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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 29 / 2010

De mi Diario : Semana 29 / 2010


 

Weiß/Colonia, 18.7., primeras horas del día (1)

Desde Caracas, el siempre ponderado Luis es el primer comentarista de mi post de hoy (de hace hora y ½) en Fronterad. Seguramente, arguye, lo que mi abuela Remedios quería decir con eso de que alguien sudaba “como un bejino”, era “como un beduino”. Ni se me había ocurrido, lo que pone en evidencia cuán pobre es mi fantasía léxica. Yo más bien había pensado en los beguinos, pero esa orden no se estableció en España nada más que en Cataluña, amén de que en materia de sudar, si fuera por causa de los hábitos, mi abuela tenía mucho más cerca en su Extremadura natal a los jerónimos de Yuste.

 

Weiß/Colonia, 18.7. (1)

Como todas las mañanas, al levantarme, me mido la tensión arterial y está altísima: 160 / 86. También el pulso medio desbocado. Mi organismo es de una irregularidad que ya resulta hasta monótona. Pero después de todo, ayer fue un día muy pródigo en pláticas, paseos y comida (Diny se lució: ensalada con feta, pollo relleno de finas hierbas y un postre de helado con bayas del bosque), amén de harto trago (Marqués de Riscal Rueda, tinto ecológico, licores de hierbas, whisky ya entrada la noche), y en mi caso además la trasnochada, de manera que bien puede ser que mi jiúman bodi se rebele. Decido no hacerle caso y desayuno con nuestros huéspedes y Diny, que lo hacen copiosamente. Ah, sí, los neerlandeses son personajes natos de cuadros de Frans Hals. Yo me limito a un huevo pasado por agua y una taza de café. Luego, cuando ellos se van al centro, para aprovechar recorriendo museos antes de regresar a Holanda, me quedo pensando que hoy hace 25 años, a esta misma hora en la que escribo, estábamos saliendo de casa, camino de Merten, para el entierro de Böll. No vino Diny, que andaba de viaje no sé ya dónde. Fui con María Wimmer, que vino expresamente de Friburgo, y Víctor Canicio, que lo hizo desde Heidelberg, en el Citroën DS de Carlitos. Al principio habíamos pensado ir en bici, pero se impuso la cordura, llegaríamos súper cansados, sudando y polvorientos. El respeto social pudo más que el homenaje tácito que le hubiéramos rendido a Don Enrique, como yo lo llamaba. Rescato del archivo la foto del momento del entierro, cuando la fortuna quiso que el fotógrafo nos tomase a los cuatro detrás del seto ante el cual se encuentra la tumba, y alrededor de ella los queridos Carmen Alicia y René; Vincent con su esposa también ecuatoriana, Teresa; Viktor; los dos Günter, Wallraff y Grass, que asimismo habían cargado el féretro hasta allíRecuerdo el desolador sentimiento de orfandad que sufríamos, el vacío casi palpable, la triste consciencia de que se iba con él mucho de lo mejor de nuestra juventud, de nuestras vidas. 25 años ya, y Böll nos sigue haciendo falta, nos sigue faltando. 

 

Weiß/Colonia, 18.7. (2)

Ángeles ha sido también de mis primeros lectores, anoche, pero recién hoy leo su mail, donde me pregunta si efectivamente Gerhard pintó “la casa de Jacinta” para nosotros, y tengo que decirle que no, pero que a cambio nos ha dado la sorpresa de un collage king size, de fotos con diversos enfoques de la casa (sobre todo del portón señorial) y la plaza, donde –eso sí– ha pintado un árbol precioso. El conjunto exhala una vida que sugestiona a la vista, y mucho más cuando uno tiene, como nosotros, una relación tan entrañable con esa plaza y esa casa. Para colmo, uno de los personajes que aparecen en el conjunto es idéntico/idéntico a Javier, nuestro amigo, el dueño del apartamento donde siempre nos alojamos en Madrid, en esa casa. No es él, claro está, pero tanto Diny como yo, al ver el collage, exclamamos al unísono: «¡Javier!»

 

Weiß/Colonia, 18.7. (3)

Pasan en la tele un reportaje sobre Styriarte, el festival musical de Graz, en Austria, que cumple ahora 25 años, y es un feudo cariñosamente celado por el más ilustre hijo de la ciudad, Johann Nicolaus Graf de la Fontaine und d´Harnoncourt-Unverzagt, más conocido como Nikolaus Harnoncourt, a quien se considera estirio de pura cepa, aunque en realidad nació en Berlín. (Es un caso semejante al de Thomas Bernhard, más austríaco imposible, pero nacido en los Países Bajos). En este reportaje se puede ver a Harnoncourt varias veces dirigiendo y otras tantas ensayando, y una de estas últimas lo hace con el Coro Arnold Schönberg, entre cuyos miembros se cuenta la escritora austríaca Sabine M[aria, I supose!] Gruber. Y resulta que a Frau Gruber, por ser escritora, se le fueron sedimentando en sus particellas las indicaciones que Harnoncourt daba a sus músicos durante los ensayos, todas las cuales anotó cuidadosamente, para luego publicar un libro con ellas. En el ensayo que pasan durante el reportaje hay un buen ejemplo de la plasticidad de esas indicaciones harnoncourtianas. De repente manda parar a la orquesta y al coro, y le pregunta a este: «¿Pueden ustedes cantar la palabra “leer (=vacío)” de tal modo que la gente, cuando les oiga, se imagine mentalmente en el Sáhara?»

 

Weiß/Colonia, 19.7., primera hora de la noche

Me envía mi deuda estherna el programa de un amplio simposio de hispanistas al que está yendo en Roma, y le comento lo siguiente: «Tras una detayyyada lectura del programa, descubro dos amigas a las que podés saludar en mi nombre, Dolly Muhr y Fanny Rubio, aun cuando pudiera ser que Dolly ande enfadada por mi conferencia sobre su difunto esposo, así es que tanteala cuidadosamente antes de revelarle el avergonzante secreto de que sos amiga mía. Pero lo que en  verdad te envidio es que podés asistir a la conferencia de una islandesa que se llama Erla hija de Erlend, ¡genial!, que va a disertar acerca de la palabra iguana como aporte latinoamericano a las lenguas escandinavas. Me imagino siendo Borges y leyendo ese programa: semejante ponencia no me la perdería ni por un polvo con Silvana Mangano en sus mejores tiempos. Vale».

 

Weiß/Colonia, 19.7. (1)

Oskar pasará esta semana con nosotros, y nosotros felices de que esté acá, es un chico que no da ningún trabajo, que se maneja solo, que se siente en su casa, no un visitante, como sí le pasa a su primo Vincent. Adoro a Oskar, y él lo sabe, que es la niña de mis ojos. Pero no se prevale de ello nunca, y eso es justamente lo que me hace quererlo tanto.

 

Weiß/Colonia, 19.7. (2)

Dan en el segundo canal Casanova, de Lasse Hallström, con Heath Ledger, Jeremy Irons y Sienna Miller, y mi crítico favorito, Milan Paulović, harnoncourtiniza en su reseña: «En esta peli hay un par de cosas traídas de los pelos, pero compay, ¡qué hermosos son esos pelos!»

 

Weiß/Colonia, 20.7.

Descubro gracias a ese precioso cajón de sastre que son los Cabos Sueltos, de Luis Miguel [Aguilar], en Nexos, este fragmento del diario de sir Walter Scott: «Me ha ocurrido con frecuencia que cuando me fui a la cama ignorando por completo lo que iba a hacer después, me he despertado por la mañana con una idea clara y exacta de la forma, buena o mala, en que podía desarrollarse la trama. Me parece que en tales casos la acción del intelecto es más bien acelerada por ese poco de fiebre que un vaso de vino de más produce en el organismo. Naturalmente, no se trata de excesos». Ahora resulta que es el escocés –Scott– quien toma vino, y el andaluz –yo– quien toma whisky. Pero los efectos son los mismos. Doy fe.

 

Weiß/Colonia, 21.7., primera hora del día

Acabo de ver a Jennifer Ehle en una peli intrascendente, This Year’s Love, de 1999. Pero de ella no me quiero perder ni una, es mi actriz predilecta. Sólo me quedan cinco de su filmografía para conocerla de cabo a rabo. Con Rolando, cuando pasa por casa, siempre vemos alguna peli suya, además de un par de capítulos de Pride & Prejudice, la miniserie de la BBC donde encarnó una prodigiosa Lizzy Bennett, de quien Rolando y yo somos rendidos admiradores. Y enamorados en secreto y sin esperanza, hay un tal Mr. Darcy que nos lleva un par de años-luz de ventaja en el favor de la dama, la remilputa que lo remilparió.  

 

Weiß/Colonia, 21.7. (1)

Me despiertan a las 7.07 a.m. Oskar y Diny, que se van a pasar el día en Arnhem y no quieren irse sin despedirse de mí. Sádicos. Me levanto finalmente a las 10.01 y después de desayunar y de echarle una mirada al correo llegado, me doy cuenta de que tengo unas transferencias que hacer impepinablemente hoy. Decido ir con el bus a Rodenkirchen para eludir la eventualidad de un colapso si voy con la bici; el aire vibra, es como un horno. Liquido rápido mis gestiones en el banco y unas compras en el supermercado, y en el bus de vuelta, cuando pasamos el cinturón verde de la ciudad y entramos en el barrio de los compositores, la voz del altoparlante anuncia la siguiente parada: Richard-Wagner-Straße. Viene luego el último semáforo antes de Weiß, y cuando entramos en el barrio de los pintores (anunciando ahora la voz: Adolf-Menzel-Straße), me pregunto por enésima vez qué sucedería si como experimento, a ver qué pasaba, un día sustituyesen la cinta pregrabada por otra en la que se oyera: “Próxima parada, Adolf-Hitler-Straße”. Después de todo, él también quiso ser pintor, y hasta lo fue: de brocha gorda. Cuando bajo del bus en la parada Weiß / Cementerio, la más cerca de mi casa, me cruzo con Frau Lück, la vecina que nos recoge el correo cuando salimos de viaje. Está sacando a pasear a su perro y la saludo y le comento, sin detenerme, lo asfixiante del calor. «¡Pero si usted es español, Herr Bada!», me responde. Ay, dios, cómo hacerles entender a estos heliofílicos de nativitate que hay meridionales a quienes el sol y el calor nos agreden, nos hacen daño, físicamente daño. Renuncio. Y me refugio en la fresca paz de mi apartamento.

 

Weiß/Colonia, 21.7. (2)

Oskar y Diny regresan casi a las 10 p.m., bajo una lluvia torrencial y bendita que refresca el aire y lo ventila de miasmas. La excursión al Zoo de Arnhem ha sido una desilusión para ambos, ya que parece que el sistema de exhibición es algo particular, los animales se hallan en recintos muy amplios y réplica de sus respectivos hábitats, con el resultado de que en un día como hoy parece que todos habían decidido quedarse en sus guaridas en vez de exponerse al inclemente Febo, y les alabo el gusto. Lo malo fue que como caminaron tanto, a Oskar se le quitaron las ganas de ir luego, como estaba previsto, al museo de la vida neerlandesa al aire libre, que es tan lindo, pero no, se devolvieron a la ciudad y fueron de shopping, como decimos los puristas. Lo positivo es que han comido bien, aun cuando el golfo de Oskar se dejó invitar todo el tiempo por la abuela, y eso a pesar de que ayer le pasé dinero bajo cuerda para que se diera el lujo de invitarla él, por lo menos a una monumental copa compuesta en una heladería. Me ha prometido, solemne, que la invitará mañana en la del pueblo, la de mi cuento La bufanda de Cambridge.

 

Weiß/Colonia, 22.7.

Anacrís publicó ayer una columna en El Colombiano, de Medellín, titulada “Árbol familiar”, donde habló de su familia y contó un par de cosas interesantes acerca de ella, encontrándose como recompensa un comentario donde la llamaban al orden: «Para todos, y en especial para quienes tenemos nuestros orígenes en Antioquia, es muy importante la familia, pero creo que tendrá un mayor aporte destinar este espacio a tratar temas que tengan relevancia no sólo para ti sino para el resto de lectores». Anacrís nos lo envía a un par de amigos, como testimonio de lo que tiene que enfrentar a veces, y Esteban Carlos le contesta que «para el comentarista, la  familia no es un tema «que tenga relevancia». Pobre diablo. Acuérdate, Ana, del refrán paisa: «Al bagazo, poco caso»». Y yo –sin ni siquiera plantear la pregunta ontológica de por qué para quienes tienen sus orígenes en Antioquia es tan importante la familia, tanto que tácitamente queda dicho que lo es más que para todos [y que por “todos” debe de entenderse, tácitamente también, y cuando menos, el resto del mundo]–, yo lo que le contesto es lo siguiente: «A mí la experiencia me lleva enseña(n)do, que una inmensa mayoría de los comentaristas a las columnas y los blogs son empedocleideos, en el sentido de que se arrojan sin red al Etna de la sección de comentarios (¡menudo nido de víboras en tantos casos!), deseosos de pasar a la inmortalidad, y a decir verdad las más de las veces lo consiguen, porque también existe una Historia Universal del Ridículo*. Sólo que ellos no lo saben. Vale».

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*  Un día después : Creo que en quien estaba pensando no era en Empédocles, sino en Eróstrato, el que prendió fuego a una de las siete maravillas del mundo, sólo para hacerse famoso. Y lo que pasó fue que se me entreveraron los piolines. Pero a fin de cuentas, la recua de los comentaristas adquiriría de este modo una nueva dimensión: la de ser unos eróstratos empedocleideos.

 

Weiß/Colonia, 23.7. (1)

Una amiga me escribe que vive pegada a Google haciendo tareas, y no porque las tareas o sus hijos se lo exijan, sino porque se está curando en salud para evitar que, en tres años, los hijos se burlen de ella sin que ella se dé cuenta. Le contesto: «Si quienes se fueran a burlar de mí dentro de tres años, y además sin que yo me diera cuenta, fueran mis nietos, estoy seguro de que se reirían con amor, y además, qué carajo, es definitivamente mejor que mis nietos se rían a que lloren. Como jamás me he preocupado de estar al día, sino de que los días estén a Ricardo, no padezco esa angustia que al parecer te hace vivir pegada a Google». Ella me replica que «la burla es INEVITABLE (y sana) en cualquier idioma, lo que me angustia es NO ENTENDER». La entiendo. Pero no nos engañemos sobre los límites de nuestros conocimientos: si no entender fuese una causal de angustia, viviríamos al borde del suicidio constantemente.

 

Weiß/Colonia, 23.7. (2)

Al cabo de los meses, contacto indirecto con La Maguita. Me deja dos comentarios en mi blog de Fronterad. Ahora, además de un perro, tiene una gata: «La bauticé Greta, por Greta Garbo, quién más, pues la muy jodida tiene un garbo, unos ojos como delineados y le da sopa de puños a Milú, nuestro perro». “Dar sopa de puños”, curiosa expresión: ¿querrá decir lo mismo que “dar sopas con honda”?

 

Weiß/Colonia, 24.7.

Oskar, que ayer se ofreció a cocinar para nosotros, y hasta estuvo sofriendo papas salteadas, que le quedaron crocantitas y apetitosas, Oskar es, creo, el primero de mis nietos que ha entendido la función de la compu en mi vida: no es un juguete, como para él, su hermano mayor y su primo, sino una herramienta de trabajo. Hoy, cuando me vio preparándome el almuerzo (un carpaccio fresco del día, directamente de la carnicería, con aceite de oliva virgen y parmesano rallado), mientras Diny dormía su siesta, quiso saber si ahora, y hasta el final de mi propia siesta, podía sentarse a surfear con mi compu. Le dije que sí, y cuando pasé camino de la cama y descubrí que tenía abierta la ventana de youtube le pregunté si había visto y, sobre todo, oído alguna vez a una chica gringa de nombre Taylor Ware, cantando jodeln (los gorgoritos tiroleses) en un concurso de jóvenes talentos. Me dijo que no y le programé el video correspondiente. Se rió muchísimo. Luego, hace un rato, cuando estábamos cenando, y Diny mencionó que la semana próxima tendremos con nosotros a Paul, dejó caer como quien no quiere la cosa si sería posible que él regresara otra semanita con nosotros en agosto. Es la verdad: acá se siente en casa.

 

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