No sin pesar, los hombres se rendían a la simetría de los días cuando, llenos de gracia, los ingenieros sentenciaron a los coros y danzas a permanecer callados hasta el comienzo de la termporada lírica. La edición para polluelos de las treinta bibliotecas progresaba adecuadamente, muy explícita y fiable en las distintas versiones del desastre mundial y las normas de convivencia, también apreciada por sus atentas instrucciones para tachar y subrayar aunque ignorante del saber que alberga el árbol en el trazo de sus hojas. Apretadas las tuercas, la máquina se contoneaba sonoramente despachando desayunos entre la muchedumbre que recorría pasillos y escaleras como pensamientos. Sólo el ganado mayor fue desenganchado y conducido al merecido descanso, justa tregua para quien tira de los hombres, el plural de los plurales, mientras el pájaro cabra, que sólo avanza en línea recta, pasa de largo.