Cuando quieren justificar sus cosas, las maneras de relacionarse, o de comportarse, los fang dicen que la cabra come donde está atada. Es decir, este comportamiento natural, animal, lo asimilan a los humanos, y así juzgan que la persona que incurre en un vicio público censurable tiene algún tipo de indulgencia. Como sabrán, ningún asunto nos traslada al ámbito doméstico como comer. Y cuando el asunto alimenticio del que comentamos hace referencia a cabras y pasto, entonces se cree que este ámbito no solamente es doméstico, sino campechano, rayano en la cutrería.
Como ya es mundialmente sabido, en los países del norte africano los ciudadanos se han soliviantado y han salido a la calle a manifestar que están hartos de los ladrones y caraduras que los han gobernado o los han tenido como hijos malos. Unos que se pegan al poder y no piensan dejar, incluso pretenden perpetuarse en el mismo a través de sus hijos. Lo de hijos malos surge porque esta actitud desesperada no conlleva ningún plan para garantizar un mínimo de bienestar material a los ciudadanos sobre los que enseñorean, pese a declaraciones públicas de que el poder que intentan confiscar lo ejercen en nombre de este pueblo.
Allá arriba las cosas hubieran seguido así y no nos hubiéramos enterado hasta que el pueblo llano, civiles desarmados y sin cuentas en ningún paraíso fiscal, dijeron que no podían nada más, y entre seguir aguantado la miseria y exponerse a la vindicta pública, hicieron lo último y el mundo se enteró. Lo de pública vindicta es porque los militares o policías no siempre saben para qué juran la bandera y se equivocan gravemente en el ejercicio de su papel. El resultado fue que muchas ciudades del norte de África casi ardieron, el fuego se hizo trasfronterizo y los todos los sátrapas y los lacayos de las fronteras adyacentes se pusieron a temblar. Los más avispados tomaron nota.
Pero de Sahel para abajo la situación es casi diferente, aunque compartan con la situación norteña aspectos comunes. Y es que los actores políticos y sociales casi hacen lo contrario que en el norte. En Costa de Marfil el que estaba en el poder accedió a participar en unas elecciones creyendo que le daría tiempo para organizar un pucherazo, pero no lo consiguió. Leídos los resultados públicos, se descubrió que había perdido, pero no se lo creyó, y arrojó el guante a su contrincante, retándolo. La población, que no tenía las ideas claras sobre el papel de los presidentes, lo ayudó a inventarse la excusa de que Francia estaba detrás de su imposibilidad de amañar las elecciones. Y ahí están todos, esperando que los cascos azules terminen de encontrarle al terquísimo mandatario un buen país que lo acoja con todos los dineros que tiene actualmente bajo la cama. Mientras tanto, su oponente está en un hotel, el mismo procedimiento ideado por un opositor de Gabón, que cree que debe estar cerca el día que sus paisanos digan que están hasta el aliento de las sagas familiares que los gobiernan.
Aquí en la no-república de Guinea no ha ocurrido nada, cualquiera diría que es un remanso envidiable. Aquí lo que es importante es buscarse un sitio donde atarse o ser atado para comer, como cabra. Pero está claro, es voz común, que no hay tanta comida como dicen por sus bocas laudatorias. Y es que hace unos días ya no pudo aguantarlo más y una periodista de Bata, informando a un colega suyo de la capital, lloraba amargamente por el poco jurel que había. De hecho, no había poco, sino nada, pues la ínclita aseguró que hacía 3 meses que los pobres no podían comprarlo. Para que no fuera tildada de embustera, dijo que tampoco había yuca en la ciudad desde la que hablaba, o la que había era de poca cantidad, y creía, una vez compartida la cuita con su colega transmarino, que podría haber poco que comer durante la reunión guineana de los mandatarios de la Unión Africana en un mes de este año.
Como ni la periodista ni su compañero condujeron el asunto por donde debía, les tenemos que aclarar que el jurel, pescado azul capturado en a saber qué mares y conocido acá como chicharro, no llega en buenas condiciones a nuestros mercados. Tampoco se vende en mejores condiciones. Entonces, acá entre nosotros es una comida de pobres, y esto fue lo que reconoció la periodista que lloraba para que nadie la consolara. Por otro lado, la yuca, manihot esculenta, es un tubérculo que crece, sin ayuda de abono, en todos los puntos geográficos de Guinea Ecuatorial, por lo que no se entiende la razón de las lágrimas de la periodista, o de sus intenciones. Si alguien quiere que completemos el cuadro, os diremos algo que ya se ha dicho 743 veces: en las ciudades guineanas no hay agua potable ni hay luz eléctrica, y oficialmente no toca hasta el año 2020, cuando se cumpla el programa llamado Horizonte.
Con este panorama, surgen las necesidades de que se diga que aquí hay movimiento y los que mandan envían a otros periodistas a leer el cese y el nombramiento de nuevos miembros del Gobierno. Está claro que por lo que se está viviendo, no debería ser noticia estos cambios, aunque alguno creyera que ahora se ha dado un paso nuevo. Pero detrás de los mismos está una perversa intención, constantemente repetida, aunque no transcienda porque todos quieren ser cabras y comer donde se les ata: el reiterado recurso por parte del Gobierno de los políticos de la oposición amaestrada hipoteca gravemente el futuro del pensamiento civil guineano, pues las generaciones futuras ya no sabrán que los miembros de cualquier gobierno son servidores públicos sujetos al control público. Con esta creencia, el acceso a un puesto público se hará siempre con la concepción crematística cutre que han normalizado todos los que quieren ser cabras y comer todo se les ata, en detrimento del desarrollo de este país.
La remodelación ministerial, dicen los que mejor leen, es un simple relevo de los afines al régimen del general-presidente por otros que desde la época temprana supieron que con la política no podían aspirar a nada más que a ser simples cabras. Además, corren vientos en la política de la Unión Africana y la presentación de un gobierno de participación podría ser un aval para ocupar la presidencia de una institución de cometidos desconocidos. Pero es pertinente esta pregunta, ¿qué seriedad se esperaría de los responsables de una institución que sería incapaz de mostrar objeción ninguna a un gobierno nombrado una semana anterior a la fecha de la probable elección de su presidente rotatorio? ¡Qué tamaña cutrería, señores!
Visto y dicho esto, no creemos que hay razones para impedir u objetar que el general –presidente presente sus opciones. Si no fuera por lo que hace llorar a las periodistas de sus instituciones, no le apoyaríamos para una empresa que le desluciría grandemente. Pero ya no importa, no es posible que del rebaño de cabras salga alguna reflexión que impida el descrédito de su comandante en jefe.