Ayer me recibieron en Palacio.
Podemos afirmar que las relaciones entre el Reino de España y el Reino de Yatenga ya se han normalizado después de un periodo demasiado largo de mutuo distanciamiento.
Nabá Liguidí y yo a la entrada de Palacio
El lunes, 4 de mayo, a las 5 en punto de la tarde (más o menos, que aquí el punto se lo cogen con agujas de lana muy gordas) le hice entrega al Rey de Yatenga, Nabá Kiibá, de mis cartas credenciales.
Sólo dispongo de la foto oficial posterior porque el rígido protocolo yagadé no permite hacer fotos así como así, y menos en la entrega de las ‘cartas credenciales’.
Me gestionó la visita el Nabá Liguidí (literalmente traducido del mooré, Rey Dinero) que está muy interesado en que montemos alguna que otra mina de oro. Y que le consiga, en francés, algún libro de algún filósofo español importante y representativo. Un tipo muy interesante este Nabá.
Calendario publicitario con el Gotha local, el mío es el de abajo a la izquierda, de azul
El Palacio tiene un recinto vallado como cualquier conjunto de casas familiares, pero más grande. La entrada es por una especie de torre-casa de planta redonda y cubierta en forma de cono y dentro sólo hay una especie de gran bancada de cemento. Puede que sea donde tenga que esperar la gente para ser recibidos, porque a continuación ya se accede al patio, huerto, garaje, caballerizas, aprisco de ganado, establo, etc, junto con la sala de recepciones oficiales. Porque aquí se vive fuera de las casas y el rey se siente muy identificado con los usos y costumbres de su pueblo (quizás el 4×4 no se corresponda demasiado con los medios de transporte populares, pero yo tampoco tengo un Bribón en un amarre de puerto).
Andaba un poco perdido, siguiendo al Nabá Liguidí, entre tanta cabra pastando y chicas jóvenes acarreando agua o barreños con ropa lavada, niños pequeños correteando, pensando que nos dirigíamos a alguno de los edificios. Imaginaba la sala de recepciones sencilla pero adornada con trabajos de artesonado cubiertos de pan de oro y colecciones de máscaras rituales o alguna de las armas del Nabá… pero no. Casi me lo trago, al Nabá.
Echado sobre una tumbona de playa, allí estaba el Nabá en su magneficiencia. Y yo que siempre soy de altas miras casi me tropiezo con él por no mirar dónde piso. Me paró a tiempo el Nabá introductor de embajadores y me hizo retroceder y quitarme los zapatos para sentarnos en el suelo en unas esteras colocadas al efecto delante de la tumbona del otro Nabá.
Había también dos críos de menos de 15 años que estaban con él, no sé si hijos o nietos, que se separaron y se colocaron a nuestro lado.
Nabá Liguidí, sentado, inclinaba el torso y la cabeza en señal de respeto y sumisión mientras realizaba su misión y pronunciaba los saludos de rigor y chasqueaba los dedos haciendo sonoros pitos. Los chicos, le doblaban. Yo no podía hacer lo de inclinar la cabeza y el torso por un problema físico que tengo que se llama tripa.
Y lo de los pitos no me sale bien, a punto estuve de empezar con las palmas que es más nuestro.
Su Majestad lucía conjunto de camisa y pantalón de moda local en tonos bronce, con estampaciones e irisaciones. Además de gracioso bonete en rojo arrebatado.
Se puede apreciar en la fotografía : 4×4, caballo, perro, cabra, además de SGM y yo mismo
Por mi parte me había puesto, como deferencia, camisa en motivos nacionales burkineses, que guardaba para la ocasión, y vaqueros (arreglado pero informal). Pero voy a encargarme una reproducción de mi traje de primera comunión para la próxima visita al Nabá (siempre creí que mi traje era de Embajador Plenipotenciario ante la Santa Sede).
Así de mono hice la primera comunión, de embajador (hay cosas premonitorias), con mi familia al completo
Lo primero de todo fue la entrega de las cartas credenciales, requisito previo antes de lo que es la visita propiamente dicha. Yo le entregué la carta al Nabá Liguidí y él, a su vez, al Nabá Kiibá. Como es normal en este tipo de actos oficiales el Nabá no abrió el sobre sino que lo dejó depositado debajo de alguna de las cosas importantes que tenía en la tumbona.
Y empezamos a hablar, le conté lo de las escuelas que habíamos construido, y lo de la nueva escuela, él dijo que estaba muy contento, entonces el Nabá Liguidí me dijo que el Nabá Kiibá estaba muy contento y comprendí, cosas del protocolo, que debía dirigirme más bien al introductor de embajadores y que las palabras del Nabá era él quien me las tenía que transmitir por más que eran en francés, pocas, y se entendían.
Así estuvimos charlando como si nuestros países hubieran sido aliados estrechos de toda la vida y hubiéramos hecho la guerra juntos contra Francia o similar.
Le alabé su sencillez comparándola con la de nuestro monarca y su trato campechano a lo que respondió con un sonoro eructo que interpreté, no hay duda, como señal de ser tan sencillo como Don Juan Carlos e incluso un poco más ordinario.
Finalmente autorizó a que nos hiciéramos una foto juntos después de enseñarle un ejemplar de EL CURSO (la revista de mi empresa, Adams) que hojeó con interés deteniéndose en la última página donde aparecen dos noticias con foto sobre nuestra actuación en Burkina.
Puede que accediera a la foto pensando en que podría ser portada del próximo número, tal como sale Corbacho (el Ministro, no el de la Cubana).
Finalizadas las fotos y los saludos quedamos en retomar los contactos más adelante al máximo nivel (entre otras cosas porque yo no tengo a nadie ni en el segundo nivel).
Y tampoco sale tan cara una entrevista con la monarquía, al menos con ésta.
Además la próxima vez le llevaré una copia de la foto en un marco plateado que tengo.
Y en el sobre de la carta credencial no hay que meter más que 10.000 francos cfas, que es la tarifa oficial por recepción.
Si venís alguno y os apetece foto con monarca en ejercicio, se puede arreglar ahora que tengo acceso directo (aunque no se puede llamar directamente para esto, hay que hacer las cosas comme il faut).
Lo que no sé es si las tarifas varían o hacen precio para grupos.
Su Majestad me entregó su tarjeta, yo no tenía en aquel momento, pero me he hecho ya unas muy coloristas, al gusto local