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Mientras tantoGoma de borrar

Goma de borrar


Cuando éramos niños, quien no tenía goma de borrar no daba ningún paso. Te daban un cuaderno de rayas simples, un lápiz, un afilador y una goma de borrar. Estos, con un compás que me compré haciendo el bachiller, son el material escolar del que tengo recuerdo en todos mis años de estudiante. Con el compás no recuerdo haber hecho nada, pues nunca tuve dotes artísticas de ningún nivel. Sin gomas de borrar no ibas a ningún sitio. Pero como Macías era como era, no siempre hubo gomas de borrar en su república y tenemos el recuerdo de cuando intentábamos enmendar la gramática incipiente con gotas de saliva. ¿Y sabe alguien qué era peor cuando no había goma de borrar y el tutor tuyo solamente tenía un bolígrafo chino para darte? Pues intentar resolver el desaguisado ortográfico con más saliva, pero la ptialina no borra la tinta como la relación que hay entre el trazo del lápiz y la goma de borrar.

 

Entonces terminábamos con las hojas del cuaderno carcomidas por la lucha de la saliva con el papel. Ahora sí sabemos que es una trampa lo de poner un bolígrafo en manos de niños que todavía no tienen bien memorizado el abecedario. Además, la enmienda quedaba fea e íbamos por ahí con el cuaderno lleno de borrones y de saliva. Ya dije que nunca tuve dotes artísticas de ningún nivel, pero recuerdo el sentimiento de vergüenza que padecimos cuando veíamos nuestro cuaderno lleno de manchas azulonas por letras mal trazadas, y los desconchones por querer eliminar estos pasos ortográficos dados en vano.

 

Cuando hablo de estos inicios como escritor, y fue mi lucha por retener y reproducir el abecedario, vino a mis recuerdos una historia en la que está metido el jefe supremo de las fuerzas armadas de la república de Guinea Ecuatorial. En la historia está igualmente metida la Organización de las Naciones Unidas para la Educación Ciencia y la Cultura, y también los niños, mujeres, hombres y ancianos de todas las etnias de este país.

 

Es que hubo un tiempo en aquellos años de lucha contra las letras torcidas en que solamente teníamos unos cuadernos de rayas cruzadas que llevaba el distintivo de la UNESCO. Eran unos cuadernos sólidos, multirrayados, como ya dije, y de tapa azul para tener esperanza en que seríamos hombres de mañana trazando letras sin tacha. También debemos aportar al recuerdo el hecho de que eran unos cuadernos delgados. Avanzábamos gracias a la UNESCO. Y ahora aflora a nuestro recuerdo aquellos tiempos porque la UNESCO es noticia. Hace unos años, quizá meses, que los directivos de la UNESCO se quedaron embelesados de la cantidad de dinero que hay aquí y hablaron con el jefe de las fuerzas armadas antes dichas. (Sé que hay ciertas entidades que exigen versales en su apelación) Fruto del embeleso son las conversaciones para que cierto premio de la UNESCO, cuya difusión se hará con la parafernalia propia de los aduladores del mundo rico, llevara el nombre del general en jefe de las fuerzas armadas cuyas versales hemos omitido por respeto a las tradicionales normas de ortografía. Y como guineanos que somos, y otros guineanos que lo eran por decisión, dijimos que todavía no es hora para que ningún general se lleve ningún premio a costa de la UNESCO, y por qué el premio no fue dado cuando ni siquiera teníamos goma de borrar y nadie nos daba nada. Además, seguimos diciendo,   aquellos cuadernos nos llegaban de rebote.

 

Pero cometimos un error, y de ahí que lo enlacemos con la goma para restituir la normalidad a sus límites aceptables. El error es que debimos haber apoyado al general en jefe en sus ansias de ser adulado por los sesudos halagadores de la UNESCO, toda vez que esto solamente sucede una vez en la vida. Teníamos que haberle apoyado, y no mencionar ningún impedimento para recibir tal galardón, aunque oneroso. Sí, directivos de la UNESCO, estáis libres de premiar a quien queráis. Seremos consecuentes con nuestra elección. Quien quiera ir tras las causas de esta decisión postrera, que invite a la propia UNESCO a demostrar ante el mundo de todos los focos los logros científicos, culturales y educativos del  ejército de Guinea que, ayudado por su general en jefe, ha contribuido a fomentar, preservar, difundir. Que la misma UNESCO ponga sobre la mesa los esfuerzos que ha hecho por la educación, la ciencia y la cultura de Guinea con la ayuda de nuestro general. Cuando lo haga, nos quedaremos libres de decidir si apoyar o no la concesión del premio sobre el que estamos hablando. Cuando ponga todos estos logros sobre la mesa, la concesión del premio no dependerá de nosotros ni nuestras opiniones serán necesarias.

 

Está claro que los más listos pensarán que el vertido de millones justifica cualquier decisión, y que los que se duelen porque lo consideran una afrenta pueden ir a predicar en cualquier desierto. De hecho, podrían decir que el muerto en el hoyo, o en el desierto, y los vivos de la UNESCO con el suculento bollo ofrecido por nuestro general. Lo que ignoran es que hasta que sus componentes no dejen desglosarse en Educación, Ciencia,  Cultural y Naciones Unidas lo que haga la UNESCO siempre se deberá discutir en la plaza pública. Es cierto que algunos piensan que pretender ciertas cosas, aparte de ser como dar coces contra el aguijón,  es una vergüenza. Y hemos sido muy buenos.

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