, entonces no le pongas ese ‘traje’, aunque ya ves Himmler la pinta de mosquita muerta que tenía y los millones de personas que ayudó a matar…
¿Que qué hacía?
Leyó los nacimientos, las defunciones, los anuncios de boda… y la correspondencia.
Porque aquí, en BF, no hay servicio postal a las casas, sólo hay Apartados de Correos (Boite Postal, BP) y la gente no suele tener uno porque cuestan dinero, 11.800 Fcfas /año (18€). (Si alguno me quiere escribir a la antigua, prometo contestar con una bonita postal, Félix Pérez, BP 142, Ouahigouya, Burkina Faso).
Así que la gente utiliza la BP de la Iglesia para enviarse la correspondencia. No sé, supongo, que las otras religiones hacen lo mismo.
Lola, Ruth, Leyre y Awa, a la salida del servicio. Ellas cantan en la Coral ‘grande’. Awa tiene un vozarrón de barítono-bajo impresionante, podría bordar gospel
Hubo otro momento de tensión importante, al menos para mí.
Fue cuando pasan el micrófono para que las personas que no son de esa sede, pero asisten al servicio, se presenten al resto de la Asamblea de Dios. Y veo cómo les toca el turno a mis amigas, se ponen de pie y una detrás de otra, dicen su nombre, de dónde son y qué hacen aquí. Me atacan los nervios cuando el que traslada el micro inicia el camino hacia mí, ostensiblemente le hago gestos de declinar el ofrecimiento y caritativamente atiende a mis aspavientos. Un paso suyo más y habría iniciado mi carrera hacia el exit.
Porque como no puedo mentir habría tenido que decirles lo de que no creo en Dios, por más que les respete, y eso no me habría ganado simpatías, ni a mis amigos de la AD tampoco.
Primeras impresiones después de entrar en el rebaño (aunque creo que era un sólo baño por nuevo inscrito)
Volví una tercera, y creo que, última vez por asistir a un bautizo protestante. Pura curiosidad.
El resto del servicio parecido a los anteriores, destacando sólo pequeñas intervenciones de los que iban a ser bautizados. Ya talluditos. Más largas, más cortas, leídas, memorizadas. Supongo que todas sentidas. Seguro que supervisadas. Y luego salimos todos al jardín exterior donde está instalada una pileta con agua donde los padrinos y el ministro-pastor (táchese lo que no proceda) sumergían en el más puro estilo Jordán, años 30, al iniciado. Allí volvían a dar las gracias al Señor por dejarles empaparse de ÉL.
Comprendí enseguida el escaso arraigo de esta iglesia en el Sáhara y el Sahel, falta de materia prima.
Pero no todo se reduce al servicio dominical, pertenecer a una iglesia aquí implica muchas más cosas, tampoco sé cómo harán los católicos y los musulmanes. Es una forma de pertenecer a un grupo y llenar el tiempo y el ocio, que suele tener pocas opciones. Reuniones en casas de otros miembros de la iglesia varios días a la semana, ensayos de los diferentes grupos corales para preparar la actuación del domingo, etc.
Con eso van llenando sus días y sus noches esperando la llegada a la casa del Padre, ‘eticelante de beauté’.
Los cepillos
En mitad del servicio pasa un hombre con unos palos largos al extremo de los cuales hay una bolsa roja y otra azul, pidiendo la contribución.
Me explicó mi amiga que uno de ellos, ya no recuerdo el color, es para entregar el diezmo de tu salario para la Iglesia y el mantenimiento de sus Ministros, y el otro para otras ayudas: pobres, alimentos, enfermedades de feligreses…
Me cabreé mucho con ella porque estuviera entregando el 10% de su magro salario para mantener ministros y le expliqué que Dios no necesita nada de todo esto.
Cartel publicitario de alguno de los Ministros protestantes de ‘gira’ por Burkina Faso
Más aún cuando le acababa de pagar una operación de apendicitis a su hermano que estaba a punto de morirse y a su familia, ella misma incluida, y a él ya no les quedaba nada de dinero después de todo lo que habían gastado en médicos y medicinas. Y que se olvidara de que podía volver a ayudarla si entregaba su dinero a la iglesia, que ella tenía muchas más necesidades que ellos.
Me dio su palabra y espero que la cumpla, no me la quiero encontrar en el infierno. Es una buena chica.
PS.- Si vuelvo a ir os prometo contaros cómo es el Servicio, si es que hay, y si lo tienen limpio.
05-06-2010