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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 42 / 2010

De mi Diario : Semana 42 / 2010


Weiß/Colonia, 17.10. (1)

Diny se ha ido a las 8 a.m. a Holanda, a la fiesta del 70° cumpleaños de su cuñado Jan, y le he pedido que me excuse con el trabajo que tengo entre manos, pero la verdad que no me apetecía una nueva reunión familiar a tan corta distancia de la última, que casi me hizo prometerme no acudir jamás a ninguna otra. Curiosamente, Jan es de mis concuñados aquel con quien mejor me llevo, y el más abierto mentalmente de todos. Quizás por eso mismo creo que también es el que mejor va a entender, sin que lo dé a entender, las razones para no ir a su fiesta. 

 

Weiß/Colonia, 17.10. (3)

Fried Green Tomatoes at Whistler Stop Cafe, una de mis pelis queridas, qué lujo de actuaciones, empezando por la irreemplazable Jessica Tandy. Cuando van apareciendo los títulos de crédito, al final, regresa Diny de Holanda, 10.30 p.m. Su madre (a quien visitó acompañada por Marcel, que la fue a buscar a la estación, antes de ir a la fiesta de Jan) no la ha reconocido durante diez largos minutos. Finalmente se le iluminó la cara y le dijo «Ah sí, tú eres Diny», y luego señaló a Marcel, el menor de sus propios hijos, «y ése es Ricardo». ¿Qué Dios se responsabiliza de estos contradioses?  Que se meta Su Infinita Bondad en el culo del Vaticano, que lo tiene amplio.

 

Weiß/Colonia, 18.10.

Visita de Marta, mi primera amiga polaca (mi tocayo Ryszard Kapuściński fue su antecesor con pantalones, y si resalto el hecho es porque Marta llega vestida ya para el concierto de esta noche en la Philarmonie, y se le nota muchisísimo –sic– la dama que es). Conocí a Marta a través de un artículo suyo en Vasos Comunicantes, donde contaba sus avatares como traductora de Cortázar. Le escribí, me contestó, y anudamos enseguida una amistad que finalmente se ve coronada por este encuentro personal. Es la primera vez que visita Alemania, si se descuenta un viaje a Berlín Este cuando aún era la capital de la RDA, pero me parece que no va a ser la última que venga. A casa llegó acompañada por el poeta alemán Wieland Borchardt, que vive en Brühl, cerca de Colonia pero en dirección al Eifel; él es su anfitrión durante esta semana, se conocieron en un simposio internacional de traductores en Rodos. Y no ha habido necesidad de romper ningún hielo. Desde el vamos nos hemos sentido como si fuésemos amigos desde hace la tira de años: Cortázar se habrá divertido oyéndonos conversar dondequiera que esté con Carol. Le regalo a Marta el CD con la fonocarta que me mandó en 1976 + mi necrológica del Gran Cronopio: noto que se emociona. Hora y media antes del concierto nos despedimos con gran cariño y la invitación de Diny a que vengan a cenar la próxima vez. Y ese es el barómetro más seguro que conozco para calibrar la calidad de los nuevos visitantes de esta casa.

 

Weiß/Colonia, 19.10. (1)

Como todos los martes, leo en la sección local del diario de hoy la sección «Dos cafés, por favor”. Susanne Hengesbach, su autora, pasea por las calles de Colonia y llevada por algún pálpito, alguna intuición, de repente detiene a una persona y le pregunta si le acepta que la invite a tomar un café, y le explica para qué. Generalmente suele tener éxito y la cuota de aciertos en sus intuiciones la acreditan como una periodista con un ojo clínico excelente. Es una sección que lleva ya un par de años, y la colección de personajes a los que ha entrevistado tomando un café compone un caleidoscopio vivísimo de la vida callejera y la intrahistoria (Unamuno dixit!) de Colonia. Hoy, su interlocutor es un joven que se presenta como “asesor para redes sociales”, y hay una frase suya que rescato al responder a la pregunta de si la pertenencia a una de esas redes significa en verdad un enriquecimiento de la vida: «Yo diría que es un complemento. Online no me convertirá en un Dr. Jekyll si ya soy un Mr. Hyde. Ni viceversa».  

 

Weiß/Colonia, 19.10. (2)

Llama Willy desde Ámsterdam y al no estar Diny en casa le pregunto de inmediato cómo le fue hoy, que tenían que hacerle una biopsia de un ganglio linfático inflamado en la garganta. Y lo  que me cuenta es kafkiano: Estaba ya tendido en la mesa de operaciones y a punto de que le aplicasen la anestesia total, cuando llegó la cirujana y le hizo dos preguntas que hoy en día son obligatorias en los Países Bajos: ¿Quién es usted y por qué está aquí? (Es una medida preventiva para evitar lo que ya ha sucedido alguna que otra vez, que se ampute una mama derecha cuando debería de ser la izquierda, o le hagan la vasectomía a mijnheer Hansen si debían de extirparle los ovarios a mevrouw Van den Berg). Willy contestó ambas preguntas, y la cirujana le examinó el bulto en la garganta y dictaminó sin duda: «No es un ganglio inflamado, es una inflamación de la parótida [la glándula que produce la saliva], esto tiene que operarlo un cirujano bucal, no yo». Y como la buena señora tenía razón –según se puso de relieve en un análisis llevado a cabo ipso fuckto–, el pobre Willy deberá regresar dentro de unos días, y volverse a someter a la tortura de la espera y el quirófano. «De todos modos –le consuelo–, quedó demostrado lo necesario de la disposición legal sobre las dos preguntas». Lo dicho: porque si no, te convierten en eunuco en vez de erradicarte una hernia. Ah, la Medicina, qué ciencia tan exacta

 

Weiß/Colonia, 20.10.

Rolando es una fuente inagotable de historias. Ha leído en el suplemento dominical de La Jornada chilanga mi artículo sobre las cartas de Bertrand Russell, y en una de ellas la mención de Del Río, México, donde según parece se podían conseguir fotos [sic] de Jesucristo firmadas por Él, y me escribe hoy lo siguiente : «In re Del Río : La estación de radio queda o quedaba en Villa Acuña, Coahuila, ciudad vecina de Del Río, Tex. Vendían cualquier cosa a los creyentes, es decir, una jauja asegurada. Una de las gangas era una astillita, tamaño mondadientes, que dizque formaba parte de la cruz del Gólgota. Como debes entender, daban la dirección de Del Río ya que al enviar dinero a México, a veces, podía perderse en el camino. ¿La estación? 100.000 vatios. Su dueño, el Dr. Brinkley, por poco llega a ser gobernador de Kansas. Su especialidad, como médico: implantarle a humanos testículos de chivos, asegurándoles una vida feliz como prometen la Cialis y el Viagra. Cuando de niño uno preguntaba «¿Qué animal es el más rápido del mundo?», la respuesta era: “Chivo que pase por el rancho del Dr. Brinkley”».

 

Weiß/Colonia, 21.10., primera hora del día

Madeinusa en el Canal Arte a las 11.00 p.m. Esta vez no fue como el martes con El hijo de la novia, que la anunciaron en versión original con subtítulos en el idioma de la tribu vernácula, pero al final la pasaron sincronizada. Esta vez incluso fue bueno que aparecieran los subtítulos, para así poder entender los diálogos en quechua. Pero la peli me ha desilusionado bastante. Muchas son las veces que he escrito en estas páginas el pavor que me entra pensando en alguna peli francesa, canadiense, polaca, si la hubiesen filmado en Hollywood. Esta vez es al contrario, he sentido nostalgia de lo que habría hecho Hollywood (¡y hasta Bollywood!) con este tema. Comparado con ella, el programa que le siguió inmediatamente, un reportaje acerca del único ferrocarril que sigue funcionando en Honduras, un tren bananero como el de Cien años de soledad, de San Pedro Sula a Tela, en el Caribe, parecía un episodio de la saga de Indiana Jones.

 

Weiß/Colonia, 21.10. (1)

Me llegó el último # de Nexos (octubre, pues) y como un perrito de Paulov me voy a las tres secciones que leo siempre las primeras: los Cabos sueltos, de Luis Miguel; Puerto Libre, de mi querida Ángeles; y De la A a la Z (esta, cuando la hay), que compagina Delia Juárez en forma de abecedario. En su texto de este mes, en la Z, sobre el Zeitgeist, detecto un grave error que imagino que es de transcripción, o bien de traducción, porque no creo que Anthony C. Greiling sea el que lo haya cometido, y es cuando dice, al final, que en las actuales circunstancias en que nos desenvolvemos «quizás fuera mejor alternativa el uso del plural: Zeitgestein». Ocurre que el plural de Zeitgeist es Zeitgeister, y por su parte Zeitgestein no significa nada, es decir, no es una palabra de curso en el idioma, si acaso podría ser una creación poética que vendría a significar «roca (o piedra o mineral) del tiempo», lo que tampoco está tan mal, pero desde luego no es el plural del Zeitgeist. Se lo comento a Delia (vía Ángeles), y ella me contesta que ya chequeó la edición española del libro y allí está tal cual lo puso ella. Me recuerda aquella edición mexicana bilingüe de los Zettel [Apuntes] de Wittgenstein, donde el # 4 («Eine der irreführendsten Redeweisen ist die Frage “Was meine ich damit?”») está traducido ansí: «Uno de los modos de hablar más contundentes es la pregunta “¿Qué quiero decir con esto?”», con lo que el lector tiene derecho a preguntarse por qué es contundente esa pregunta. Y lo que pasa es que lo que nuestro buen Wittgenstein escribió, en cristiano debe decir «Una de las expresiones más desconcertantes es la pregunta “¿Qué quiero decir con esto”?» Y eso en una edición bilingüe, dios del cielo, hay que tener mucho valor para lanzarse al ruedo así, a cuerpo gentil.

 

Weiß/Colonia, 21.10. (2)

Julio, peruano pero ecuánime como de costumbre, me escribe diciéndome que tampoco a él le gustó Madeinusa («no sólo porque es demasiado tremendista con lo pintoresco folclorista, sino además porque tiene una producción demasiado pobre para mi gusto. En fin, Magaly Solier es en verdad una mujer muy hermosa, pero tampoco me pareció una gran actriz. No sé hasta qué punto se la celebra por cuestiones de racismo positivo»). Lo del racismo positivo, seguro que sí. Y lo de la producción pobre, también. Pero además de eso, los fallos clamorosos del guión. El pueblo entero, Manayaycuna, “donde nadie puede entrar”, febricita en plena orgía, bailando, cantando, fornicando, porque Dios está dos días muerto y no los puede ver, así es que se puede pecar libremente. Todas las escenas de los vecinos del pueblo aullando desenfrenados vibran con la música y el estruendo de los fuegos artificiales. Pero cuando la cámara se traslada a la casa del alcalde, donde el geólogo limeño sufre arresto domiciliario –hasta que pasen las  fiestas–, y a pesar de que la casa está en el centro del pueblo, no se oye absolutamente nada en fondo. Ay Es aquí, en Weiß, en plena llanura del Rhin, y estoy dentro de mi casa y escucho la música de los corsos del carnaval de Sürth, a 4 km, o de Porz, al otro lado del río ¿qué no se escuchará en esas cámaras de resonancia naturales que son los valles andinos?

 

Weiß/Colonia, 21.10. (3)

Ha muerto Loki Schmidt. «Si oyes doblar las campanas / no preguntes por quien doblan, / están doblando por ti», esos versos de Blake*, tan citados, no se valen con Loki, esta es una de las muertes que empobrecen a la Humanidad. Si oímos doblar las campanas, están doblando por nosotros.

[* Mi querido Cinna Lomnitz, un auténtico sabio, en el sentido más legítimo de la palabra, me recuerda que la cita no es de William Blake, sino del gran John Donne (otra vez que se me fue el santo –San Lapsus– al cielo), y me traduce completo ese su poema titulado «Devociones para Ocasiones Emergentes»: «Ningún ser humano es una isla completa en sí misma: todo ser humano es fragmento de un continente, parte de un todo. Si a un pedazo de terruño se lo lleva la ola, Europa disminuye como también lo sería un promontorio o el castillo de un amigo, o algo tuyo. La muerte de todo ser humano me disminuye a mí porque soy parte de la humanidad, y por eso nunca mandes preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti»].

 

Weiß/Colonia, 21.10. (4)

X*** [le he prometido el incógnito] me envía un poema. Es un poemazo, una belleza, un primor. Se lo escribo a vuelta de correo, entusiasmado, y me contesta que ahora que sabe cómo y cuánto me gusta, ya puede decirme que está dedicado a mí. Le pido que, por favor, lo publique pronto, y hasta sin dedicatoria, que eso es algo que sólo nos concierne a los dos, pero que no puede ser que prive a los demás del goce de tanta hermosura. Ojalá me haga caso.

 

Weiß/Colonia, 22.10. (1)

En el tremendo “otoño alemán” de 1977 [hablé de él hace poco, cuando pasaron el docudrama de Breloer sobre el secuestro y posterior asesinato de Schleyer, así como el secuestro del avión de Lufthansa rescatado después en Mogadiscio + las muertes en prisión de los cabecillas de la banda Baader-Meinhof], Helmut Schmidt, canciller federal en ese momento, y Loki, su esposa, que murió ayer, se juramentaron para el caso de que uno de los dos fuera secuestrado por los terroristas: ninguno de los dos accedería a las condiciones que sus secuestradores les quisieran imponer. Un elemento más que añadir a lo shakespeariano de aquellos días. Algo así como un negativo de la trama de Macbeth.

 

Weiß/Colonia, 23.10. (1)

El día amanece gris y tristón, no convida a salir de casa para nada. Pero en el curso de la noche, donde he tenido un sueño más raro que un perro verde (estaba lloviendo a mares por el techo de nuestra la cocina), parece haber germinado la idea con la que desataré el nudo gordiano de la parte de mi conferencia de San Sebastián donde debo expedirme sobre Paradiso; y es como lo del huevo de Colón, y así se lo escribo a Jorge, en Tres Cantos: sencillamente, Lezama Lima ha escrito ese libro para que lo desentrañe un Dámaso Alonso que nacerá en el siglo XXIII, o sea, dicho de otro modo: Lezama se creía el Góngora del siglo XX, y hasta puede que lo fuera.

 

Weiß/Colonia, 23.10. (2)

Estoy deseando leer No hay silencio que no termine, el libro de Ingrid Betancourt. No sólo porque Héctor, mientras lo estaba leyendo en las galeradas, ya me aseguró que es una obra maestra, sino por la polémica que levanta y que da unos frutos tan divertidos. Hoy ha habido dos columnas dedicadas al tema en El Espectador, de Bogotá, y en una de ellas un lector, quizás lectora, ha dejado el siguiente comentario: «Sin leer el libro en cuestión, yo no diría que se trata de «literatura» puesto que la literatura es fundamentalmente ficción; ¿no sería mejor hablar de «autobiografía novelada» o de «historia novelada»?» Menos mal que semejante pregunta –necia hasta decir basta– ha encontrado la horma de su zapato en la respuesta de otro lector: «Es decir, si le entiendo bien: [que] Las Moradas, de santa Teresa, las Cartas persas, de Montaigne; los Pensamientos, de La Rochefoucauld; los aforismos de Lichtenberg; Walden, de Thoreau; los ensayos de Emerson; todo Nietzsche; Los héroes, de Carlyle, el Diario de un viaje en la Beagle, de Darwin; El otoño de la Edad Media, de Huizinga; Ariel, de José Enrique Rodó; El laberinto de la soledad y Las trampas de la fe, de Octavio Paz; los Escolios a un texto implícito, de Nicolás Gómez Dávila; Tipos Obras Ideas, de Baldomero Sanín Cano; la mayor parte de la obra de Andrés Bello; Civilización o barbarie, de Sarmiento… y la lista puede alargarse bastante, ¿quiere que siga?… todo eso, pues, no es «literatura»… si le entiendo bien. Pues mire, cuánto lo siento por usted, no sabe lo que se pierde». ¡Bravo!  Y eso sin mencionar ni a Jenofonte, ni a Tácito, ni a Séneca, ni a Schopenhauer, ni a Unamuno, ni a Ortega y Gasset… Ay.

 

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