La firma de cosméticos estadounidense M.A.C decidió lanzar el 15 de septiembre próximo su nueva línea de maquillaje, que fue creada por las diseñadoras del sello Rodarte Kate y Laura Mulleavy a partir de las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez.
La línea post-gótica de cosméticos tuvo un pre-view en Nueva York meses atrás en el acto Mercedes Benz Fashion Week. Bajo una ambientación de velas o luz negra, en aquella ocasión las modelos vestían encajes, collares y ropas de estilo victoriano-poor white trash, y llevaban maquillaje que realzaba la palidez cadavérica en sus rostros. Mostraban también enormes sombras de color café oscuro en torno de los ojos, evocadora del desierto, en lugar de convencional negro usado desde décadas atrás por los seguidores de la tendencia dark.
Con el fin de “compensar” su despropósito, la firma y las creadoras aceptaron donar 100 mil dólares a organismos civiles de la frontera mexicana. Como tantos otros personajes y fenómenos, el feminicidio en Ciudad Juárez llegó a la moda.
La cultura globalizada se caracteriza por ensamblar moda, espectáculo, publicidad, noticias, deporte, diseño, arte y marcas.Y sus contenidos consisten en una sustancia de gran fluidez que intercambia, traslapa e invierte la autonomía que aquellas disciplinas y dimensiones solían mantener en el pasado. Por ejemplo, el deporte ha cobrado ya un estatuto de arte en la ultra-contemporaneidad, al igual que el diseño ha reemplazado a la política en buena parte del accionar comunicativo.
La apariencia y las percepciones han terminado por desplazar a los mecanismos anteriores de ofrecer sentido en la coexistencia colectiva. Esto ha traído consigo la trivialización de la realidad, es decir, el proceso de apropiaciones, desplazamientos y simbolizaciones que se realiza al extraer de la realidad los hechos y convertirlos, una vez vaciados de su peso y contexto, en simples datos o signos que pasan a configurar un inventario disponible para la creatividad mercantil. Lo anticipó Friedrich von Hayek: el mercado premia lo escaso. A lo que habría que añadir: el mercado premia lo escaso en constante degradación, ya que la entropía creativa es consustancial a los hábitos del consumo.
Vender cosméticos sobre el feminicidio en Ciudad Juárez además de ser poco imaginativo es una muestra de estupidez mercantil. El drama de las víctimas de asesinatos de poder masculino, el dolor de sus familias y amigos, se vuelve un sarcasmo inapropiado, un abuso y un lucro tan cruel como el de los asesinos (narcotraficantes y gente de poder económico y político) y de las autoridades que los han protegido a lo largo de los años.
La impunidad del feminicidio en Ciudad Juárez tiene ahora otra etapa del mismo empeño: el de una línea de maquillaje. Esto se hermana con el engaño de las autoridades corruptas y sus voceros, que afirman ahora que nunca hubo feminicidio en Ciudad Juárez. Los hechos contradicen la contra-información oficial tal como constan en pesquisas e informes de investigadores independientes y de la Organización de las Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Amnistía Internacional.
El fenómeno mercantil de cosméticos a partir del drama ajeno expresa el grado de amnesia e indiferencia al que ha llegado la cultura globalizada. Allí el escándalo también resulta primordial. Esta trivialidad es hermana del negacionismo del feminicidio en Ciudad Juárez, que afirma que tal cosa nunca existió, que sólo fue un “mito”, un «invento» de periodistas, feministas y académicos. Muchas veces se ha negado la existencia de crímenes contra la humanidad en nombre de intereses de una u otra índole. Sin embargo, no hay maquillaje posible ante la barbarie, la crueldad y la trivialización existentes.
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