Sin enemigos la vida es más aburrida. No podemos farfullar ni inculpar al otro de nuestros problemas, no hay válvula de escape para las miserias propias si no tenemos el recipiente ajeno. Las personas buscan sus enemigos habituales: el vecino que saca al perro a orinar y le deja hacer lo propio justo en la esquina de nuestra casa; el compañero de trabajo que siempre logra más reconocimiento que uno ante los jefes; la pareja de aquel amigo que lo ha alejado de nosotros… Los países no son diferentes.
Hace un tiempo escuché una broma con tintes de realidad: Ecuador tiene tres símbolos patrios, la bandera nacional, la selección de fútbol y… Perú. Y así se construyen las identidades nacionales, en contraste o en contraposición. Somos esto porque no somos aquello y «aquello» es la representación de lo que no querríamos ser. Se trata de una estupidez monumental, pero que tiene público. Ese «Otro» es especialmente útil a los gobernantes, que sacan de paseo al enemigo cada vez que las cosas se le ponen feas en casa. Una táctica de despiste que, por vulgar que parezca, siempre tiene éxito.
Las sacadas de pecho de Uribe y Chávez en estos últimos días responden al dedillo a este guión. Desde que conozco Otramérica escucho de la inminente guerra entre Colombia y Venezuela. Desde que vivo en Otramérica sé que ésta no ocurrirá, excepto que algún loco juegue de más con fuego y ponga a arder la tonta línea que divide a los países.
Que hay guerrilleros en territorio venezolano es sabido y casi «normal» (también los hay en Ecuador, Brasil o Panamá). Incluso, si forzamos más el argumento, los hay en Europa (allá fue donde entrevisté por primera vez al jefe militar de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional de Colombia). Que el gobierno de Chavez tiene vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tampoco es un secreto de Estado. La pregunta en este caso es si esas relaciones se dan con la intención de ganar la partida en la guerra de Colombia o si se trata más de un juego político -peligroso pero juego- del intempestivo Chávez que sueña con revoluciones que él no ha hecho. O si, simplificando mucho el asunto, se trata de un Chávez que necesita del conflicto con Colombia para tratar de emular a Fidel Castro en los réditos políticos que ha conseguido extraer de la bronca con Estados Unidos.
Que el gobierno de Colombia tiene agentes del DAS (servicio de ¿inteligencia?) en Venezuela lo sabe casi cualquier vecino; que Uribe se quería despedir del Gobierno agitando una vez más las aguas ya turbulentas de la patria de Bolívar, también; que Colombia precisa de un enemigo como Chávez para asegurar el flujo de recursos militares llegados desde el Norte es evidente.
Así que el juego de la guerrita colombovenezolana tiene poca credibilidad desde ambas trincheras. Solo le juegan a ese juego sus ciudadanos y los televidentes desinformados (terrible pleonasmo) del resto del planeta. Otramérica no es diferente, solo es algo más «voluptuosa» (desde las caderas hasta las formas de la política). En Europa cada país tiene su o sus enemigos fronterizos ahora más disimulados por las buenas formas de la política de nevera. En Asia, toda Corea del Sur tiene su Corea del Norte y toda India tiene su Pakistán.
¡Necesitamos enemigos!