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Mientras tantoCeguera feudal en Guinea Ecuatorial

Ceguera feudal en Guinea Ecuatorial


Hace poco unos de los señores que están en el extranjero, y que manifiestan por su boca que son de la oposición al régimen actual de este país, estos que de vez en cuando vierten sus dolores por todos los foros de internet que recogen estas quejas transterradas, soltó muchas cosas que habría que aislar y analizar.  Dicha persona escribía a propósito de los últimos acontecimientos protagonizados por el ex jefe de las ametralladoras del Presidente, el alto mando del Ejército Julián Ondo. En la narración de la irrealidad guineana, escribió brevemente sobre lo que cree que desencadenó la locura, transitoria y fingida, a todas luces, del mencionado alto cargo y habló luego de los nombres que hace años habían sido barajados para una “posible sucesión” del actual Jefe de Estado. Citó varios nombres, de personas tan curiosas como Agustín Ndong Oná, Salomón Nguema, Demetrio Elo Ndong Nsefumu, Marcelino Nguema Onguene, Felipe Ondó Obiang Alogo, Juan Olo Mba Nseng, Isidoro Eyi, etc. Son nombres de personas que han ocupado altos cargos en sucesivos Gobiernos de este país. Pero lo que extraña de esta lista, en la que hay más nombres que omitimos para  la investigación personal de cada interesado, no es que probablemente todos sean de la misma provincia de la región continental, y creemos que efectivamente es el caso, sino que entre ellos no hay ninguna persona de otra etnia. Y de esta cuestión no se extraña el sorprendido autor, sino dirige sus lamentos hacia otros asuntos.

 

¿No hay nadie de las otras etnias, ndowés, annoboneses, bubis, bujebas, que pueden ser presidenciables en la República de Guinea de Ecuatorial? ¿Cuál es la razón por la que sonaría a quimera que se hablara del sucesor de Obiang y sonara el nombre de Cristino Seriche, o el de Eulogio Oyó? ¿Por qué adquiere la categoría de irrebatible la idea de que no puede ser presidente de Guinea nadie de otra etnia? Y es que, francamente, y por los resultados, no parece que los nombrados arriba tuvieran dotes especiales de las que carecen los isleños aquí citados. Y esta no es una cuestión baladí. Llevamos muchos años en que prima en la Administración guineana un nepotismo feroz, en que cualquier lista para optar a cualquier empleo o beca públicos la conforma solamente individuos de la etnia fang. Son estos los que ganan, con cualquier método, los puestos o las becas para adquirir un oficio. El resultado de esto, a nivel comunitario, es que las personas de las otras etnias que comparten la vecindad tienen que depender de la caridad de sus vecinos de la etnia mayoritaria para satisfacer las necesidades que su continuo relegamiento no les han permitido alcanzar. Un ejemplo claro es el agua, que, escasa por la ausencia de una conducción óptima, se consigue con la excavación costosa de pozos en los predios privados. Las familias que consiguen este privilegio adquieren en sus barrios otra categoría social respecto de las demás, aunque fuera notorio el carácter público, incluso fraudulento, de sus ingresos. Estos individuos capaces de ejercer la caridad como consecuencia de un ejercicio étnico del poder se erigen en referencia de sus comunidades, hecho que se traspasa a sus descendientes, con independencia del grado de asimilación cultural o credencial académica tantos de los padres enriquecidos fraudulentamente como sus hijos en comparación de las familias escasas de recursos.

 

Fruto de este nepotismo se ha vivido una inversión de roles en las principales ciudades de Guinea. Y es que las mujeres de la etnia fang, que antes sólo podían ejercer de domésticas, y francamente nunca tuvieron buenas credenciales para ejercer este oficio, y que quien no lo crea investigue por qué, pasaron a ser las únicas de Guinea con capacidad para demandar este servicio, cuya parte ofertante son ahora las mujeres del resto de las etnias. En la pirámide social, pues, las mujeres de la etnia continental estarían en el primer escalafón de la sociedad. De hecho, no es común ver al volante de estos flamantes coches que engalanan nuestras calles a mujeres que no fueran de esa etnia, un hecho que ocurre sin que sea debido al mejor coeficiente intelectual de estas mujeres agraciadas en comparación al de sus coetáneas de otras etnias.

 

Pero la preferencia del autor aludido por todos los hombres de la lista que hicimos mención puede tener su raíz en un pragmatismo feroz, sustentado en la obviedad del verdadero carácter de las estructuras de sostén de poder de Guinea Ecuatorial. El individuo del que hablamos, pues, hace gala de un pragmatismo maquiavélico, pues pone al aire una verdad que nadie podré rebatirle: y es que el Ejército, el verdadero sostén del poder de Guinea Ecuatorial, está íntegramente en manos y bajo la férrea dirección de personas de la etnia fang, que son los que podrán asistirle al probable “sucesor” en caso de un menoscabo del poder legado o alcanzado por cualquier medio. (Es increíble que en un país que se llama república se hable sin ningún recato de sucesión, como si de una monarquía se tratara.)

 

Es cierto que los diversos actores políticos siempre han eludido la mención de esta realidad de la política nacional, achacando las disfunciones y  cualquier acto de nepotismo al monopolio del poder por parte de una parte exigua de la mayoría fang, quedando el resto a merced de sus exacciones. Lo que desmiente esta disculpa política es que las otras etnias, y lo dejamos ya escrito, no son una minoría afín a la etnia fang, sino distintas. Y es que la percepción que tendría un bubi, por ejemplo, si el oficial de policía le interroga en fang no es la misma que tendría el encausado fang ntumu si recibiera las preguntas en okac. , que son las variantes de esa lengua continental, con escasas variaciones conceptuales.

 

Lo más probable es que muchos piensen que primero hay que arrojar del poder a la exigua minoría que lo tiene secuestrado y luego repartir los beneficios de la ciudadanía según los méritos de cada uno y no por la procedencia. ¿Pero qué dirían estos si un grupo de guineanos de otra etnia dijera ahora que ya no seguirá mostrando ningún respeto por la bandera ni por el himno porque sólo la han arriado y lo han cantado los militares, todos fang, una etnia que nunca mostró respeto por la suya? Posiblemente buscarían argumentos dentro de la legalidad para convencer a los que expresen este sentimiento. Tenemos que buscar este argumento para decir que la deriva étnica de los asuntos políticos de Guinea Ecuatorial debe ser corregida cuanto antes, de manera que la construcción nacional tras los gobiernos de monopolio étnico se haga a satisfacción de todos los guineanos. La postergación de esta tarea traerá consecuencias nefastas a los futuros gobiernos democráticos. Es hora, pues, de poner los cimientos para el arreglo de un desaguisado que minará el futuro de nuestra convivencia. Y es que no hay injusticia, por más encubierta y justificada que fuera, que no aflore con el correr del tiempo.

 

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