Hoy sábado han sido incinerados los restos mortales del actor Paco Maestre en el crematorio del cementerio de la Almudena de Madrid. Su hermano lo ha despedido con humor y emoción, arropando el corazón partío de los que le quisieron en vida, y que hoy no han querido perderse su penúltima función. El mutis final será en su Mérida natal, donde sus cenizas se esparcirán bien en los ojos del puente romano, o en el egregio teatro romano de la capital. Paco el Gordo -como por muchos era conocido- no vivirá las miserias de la vejez o la enfermedad, pero también se perderá muchos de los placeres pendientes, que a la vida le sabía arrancar. Paco Maestre, actor singular, con un hasta luego te despido. El arte de la actuación hoy -sin ti- se siente un poco viudo y un poco más perdido.
(A continuación, añadimos la Necrológica redactada por nuestro corresponsal Nico Guau.)
AL PIE DEL CAÑÓN
Por Nico Guau
El miércoles por la noche, el actor Paco Maestre le desveló a su padre, por teléfono, el final de su frío y desagradable personaje en la popular serie de sobremesa Amar en tiempos revueltos; iba a rodar algo que estaban deseando todas las televidentes tarde tras tarde: su muerte. Pero, mientras en el plan de rodaje del jueves figuraba una escena de apuñalamiento en el corazón para un poco más tarde, rodando otra escena anterior se empezó a encontrar mal y se desplomó en el suelo. Había sufrido un infarto de miocardio y murió de camino al hospital. Pocas veces realidad y ficción han estado tan cercanas; un poco más tarde y la muerte de su personaje coincide con la suya propia, en directo, ante las cámaras.
Había nacido en Mérida, cerca del antiguo teatro romano, en 1957, pero 10 años después su familia se trasladó a Madrid. Allí, Maestre estudió interpretación en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático), tras librarse de la mili por obesidad. Desde muy pronto, por ser un actor «característico» (dícese del que destaca por poseer determinados rasgos físicos),además de bueno, versátil y con una potente voz, subió a los escenarios a las órdenes de J. L. Alonso de Santos, Miguel Narros o Francisco Nieva. En cine trabajó con Berlanga y Vicente Aranda, entre otros. Y en televisión participó en una treintena de series. Por su condición vocal también era requerido en zarzuelas y óperas, llegando incluso a formar parte del montaje de Emilio Sagi de la Carmen de Bizet en el Teatro Real. Raro era que no se le viera en televisión o en algún escenario madrileño. Alguno de los últimos montajes en que intervino fueron El balcón de Jean Genet, dirigido por Ángel Facio en las Naves del Matadero, o la comercial De cerca nadie es normal, en la que fue sustituido al comenzar el rodaje de Amar en tiempos revueltos . Pero siempre será recordado por papeles que le iban como anillo al dedo, y que parecían creados para él, como el de El cerdo, de Raymond Cousse, dirigido por José Antonio Ortega, o el de Falstaff de Las alegres comadres de Windsor, de Shakespeare, dirigido por Gustavo Tambascio.
Se cuentan infinidad de anécdotas sobre él, pues había trabajado con todos, y no era una persona que pasara desapercibida. Algunos compañeros de profesión le recuerdan frente a un enorme plato de comida de la especialidad de «la plaza» en que les tocara hacer la función, devorando con fruición el alimento y proclamando con su profunda voz: «Qué dura es la vida del actor en provincias.» Otros guardan en su memoria aquella taberna de Lilas Pastia de Carmen en el Real, en la que el mesonero Lilas se paseaba entre las mesas hablando y contando chistes a sus comensales/figurantes; una de ellas confesaba que tenían prohibido cantar, porque para eso ya estaba el coro titular del teatro, pero que trabajando junto a Paco Maestre, ellas también cantaban, con su mesonero favorito; y que viniera alguien a decirles lo contrario, que Paco las hubiera defendido.
Ha muerto como desearían muchos cómicos, trabajando, rodando, al pie del cañón. Pero esté donde esté, seguirá recibiendo nuestros aplausos.