No está mal de vez en cuando, entre tanta gloria deportiva y tanto atleta en penitencia, recordar cuando éramos un pobre país que cantaba a duras penas las gestas del ciclismo, del hockey sobre patines, la vela y ¡el balonmano! Recuerdo bien aquel aguerrido equipo del Atlético de Madrid antes de que el reinado Gil arrasara también con la división de balonmano y de ahí vino el Barcelona de Valerio Rivera y ahora tenemos a un equipo manchego, el Ciudad Real, que es una superpotencia.
El balonmano siempre me ha fascinado por la rudeza de las defensas, las acrobacias de los porteros y el vuelo de los extremos. Además, aún no entendiendo demasiado, siempre lo ví como un deporte humilde de polideportivo en el que han destacado desde siempre países nórdicos escasamente poblados. En el Mundial que estos días se disputa en Suecia ahí están encaramados a lo más alto países como Dinamarca o Islandia, este último que vive cada partido como una cuestión de orgullo nacional tras la bancarrota.
La España que ayer mismo empató contra la gran Francia de Jerome Fernández, Omeyer y Karabatic es un mal remiendo de aquella gloriosa generación campeona del mundo en la que contábamos con verdaderos genios de la especialidad como el extremo Rafa Guijosa, el pivote Rolando Uríos, el gran Masip o el inolvidable genio uzbeko Talnt Dushebaiev. Sin embargo nos queda otra mención al subdesarrollo: la furia. Comparados los Aguinagalde, Entrerrios, Iker Romero o Gurbindo con estos últimos estamos en franca decadencia. Sin embargo, a punto de empezar la segunda fase, tenemos la ventaja de tener a un gran entrenador, un portero de garantías (Sterbik) y un grupo que lucha hasta el final y puede dar la vuelta a marcadores en contra de siete u ocho puntos como ocurrió con Alemania y la propia Francia.
¿Suerte? Quizás. ¿Defensa? Un montón. Así las cosas hay que prepararse para empezar a medirse con los verdaderos cocos este fin de semana y sobre todo ver si ese enfrentamiento con Islandia nos mete en la lucha por los metales. Sería una gran conquista ya que hoy por hoy partimos en desventaja ante Francia, Croacia o la propia Dinamarca.